Tratamiento quirúrgico del pie diabetico

 


En el contexto urgente, se recomienda evitar cualquier intervención quirúrgica inicial que llevaría en la mayoría de las ocasiones  a una exceresis demasiado amplia, ya que es  muy difícil encontrar el límite entre infección y tejido sano. Por tanto,  el tratamiento quirúrgico urgente  debe reservarse una  sepsis grave  que comprometa la conservación  del miembro o el pronostico vital del paciente, a un absceso complicado con un síndrome compartimental o con una necrosis o incluso a una dermohipodermitosis  bacteriana necrosante. En estos casos, debe ser lo mas conservador posible y asociarse siempre a un tratamiento medico completo. Cualquier amputación, incluso menor, sebe ser excepcional. En todos los demás casos, las complicaciones infecciosas del  PD requieren  de tratamiento inicial solo médico.

Como parte del tratamiento ortopédico, las medidas iníciales deben basarse en evitar completamente el apoyo sobre la extremidad afectada. Esto se logra principalmente con el apoyo de muletas y el reposo en cama.

Dependiendo de la gravedad de la lesión, en ocasiones será necesaria la implantación de otros instrumentos ortopédicos reductores de carga, como silla de ruedas, yeso de contacto total, bota de yeso, férula de marcha removible con tacón en mecedora, ortesis de contacto total diseñada para el paciente, ortesis para apoyo en el tendón patelar, zapatos modificados, zapatos quirúrgicos moldeados con plastazote, caminadora o bastón.

La cirugía del pie diabético, en ausencia de isquemia grave de la extremidad, resuelve de forma satisfactoria las úlceras y las deformidades asociadas. Esto depende de tres variables fundamentales: presencia o ausencia de neuropatía, herida abierta o cerrada o presencia o ausencia de infección aguda. Para el tratamiento quirúrgico del pie diabético existen cuatro tipos de intervenciones:

1. Electiva: tratamiento de deformidad dolorosa con neuropatía.

2. Profiláctica: reducir el riesgo de ulceración en pacientes con neuropatía sin herida abierta.

3. Curativa: para ayudar en la cicatrización de una herida abierta.

4. Emergente: para limitar la progresión de una infección aguda.

La cirugía ortopédica en el pie diabético tiene como objetivo obtener un pie plantígrado, estable y sin prominencias óseas. De acuerdo con el tipo de afección que desencadenan las úlceras de pie diabético, por ejemplo, artropatía de Charcot, el tratamiento se enfocará a disminuir los daños provocados por la causa. Para la artropatía de Charcot en etapa aguda, la inmovilización y la reducción de la carga son el manejo prioritario, el cual se basa en no apoyar la extremidad lesionada, ayudado por medio de muletas o aparatos de descarga, como yeso de descarga, bota neumática, yeso de contacto total por 1 a 2 semanas y, al disminuir el edema, se pueden aplicar aparatos de descarga parcial de 4 a 6 meses. Como parte de este tratamiento también se incluyen los bisfosfonatos, la estimulación eléctrica y el ultrasonido de bajo pulso e intensidad.

En los últimos años se ha observado que los fijadores externos circulares son una alternativa eficaz en el tratamiento del pie diabético con deformidades óseas. Los fijadores pueden corregir las deformidades complejas del pie y tobillo (con un aparato dinámico) incluso una deformidad aguda, en forma gradual. Además, la fijación externa brinda la oportunidad de operar sobre tejido cicatrizal y contracturado, preservando la articulación y la función articular, mantener la longitud o alargar la extremidad y permitir la carga de peso durante el tratamiento.

 

Cirugía conservadora

Se plantea  como primera elección cuando s e constata una ausencia de mejoría a pesar del tratamiento medico adecuado. Engloba todas las intervenciones que no modifican la arquitectura funcional del pie, como el desbridamiento  quirúrgico, la escisión-sutura de una herida crónica, el legrado óseo y la  osteoartrectomia, así como las amputaciones del segundo tercer y cuarto dedos. Sus principios son los siguientes: Desbridamiento cutáneo conservador, tratamiento de un foco osteitico con toma sistemática de muestras bacteriológicas y mantenimiento del aspecto exterior y del volumen de todo el pie para permitir el calzado y disminuir las consecuencias psicológicas en los pacientes. En todos los casos, es necesario poner el pie en descarga hasta que se complete la cicatrización.

 

Desbridamiento/drenaje quirúrgico

El desbridamiento quirúrgico en el quirófano bajo anestesia local o loco regional suele ser necesario cuando la necrosis tisular es excesiva para poder eliminarla mediante la simple detersión mecánica, como prevención  de una infección, para el drenaje de un absceso o cuando el hueso esta expuesto. Cairey-Remonnay, 2006.

 

Escisión-Sutura

Se utiliza en las pequeñas heridas que no siguen una evolución favorable a pesar de utilizar un tratamiento médico adecuado. Este retraso de la cicatrización puede tratarse de forma radical, mediante una incisión bajo anestesia local, en la mayoría de las ocasiones con una  resección fusiforme  ( Fig. 1).


Figura 1. Resultado de una escisión-sutura de la bóveda plantar. Tomada de Dumont, 2009


 

Sin embargo, esta técnica solo se puede plantear  si el cierre puede efectuarse sin tensión. Este criterio es  determinante para  obtener una cicatrización  primaria de buena calidad. Si la zona es demasiado amplia, se puede plantear un desbridamiento quirúrgico en primer lugar  seguido de una segunda fase de cobertura. En caso de osteítis demostrada, se puede realizar  una resección ósea limitada, pero completa, asociada a  una incisión sutura de la herida para facilitar  su cicatrización.

 

Osteoartrectomia


Está indicada en caso de mal perforante  plantar sobre una articulación metatarsofalángica infectada como alternativa a la amputación. Solo puede plantearse ante una infección ósea limitada y en ausencia de necrosis cutánea del dedo afectado. Se lleva a cabo a través de una incisión dorsal longitudinal de alrededor de  3 cm entre los tendones  extensores de los dedos. El extensor se reclina y se realiza la resección osteoarticular sin asociar un enclavado con agujas, porque parece inútil y facilita la infección.  Esta vía permite el tratamiento de los dos radios vecinos si fuese necesario. Para la resección de tres articulaciones, se puede emplear una vía transversal. (fig 2).

Figura 2. A. mal perforante plantar sobre la cabeza del tercer metatarsiano, asociado a una artrosis metatarsofalángica de los cuatro radios laterales. B, C. Resultados postoperatorios tras una  osteoartrectomia múltiple y escisión-sutura del mal perforante. Tomada de Dumont, 2009

 

El acortamiento óseo obtenido produce una laxitud cutánea  y permite la escisión-sutura  del mal perforante plantar asociado a la misma intervención. Este tratamiento simple y barato permite obtener  un 88%  de curaciones. Wieman, 1998. Griffiths, 1990. Patel, 1994. Disminuye las presiones  plantares sobre la zona de mal perforante plantar  sin un aumento compensador en las cabezas  metatarsianas  adyacentes. La conservación del dedo colgante permite un calzado simple y la preservación del volumen del antepié sin provocar una desviación de los dedos contiguos.

La osteoartrectomia interfalángica es útil en el tratamiento de las   artrosis  de la interfalángica asociadas a una lesión cutánea dorsal secundaria,  por ejemplo un dedo en garra.

 

Cirugía mutilante

Corresponde a las cirugías que modifican gravemente la arquitectura funcional del pie. La  cirugía mutilante solo debe usarse  como última alternativa, pero con mucha frecuencia sigue   siendo la única opción terapéutica en caso de lesiones profundas, graves, extensas e irreversibles, sobre todo si se asocian a isquemia.  Sin embargo, la ausencia de cicatrización de una herida crónica  no es una  indicación sistemática de amputación. La elección del nivel de amputación depende de la infección, del estado vascular y cutáneo del paciente, así como de las posibilidades de apoyo posterior. Por tanto,  su indicación  no debe  depender solo del estado de la herida o de la extensión de los tejidos necrosados. En los pacientes diabéticos, el objetivo consiste en encontrar un compromiso entre estática equilibrada y cicatrización correcta y rápida. Conviene utilizar un máximo  de piel sana, adaptando el trazo de amputación. También se debe anticipar una recidiva posterior o un fracaso, por lo que se deben dejar las máximas alternativas (hay que pensar en el siguiente corte).

Los principios quirúrgicos de las amputaciones en diabéticos no difieren de los no diabéticos. Una consideración básica para determinar el sitio de la amputación es que habrá que extirpar todo el tejido necrótico inviable o infectado. Es una prioridad que no exista isquemia en los tejidos del muñón ya que la cicatrización debe estar garantizada. La clínica puede ser engañosa en algunos casos y se recomienda auxiliarse del laboratorio vascular no invasivo como el US-Doppler para medir presiones segmentarias y de tobillo, así como para calcular el índice tobillo/ brazo. Los tipos más comunes de amputaciones que se efectúan son:

Menores

· Digital

· Transmetatarsiana

· Syme

Mayores

·      Infracondílea

·      Supracondílea

Los muñones pueden dejarse abiertos o cerrarse primariamente dependiendo de la infección local, aunque es bien sabido que se requiere mayor flujo arterial para que cicatrice un muñón abierto.

 

Datos principales

Con una presión sistólica máxima en tobillo de 90 mmHg o transcutánea de O2 >30, se espera buena cicatrización del muñón

·      Las amputaciones digitales son las más frecuentes

·      La amputación transmetatarsiana presenta alteraciones biomecánicas que limitan su rehabilitación

·      Los son frecuentes en pacientes menores de 45 años

·      La principal complicación en la cirugía menor es la isquemia.

·      Amputaciones menores: digital, transmetatarsiana y Syme. Mayores: infracondilea y supracondílea

·      Las amputaciones distales cursan con una mejor rehabilitación y pronóstico

·      Amputaciones mayores sólo en caso de sepsis incontrolable o como medida heroica

·      De los pacientes con pulsos palpables 85% desarrolla una cicatrización adecuada con una amputación digital

·      Revascularización en casos de isquemia bien documentada con Doppler

 

Las amputaciones menores y debridaciones que se realizan en los pacientes portadores de pie diabético son procedimientos terapéutico-paliativos que causan gran impacto en el paciente y sus familiares. Las implicaciones físicas, psicológicas, culturales y sociales deberían de obligar al médico tratante a realizar el estudio metódico y objetivo del estado neurovascular de la extremidad afectada y realizar en lo posible un procedimiento quirúrgico limitado, con la idea fundamental de preservar una extremidad funcional.

 

Revascularización ocasional

La presencia de diabetes favorece la aparición de una arteriopatía obliterante de los miembros inferiores más precoz y más evolutiva que en ausencia de diabetes, con una afectación preferente de las arterias distales Sanders, 1997. Se debe plantear una cirugía de revascularización siempre que sea posible para evitar la extensión de la isquemia e incluso para aplazar la amputación. Gibbons Berlemont, 1993 propone como indicaciones de revascularización la claudicación intermitente invalidante, el dolor en reposo y la amenaza de la pérdida del miembro (úlcera, gangrena). Siempre debe pensarse en ella, porque la claudicación intermitente y el dolor en decúbito pueden faltar debido a la neuropatía. Asimismo, una ulceración o una gangrena localizada sin signos extensos pueden no suponer una amenaza urgente para el pie.

Antes de cualquier decisión de amputación, se plantea la realización de una arteriografía (exploración cada vez más segura en cuanto a su morbilidad si se efectúa en buenas condiciones técnicas) para planificar una revascularización. El desarrollo en los últimos años de las derivaciones distales fiables ha permitido realizar verdaderos «rescates de los miembros» Mueller, 1997. El equipo de Faglia Murdoch, 1976 publicó en 2005 unos resultados excelentes de angioplastias primarias realizadas en 993 pacientes diabéticos que tenían una isquemia crítica del miembro inferior. La elección entre derivación arterial y angioplastia debe comentarse con el equipo vascular en función del paciente y de las posibilidades. La utilización de la oxigenoterapia hiperbárica puede plantearse en el contexto de una isquemia crítica no revascularizable (rescate del miembro).

 

Descarga


La supresión de los apoyos mediante una descarga eficaz de la herida es primordial para permitir la cicatrización. No obstante, sigue siendo difícil de poner en práctica por que es muy exigente para los pacientes sin que aporte unos beneficios inmediatos, debido a la ausencia de dolor. Además de la reducción de las actividades y del aumento del tiempo de reposo, resulta prioritario utilizar una ortesis específica. Se pueden utilizar botas o zapatos amovibles (de tipo Barouk que descargan el antepié), que están fácilmente disponibles. La bota de yeso, tanto si es de contacto total o fenestrada, permite reducir la duración de la cicatrización y el riesgo de sobreinfección gracias a una supresión completa de las presiones sobre la herida Burgess, 1969.

 

Figura 3 Diferentes modelos de descarga del pie. A. Bota amovible de contacto total. B. Zapato de Barouk. C. Bota de yeso fenestrada. Tomado de tratamiento quirúrgico del pie diabético 2010  elsevier masson

 

Cuidados locales

Asocian la detersión y el recubrimiento de la herida. Las modalidades y el momento de la realización de una detersión dependerán de la presencia o no de isquemia tisular. Si no hay isquemia, la detersión permite eliminar todos los tejidos reorganizados y necróticos para restaurar el proceso de cicatrización. En la mayoa de las ocasiones, se recurre a la detersión mecánica, que debe repetirse de forma periódica Smith, 1999. La elección del apósito de cobertura tiene en cuenta el estadio evolutivo de la herida, la cuantía de los exudados, el estado de la piel perilesional Kendrick, 1956. Se debe verificar el estado de vacunación antitetánica de forma sistemática.

 

Criterios de hospitalización

Se relacionan con la gravedad de la herida (grado 3-4, isquemia grave, necesidad de una intervención quirúrgica o de una antibioticoterapia intravenosa, etc.) o con los problemas secundarios al paciente (mal cumplimiento terapéutico, seguimiento imposible, trastornos metabólico grave, etc.). Delagoutte, 1989

La administración de una antibioticoterapia general sólo se plantea en presencia de una infección clínica. En un primer momento es un tratamiento empírico y de forma secundaria se readapta en función de los datos bacteriológicos y de la evolución clínica. La elección de la antibioticoterapia empírica se basa en la gravedad de la infección y en los antecedentes del paciente (de ulceración, de antibioticoterapia, de hospitalización, etc.) Barret, 2005.

 

Árboles de decisiones: tratamiento del pie diabético infectado 

Estos esquemas pueden utilizarse como guía para orientar el tratamiento en estos casos. Choudhury, 1997




Figura 4 Árboles de decisiones. Tratamiento del pie diabético infectado (del Consenso internacional sobre el pie diatico) [Choudhury, 1997]. AOMI: arteritis obliterante de los miembros inferiores; RM: resonancia magnética. Tomado de tratamiento quirúrgico del pie diabético 2010  elsevier masson

 

Actitud inicial en el pie diabético infectado

La infección en el P.D. es rápidamente progresiva, en función de las características fisiopatológicas descritas en el denominado "pie de riesgo".

La progresión de la infección, a partir de las úlceras necróticas digitales, se produce a través de las vainas tendinosas plantares —flexor propio del primer dedo y flexor común— y su evolución natural es el absceso plantar, de mal pronóstico para la viabilidad del pie, ya que afecta a sus compartimientos medio y posterior.

Por esta razón, el desbridamiento quirúrgico debe ser inmediato cuando existen signos flogóticos en la base de los dedos y en los trayectos tendinosos, al margen de que no dispongamos de datos hemodinámicos o angiográficos sobre la perfusión arterial de la extremidad.

Otro motivo para proceder a esta acción inmediata es la compensación metabólica, que no es posible efectuar de forma correcta en presencia de un foco infeccioso.

La trombosis arteriolo-venular que provoca y extiende la infección es también otra razón para proceder al mismo, en función de evitar evoluciones que comprometan la viabilidad del pie con posterioridad revascularizado.

Técnicamente, las incisiones deben ser amplias, permitiendo establecer el diagnóstico quirúrgico de todos los trayectos fistulosos.

La colocación de drenajes transitorios tipo Penros o simplemente de gasas garantizan la permeabilidad de los trayectos expuestos y su drenaje.

Existen ciertas situaciones en las que la infección no consigue erradicarse mediante el desbridamiento y la asociación de antibioticoterapia por vía sistémica.

Ello se objetiva, entre otros signos, por la persistencia de secreción purulenta en los trayectos fistulosos.

En estos casos, y si el balance hemodinámico es aceptable o viables las técnicas de revascularización ya valoradas, está indicada la colocación de un sistema de lavado continuo, tipo Tremolier, con perfusión de un antiséptico hasta la desaparición clínica de los signos de infección, que habitualmente tarda semanas en producirse.

 

Absceso en los compartimientos del pie

Una de las complicaciones graves en el pie diabético es el absceso profundo. Los síntomas no siempre coinciden con la magnitud de la infección, por lo que se requiere un alto índice de sospecha para el drenaje temprano. Anatómicamente el absceso puede localizarse en los compartimientos fasciales (medial, central y lateral). El drenaje debe ser temprano y completo, con incisiones lo suficientemente amplias y bien diseñadas. Se recomienda desbridar todo el tejido necrótico en el lecho de la herida, conservar el tejido que al corte se detecte sangrante y no desvitalizado e irrigar copiosamente dejando la herida abierta.

 

Determinación del nivel de amputación

Con certeza, el punto crítico en el tratamiento quirúrgico del paciente diabético candidato a salvamento de la extremidad es la determinación del nivel de amputación.

Al establecer un nivel de seguridad en el proceso de cicatrización y funcionalidad de la extremidad se deben considerar factores como perfusión tisular e inmuno- incompetencia. Al respecto se deben aplicar los siguientes principios:

Todos los tejidos inviables y/o infectados deben resecarse. EI borde quirúrgico debe estar libre de lesiones tróficas, material purulento y con ausencia de infección en tejidos blandos adyacentes (p. ej., celulitis). Los tejidos en el sitio del procedimiento deben tolerar la carga biomecánica de la extremidad al cicatrizar y, eventualmente, de una ortesis o prótesis

Demostrar con métodos objetivos la competencia vascular y de perfusión de la extremidad.

Si se encuentra en el paciente la presencia de pulsos distales durante el examen físico, en general se infiere la integridad vascular funcional de la extremidad v la eventual preservación de tejido por arriba de la zona explorada.

Cuando no se encuentran pulsos distales es necesario practicar la determinación de la presión sistólica máxima en el tobillo con un sistema de ultrasonido Doppler.

Este es un método sencillo e inocuo, pero con la limitación de que proporciona lecturas de presión falsamente altas de tobillo a través del índice tobillo/brazo (índice T/B) como consecuencia de calcinosis de la capa arterial media.

La determinación de la presión transcutánea de oxígeno (TcP02) es de utilidad complementaria. Este método evalúa la capacidad de liberación de oxígeno sanguíneo desde el espacio intravascular a los tejidos, detectando la presión de liberación de oxígeno a través de la piel. Este sistema es indoloro, seguro y exacto, además de que proporciona valores predictivos en la cicatrización de lesiones.

Otros métodos, como el aclaramiento de xenón transcutáneo, son poco prácticos y requieren criterios de interpretación específicos.

En general, cuando el pie tiene una presión sistólica máxima en tobillo de 90 mmHg o cuando la presión transcutánea de oxigeno es mayor de 30 las posibilidades de cicatrización de las amputaciones son altas.

Es muy importante considerar que el paciente sometido a salvamento de la extremidad a través de una amputación menor debe ser recuperable y candidato a volver a caminar. Cuando no se garanticen las condiciones de erradicación de focos sépticos y zonas isquémicas, es preferible realizar una amputación mayor que salve la vida del enfermo.

El potencial de recuperación de la función se puede ensombrecer por déficit visual, secuelas de enfermedad neurológica, edad avanzada y limitaciones socioculturales.

En estas condiciones la decisión terapéutica corresponde al paciente y sus familiares, valorando los riesgos y beneficios que exprese el médico tratante.

 

Reglas generales Camilleri, 2000. Barret, 2005

En la mayoría de las ocasiones, el paciente se coloca en decúbito supino, bajo anestesia locorregional. La utilización de un torniquete neumático colocado en el muslo permite una comodidad quirúrgica considerable, pero no debe utilizarse en los pacientes con una arteritis grave. El cirujano y el ayudante se sitúan en el extremo de la mesa, sentados. Los trazos de las incisiones cutáneas se realizan antes de la preparación con antiséptico. Deben tomarse muestras bacteriológicas tanto para aerobios como para anaerobios (tejidos blandos profundos y hueso) de forma sistemática para adaptar la antibioticoterapia en el postoperatorio. Conviene evitar que el cierre cutáneo quede en la cara plantar del pie, es decir, en una zona de apoyo. El plano cutáneo se cierra con puntos no isquemiantes de tipo Blair-Donati mediante hilo no reabsorbible de un calibre adecuado (2/0, por ejemplo). Si es necesario, se puede asociar un plano subcutáneo cerrado con hilo reabsorbible y puntos invertidos. Dependiendo del nivel de amputación, se puede dejar un drenaje con crin de Florencia o con una lámina de silicona para limitar la aparición de un hematoma. Sin embargo, el cierre cutáneo no es sistemático si no se puede efectuar en buenas condiciones. Después de la intervención, se debe llevar a cabo un seguimiento periódico, porque es frecuente encontrar heridas postoperatorias después de la amputación. La tríada desvascularización-desnervación-infección, que ha motivado la amputación, puede perpetuarse, sobre todo si el nivel de amputación es demasiado distal. Estas heridas cicatrizan con dificultad y requieren cuidados locales minuciosos para evitar las amputaciones denominadas en «salchichón», cuyo pronóstico es catastrófico. Por tanto, es fundamental escoger de entrada el nivel adecuado de amputación, recurriendo en ocasiones a la oximetría transcutánea (TCPO2).

 

Amputaciones de los dedos. Barrault, 1993.  Delagoutte, 1989

Es fundamental conservar la longitud del pie a la vez que se preserva un recubrimiento cutáneo de calidad. El objetivo es utilizar al máximo la piel sana para permitir un cierre sin tensión. Según la localización y la extensión de las lesiones,  es posible realizar una amputación parcial (trasfalangica o interfalángica) o completa ( metatarsofalángica) de uno o varios dedos. La  amputación  más distal es la que se realiza  a nivel  trans-F2 en el primer dedo o trans-F3 en los demás dedos.  Antes de realizar una amputación, es  esencial planificar un colgajo de dedo, si es posible, para  cubrir una herida  sobre  una cabeza de un metatarsiano próximo.

Para las amputaciones parciales, se prefieren los  colgajos  frontales, porque permiten un apoyo satisfactorio sobre el muñón. Pulla, 1997  El colgajo plantar es mas largo para crear una neopulpa sensible  con una zona de apoyo de buena calidad. Si se ha realizado una desarticulación interfalángica, las prominencias condíleas se resecan a los lados para obtener un extremo distal  redondeado de forma regular. Con independencia de cual sea el  nivel, las arterias  colaterales  se electrocoagulan. Los nervios colaterales se disecan y se seccionan a distancia de las zonas de presión. Los tendones flexores y extensores simplemente se  seccionan.



Para las amputaciones metatarsofalángicas, el trazado de las incisiones  es idéntico. Los  colgajos  se dibujan  en función de la piel sana utilizable para que su aproximación permita cubrir la perdida de sustancia cutánea.

Figura 5. Amputación metatarsofalángica del tercer dedo del pie. La cara medial sana ha permitido cubrir la perdida de sustancia interfalángica y realizar un cierre sin tensión. Dumont, 2009

 

El cartílago articular de las cabezas de los metatarsianos se reseca con pinza-gubia.  Choudhury, 1997. Lange, 1984

La ortesis  debe descargar los apoyos anteriores  sobre los dedos  restantes, utilizando, por ejemplo, una plantilla  con una barra retrocapital. También debe rellenar el volumen  que falta  para evitar  una desviación  secundaria  de los dedos  adyacentes.

 

Amputaciones sagitales  Millstein, 1988

Las amputaciones  de un radio pueden ser una alternativa a una amputación  completa de los dedos  del pie (sobre todo para el segundo y quinto radio), con resultados muy satisfactorios.



Figura 6. Ejemplos de amputaciones sagitales. A.1 Incisión cutánea dorsolateral. B 1, límites de resección ósea, 2 Incisión cutánea dorsal. C 1. Base del segundo metatarsiano. Tomado de Dumont, 2009

 

Sin embargo, conviene evitar al máximo la amputación del primer  radio,  que tiene consecuencias funcionales graves. El impulso terminal de la fase de apoyo se perdería y pasaría a recaer en la parte proximal del  primer metatarsiano. Dahmen , 2001, de modo que la distribución de las presiones se haría de forma anómala  sobre las  cabezas de los metatarsianos  restantes Lavery , 1995. Además, también favorecería la aparición de  dedos  en garra. La resección de uno o varios radios  se realiza mediante una incisión en raqueta  dorsal de la piel  y de los tejidos subyacentes, en la vertical del radio o entre dos radios adyacentes afectados por la resección.

La desarticulación del dedo correspondiente permite mejorar la visualización de la cara plantar del metatarsiano. Se puede hacer una osteotomía en lugar de desarticulación.

 

Amputación transfalángica

La resección de tejido es mínima y no precisa de rehabilitación, ya que después de la misma el pie se mantiene con una buena funcionalidad.

Indicaciones

En las lesiones localizadas en la falange media y la distal, siempre que en la base del dedo reste una zona de piel lo suficientemente extensa como para recubrir la herida. El tipo de lesión suele ser una gangrena seca bien delimitada, ulceraciones neurotróficas u osteomielitis.

Contraindicaciones

· Gangrena o infección que incluye el tejido blando que recubre la falange proximal.

· Artritis séptica de la articulación metatarsofalángica.

· Celulitis que penetra en el pie.

· Afección del espacio interdigital.

· Dolor en reposo de los dedos y antepié.

Técnica

La incisión puede ser circular, en boca de pez, o con colgajos plantares, dorsales o laterales, siendo la más recomendable esta última porque preserva las arterias interdigitales. Se incide la piel en forma perpendicular, evitando el bisel y profundizando hasta llegar al hueso.

La falange se secciona a través de la diáfisis, procurando que el muñón óseo quede más proximal que los tejidos blandos seccionados, con la finalidad de que su recubrimiento se produzca sin ninguna tensión.

 

Amputación transmetatarsiana

Típicamente, las amputaciones transmetatarsianas se efectúan cuando existe gangrena o infección que compromete dos o más ortejos; es decir, cuando la lesión necrótica se extiende a más de dos dedos, pero no va más allá de la zona metatarsofalángica y se utiliza un colgajo plantar para cubrir la zona cruenta. Cuando deba dejarse abierta este tipo de amputación será necesario el cambio frecuente de curaciones húmedo-secas para la debridación y una vez que se obtenga tejido de granulación se podrá cubrir con un injerto cutáneo libre de piel, que sólo debe realizarse cuando el tejido cutáneo no quede en la zona de apoyo.

El nivel de resección, que en la mayoría de las ocasiones es mediodiafisiario, depende del estado cutáneo plantar, porque la técnica s e basa en un colgajo plantar, con una vascularización perfecta, mas  largo y que s e rebate hacia arriba para obtener una cicatriz dorsal  y un buen relleno  d ellos metatarsianos hacia adelante. Early, 1999. Pollard,2006

El trazado transversal es oblicuo y conecta la diáfisis  de M1  con la de M5 a  un nivel equivalente. Se sitúa en la  vertical  de la línea  de resección ósea. El trazado plantar se sitúa de forma obligatoria  por delante del trazado dorsal, en el mejor de los casos en la base de los dedos. Estos dos trazados se unen sobre los bordes laterales  del pie. Es esencial biselar las osteotomías de los distintos metatarsianos en sentido inferoposterior para evitar las prominencias plantares, así como en sentido lateral para M1 y M5 Sanders , 1997. Berlemont   propone una tenoplastia de los extensores a nivel plantar  para evitar  cualquier posición en equino secundaria y a fin de conservar una movilidad activa adecuada  en posición dorsal.   Otros  autores simplemente seccionan  los flexores  en flexión plantar máxima.

 




Figura 7. Amputación transmetatarsiana. A.1. Límites de resección ósea, 2. Colgajo cutáneo plantar; 3. Colgajo cutáneo dorsal. B-1. Colgajo cutáneo plantar. Dumont, 2009

 

La ortesis Mueller , 1997 debe rellenar el volumen que falta y ser rígida para evitar una discontinuidad entre el antepié y el retropié, que causaría una ulceración del muñón. Consta de una barra  retrocapital alta para descargar el antepié y corrige la tendencia al varo gracias  a una concavidad pronadora en el talón.

Los pacientes con enfermedad proximal revascularizable y no revascularizable tienen índices de cicatrización transmetatarsianos de 86 y 26%, respectivamente Se considera una operación con salvamento de pie cuando se puede caminar con una marcha casi normal sin el uso de una prótesis.

 

Amputaciones del medio pie  y retropié.

Engloban muchos tipos de intervenciones,  dependiendo de la localización afectada, de la interlinea  tarsometatarsiana hasta la interlinea transversa del tarso e incluso más posteriores  aun, en la vertical de la cortical anterior de la tibia (tipo Syme) Murdoch , 1976  algunos autores recomiendan la artrodesis tibiocalcanea con astragalectomia, por que  satisface los objetivos  funcionales y permite usar una  ortesis estética. Sin embargo, requiere que la cubierta del talón este indemne y exige contar  con una experiencia sólida, así como  con un material de osteosíntesis adecuado.

Amputación de Syme

Descrita por este autor en 1842, se realiza a nivel de la articulación del tobillo. Se consigue un buen muñón de apoyo, restando espacio suficiente entre el extremo del muñón y el suelo, para la adaptación de la prótesis que supla sus funciones.

 

Cuidados posoperatorios y complicaciones

En general es preferible dejar las incisiones abiertas y permitir que cicatricen por segunda intención. Las condiciones tróficas locales, hemodinámicas, de perfusión e inmunocompetencia vuelven riesgoso el cierre primario, situación que puede perpetuar la isquemia o provocar la aparición de abscesos residuales, complicación catastrófica que lleva a un alto riesgo de perder la extremidad. El tratamiento antibiótico se debe continuar mientras existan datos de infección tisular.

Desde el primer día posoperatorio se deben realizar movimientos activos y pasivos del pie que promuevan el drenaje venoso y linfático, disminuyan la atrofia por desuso e incrementen las posibilidades de rehabilitación. La participación del fisiatra es ideal en esta fase.

Independientemente de la magnitud de la operación, la única manera de preservar el sitio de la herida quirúrgica limpio y lograr una cicatrización apropiada es prohibir al enfermo que apoye la extremidad afectada. Esta recomendación continuara hasta la cicatrización total de la lesión.

Existen algunos implementos que pueden permitir caminar al enfermo, pero en general el desplazamiento es adecuado en muletas, andaderas o, en su caso, silla de ruedas.

La vigilancia de las heridas se debe realizar todos los dias, con curaciones y cambio de apósitos las veces que se requiera. En general, la permanencia del tejido infectado y desvitalizado se relaciona con un procedimiento quirúrgico breve, y se  debe valorar la reintervención a corto plazo por el riesgo de extensión  del proceso infeccioso.

Asimismo, es fundamental la evaluación de la condición circulatoria, sobre todo en pacientes revascularizados a quienes se practicó amputación menor; en esta fase, el éxito del tratamiento integral depende de la identificación de complicaciones en etapa temprana.

La principal complicación de la cirugía menor en el pie diabético es la isquemia que conduce a necrosis en el sitio de la herida quirúrgica, bien por un aporte sanguíneo pobre o infección agregada. Es factible la observación 24 a 36 h para valorar limitación del daño; en caso de continuar el proceso isquémico se debe considerar la reintervención hasta retirar todo tejido con daño o bien considerar la amputación mayor.

Realizar una operación de cirugía menor en pacientes con pie diabético debe motivar en el médico tratante no sólo el dominio de la técnica, sino el establecimiento del diagnóstico etiológico, la determinación del nivel de la amputación en el plan terapéutico, la identificación oportuna de las complicaciones y vigilancia estrecha en el posoperatorio hasta la cicatrización de las lesiones.

 

Amputación de Pirogoff

Técnicamente es similar al de Syme, difiriendo únicamente en la conservación de una porción del hueso calcáneo como zona de apoyo.

Se extirpa la parte anterior del mismo, dejando la posterior con la inserción del tendón de Aquiles para, a continuación, rotar su tuberosidad con el fin de afrontarlo con la superficie seccionada de la tibia y del peroné.

Tiene el inconveniente de que el muñón pierde poca altura con respecto al suelo, lo que impide el acoplamiento posterior de una prótesis a nivel de la articulación del tobillo, y por este motivo es necesario colocar un alza correctora en la otra extremidad.

 

 

Amputación mayor

Cuando hay enfermedad vascular no revascularizable, infección o gangrena extensas se debe considerar una amputación mayor como la infracondílea o supracondílea. Estos pacientes tienen un alto riesgo quirúrgico debido a la arterioesclerosis sistémica avanzada y la sepsis. La mortalidad en este grupo de pacientes que requiere una amputación mayor es de 20% en la mayoría de las series, principalmente debido a complicaciones cardiacas.  Se puede disminuir esta mortalidad a 10% con vigilancia y manejo muy cuidadoso. La proporción de pacientes que se rehabilitan al grado de que pueden caminar sin el uso de muletas después de una amputación infracondilea y de una supracondílea es de 80 y 40% respectivamente. La energía necesaria para desplazarse usando una prótesis infracondilea  es considerablemente menor que la requerida para desplazarse con una supracondílea. Es a todas luces conveniente intentar dentro de lo posible preservar la rodilla para mejorar la calidad de vida del enfermo.

 

Amputación transtibial o infracondilea


Es la amputación más frecuente del miembro inferior (tomando todas las etiologías en conjunto). Sin embargo, debería ser excepcional. Conviene dar prioridad a la longitud residual del esqueleto, a la vez que se consigue un buen «acolchado» del muñón. Por tanto, la amputación en el tercio distal no debe ser una alternativa prioritaria. La calidad de los tejidos que recubrirán el muñón sigue siendo el principal factor determinante de la cicatrización. Según algunos autores, el nivel de amputación más favorable se sitúa a 12,5-15 cm bajo la interlínea femorotibial [Burgess, 1969. Smith, 1999]. Los autores de este artículo toman como referencia para la osteotomía tibial una línea situada a unos 8 cm bajo la tuberosidad tibial anterior.


Figura 8: amputación transtibial. 1. Colgajo cutáneo anterior; 2. Colgajo cutáneo posterior; 3. Límites de resección ósea tibial y peronea; 4. Tuberosidad tibial anterior. Tomado de tratamiento quirúrgico del pie diabético 2010  elsevier masson

Los autores de este artículo utilizan una técnica con un colgajo posterior largo basado en un colgajo cutáneo dependiente de los vasos tibiales posteriores [Kendrick, 1956]. La longitud de este colgajo se calcula para poder realizar un cierre sin tensión. Sin embargo, se aconseja trazarlo más largo al inicio y adaptarlo al final de la intervención para evitar un exceso o un defecto de los tejidos blandos. Sus límites laterales se sitúan, en la cara medial de la pierna, a 2 cm por detrás del borde interno de la tibia y en la cara lateral de la pierna, sobre el peroné.

La incisión se inicia en el colgajo anterior hasta el periostio tibial, que se rechaza hacia arriba unos 3 cm. El compartimento anterolateral se secciona, procurando ligar los vasos tibiales anteriores. El nervio se secciona más arriba. La tibia se secciona en horizontal y el peroné en oblicuo y en sentido inferomedial, a 3 cm por encima de la sección tibial, porque es móvil y podría lesionar la parte lateral del muñón. El ayudante puede a continuación «abrir» la pierna y permitir que se continúe la disección hacia abajo. El paquete vasculonervioso tibial posterior se respeta siempre hasta el extremo distal del colgajo, donde se liga para permitir completar la amputación. Los bordes prominentes de la tibia se eliminan (lima, pinza-gubia). El ángulo anterior tibial (Farabeuf) se suprime y la masa muscular posterior (músculos tibial posterior, flexor largo de los dedos y sóleo) se elimina en sentido craneocaudal con un bisturí de Farabeuf, por ejemplo. Algunos autores proponen fijar la aponeurosis del músculo gastrocnemio al periostio tibial y realizar una mioplastia, aislada o de tipo miodesis con puntos transóseos sobre la tibia [Murdoch, 1968]. Los autores de este artículo simplemente suturan la aponeurosis del gastrocnemio a la aponeurosis del compartimento anterior con hilo reabsorbible. Conviene cerrar el muñón eliminando las posibles «orejas» laterales y dejando un drenaje de tipo lámina de silicona. Para evitar un flexo, se debe mantener la rodilla en extensión sin elevarla (sin utilizar un «cojín», aunque los pacientes suelen pedirlo) y hay que planificar una kinesiterapia precoz.

La prótesis de pierna de tipo «contacto» es una de las mejores en términos de distribución de los apoyos sobre el muñón, de comodidad y de calidad de marcha [Dupre, 2003].

Tiene la ventaja, sobre la supracondílea, de preservar la articulación de la rodilla, lo que facilita la prótesis de aquellos enfermos en los que, por sus condiciones físicas, no sería posible realizarla en el caso de amputaciones más proximales.

El tipo de muñón resultante no es de carga. El peso no lo soporta el muñón sino el extremo proximal de la tibia, siendo importante conservar el peroné porque proporciona una estructura piramidal al muñón que le procura una buena estabilidad.

Indicaciones

- Fracaso de la amputación transmetatarsiana.

- Gangrena de pie que invade la región metatarsiana e impide realizar una amputación a este nivel.

Contraindicaciones

- Gangrena extensa de la pierna.

- Articulación de la rodilla en flexión irreductible de más de veinte grados.

- Enfermos a que, por sus condiciones generales, no va a ser fácil colocar una prótesis.

Existen muchas variantes técnicas de la amputación infracondílea, y en este capítulo se describen las dos más utilizadas, que se diferencian entre sí por la construcción de los colgajos miocutáneos.

Técnica del colgajo posterior

Se realiza una incisión transversa en la totalidad de la parte anterior de la pierna y a unos diez centímetros de la tuberosidad tibial, prolongando sus extremos por la línea media lateral interna y la externa en una extensión semejante, para luego unirse transversalmente en la cara posterior de la misma.

A continuación, se procede a la sección de todos los músculos del compartimiento tibial anterior, a la disección y ligadura del paquete vásculo-nervioso, y a la retracción proximal de la piel, los músculos y el periostio con la finalidad de seccionar la tibia unos centímetros más proximal a la incisión de la piel.

Aunque la tibia se secciona transversalmente, es necesario confeccionar un bisel corto en la cresta con la finalidad de evitar una zona de decúbito. El peroné se secciona a un nivel más proximal con respecto a la tibia.

Se separan los tejidos de la cara posterior de los huesos de la pierna con bisturí hasta llegar a la zona distal del colgajo. Se identifican, seccionan y ligan los paquetes vásculo-nerviosos tibial posterior y peroneo.

Finalmente, se procede al moldeado del colgajo para que encaje adecuadamente sin demasiada tensión, siendo necesario con cierta frecuencia biselar y recortar la masa muscular En el post-operatorio inmediato es importante colocar una férula posterior con la intención de mantener la extremidad en posición horizontal y evitar de este modo la flexión refleja inducida por el dolor y que puede suponer la retracción de la musculatura y la flexión irreductible de la articulación de la rodilla.

Técnica de los colgajos laterales

La incisión cutánea se inicia sobre la cresta tibial a unos seis centímetros de la tuberosidad y se continúa describiendo un semicírculo lateral interno y otro externo que se unen y finalizan en la línea media de la cara posterior.

Los tejidos blandos se seccionan perpendicularmente, siguiendo el mismo trazado que la línea cutánea. La sección de la tibia y el peroné debe ser lo suficientemente alta como para que queden bien recubiertos por la unión de los colgajos laterales.

Precauciones específicas:

- La tibia no debe sobrepasar la longitud de los colgajos musculares laterales ya que implicaría una sutura a tensión del muñón con riesgo de fracaso en la cicatrización.

- Tampoco debe quedar excesivamente corta, ya que ello dificulta la colocación de la prótesis.

Debe colocarse una férula posterior para evitar la contractura en flexión de la articulación.

- Cortar en bisel la cresta tibial, para evitar la exteriorización del hueso por la presión de esta prominencia contra la prótesis.


La necesidad de convertir una amputación infracondílea en supracondílea por falla de la primera ocurre en 8% de los casos. Tomando en consideración lo anterior, algunos recomiendan una amputación infracondílea inicial cuando las posibilidades de cicatrización son de 20% o más. El juicio clínico únicamente puede ser suficiente para predecir la cicatrización de un muñón infracondíleo en 82 % de los casos. Cuando el pulso poplíteo es palpable, existe una posibilidad alta de que una amputación infracondílea cicatrice; pero cuando hay frialdad total por arriba del tobillo es poco probable que lo haga.



Figura 9. Para la construcción de un muñón infracondileo adecuado se recomienda la técnica de los 2/3. Se mide la circunferencia de la pierna con un hilo a nivel del corte de la tibia. Dos terceras partes de la extensión del hilo corresponden a la insicion en sentido anteroposterior. El colgajo posterior debe medir un tercio del largo del hilo.

 

Desarticulación de la rodilla

Su técnica es semejante a la seguida en la amputación infracondílea, y supone la ventaja de no precisar de la sección ósea.

Desde el punto de vista funcional, y con respecto a la supracondílea, su muñón de sustentación terminal presenta un brazo de palanca más largo y controlado por músculos potentes, y por tanto una mejor posibilidad de rehabilitación funcional.

Indicaciones

- Cuando la extensión de las lesiones impide la realización de una amputación por debajo de la rodilla, o bien cuando ésta fracasa.

Contraindicaciones

- Gangrenas, ulceraciones o infecciones de los tejidos adyacentes a la rodilla.

Técnica

Tomando como referencia la línea articular, se realiza una incisión en "de boca de pez" conformada por dos colgajos, uno anterior, de unos diez centímetros, y otro posterior, de dos a tres centímetros.

Se procede a continuación a la disección de la aponeurosis profunda junto con la piel hasta exponer la cápsula articular, y se secciona el tendón rotuliano de su inserción en el tubérculo tibial. La cápsula articular y la membrana sinovial se cortan transversalmente. Se flexiona la rodilla noventa grados, se dividen los ligamentos cruzados y se secciona la cápsula posterior, lo que nos permite acceder al hueco poplíteo, donde se identifica el nervio tibial y los vasos, que son divididos y ligados.

Por último, se seccionan el resto de los tejidos blandos y se completa la amputación. No es necesario resecar los cartílagos articulares de la rótula ni de los cóndilos.

El tendón rotuliano se sutura con los ligamentos cruzados en la escotadura intercondílea. Finalmente, se procede al cierre de la aponeurosis profunda y los tejidos subcutáneos.

Se han descrito otras técnicas de amputación por desarticulación de la rodilla y que consisten en ligeras modificaciones de la anterior.

Mazet recomienda la resección de las superficies sobresalientes medial, lateral y posterior de los cóndilos femorales con el objetivo de crear un muñón al que se pueda ajustar una prótesis más estética y con mejor tolerancia.

Existen también variaciones técnicas en la construcción de los colgajos. Kjoble propone realizarlos laterales en lugar de anteroposteriores, para poder cubrir el cóndilo interno, que tiene mayor volumen que el externo.

Otra variante, que no constituye propiamente una desarticulación, es la de Gritti-Stoke, que consiste en cortar el fémur transversalmente a nivel supracondíleo y luego serrar la cara posterior de la rótula, fijándola al extremo del fémur seccionado

Amputación supracondílea

Generalidades

En este tipo de amputación se pierde la articulación de la rodilla y la carga protésica se concentra en la zona isquiática y no directamente sobre el muñón, como sucede en la desarticulación de la rodilla.

Un aspecto fundamental, por las consecuencias que posteriormente va a suponer sobre la prótesis, es la correcta longitud del muñón, que facilite un brazo de palanca adecuado para la movilización de la prótesis y del mecanismo de la rodilla protésica, que debe quedar situada al mismo nivel de la rodilla de la extremidad contralateral.

Una longitud excesiva significa una asimetría antiestética, perceptible cuando el enfermo está sentado, y un muñón excesivamente corto dificultades en la prótesis, ya que funcionalmente es equivalente a la desarticulación de la cadera.

Indicaciones

- Fracaso de cicatrización en la amputación infracondílea.

- Contractura de los músculos de la pantorrilla con flexión en la articulación de la rodilla.

Contraindicaciones

- Extensión de la gangrena o la infección a nivel del muslo.

Técnica

Se realiza una incisión circular o bien en dos colgajos, uno anterior y otro posterior, de igual tamaño, iniciándose la incisión en el punto medio de la cara interna del muslo al nivel donde va a seccionarse el fémur, descendiendo hacia fuera, y describiendo una curva amplia que, cruzando la cara anterior del muslo, siga una trayectoria ascendente que finalice en el punto de partida.

El colgajo posterior se prepara de igual forma. Se profundiza la incisión cutánea a través del tejido subcutáneo y de la aponeurosis profunda, y se continúa en los tejidos musculares oblicua- mente hasta llegar al fémur, lo que facilitará la aproximación de los bordes del colgajo sin tensión.

Se retrae proximalmente el colgajo, hasta el nivel de la incisión ósea.

Se localizan y ligan por separado la arteria y la vena femorales. El nervio ciático se secciona a un nivel alto a fin de que no produzca neurinomas. Es importante la ligadura del nervio para evitar la hemorragia ya que en los enfermos isquémicos la arteria que lo acompaña suele estar muy desarrollada como mecanismo compensatorio.

Por último, se completa la amputación mediante la sección del resto de los músculos y del fémur transversalmente en la unión del tercio medio-inferior.

Este tipo de amputación está indicado cuando la isquemia se encuentra al nivel de la pantorrilla, no se pueda conservar la rodilla, la infección sea alta , no existan posibilidades de rehabilitación o falle la amputación infracondílea. El muñón se construye con dos colgajos simétricos. Cuando falle la amputación supracondílea y sea necesaria una amputación más alta se puede optar por la desarticulación de la cadera, la cual prácticamente condenará al paciente a la invalidez más absoluta.

 


Amputación en guillotina

Indicada cuando la infección abarca amplias estructuras del pie con progresión extensa a través de las vainas tendinosas de la pierna.

Consiste en una sección por encima de los maléolos y perpendicular al eje de la pierna, de la piel, tejidos blandos y huesos. Una vez controlada la infección se procede a realizar, en un segundo tiempo, una amputación estandarizada.

Complicaciones

La amputación es una intervención compleja, cuyas complicaciones constituyen a menudo el fracaso de la intervención y repercusiones sistémicas graves. Las principales son:

El hematoma, cuyas consecuencias son el incremento de la presión interna del muñón, la isquemia secundaria y la infección.

- La infección, que es una complicación muy grave y que en la mayor parte de los casos hace fracasar la amputación y deteriora gravemente la situación general del enfermo.

Generalmente, se manifiesta en forma de dolor en el muñón y suele ir acompañada por fiebre y leucocitosis. Cuando estos signos son inequívocos hay que adoptar una actitud decidida en cuanto a realizar la reintervención, ya que retardarla supone la extensión de los tejidos necrosados y la difusión de la infección, que en el caso de que esté causada por gérmenes anaerobios, es de una elevada toxicidad sistémica.

Fracaso en la cicatrización como consecuencia de una inadecuada elección del nivel de amputación.

Son heridas que, en el curso del postoperatorio, presentan necrosis marginales en los bordes cutáneos y escaras. Éstas, si presentan signos inflamatorios evidentes, deben resecarse para evitar su progresión y únicamente puede adoptarse un criterio expectante si espontáneamente se advierte un inicio de separación entre el tejido necrótico y el sano.

- Percepción de la extremidad amputada — síndrome del "miembro fantasma"— que consiste en la sensación expresada por el paciente de seguir percibiendo físicamente no sólo la parte de extremidad amputada, sino además con la sintomatología del dolor isquémico pre-operatorio. Se advierte con mayor frecuencia en las amputaciones supracondíleas.

- Contractura en flexión de la articulación de la rodilla o cadera por dolor en el muñón.

 

Cirugía reconstructora

Esta cirugía se realiza en pocos casos en estos pacientes de riesgo. La frecuencia elevada de arteriopatías graves en estos enfermos tiende a disminuir en gran medida el porcentaje de éxito. Además, existe un riesgo de agravamiento de la pérdida de sustancia si fracasa. Por tanto, la cirugía reconstructora se emplea sobre todo en pacientes jóvenes con un buen estado vascular distal o en los que se han sometido a una revascularización y en aquellos que puede esperarse una cicatrización satisfactoria. Por tanto, conviene ofrecerles una información clara y completa en cuanto a los riesgos y beneficios previsibles.

Se pueden utilizar todas las técnicas de la cirugía reconstructora, desde el simple injerto de piel al colgajo libre, pasando por los colgajos locorregionales. Sin embargo, se describirán aquí sólo las técnicas utilizadas en la práctica habitual. Siempre se preceden de una primera intervención de desbridamiento quirúrgico, con toma de muestras bacteriológicas de forma sistemática. La técnica apropiada se define en función de la etiología, de la localización, del tamaño y de la profundidad de la pérdida de sustancia, así como de las características del paciente, sobre todo de su estado vascular.

Si es posible, conviene dar prioridad a las técnicas que permiten recuperar una sensibilidad de protección. También hay que pensar en las posibilidades posteriores si se produce una recidiva o un fracaso (pensar en el «corte siguiente») y, en especial, no eliminar la posibilidad de una amputación, sobre todo transtibial, para la que se usan los colgajos de pierna. A continuación se describirán las posibilidades de reconstrucción del pie, según Colen y Uroskie [Colen, 2006], que se divide en cuatro partes:

• el tobillo, la parte dorsal del pie y la región del tendón de Aquiles;

• la parte anterior de la planta;

• la parte posterior de la planta;

• el talón.

 

Cobertura del tobillo, de la parte dorsal del pie y de la región del tendón de Aquiles

En la mayor parte de los casos, las pérdidas de sustancia de esta zona pueden tratarse mediante un injerto dermoepidérmico de espesor delgado después de la granulación del lecho, que debe estar bien vascularizado.

Esta granulación se puede obtener antes mediante el uso de un apósito con presión negativa [Andros, 2006]. Este tipo de apósito puede utilizarse en otras regiones del pie, pero en menos casos.

En las grandes pérdidas de sustancia con exposición tendinosa u ósea, suele estar indicado un colgajo de cobertura. Sin embargo, en estos pacientes que suelen tener enfermedades médicas graves asociadas, es preferible la escisión de un tendón desprovisto de su peritendón asociada a un injerto cutáneo, en lugar de realizar uno de los colgajos que se detallan a continuación.

 

Colgajo neurocutáneo sural

Este colgajo se utiliza en traumatología para cubrir el talón y la región del tendón de Aquiles. También puede cubrir la parte anterior del tobillo y los maléolos. En los pacientes diabéticos, en los que los fracasos son frecuentes, plantea el problema de que secciona el colgajo posterior de una posible amputación transtibial. Por tanto, un fracaso obligaría a realizar una amputación más proximal, de modo que se utiliza en muy pocos casos.

Esto también es válido para los otros colgajos fasciocutáneos de la pierna.

 

Otros colgajos

Los colgajos siguientes son poco fiables en pacientes con alteraciones vasculares, por lo que se utilizan poco en la práctica habitual:

• colgajo muscular de abductor del primer dedo, asociado en ocasiones al flexor corto del primer dedo para cubrir las pequeñas pérdidas de sustancia de las partes anterior y medial del tobillo [Ger, 1976];

• colgajo muscular de extensor corto de los dedos, cuyas cuatro digitaciones, que son delgadas y cortas, permiten cubrir en pacientes adultos lesiones de alrededor de 4,5 × 6 cm situadas sobre los maléolos o en la parte anterior del tobillo [Leitner, 1985];

• colgajo supramaleolar lateral [Masquelet, 1988], que es un gran colgajo fasciocutáneo (de hasta 20 × 9 cm), cuyo fin es cubrir las pérdidas de sustancia del maléolo lateral y la parte proximal del dorso del pie, pero su uso sigue siendo excepcional en los pacientes diabéticos.

 

Cobertura de la parte anterior de la planta

Las lesiones del tercio anterior de la planta son muy frecuentes, en especial sobre las cabezas de los metatarsianos. En la mayoría de las ocasiones se utilizan colgajos locales para rellenar las pérdidas de sustancia profundas.

Colgajos de dedo

Figura 10: Colgajo neurovascular de dedo del pie.

A. Cara plantar, mal perforante sobre la cabeza del tercer metatarsiano con artrosis metatarsofalángica y necrosis parcial (mitad medial del tercer dedo del pie). 1. Mal perforante plantar.

B. Cara dorsal. 1. Necrosis.

C. Amputación parcial del tercer dedo del pie con conservación de la mitad sana.

D. Utilización de la parte sana para cubrir el mal perforante plantar. Tomado de TRATAMIENTO QUIRÚRGICO DEL PIE DIABÉTICO 2010  Elsevier Masson

 

Se debe pensar en ellos de forma sistemática en caso de amputación digital, porque la cara sana de un dedo se puede utilizar para cubrir una pérdida de sustancia en los puntos de apoyo sobre las cabezas de los metatarsianos. Se basan en el pedículo colateral correspondiente, que debe respetarse manteniéndose en contacto con el hueso. Algunos autores [Morain, 1984] sacrifican un dedo con el fin de levantar un colgajo neurovascular de pulpa de dedo basado en sus dos pedículos colaterales para cubrir una herida de la cabeza del metatarsiano correspondiente y otros [Buncke, 1980. Colen, 1984] utilizan la cara lateral del primer dedo en isla neurovascular sin sacrificar hueso, cerrando o injertando la zona donante. Sin embargo, parece difícil plantear el sacrificio de un dedo sano (en especial el primero) para cubrir una pérdida de sustancia en este tipo de paciente.

Colgajos de pedículo subcutáneo avanzados en V-Y [Colen, 1988]


Figura 11: Colgajo con pedículo subcutáneo en V-Y. 1. Piel; 2. cierre de la V en Y; 3. plano adiposo, 4. fascia. Flecha: vector de translación. Tomado de TRATAMIENTO QUIRÚRGICO DEL PIE DIABÉTICO 2010  Elsevier Masson


 

 

Son los más utilizados, junto con los colgajos de dedo. Existe un gran número de perforantes verticales en la planta, que permiten realizar estos colgajos de forma «aleatoria», es decir, sin centrarlos en un eje vascular específico. Para hacerlos avanzar con facilidad y estar seguros en el aspecto vascular, conviene avanzar la piel, la grasa y la fascia de forma conjunta, sin ejercer una tensión excesiva sobre el colgajo.

Cobertura de la parte media de la planta

El arco lateral, que está sometido a presiones considerables, debe recubrirse con piel plantar resistente. En las lesiones pequeñas, puede bastar con un colgajo local de tipo V-Y a partir de la bóveda (de este modo, las cicatrices no están sometidas a carga). Si la pérdida de sustancia es mayor, se debe plantear un colgajo de rotación basado en el plexo plantar subcutáneo o en la arteria plantar medial.

La bóveda plantar, que es una zona que no soporta carga, se recubre con facilidad mediante un injerto de piel de espesor delgado.

Cobertura del talón

Esta región representa la mayor dificultad para el cirujano plástico a la hora de cubrir las pérdidas de sustancia del pie, porque el fracaso suele culminar en una amputación transtibial. Esto explica también la utilización preferente, aunque excepcional, de un colgajo libre en esta región. Hay que señalar que muchos autores [Stevenson, 1986. May, 1985] han demostrado que la presencia de sensibilidad no es obligatoria para conservar la función del talón y que no correlacionaba con la tasa de éxito [Colen, 1990].

Colgajo de rotación prefascial de pedículo interno

Figura 12: Colgajo prefascial de rotación con pedículo medial.

A. 1. Maléolo lateral; 2. zona no de apoyo de la bóveda plantar; 3. pérdida de sustancia del talón; 4. diseño del colgajo.

B. 1. Ramo cutáneo del nervio plantar lateral; 2. ramo cutáneo del nervio plantar medial; 3. plexo plantar proximal subcutáneo; 4. músculo abductor del dedo gordo; 5. músculo abductor del quinto dedo.

C. 1. zona no de apoyo que debe injertarse. Tomado de TRATAMIENTO QUIRÚRGICO DEL PIE DIABÉTICO 2010  Elsevier Masson

 

Las pequeñas pérdidas de sustancia (menos de 6 cm) del talón en una zona de apoyo pueden cubrirse con este colgajo descrito por Hidalgo y Shaw [Hidalgo, 1986, Hidalgo , 1986] y vascularizado por el plexo plantar medial subcutáneo. Está inervado por el ramo calcáneo medial del nervio tibial y, de forma accesoria, por los ramos cutáneos procedentes de los nervios plantares medial y lateral. Para no correr el riesgo de lesionar uno de los nervios, la incisión distal debe situarse al menos a 3 cm de las cabezas de los metatarsianos y no se realiza ninguna incisión en el territorio del nervio calcáneo medial. Se comienza por la incisión del borde lateral del colgajo, que se levanta a ras del músculo abductor del quinto dedo. En la unión entre el músculo y la fascia plantar, es posible identificar y disecar el ramo cutáneo del nervio plantar medial, que se sitúa entre la fascia y el músculo abductor del primer dedo. A continuación, el colgajo se levanta de distal a proximal a ras de la fascia. El cierre provoca un defecto cutáneo en una zona que no es de apoyo y que se rellena con un injerto de piel de espesor delgado. La reanudación del apoyo no comienza antes de 4-6 semanas.

En los pacientes con múltiples patologías, en quienes la realización de un colgajo libre es imposible, se puede asociar a este colgajo de rotación una calcanectomía parcial para cubrir pérdidas de sustancia más extensas.

 

Colgajo plantar medial en isla neurovascular [Baker, 1990. Shanahan, 1979]

Se trata de un colgajo cutáneo sensible, difícil desde el punto de vista técnico. Se levanta en isla neurovascular sobre los vasos y los nervios plantares mediales. Se deben disociar los ramos del nervio plantar medial para conservar la sensibilidad del primer dedo. Su paleta cutánea se sitúa en la zona que no soporta carga de la bóveda plantar, por detrás de la cabeza del primer metatarsiano. Dado que su arco de rotación es limitado, permite cubrir sobre todo la zona de carga del talón.

Colgajo neurocutáneo sural

Siempre plantea el problema de seccionar el colgajo posterior de una amputación transtibial.




En la Figura 13 se muestra un esquema resumen de las distintas posibilidades de cobertura de la planta en su conjunto.

Figura 13: Posibilidad de cobertura de la planta del pie. 1. Colgajo de dedo, colgajo de pedículo subcutáneo en V-Y; 2. colgajo en V-Y: colgajo de rotación prefascial, colgajo plantar medial; 3. colgajo de rotación prefascial, colgajo plantar medial, colgajo neurocutáneo sural; colgajo libre; 4. injerto de piel de espesor delgado. Tomado de TRATAMIENTO QUIRÚRGICO DEL PIE DIABÉTICO 2010  Elsevier Masson

 

Conclusiones

El cirujano debe hacer todos los esfuerzos diagnósticos y terapéuticos médico-quirúrgicos para lograr preservar el pie. En casos de isquemia (ausencia de pulsos palpables) debe intentarse la revascularización ya que, en términos generales, el riesgo quirúrgico en una revascularización es similar al de una amputación alta y  los resultados muy diferentes. Si el problema es infeccioso, la debridación y los cuidados locales son básicos para tratar de conservar la extremidad y sólo ante la falla de todas las medidas o si la vida del paciente está en peligro por sepsis se efectúa una amputación mayor. Una vez que el pie esté perdido, el cirujano debe esforzarse por salvar la rodilla, pues es la clave para que el enfermo se rehabilite con una  prótesis más liviana y requiera menos gasto energético para desplazarse

 

 

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