Colecistectomia laparoscopica 3ra parte



Colecistitis aguda o escleroatrófica mayor
   La colecistitis aguda o escleroatrófica se asocia con un determinado número de dificultades quirúrgicas adicionales, relacionadas con procesos inflamatorios o fibróticos locales, lo cual supone tomar ciertas precauciones especiales en todas las fases de la disección quirúrgica.
Puntos clave en caso de colecistitis aguda o Colecistectomía en los 4 días siguientes al inicio del episodio agudo.
o Descompresión mediante punción de la vesícula con aguja de Veress. o Suspensión del ligamento redondo y/o el trocar n. O 5, si es necesario.
o Casos difíciles (Calot indisecable): vía anterógrada y/o endovesicular (v. apartado "Colecistectomía subtotal,).
o Saco de extracción sistemático (aumento de tamaño del orificio de extracción).

Colecistitis aguda diferida
   Varios estudios retrospectivos o aleatorios (Navez, 2001. Kiviluoto, 1998) han demostrado que una intervención laparoscópica precoz (en los 4 días siguientes al inicio del episodio agudo) se asocia con una tasa menor de conversiones en laparotomía y de complicaciones postoperatorias, en comparación con una cirugía diferida después de un tratamiento médico con antibióticos. Cuanto más pronto se interviene quirúrgicamente la colecistitis aguda en la evolución del proceso inflamatorio, más se facilita la disección debido al edema. En caso de poca experiencia del cirujano se requiere con frecuencia la conversión a una laparotomía, como sucede en caso de colecistitis gangrenosa, incluso para un cirujano  experimentado.  Un  factor  notable  de  dificultades  quirúrgicas  independientemente  de  la demora es la presencia de residuos fibrosos perivasculares derivados de otros brotes inflamatorios agudos anteriores.

Exposición de la vesícula biliar
    Con frecuencia, la vesícula se halla incluida dentro del plastrón inflamatorio perivesicular, que se desprenderá con un electrocoagulador, con un tampón o mediante la cánula de aspiración, separando el colon transverso derecho y el duodeno en las inmediaciones del infundíbulo. Las paredes inflamatorias y gruesas de la VB en la colecistitis aguda hacen difícil asirla. Por consiguiente, se aconseja puncionarla con la aguja de Veress al principio de la intervención quirúrgica y aspirar la bilis alterada o purulenta. Finalmente, las dificultades de exposición suelen obligar a colocar otro trocar adicional.

Disección del triángulo de Calot
    La disección del triángulo de Calot implica especialmente un riesgo en las formas avanzadas de colecistitis aguda o de colecistitis escleroatrófica, en las que la VB es pequeña, se encuentra retraída sobre los cálculos, tiene paredes gruesas y una fibrosis retráctil significativa en el triángulo de Calot. Esta disección se efectuará con tampón montado sobre pinza atraumática o con un electrocoagulador, minimizando el uso de la coagulación monopolar.

 Visión quirúrgica de la disección del pedículo hepático con tampón montado tipo peanuts sobre pinza atraumática en el curso de una colecistectomía laparoscópica para una colecistitis aguda.
La hemorragia es difusa, nubla el campo quirúrgico y obliga a irrigar y aspirar de manera permanente. La disección debe permanecer en contacto con la pared vesicular.
En determinados casos difíciles puede considerarse útil una vía anterógrada parcial que parte del fundus vesicular en dirección al triángulo de Calot, con la condición de permanecer estrictamente en contacto con el borde superior de la VB y de no seguir la disección en la dirección del pedículo hepático desde el momento que se han desprendido el fundus y el cuerpo de la vesícula.

Representación esquemática de una colecistectomía difícil en estados inflamatorios graves: disección vesicular anterógrada parcial, limitada en el fondo y en el cuerpo de la vesícula, detenida a nivel del infundíbulo vesicular y asociada con una abertura del cuello vesicular para desenclavar una macrolitiasis infundibular enclavada.

Si existe un macrocálculo enclavado en el infundíbulo vesicular que impide el acceso al triángulo de Calot, puede ser necesario abrir el infundíbulo (prestando atención a la hemostasia de la pared vesicular si la arteria cística no se ha controlado de antemano) y desenclavar el macrocálculo con la pinza; éste se coloca entonces en un saco de extracción situado en la cara superior de la parte derecha del hígado.


Visión quirúrgica de la abertura del cuello vesicular para desenclavar una macrolitiasis infundibular enclavada.
   Esta técnica de abertura del infundíbulo es igualmente útil si la disección en el triángulo de Calot es peligrosa. Esta vía endovesicular permite controlar la disección de la pared vesicular desde el exterior y el interior, lo que mejora el reconocimiento de los límites de la VB en el triángulo de Calot, que presenta procesos inflamatorios significativos.


Tras la abertura voluntaria del infundíbulo vesicular, visión quirúrgica del control de la disección de la pared vesicular desde el exterior y desde el interior.

  También es posible localizar el CC desde el interior y cateterizarlo para llevar a cabo la CPO.
   En caso de inflamación aguda o escleroatrófica significativa que impide la disección del triángulo de Calot, de compresión de la VBP por el infundíbulo vesicular o, por último, en caso de convergencia biliar escalonada, puede considerarse útil llevar a cabo una colecistectomía subtotal, dejando una parte del infundíbulo vesicular para proteger el árbol biliar extrahepático (conducto hepático común o convergencia biliar escalonada)

Colangio-RM preoperatoria que pone de manifiesto varios factores de riesgo en un paciente intervenido quirúrgicamente por una colecistitis aguda enfriada: una macrolitiasis infundibular enclavada y un conducto cístico corto que nace de una convergencia biliar escalonada.


Colecistectomía subtotal, dejando en su sitio un patch de infundíbulo vesicular en los estados inflamatorios graves en que existe peligro en la disección del infundíbulo vesicular (compresión biliar, síndrome de Mirizzi, convergencia biliar escalonada, etc.). a. Representación esquemática. b. Visión quirúrgica.

   En este caso, tras una CPO de control para asegurar la integridad del árbol biliar y que no existe ninguna litiasis en el colédoco asociada, se sutura selectivamente el CC por vía endovascular, se elimina con argón o electrocoagulación la mucosa del patch infundibular y se coloca un drenaje subhepático en el hiato de Winslow. Esta técnica resulta muy segura en las situaciones complejas. No obstante, conviene evitar que se diseminen los cálculos intravesiculares, lo cual puede ser molesto en caso de empedramiento múltiple. Asimismo, debe excluirse una neoplasia vesicular subyacente. En determinadas colangitis necróticas el plano de disección del lecho vascular es difícil de localizar o es inexistente. No es excepcional tener que dejar un fragmento de pared vesicular en el lecho vesicular para evitar dañar el parénquima hepático, lo que provoca una hemorragia abundante.


 Colecistectomía subtotal: colangiografía peroperatoria por vía endovesicular.




 Colecistectomía subtotal: sutura del conducto cístico por vía endovesicular.


Colecistectomía subtotal: vaporización con argón de la mucosa del patch infundibular que queda en su sitio.

Fístulas colecistoentéricas y biliobiliares
   Las fístulas bilioentéricas son colecistoduodenales más que colecistocólicas. Deben considerarse, al margen de un caso particular de la cirugía biliar laparoscópica, como contraindicaciones para proseguir con la intervención laparoscópica. Si el trayecto fistuloso se puede individualizar de forma clara, la sección de la fístula en su vertiente digestiva (no vesicular) puede hacerse gracias a la aplicación de una (o dos) sutura-sección mecánica lineal, que se completará con puntos sueltos o una sutura interna. La continuación de la intervención biliar no presenta particularidades, excepto por la frecuencia de coledocolitiasis.
    Las fístulas biliobiliares son cístico o infundibulohepáticas. Se observan en pacientes con enfermedad biliar aguda o tras varios brotes infecciosos tratados con fármacos. La imposibilidad de disecar bien el triángulo coledococístico suele conllevar la conversión en laparotomía que se deberá realizar como norma cuando se observan las fístulas en el laparoscopio.

Pancreatitis aguda
El tratamiento laparoscópico es posible en pacientes cuya litiasis biliar se haya diagnosticado junto con una pancreatitis aguda. La puntuación de Ranson evalúa la gravedad de la pancreatitis aguda. En las benignas, es inútil retrasar la cirugía por laparotomía más allá del intervalo necesario para el estudio del pronóstico de la enfermedad. En las formas graves, la cirugía de urgencias aumenta la morbilidad y se debe dar prioridad al tratamiento de la pancreatitis y de sus complicaciones. Además, durante la laparoscopia, la gravedad de la pancreatitis se asocia con mayores dificultades y a un mayor riesgo de conversión en laparotomía.
   La tomografía computadorizada (TC) pancreática, realizada antes de la intervención biliar, valora el volumen de la glándula o de los seudo quistes necróticos, que pueden disminuir el volumen disponible para la intervención a la hora de crear el neumoperitoneo.

Anatomía del pedículo
Es necesario conocer la anatomía biliar para interpretar la colangiografía peroperatoria. Las variaciones de la anatomía de los conductos biliares aparecen sobre todo en los del lado derecho: subdivisión del conducto hepático derecho en sus componentes segmentarios y desplazamiento hacia abajo o hacia la izquierda de un conducto sectorial. Las variaciones anatómicas se detectan mediante el cartograma intrahepático durante la colangiografía peroperatoria. Es indispensable saber reconocer y enumerar los diferentes conductos sectoriales para poder garantizar que no falte ninguno. Las variaciones «con riesgo» son aquellas que modifican la anatomía del pedículo. La confluencia de un conducto cístico corto puede realizarse con uno de los conductos hepáticos derechos subdivididos.

Antecedentes de cirugía abdominal
Un antecedente de cirugía abdominal justifica la creación de un neumoperitoneo mediante la técnica «abierta» debido a que resulta imposible prever con seguridad que no exista ninguna adherencia visceral a la pared abdominal. Sólo un cirujano experimentado en laparoscopia puede considerarse autorizado a realizar una colecistectomía laparoscópica en caso de que existan antecedentes de cirugía supra-mesocólica.
Después de crear el neumoperitoneo, se deben elegir zonas libres de adherencias para introducir, poco a poco, los demás trocares necesarios para la intervención y crear mediante disección un espacio infrahepático útil para la colecistectomía.

Obesidad
La obesidad conlleva más dificultades operatorias en el hombre que en la mujer. La creación del neumoperitoneo es delicada, sea cual sea la técnica elegida, debido al espesor de la pared. El peso del panículo adiposo abdominal justifica el aumento de la presión intraabdominal a 15 mm Hg. La posición proclive utiliza la gravedad para hacer descender la cubierta epiploica y mejora las condiciones de ventilación peroperatoria al disminuir la presión de las vísceras sobre las cúpulas diafragmáticas. Frente a las dificultades reales de esta cirugía en el paciente obeso, se deben valorar todos los beneficios que pueden obtenerse de una intervención que intenta minimizar la morbilidad parietal, más frecuente en estos pacientes.

Embarazo
Durante el embarazo pueden realizarse procedimientos de cirugía laparoscópica. De forma esquemática, una operación quirúrgica durante el primer trimestre del embarazo corre el peligro de desencadenar un aborto, y durante el tercer trimestre, un parto prematuro. Por tanto, el trimestre
«Óptimo» para esta operación, cuando es absolutamente necesaria, es el segundo. La indicación de colecistectomía en el embarazo se reserva a las pacientes que tienen signos clínicos, analíticos y ecográficos (microlitiasis) que indican una posible migración de los cálculos al colédoco. Durante el segundo trimestre de embarazo también se puede realizar una colangiografía peroperatoria.
Desde el punto de vista técnico, se recomienda utilizar una técnica abierta para crear el neumoperitoneo y evitar el ombligo para el primer trocar. La localización de los trocares se desplaza más hacia el hipocondrio derecho a medida que avanza la edad gestacional. La presión intraabdominal está limitada a 10 mm Hg, o incluso a 8 mm Hg.

Conversión a laparotomía en los casos difíciles
La transformación peroperatoria de una intervención por vía laparoscópica en laparotomía se produce en el 1-3% de las patologías litiásicas vesiculares no complicadas y en el 10-30% de las formas complicadas [15]. He aquí las principales indicaciones:
-   Todas las situaciones difíciles de disección quirúrgica (colecistitis aguda, colecistitis escleroatrófica, fístula biliodigestiva, síndrome de Mirizzi. etc.) cuando la experiencia del cirujano es limitada.
-   Todos los procesos inflamatorios locales en los que la disección se considera peligrosa en la región del pedículo hepático, en particular si no hay un reconocimiento anatómico claro tras una duración significativa de la disección.
-   En caso de complicación peroperatoria: hemorragia, fuga biliar de origen desconocido en ausencia de perforación vesicular, lesión biliar claramente documentada, lesión vascular o visceral. imposibilidad de recuperar totalmente cálculos diseminados dentro de la cavidad peritoneal.
-   En caso de duda en cuanto a la integridad del árbol biliar en la epo (ausencia de opacación de las vías biliares altas, árbol biliar hepático derecho incompleto, extravasación del agente de contraste).
   La conversión es una prueba de seguridad quirúrgica y debe ser percibida como tal por el cirujano. Siempre es mejor una conversión «con éxito» que una colecistectomía laparoscópica con complicaciones biliares, digestivas y hemorrágicas graves.
¿Cuándo debe efectuarse la conversión en laparotomía?
Disección difícil (colecistitis, etc.) cirujano poco experimentado.
Ausencia de reconocimiento anatómico claro.
Complicación peroperatoria: hemorragia, fuga biliar complicada, lesión vascular o visceral, etc.
Duda en cuanto a la integridad del árbol biliar (epO).

Complicaciones postoperatorias
Traumatismo quirúrgico de la VBP
Se trata del accidente peroperatorio más grave de la colecistectomía laparoscópica, a menudo con complicaciones graves para el paciente y problemas médico-legales para el cirujano.

Hemorragia
Las complicaciones hemorrágicas pueden producirse en varias circunstancias. Hemorragia difusa en caso de colecistitis aguda
En general, fuera de las alteraciones de la coagulación, la 22 «barohemostasia» asociada con el neumoperitoneo es suficiente para controlar las hemorragias difusas en sábana. No obstante, la presencia de sangre nubla la imagen; por una parte, es preciso disponer de una cámara endoscópica y, por la otra, irrigar con frecuencia el campo quirúrgico con suero fisiológico. Es preciso evitar emplear electrocoagulación en exceso.
¿Qué hacer en caso de hemorragia aguda?
Pinzamiento en bloque o compresión del foco hemorrágico.
Trocar y elementos auxiliares adicionales.
Lavado-aspiración.
Disección e identificación de la estructura vascular lesionada.
Hemostasia por un clip electivo o con la pinza bipolar.
Conversión y reparación con hilo fino si está lesionada la arteria hepática o su rama derecha.

Hemorragia aguda
La hemorragia puede producirse a partir de la arteria cística, de la rama derecha de la arteria hepática o más raramente de la vena porta. Con frecuencia, el sangrado es espectacular y, por una parte, conviene no ser presa de pánico y, por otra, hacer retroceder la óptica a distancia del jet (chorro) arterial para evitar mancharse y, perder así, la visión del campo operatorio, especialmente útil en esta situación de emergencia. El gesto de hemostasia comprende las etapas siguientes:
-                 En primer lugar, un gesto de hemostasia transitoria que contempla pinzar en bloque la arteria lesionada con una pinza fenestrada atraumática o comprimirla por medio de la cánula de aspiración. En ningún caso se emplearán la electrocoagulación o la colocación de un clip a ciegas.
-                 Si es preciso (p. ej., en un paciente obeso) debe añadirse de nuevo un trocar suplementario y/o llamar a un cirujano experimentado.
-                 No debe aspirarse de manera permanente, lo cual suprime el neumoperitoneo y, por consiguiente, la visión del campo operatorio.
-                 Lavar el foco hemorrágico y aspirar por contado.
-                 Disección de la estructura arterial en cuestión.
-                 Realizar la hemostasia definitiva por medio de un clip colocado electivamente o aplicando la pinza bipolar sobre el foco de hemorragia.
-                 En caso de lesión de la rama derecha de la arteria hepática, especialmente expuesta en caso de una arteria cística corta, no debe pinzarse el vaso, sino efectuar una conversión a laparotomía a fin de reparar escrupulosamente la arteria con hilo monofilamento 5 o 6/0.
Durante el tiempo de conversión requerido se detiene la hemorragia mediante una pinza fenestrada atraumática situada lo más próxima posible sobre el foco hemorrágico.

Lesión hepática durante la disección del lecho vascular
Se produce cuando hay un error en el plano de despegamiento ente el hígado y la VB, lo cual sucede en determinadas colecistitis. El plano de disección es a veces difícil de encontrar, o es inexistente, y si se desea resecar por completo la VB se sitúa inevitablemente en el seno del parénquima hepático, de ahí el riesgo de hemorragia y/o de fístula biliar.
En caso de sangrado demasiado abundante es preferible mantener una parte de la pared vesicular en contacto con el hígado. En general, la hemorragia se controla fácilmente a través de uno de los medios siguientes: eledrocoagulación mono o bipolar, vaporización con argón, colocación de compresas hemostásicas reabsorbibles, compresión simple con un instrumento atraumático o mediante una gasa o puntos de sutura en X.

Hemorragia en el orificio de trocar
Por regla general todos los trocares deben retirarse uno a uno bajo control endoscópico. El hecho de no detectar una hemorragia arterial en el orificio de trocar expone a un riesgo de hemoperitoneo postoperatorio. Un sangrado moderado puede controlarse fácilmente a través de diferentes medios: compresión interna con la ayuda del trocar propiamente dicho o de un instrumento, eledrocoagulación desde el interior, una sonda de Foley introducida a través del orificio del trocar, retirada de un balón hinchado, y manteniendo la tracción con una pinza de Kocher colocada a ras de piel durante 5 mino En caso de hemorragia significativa o, en caso de sangrado arterial (arteria epigástrica), será preciso recurrir a puntos totales transparietales o a agrandar la incisión y llevar a cabo una hemostasia electiva (puntos en X).

Lesión digestiva
Las lesiones digestivas (gástrica, duodenal, cólica, etc.) en el curso de  una  colecistectomía laparoscópica son muy infrecuentes pero pueden producirse ya sea en la introducción a ciegas de la aguja de Veress o del primer trocar, o en el momento de resecar adherencias inflamatorias perivesiculares.
Más que su prevención mediante una técnica adecuada (p. ej., sonda gástrica previa a la introducción de la aguja de Veress para prevenir una lesión gástrica), es sobre todo la necesidad absoluta de su detección peroperatoria lo que importa con el fin de evitar una peritonitis postoperatoria no detectada. Hay que controlar las lesiones viscerales perforantes con una brecha posterior que puede pasar desapercibida. La reparación mediante sutura puede efectuarse por vía laparoscópica si la exploración de la lesión es completa y la experiencia quirúrgica en suturas intraperitoneales es adecuada.

Abertura accidental de la VB y diseminación Iitiásica intraperitoneal
Esta complicación, que se produce a menudo durante la disección de una colecistitis difícil no es tan banal como podría pensarse, ya que puede ser responsable de un absceso postoperatorio tardío y recidivante sobre una litiasis intraperitoneal residual. En este contexto clínico, una radiografía de abdomen sin preparación o un examen tomodensitométrico sin inyección del abdomen pueden poner de manifiesto cálculos residuales, que a veces van a justificar una re intervención quirúrgica.
En la práctica, desde el momento que tiene lugar una perforación vesicular se aconseja extraer los cálculos uno a uno con la pinza o colocarlos en un saco de extracción, dispuesto en posición de espera en la cara superoexterna del hígado derecho. A veces, es posible volver a cerrar la perforación (sutura, endoloop, etc.). En caso de perforación vesicular deberá retirarse de la cavidad peritoneal la totalidad de los cálculos perdidos y extraerlos con la VB dentro de un saco de protección.

Lesiones biliares
La complicación más frecuente que se observa durante la colecistectomía laparoscópica es la rotura de la pared de la vesícula. La salida de bilis, incluso infectada, puede controlarse rápidamente mediante lavado-aspiración. Se aconseja entonces vaciar completamente el contenido biliar de la vesícula ya que es necesario recuperar todos los cálculos. Se han descrito varias complicaciones relacionadas con los cálculos abandonados en el abdomen o encontrados de forma secundaria en el trayecto de un trocar. El lavado y la aspiración son útiles para recuperar pequeños cálculos que se pegan a la cánula y pueden entorpecer el funcionamiento. Hay que buscar posibles cálculos bajo el hígado, en la punta del lóbulo derecho, en el espacio interhepatodiafragmático y por detrás  del pedículo.
La complicación biliar más grave durante la colecistectomía laparoscópica es la lesión del conducto biliar. Este riesgo se ha multiplicado por tres en la técnica laparoscópica frente a la laparotomía: 0,6 frente a 0,2 %, respectivamente. Las estadísticas más recientes siguen hablando de lesión biliar en el 0,6 al 0,8 % de los casos. Este riesgo es más significativo durante las primeras 20 colecistectomías: se han descrito cifras que alcanzan el 2 %. No existe relación demostrada entre el riesgo de lesión biliar y las variaciones anatómicas del pedículo biliar. La mayoría de las lesiones biliares aparece durante colecistectomías que no presentan especial dificultad. Un estudio poblacional detectó una disminución del riesgo de lesión biliar durante la colecistectomía cuando ésta se acompañaba de una colangiografía peroperatoria. En todos los casos en los que la colangiografía detecte una lesión biliar, sólo debe continuar la laparoscopia un cirujano experimentado. Cualquier otro cirujano deberá convertir la cirugía en laparotomía y obtener mediante estudio radiológico y quirúrgico una valoración precisa de la complicación. En función de la habilidad del cirujano o del nivel técnico del centro, se decidirá entre una reparación inmediata o la derivación del paciente a un servicio especializado.

Complicaciones postoperatorias
El postoperatorio de una colecistectomía laparoscópica tiene que ser «simple». Cualquier signo anormal en las primeras 24 horas debe tenerse en cuenta: dolor, fiebre, íleo o imposibilidad para alimentarse.

Complicaciones biliares
La fuga de bilis es la complicación más temida. En alrededor del 15 % de los casos, se trata de un goteo biliar por el drenaje colocado al final de la intervención. En el resto de los casos, se trata de un derrame biliar generalizado intraperitoneal (coleperitoneo) o un «bilioma» infrahepático. La sensibilidad de los signos y síntomas del coleperitoneo postoperatorio es mala. En uno de cada dos casos se presentan dolor, sensación de malestar general, ictericia o un aumento de la bilirrubina. En tres o cuatro casos de cada diez se observa fiebre, meteorismo y náuseas o vómitos. Menos de un paciente de cada cinco presenta signos peritoneales. El hecho de que la fístula biliar se drene, disminuye la frecuencia del dolor, de la fiebre y del íleo reflejo, pero no reduce la frecuencia de ictericia y de signos peritoneales. En uno de cada cuatro casos, se observa un cuadro clínico que recuerda a una colangitis, se haya realizado drenaje o no. El diagnóstico de la acumulación intraperitoneal se realiza inicialmente mediante ecografía y se completa con una tomografía computadorizada abdominal. El diagnóstico de la fuga de bilis se confirma al observar la imagen en la colangiografía retrógrada, sobre todo, o en la colangiografía directa si se había colocado un drenaje biliar externo. La fistulografía del tubo de drenaje es inútil en el postoperatorio precoz. Las fístulas biliares que se originan en un conducto accesorio en el lecho vesicular pueden secarse de forma espontánea o justificar una nueva exploración mediante laparoscopia o laparotomía.  Las fístulas biliares por relajación  del  muñón  cístico  se  diagnostican mediante la introducción retrógrada endoscópica de contraste y se tratan mediante endoprótesis con o sin esfinterotomía. Las fístulas biliares por lesiones del colédoco tienen un tratamiento más complejo y no forman parte de este capítulo. Si no se trata de un centro especializado, deben ser drenadas y derivadas sin retraso para llevarlo a cabo.

Complicaciones hemorrágicas
La complicación hemorrágica más grave, y que puede ser rápidamente mortal, es la lesión de los vasos retroperitoneales durante la creación del neumoperitoneo, que puede pasar desapercibida durante la intervención. El diagnóstico se sospecha cuando aparece un shock en la sala de despertar. Se debe volver inmediatamente al quirófano y realizar una laparotomía de urgencia para evitar lo peor.
La hemorragia en uno de los orificios de los trocares es mucho menos alarmante, aunque pueda acabar de forma secundaria en una transfusión o incluso en una reintervención. El diagnóstico viene dado por la pérdida sanguínea postoperatoria cuya causa sólo se averigua cuando se vuelve a intervenir. La laparoscopia no es el método más «adecuado» para volver a explorar un hemoperitoneo. Es difícil realizar el lavado y la aspiración de los coágulos mediante laparoscopia y esta nueva exploración debe terminar con la certeza de haber identificado con precisión el origen de la hemorragia. Por tanto, se recomienda realizar una laparotomía si la primera reexploración laparoscópica no alcanza el objetivo previsto.

Cuidados postoperatorios
Habitualmente,  las  repercusiones  postoperatorias  de  una  colecistectomía  laparoscópica  son  muy simples, incluso en caso de colecistitis aguda. La reanudación del tránsito intestinal y la rehabilitación funcional del paciente son rápidas, hasta el punto de que la gran mayoría de los pacientes abandonan el hospital entre el primero y el tercer día después de la intervención quirúrgica. Se considera que la persistencia de los dolores abdominales más allá de dos o tres días después de la cirugía, así como la presencia de bilis o de sangre en el drenaje infrahepático debe hacer pensar en la posibilidad de una complicación. Ello debe llevar a realizar un control biológico y una prueba de imagen, la mayoría de veces una ecografía. Se considera anodino observar una discreta alteración postoperatoria transitoria de la biología hepática, pero la aparición de una colestasis debe hacer pensar en una complicación biliar. Del mismo modo, en la ecografía es habitual la presencia de una colección a nivel del lecho vesicular, aunque el aumento de dicha colección o la presencia de una ascitis difusa deben hacer pensar de nuevo en una complicación biliar.

Bibliografía

& Ashcraft. Cirugia pediátrica.  Mc Graw hill.
& Barkun, 1993. Randomised controlled trial of laparoscopic versus mini cholecystectomy. Barkun js, barkun an, sampalls js et al. Lancet 1993, 341: 1214-1215.
& Bingener, 2002. Reasons for conversion from laparoscopic to open cholecystectomy: a 10-year review. Bingener-casey j, richards ml, strodel we et al. J gastrointest surg 2002, 6: 800-805.
& Bismuth, 1981. Les traumatismes opératoires de la voie biliaire principa/e. Monographies de l'association fran~ aise de chirurgie. Bismuth h, lazorthes f. Masson, paris, 1981, vol 1.
& Blumgart Cirugía de hígado, páncreas, y vía biliar. 5th Edición. Editorial Saunders
& Bockus. Gastroenterología. Salvat.
& Brunicardi. Schwartz, Principios de cirugía. 9na. Edición. Mc Graw Hill.
& Carico. Atlas tratamiento quirúrgico del trauma. Mc Graw Hill.
& Champault, 1996. Serious trocar accidents in laparoscopic surgery: a french survey of 103852 operations.Champault g, cazacu f, taffinder n. Surg laparosc endosc 1996, 6: 367-370.
& CMCG. Tratado de cirugía general. 2da. edición. Manual moderno
& Cunningham. Williams obstetricia. Panamericana.
& Díaz rubio. Trastornos motores del aparato digestivo. Panamericana.
& Drossman. The functional Gastrointestinal Disorders, Rome III.
& Elsevier  2014. Tratado de Cirugía del aparato digestivo.
& Elsevier 2014. Tratado de   Cirugía plástica.
& Elsevier 2014. Tratado de Cirugía General.
& Elsevier 2014. Tratado de Ginecología y obstetricia.
& Elsevier 2014. Tratado de Medicina.
& Elsevier 2014. Tratado de Pediatría.
& Elsevier tratado de Urología, 2014.
& Flum, 2003. Intraoperative cholangiography and risks of common bile duct injury during cholecystectomy. Flum d, delllnger e, cheadle a et al. Jama 2003, 289: 1639-1644.
& Garber, 1997. Early laparoscopic cholecystectomy for acute cholecystitis. Garber sm, korman j, cosgrove jm, cohen jr. Surg endosc 1997, 11: 347-350.
& Gigot, 1997. The dramatic reality of biliary tract injury during laparoscopic cholecystectomy: an anonymous multicentric belgian survey of 65 patients. Gigot jf, etienne j, aerts r et al. Surg endosc 1997,11: 1171-1178.
& Gleicher. Tratamiento de las complicaciones clínicas del embarazo. Panamericana
& Gliedman. Atlas de técnicas quirúrgicas. Mc Graw Hill.
& Goldberg. Fundamentos de cirugía anorectal. Noriega Limosa.
& Gutiérrez Samperio. Fisiopatología quirúrgica del aparato digestivo. 2da. edición. Manual Moderno.
& Hinman. Atlas de cirugía urológica.  Mc Graw Hill.
& Kiviluoto, 1998. Randomised trial of laparoscopic versus open cholecystectomy for acute and gangrenous cholecystitis.Kiviluoto t, siren j, luukkonen p, kivilaakso e. Lancet 1998, 351: 321-325.
& Madden. Atlas  de técnicas en cirugía.
& Madrazo, Nutrición y gastroenterología pediátrica. Mc Graw Hill.
& Maingot-Zinner. Operaciones abdominales. 11 va.  edición Panamericana.
& Majeed, 1996. Randomised,  prospective,  single-blind  comparison  of laparoscopic versus smallincision cholecystectomy. Majeed  aw,  troy g,  nicholl  jp  et  al.  Lancet 1996, 347: 989-994.
& Mattox. Trauma. Mc Graw hill.
& Mayagoitia. Hernias de la pared abdominal.  2da. edición. Mc Graw Hill.
& Mcmahon, 1994. Laparoscopic versus minilaparotomy cholecystectomy: a randomised trial. Mcmahon aj, russel it, baxter jn et al. Lancet 1994, 343: 135-138.
& Michael Henry. Cirugia clínica. Masson.
& Misiewicz. Atlas de gastroenterología clinica. Mossby.
& Mouiel, 1991. La cholécystectomie par laser en c~liochirurgie. Testas p., delaitre b. Chirurgie digestive par voie ca2lioscopique. Mouiel j, katkhouda n. Maloine, paris, 1991 : 113-119.
& Navez, 2001. Safety of laparoscopic approach for acute cholecystitis: retrospective study of 609 cases.Navez b, mutter d, russier yet al. Worldj surg 2001,25: 1352-1356.
& Neudecker, 2002. The  e.a.e.s.  clinical  guidelines  on  the pneumoperitoneum for laparoscopic surgery. Neudecker  j,  sauerland  s,  neugebauer  eet  al.  Surg endosc 2002, 16: 1121-1143.
& Neugebauer, 2000. Recommendations  for  evidence-based  endoscopic surgery. The updated eaes consensus deve/opment conferences. Neugebauer  e,  sauerland  s,  troidl  h.  Springer-verlag, 2000.
& Nyhus. Dolor abdominal. Editorial paramericana
& O´Neil. Pediatric surgery. Mosby.
& Perera. Cirugía de  urgencia. 2da. edición. Interamericana.
& Pérez de Gallo, Dietas. Ediciones científicas la prensa medica mexicana.
& Quintero. Infeccion en cirugía. Editoral panamericana
& Robles. Nutrición en el paciente críticamente enfermo. Mc Graw Hill.
& Rock. Te Linde. Ginecologia quirúrgica. Panamericana
& Sabiston. Atlas de cirugía. Mc Graw Hill.
& Sabiston. Tratado de cirugía. Mac Graw Hill
& Skandalakis. Hernias. Mc Graw Hill.
& Skandalakys. Complicaciones anatómicas en cirugía general. Mc Graw Hill.
& Stoopen. Radiologia e imagen diagnóstica y terapéutica. Abdomen Tomo I.  Editorial Lippincott.
& Suros. Semiologia médica y técnica exploratoria. Masson.
& Testut-Latarget. Anatomía Humana. Salvat.
& Valenzuela. Gastroenterología y hepatología. Mediterráneo
& Villazón- arenas. Nutrición enteral y parenteral. Interamericana
& Way. Diagnóstico y tratamiento quirúrgicos.  Manual moderno.
& Wolfe. Terapeutica de los trastornos digestivos. Mc Graw Hill.
&   Yoshida, 1996. Practical c1assification of the branching types of the biliary tree: an analysis of 1,094 consecutive direet cholangiograms Yoshida j, chijilwa k, yamaguchi k et al.. J am col/ surg 1996, 182: 37-40.
& Zuidema-Shackelford. Cirugía del aparato digestivo. 6ta edición. Interamericana.


No hay comentarios.: