Pie diabético
Introducción
La diabetes es una de las enfermedades
crónicas más comunes y su prevalencia en el mundo occidental oscila entre el 5
y el 7% de la población. Las complicaciones vasculares de la diabetes mellitus representan
la principal causa de morbi-mortalidad entre la población diabética y dan lugar
a un importante número de secuelas invalidantes como son la ceguera, la
insuficiencia renal crónica o la amputación de la extremidad inferior, y
originan una disminución de la calidad de vida de los pacientes y un elevado
costo económico y social. El pie diabético es un problema de salud pública,
puesto que el 50% de las amputaciones de muslo o pierna atañe a pacientes
diabéticos. Un 5-15% de los diabéticos sufre la amputación de dedos del pie, de
uno o ambos pies, o de una o ambas piernas. Los
pacientes diabéticos tienen una frecuencia 15 veces mayor de amputaciones en
comparación con los no diabéticos. Aproximadamente, 50 a 80% de las
amputaciones se efectúan en pacientes diabéticos. Incluso los diabéticos que
tienen un puente arterial permeable tienen un riesgo aumentado de necesitar
amputaciones.
El riesgo de complicaciones
es elevado debido a una combinación de factores fisiopatológicos propios del
pie diabético. Los más importantes son la neuropatia, la microangiopatía, la artropatía y las infecciones, todos los
cuales se pueden combinar para hacer necesaria la cirugía respectiva. CMCG El riesgo de desarrollar trastornos tróficos, a menudo a partir de traumatismos
leves, es elevado y potencialmente grave. La afectación del pie influye en el
pronóstico de la enfermedad diabética, tanto en términos de morbilidad como de
mortalidad, sobre todo debido a un riesgo elevado de amputación.
Para mejorar el tratamiento de estos
pacientes de alto riesgo, debe correr a cargo de un equipo pluridisciplinario
especializado. Los pies de los pacientes diabéticos requieren, ante todo,
cuidados locales atentos y rigurosos, así como una prevención eficaz. El
cirujano solo interviene como segunda opción cuando los cuidados locales son
eficaces. Se debe dar prioridad al tratamiento más conservador posible. El
objetivo del cirujano consiste en encontrar un equilibrio entre cicatrización
rápida y correcta y conservación de una estática equilibrada para evitar la
recidiva o el agravamiento; así mismo, en caso de isquemia se deben plantear
todas las posibilidades de revascularización de los miembros inferiores, con el
fin de aumentar las probabilidades de cicatrización cutánea. El 85% de estas
amputaciones viene precedido de una úlcera en el pie y disminuyen
considerablemente la calidad de vida de los pacientes ya que tan solo un tercio
de los que sufren la amputación de la extremidad vuelve a caminar usando una
prótesis. La evolución de los diabéticos con una amputación mayor es mala, ya
que el 30% fallecen en el primer año desde la intervención y al cabo de 5 años
un 50% sufren la amputación de la otra extremidad inferior.
Se ha demostrado que una prevención adecuada de las lesiones
en el pie del diabético, así como un correcto tratamiento pueden reducir esta
tasa de amputación entre un 50 y un 85%. Dadas las incapacidades, las
repercusiones sociales y el elevado coste económico que origina la pérdida de
le extremidad, se han propuesto diversos Documentos de Consenso para la
creación de equipos multidisciplinares expertos e interesados en este tipo de
patología que sepan reconocer los factores de riesgo relacionados con la
aparición de las lesiones, así como, desarrollar estrategias preventivas y de
tratamiento precoz.
Definición
Llamamos pie diabético (PD) a
aquel pie que presenta una alteración anatómica o funcional, determinada por
anomalías neurológicas y/o diversos grados de enfermedad vascular periférica en
un paciente diabético, que le confiere a éste una mayor susceptibilidad de
presentar infección, ulceración y/o destrucción de tejidos profundos (Apelquist,
2007).
Por su parte el Grupo
de Consenso sobre Pie Diabético de la Sociedad Española de Angiología y Cirugía
Vascular propone definirlo como "una alteración clínica de base
etiopatogénica neuropática inducida por la hiperglicemia mantenida, en la que
con o sin coexistencia de isquemia, y previo desencadenante traumático, se
produce la lesión y/o ulceración del pie".
Epidemiologia
del pie diabético
Actualmente más de 400
millones de personas en el mundo tienen diabetes y se proyectan más de 500
millones para el año 2030. Nuestro país no se aleja de esta realidad mundial.
Las
úlceras del pie son una de las complicaciones crónicas más frecuentes de esta
población; se estima que el riesgo acumulado de desarrollar una úlcera del pie
a lo largo de la vida en ellos es de un 15% - 50%. Por otro lado, las
amputaciones no traumáticas en diabéticos son 15 veces más frecuentes que en la
población general, superando en 2 a 3 veces la tasa en hombres que en mujeres.
Ambas constituyen un serio problema de salud que genera un alto costo social y
económico para el paciente, sus familiares y los sistemas de salud. En Estados
Unidos se practican unas 85.000 amputaciones al año en enfermos diabéticos; en
Francia, cerca de 10.000. Sin embargo, varios estudios han demostrado que es
posible reducir en un 50% las amputaciones de los miembros inferiores en los
diabéticos, y en aproximadamente otro tanto el tiempo de hospitalización por
pie diabético. Esto lleva a plantear varias cuestiones: cuáles son los
diabéticos en situación de riesgo, por qué no se detectan, cómo mejorar la
detección de los diabéticos con riesgo podológico y cómo debe proceder el
médico en las lesiones del pie en el diabético [Unwin, 2008).
Anatomía quirúrgica
del pie.
El pie es un órgano
locomotor compuesto por un conjunto osteoarticular y musculoligamentoso complejo que permite un sostén pasivo en condiciones estáticas y un apoyo propulsivo flexible
y resistente para asegurar
la marcha. Es esencial que todos los médicos que deseen ocuparse
del tratamiento de las enfermedades del pie diabético
tengan un conocimiento de la anatomía del pie.
Tabla 1. Nomenclatura de las estructuras del pie |
|
Nomenclatura antigua |
Nomenclatura nueva |
Peroné |
Fíbula o peroné |
Astrágalo |
Astrágalo |
Calcáneo |
Calcáneo |
Escafoides
tarsiano |
Hueso navicular |
Interlínea de Lisfranc |
Interlínea tarsometatarsiana |
Interlínea de Chopart |
Interlínea transversa del tarso |
Músculo de la
pierna (anterior
o posterior) |
Músculo tibial (anterior o
posterior) |
Músculo peroneo
anterior |
Tercer peroneo |
Músculos
pedios |
Músculos extensores
corto del
primer dedo y extensor
corto de los dedos |
Músculo cuadrado de Sylvius |
Cuadrado plantar |
Nervio ciático poplíteo
externo |
Nervio peroneo común |
Nervio ciático poplíteo
interno |
Nervio tibial |
Nervio tibial anterior |
Nervio peroneo profundo |
Nervio safeno interno |
Nervio safeno |
Osteología
El pie está constituido por 26
huesos que se distribuyen en tres grupos, de dorsal
a ventral: el tarso, el metatarso
y las falanges.
El tarso está compuesto,
en su parte dorsal (retropié) por el astrágalo situado
sobre el calcáneo y, en su parte
ventral (mediopié) por el hueso
cuboides, el hueso navicular y por los tres cuneiformes (lateral, intermedio y medial).
El metatarso consta de cinco metatarsianos, numerados de I a V, del primer dedo al quinto dedo. Se articulan entre
los huesos de la segunda fila del tarso (cuneiformes y cuboides) y las falanges.
Son huesos largos
en los que se distinguen tres segmentos:
· un segmento proximal
en cuña o base;
· un segmento distal
aplanado en sentido
transversal o cabeza;
representa cinco
de los siete puntos de apoyo fisiológico del pie (sobre todo en el caso del primer metatarsiano);
· un segmento intermedio, el cuerpo.
Hay que señalar algunos aspectos
específicos. El primer
metatarsiano presenta en su base dos eminencias o tubérculos y, en la cara plantar
de su cabeza, dos depresiones relacionadas con los huesos sesamoideos. La base trapezoidal del segundo metatarsiano se introduce como una espiga en la caja formada por los tres cuneiformes, de modo que la interlínea tarsometatarsiana no sigue una línea recta y el quinto metatarsiano presenta una apófisis estiloides
en la parte lateral de su base, donde se inserta el músculo
peroneo corto.
Las falanges constituyen el esqueleto de los dedos. El primer dedo sólo posee dos falanges (proximal y distal o F1 y F2), mientras que los demás tienen tres (proximal, media y distal o F1, F2 y F3). Las falanges son huesos largos que tienen un cuerpo, un extremo proximal o base y un extremo distal o cabeza.
Figura 1 Osteología del pie.
1.
Tarso posterior; 2. tarso anterior;
3. metatarso; 4. falanges; 5. calcáneo; 6. astrágalo; 7. hueso cuboides; 8. hueso navicular; 9. hueso cuneiforme. Tomado
de tratamiento quirúrgico del pie diabético 2010 Elsevier Masson
Miología
Se distinguirán dos categorías de músculos:
por una parte,
los músculos extrínsecos, que tienen todas sus inserciones proximales en la pierna para terminar en el esqueleto del pie y, por otra, los músculos intrínsecos, que tienen sus inserciones proximales y distales en los huesos del pie.
Músculos extrínsecos
Se distribuyen en tres compartimentos: anterior
(tibial anterior, extensor
largo del primer dedo, extensor común de los dedos y tercer peroneo), lateral (peroneos
corto y largo) y posterior,
donde se distingue el plano profundo,
constituido por tres músculos (el tibial posterior, el flexor largo de los dedos y el flexor
largo del primer dedo) y el plano superficial, constituido por el músculo tríceps
sural, que se compone del sóleo,
el gastrocnemio y el delgado plantar
(variable).
Músculos intrínsecos
Los músculos intrínsecos dorsales están compuestos,
de medial a lateral, por los músculos extensor
corto del primer dedo y extensor corto de los dedos. Están situados en un plano profundo respecto a los tendones
de los músculos extensores largos de los dedos. Los músculos extensores largos forman junto con sus tendones la aponeurosis dorsal del pie,
de la que irradian los músculos
extensores cortos y los músculos
interóseos dorsales y plantares.
Los músculos intrínsecos plantares
se distribuyen en tres grupos:
· el grupo medial, constituido en su parte profunda
por el flexor corto y el abductor del primer dedo y, en la superficial, por el aductor del primer dedo;
· el grupo medio, constituido, en su parte profunda, por los músculos interóseos (plantares y dorsales), el cuadrado plantar
y, en la superficial, por el músculo
flexor plantar corto;
· el grupo lateral constituido, en su parte
profunda, por los músculos flexor
corto y oponente
del quinto dedo (V) y, en la superficial, por el músculo
abductor del V.
Todos estos músculos están recubiertos por la aponeurosis plantar, firme y resistente,
que proviene de la fascia superficial. Se continúa en sus bordes medial y lateral por la delgada aponeurosis dorsal superficial. Hay dos tabiques fibrosos resistentes, uno medial y otro lateral,
que se desprenden de ella y que se dirigen en profundidad
para formar tres compartimentos donde se sitúan los tres grupos de músculos antes mencionados, así como tejido adiposo. El peso del cuerpo se apoya en el suelo
mediante este tejido de relleno. Por este motivo, la aponeurosis plantar superficial contribuye en gran medida al mantenimiento de la bóveda plantar.
Angiología
Se distinguen las arterias dorsales,
originadas en la arteria tibial anterior, y las arterias plantares,
originadas en la arteria tibial posterior. Las arterias peroneas anterior
y posterior participan en el círculo anastomótico maleolar lateral. La vascularización venosa es paralela a la vascularización arterial, con dos venas por cada arteria por otra parte, hay que señalar
que la red linfática del pie es especialmente densa.
Arterias dorsales
La arteria pedia es la continuación de la arteria
tibial anterior en el borde inferior del ligamento anular anterior
del taso. Se acompaña del nervio tibial anterior y rodea el borde lateral del tendón del extensor largo del primer dedo para dirigirse hacia el extremo dorsal del primer espacio
interóseo que atraviesa para anastomosarse con la arteria plantar lateral. La arteria dorsal del tarso nace de la arteria pedia en el borde inferior del ligamento anular.
Se dirige en sentido anterolateral, pasa bajo los músculos extensor
corto del primer dedo y extensor corto de los dedos y termina en el borde lateral
del pie. A continuación, se anastomosa con la arteria peronea
anterior, la arteria maleolar
lateral, la arteria dorsal del metatarso y la arteria
plantar lateral.
La arteria dorsal metatarso se origina un poco por delante del primer espacio interóseo y se dirige en sentido
lateral describiendo sobre la base de los metatarsianos una curva cóncava hacia atrás de la que nacen las tres ramas interóseas dorsales. Estas se dividen
en dos ramas, las arterias colaterales dorsales de los dedos vecinos,
por detrás del espacio
interdigital. La arteria dorsal del metatarso se termina en el borde lateral del pie anastomosándose con la arteria dorsal del tarso y la arteria plantar lateral.
La arteria interósea dorsal del primer espacio nace de la arteria pedia en la entrada del primer espacio y da lugar a las arterias colaterales dorsales, mediales y laterales
del primer dedo y a la
medial del segundo dedo. También da origen a una perforante ventral voluminosa que se anastomosa con la arteria interósea plantar
del primer espacio. Hay que señalar que cada arteria interósea se anastomosa mediante una rama perforante ventral
con el arco plantar y mediante una rama dorsal
con la arteria interósea plantar
correspondiente.
Figura 2 Angiología del pie, cara dorsal. 1. Arteria maleolar anterolateral,
2. arco dorsal; 3.
arterias metatarsianas dorsales; 4. arterias
digitales dorsales; 5. arteria
comunicante para el arco plantar profundo;
6.
arterias tarsianas
mediales; 7. arteria pedia. Tomado
de tratamiento quirúrgico del pie diabético 2010 elsevier masson
Arterias plantares
La arteria tibial posterior se divide en el surco calcáneo en dos ramas:
las arterias plantares lateral y medial.
La arteria plantar lateral,
más voluminosa. Se dirige primero en sentido anterolateral hasta la base del quinto metatarsiano, donde se introduce bajo
los tendones del músculo flexor común y se dirige
en sentido anteromedial sobre las bases de los metatarsianos
para terminar en el extremo dorsal
del primer espacio interóseo, anastomosándose
con la arteria pedia. La primera porción, denominada oblicua, da origen a muchas ramas para los músculos
contiguos, los huesos y las articulaciones. La segunda porción
o arco plantar da lugar a las arterias interóseas y las perforantes plantares
de los distintos espacios.
La arteria plantar medial, más pequeña, se dirige directamente anterior hacia el primer dedo para dividirse en dos ramas: la rama medial se convierte en la arteria colateral plantar medial del primer dedo y la rama lateral se anastomosa con las arterias interóseas plantares de los espacios primero y segundo.
Figura 3 Angiología del pie, cara plantar. 1. Arteria
tibial posterior; 2.
arteria
plantar
medial; 3. comunicante para la arteria pedia; 4. arterias metatarsianas plantares; 5.
arterias digitales
plantares; 6. arco plantar profundo; 7.
arteria plantar
lateral. Tomado de tratamiento quirúrgico del pie diabético
2010 elsevier masson
Neurología
La inervación sensitiva
y motora del pie depende
de los ramos de división del nervio ciático, que es un ramo terminal del plexo sacro (L4-S3). El nervio ciático se divide en el vértice del hueco poplíteo
en los nervios tibial y peroneo común.
El nervio tibial sigue el mismo eje que
el nervio ciático, al descender
en vertical por el compartimento posterior,
pasa bajo el arco del músculo sóleo e inerva todos los músculos de este compartimento. Se divide en los nervios plantares medial y lateral en la región inframaleolar
medial. El nervio peroneo común es oblicuo
en sentido inferolateral. Se dirige hacia el cuello del peroné, al que rodea, y se divide en los nervios peroneo superficial para el compartimento anterolateral y peroneo
profundo para el compartimento anterior.
Figura 4 Territorios sensitivos
del
pie. 1. Nervio plantar
lateral; 2. nervio sural, nervio cutáneo dorsal
lateral,
ramo calcáneo lateral; 3. ramos calcáneos mediales; 4.
nervio safeno; 5.
nervio plantar medial;
6. nervio peroneo superficial (peroneo); 7. nervio sural, nervio
cutáneo dorsal lateral;
8. nervio peroneo profundo
(peroneo). Tomado de tratamiento quirúrgico del pie diabético
2010 elsevier masson
Ramos terminales del nervio tibial
El nervio plantar medial acompaña a la arteria plantar medial y da origen a ramos para los músculos flexores cortos de los dedos y del primer dedo, así como para el abductor
del primer dedo. Se encarga
de la sensibilidad de la cara medial de la planta del pie. Termina dando origen a los tres nervios digitales plantares comunes de los cuatro primeros
dedos.
El nervio plantar lateral acompaña a la arteria plantar lateral y da origen a dos ramos (profundo
y superficial) antes de terminar
dando origen al nervio digital
plantar común del cuarto espacio interdigital y al nervio
digital lateral del quinto dedo. Su ramo profundo
inerva los músculos aductores del primer dedo, los interóseos plantares y los tres lumbricales laterales. Su ramo superficial inerva los músculos flexores cortos de los dedos y del quinto dedo, el cuadrado plantar y el abductor del quinto dedo.
También hay que citar
dos ramos sensitivos relevantes del nervio tibial: el nervio cutáneo
sural medial, que discurre entre los dos vientres del gastrocnemio, y el nervio
calcáneo medial.
Ramos terminales del nervio peroneo común
El nervio peroneo superficial discurre en contacto con los músculos
peroneos a los que inerva y después
se divide en dos ramos cutáneos dorsales medial e intermedio, que se encargan de la sensibilidad de la cara dorsal del pie y de los dedos.
El nervio peroneo profundo se divide
en un ramo lateral y un ramo
medial a su salida
del retináculo de los extensores. Su ramo lateral inerva
los músculos extensores cortos
del primer dedo y de los dedos. Su ramo medial se encarga
de la sensibilidad del primer espacio interdigital dorsal.
Características cutáneas del pie
La piel plantar es resistente, muy gruesa y está muy vascularizada, para soportar las tensiones de apoyo elevadas a las que está sometida. Se apoya en un cojín adiposo
considerable que está firmemente fijado a los planos profundos por una red de tractos fibrosos.
Esta estructura única explica su escasísima deformación plástica
durante las heridas y las escisiones, lo que dificulta e incluso impide el cierre cutáneo.
Su estructura también explica que sólo los colgajos
dotados de una estructura similar (como los colgajos plantares
permitan restituir
una buena estabilidad de la piel frente a las estructuras
profundas) [Fagot-Campagna, 2005)]. En la zona de apoyo, está muy expuesta a los traumatismos. La parte medioplantar de la bóveda
no suele estar nunca sometida
a presión y ofrece, debido a su estructura parecida,
una reserva cutánea de elección para las reparaciones plantares.
La piel dorsal del pie es delgada,
fácil de movilizar y está peor vascularizada. Hay poca grasa en la región subcutánea. Por tanto, es más frágil frente a los traumatismos, pero puede sustituirse con más facilidad,
sobre todo mediante
un injerto cutáneo.
La rigidez y la sequedad
cutáneas que se observan en los pacientes
diabéticos se relacionarían, por una parte, con la neuropatía vegetativa y, por otra, con la glucosilación del colágeno y la queratina. Estos factores contribuirían al aumento de las presiones plantares y a la aparición de ulceraciones [Ebskov, 1998].
Anatomia funcional
Estática
El pie soporta todo el peso del cuerpo [Dinh, 2002). En una persona sana, el apoyo se realiza sobre las zonas plantares
de mayor presión, que corresponden a tres puntos principales: el talón (bajo la tuberosidad
mayor del calcáneo) y las cabezas de los metatarsianos primero y quinto. Hay que añadir también cuatro puntos de apoyo secundarios representados por las cabezas
de los demás metatarsianos
y por la apófisis estiloides del quinto. Entre los tres puntos de apoyo principales
se dibujan tres arcos: medial, lateral y anterior. En bipedestación, el, pero del cuerpo se reparte entre estos tres puntos de apoyo.
El arco medial se sitúa entre el talón y el primer metatarsiano. Está formado por el tarso posterior, el hueso navicular, el primer cuneiforme y el primer metatarsiano. Está mantenido por ligamentos y músculos. El músculo flexor largo del primer dedo soporta el arco como la cuerda de un arco y sustenta al calcáneo
y al astrágalo. El músculo
tibial posterior es fundamental,
pues se opone a la caída en valgo del retropié.
Este arco es muy elástico y se tensa cuando el pie está en carga. La aponeurosis plantar es una estructura fibrosa y gruesa dispuesta
entre el calcáneo
y los dedos cuyo papel es evitar el hundimiento de la bóveda. Actúa como un cable entre el talón y los dedos y constituye uno de los elementos
esenciales de estabilidad del arco medial.
El arco lateral es menos alto que el medial. Se sitúa entre el talón y el quinto metatarsiano
y está formado por el calcáneo, el cuboides y el quinto metatarsiano. Está sustentado por los dos ligamentos calcaneocuboideos plantares y por los músculos peroneos corto
y largo.
El arco anterior se sitúa bajo las cabezas de los metatarsianos. Está soportado
por los músculos abductor
del primer dedo (fascículo transverso), interóseos, peroneo largo y tibial posterior.
Estos arcos ejercen un verdadero trabajo
de resorte y permiten amortiguar
los impactos del peso del cuerpo sobre el suelo. Si se hunden,
se acentúan o pierden su elasticidad, ya no son capaces de realizar esta tarea y permiten la aparición de apoyos patológicos.
Figura 5 Esquema de los arcos y de la distribución de las cargas en posición estática. 1. Arco lateral; 2. arco medial; 3. arco anterior. Tomado de tratamiento quirúrgico del pie diabético 2010 elsevier masson
Dinámica
La marcha aumenta las tensiones ejercidas sobre los distintos puntos de apoyo. El desarrollo de la marcha se compone de cuatro fases.
Figura 6 Las cuatro fases de la marcha. A. Primera fase: apoyo del talón. B. Segunda fase: apoyo plantar completo. C. Tercera y cuarta fases: impulso motor. Tomado de tratamiento quirúrgico del pie diabético 2010 elsevier masson
En una primera fase, el apoyo predomina en el talón, con el tobillo
en ángulo recto que se extiende. La segunda fase es la de contacto máximo con el suelo mediante un aplastamiento de la bóveda plantar (amortiguación de los tensores plantares). Las fases tercera y cuarta representan los dos impulsos motores. La contracción del tríceps
sural eleva el talón y transfiere las presiones al arco anterior,
pasando por el arco lateral. La contracción del flexor de los dedos y del flexor del primer dedo permite,
por último, que el pie se despegue del suelo. El impulso termina a nivel del primer radio, sobre todo en la cabeza del primer metatarsiano, pero también en el primer dedo. La supresión de uno o de varios
de estos apoyos altera gravemente la marcha y la distribución de las cargas.
Patológica
Algunas anomalías morfológicas del pie inespecíficas de los pacientes diabéticos pueden
modificar las presiones [Moulik, 2002]. Sólo se citarán las más frecuentes.
El hallux valgus es el trastorno estático más frecuente
y el más conocido del pie.
Se trata de una angulación hacia el exterior
(valgo) del primer dedo asociada a un desplazamiento del primer metatarsiano en sentido medial (varo o aducto). La rotación lateral del primer dedo es inconstante. De forma secundaria, la base de F1 se subluxa y la parte medial de la cabeza del primer metatarsiano se hipertrofia (formación de una exostosis) con un grave riesgo
de herida a este nivel.
El pie egipcio (primer dedo largo) es un factor de riesgo.
El pie plano valgo estático
se caracteriza por un hundimiento del arco medial ocasionado por un valgo del talón asociado a una supinación
del antepié. Provoca un aumento de las presiones
sobre la bóveda.
El pie cavo patológico más frecuente es el pie cavo anteromedial metatarsiano
(equinismo del antepié). Corresponde a una disminución de la distancia entre el arco posterior
y anterior. Produce un aumento de las presiones sobre el arco anterior.
Figura 7 Diferentes tipos de
pie. A. Pie cavo. B. Pie normal. C. Pie plano. D. Pie egipcio.
E.
Pie griego. F. Pie cuadrado. Tomado de tratamiento quirúrgico del pie diabético
2010 elsevier masson
Los dedos en garra se producen por un desequilibrio entre los sistemas
extensor y flexor.
Su consecuencia es la aparición de hiperqueratosis en los dedos del pie,
en la mayoría de
las ocasiones en la cara dorsal de la articulación interfalángica proximal. El pie griego (segundo dedo del pie largo) y un calzado
demasiado corto son factores
de riesgo. El desplazamiento anterior de la almohadilla plantar suele asociarse
a unos dedos en garra en el pie neuropático, lo que provoca una protrusión
de las cabezas de los metatarsianos. Esto se atribuye a la neuropatía
motora de los músculos intrínsecos del pie y participa en el aumento
de las presiones plantares [Fosse, 2006)].
El pie de Charcot es la consecuencia final de la neuroartropatía diabética[Trautner, 2001)]. Su componente vegetativo provoca una aceleración
del flujo sanguíneo local,
que causa un aumento de
la actividad osteoclástica y una fragilidad ósea.
Figura 8 Ejemplo de pie de Charcot en «tampón secante». Se observa un hundimiento radiológico de la bóveda plantar y un mal perforante sobre la zona. Tomado de tratamiento quirúrgico del pie diabético 2010 elsevier masson
La repetición de los traumatismos mínimos e indoloros da lugar a fracturas y luxaciones.
La primera fase es inflamatoria y destructiva y plantea el problema del diagnóstico diferencial con una infección. La siguiente
fase es la de consolidación de las lesiones óseas con desaparición de los signos inflamatorios. El pie de Charcot de tipo II de la clasificación de Frykberg y Sanders,
en la mayoría de las ocasiones, afecta a las articulaciones tarsometatarsianas y causa un hundimiento de la bóveda
plantar (pie en «tampón secante») que favorece la aparición
de ulceraciones en esta zona, que normalmente nunca está en situación de apoyo [Boyko, 1996]. La limitación de la movilidad articular, que afecta sobre todo al pie en los pacientes
diabéticos [Apelgyst, 1993.
Cairey-Remonnays, 2006], se debería a la glucosilación del colágeno periarticular debido a la hiperglucemia [Wieman, 1998]. Ahora bien, una disminución de la movilidad de algunas
articulaciones del pie se asocia de forma significativa a ulceraciones plantares [Griffiths, 1990]. Por último, la mayor parte de las intervenciones quirúrgicas mutilantes
(amputaciones) contribuyen a elevar
las presiones plantares.
Etiopatogenia
Es compleja y en ella participan la neuropatía diabética,
la macroangiopatía y microangiopatía, la artropatía diabética, las infecciones
y los microtraumatismos, que inicialmente predisponen y finalmente determinan
la aparición y evolución del PD. En
síntesis, pues, y en el contexto de la fisiopatología evolutiva de una lesión
en el PD, deben considerarse tres tipos de factores: los predisponentes, que
sitúan a un enfermo diabético en situación de riesgo de presentar una lesión;
los desencadenantes o precipitantes, que inician la lesión; y los agravantes o
perpetuantes, que retrasan la cicatrización y facilitan las complicaciones.
Figura 9 esquema
de la fisiopatología del pie diabético
Factores
predisponentes
Los factores predisponentes
son aquellos que dan lugar a un pie vulnerable, de alto riesgo de desarrollar
complicaciones. Pueden ser de tipo primario —neuropatía y macroangiopatía— o
secundario — microangiopatía.
Habitualmente,
los enfermos diabéticos que desarrollan lesiones en el pie tienen como primer
factor fisiopatológico una disminución de la sensibilidad. La hiperglucemia
está invariablemente asociada a alteraciones en la conducción nerviosa y los
pies son altamente susceptibles de iniciar fases de hipoestesia. Son
alteraciones que afectan tanto a las fibras sensitivas y motoras como al
sistema autónomo. La neuropatía sensitiva altera inicialmente la sensibilidad
profunda —sentido de posición de los dedos del pie, reflejos intrínsecos de los
mismos— y posteriormente a la sensibilidad superficial —táctil, térmica y
dolorosa. La afectación motora atrofia la musculatura intrínseca del pie. Todo
ello provoca acortamientos tendinosos y alteraciones en la distribución de las
fuerzas que soporta el pie, iniciando y consolidando diferentes tipos de
deformidades. Las más prevalentes son los dedos en martillo y en garra, la
prominencia de las cabezas de los metatarsianos y el desplazamiento anterior de
la almohadilla grasa plantar ya atrofiada. Suponen un riesgo potencial de
lesión, en función del aumento de la presión plantar máxima en zonas concretas
del pie, propicias a desarrollar úlceras. La ubicación más prevalente de las
úlceras son las zonas de callosidades, secundarias a la presión plantar en la
zona.
Figura 10. Zonas más susceptibles para el desarrollo de ulcera plantar en el pie neuropático
A nivel cutáneo y subcutáneo,
y debido a la glucosilación no enzimática de las proteínas del colágeno, las
fibras se engrosan y aumentan su entre-cruzamiento, dando lugar a una piel
gruesa y firme, y a una restricción en la movilidad articular.
La afectación del sistema
nervioso autónomo también contribuye a la aparición del síndrome, al disminuir
la sudoración local, constituyéndose una piel seca, donde con facilidad se
producen fisuras que pueden ser el inicio de úlceras e infecciones. Las úlceras
neuropáticas son consecuencia de estímulos lesivos, no percibidos por el
paciente, debido a la pérdida de la sensibilidad dolorosa. Estos estímulos
suelen ser mecánicos, aunque también pueden ser térmicos y químicos.
Neuropatía
El Grupo de Estudio de la
Diabetes Mellitus (DM) de la Organización Mundial de la Salud, en su tercer
informe técnico, considera la neuropatía como "la complicación más
frecuente de la enfermedad". Sin embargo, a pesar de su frecuencia y de su
importancia, la neuropatía es, de todos los aspectos degenerativos de la
diabetes, probablemente la menos conocida y la peor estudiada. Es difícil determinar con exactitud, la incidencia y la prevalencia de la
neuropatía diabética (ND), ya que varían en función del criterio seguido para
su definición y el método empleado para su exploración. Por ello no debe
sorprender la disparidad de las cifras de prevalencia existentes en la
literatura, y que oscilan entre el 0% y el 93% .
Los signos y síntomas de ND
son manifestados por el enfermo diabético únicamente en el 10%- 15% de todos
los casos y, por tanto, las cifras más bajas de prevalencia se obtienen cuando
el estudio se realiza exclusivamente con los datos de la anamnesis
clínica. Sin embargo, la disminución de
la velocidad de conducción nerviosa es evidenciable en el 70-80% de los
enfermos diabéticos incluso antes de que aparezcan los síntomas y signos
clínicamente manifiestos. Datos
procedentes de la experimentación básica y clínica sugieren que, en la
secuencia de los procesos fisiopatológicos que intervienen en el desarrollo de
la ND, el metabólico es el inicial; el vascular funcional interviene a
continuación y, finalmente, la microangiopatía se halla implicada en períodos
evolutivos más avanzados.
Figura 11 Esquema de la fisiopatología de la neuropatía diabética
Alteraciones
metabólicas en la ND
Las principales anormalidades
metabólicas evidenciadas son:
a)
Acumulación de sorbitol
Se ha implicado la ND con la
vía metabólica del sorbitol y la formación de polioles, al igual que se ha
localizado en la catarata diabética. El
proceso por el cual el sorbitol acumulado tiene capacidad para generar lesión
no queda totalmente aclarado, si bien una posibilidad estudiada es la
producción de edema intraneural en relación a la presión oncótica que genera el
poliol, y que secundariamente repercutiría en la lesión progresiva de la célula
de Schwann y en su desmielinización segmentaria. La enzima aldosa-reductasa convierte de forma
irreversible la glucosa en sorbitol. Una segunda enzima, el
sorbitol-deshidrogenasa, interviene en la formación de la fructosa a partir del
sorbitol. La aldosa-reductasa está
presente en todos los tejidos donde se produce lesión en la DM: el cristalino,
los pericitos de los capilares retinianos, el riñón, el endotelio vascular, y
las células de Schwann de los nervios periféricos.
Estudios recientes establecen
que el mioinositol —polialcohol cíclico de seis carbonos, que se encuentra en
concentraciones cinco veces superiores en el nervio que en el plasma— se
depleciona en los nervios del enfermo diabético, siendo este efecto
parcialmente normalizado con el tratamiento insulínico. La disminución en la velocidad de conducción
del nervio está relacionada con el contenido de mioinositol, y en la DM
experimental y utilizando inhibidores de la aldosa-reductasa, se logra
recuperar los niveles de mioinositol, hecho que indicaría que el aumento del
sorbitol promueve la depleción del mismo. La disminución de fosfoinositoles
altera el nivel intracelular de diacilglicerol y, secundariamente, se ve
afectada la bomba de Na/K ATPasa, mecanismo imprescindible en la conducción
neurológica.
La protein-kinasa, enzima que
regula la bomba de Na/K ATPasa, y que es estimulada por el diacilglicerol, se
encuentra disminuida por la alteración de los fosfoinositoles, y ello
contribuye a la anomalía funcional de la célula nerviosa
Además de la vía de los
polioles, deben tenerse en cuenta otros fenómenos que se encuentran en la base
de la microangiopatía tales como la glucosilación no enzimática de las
proteínas y la glucosilación de la mielina, con desestructuración de las
proteínas de la célula de Schwann.
La vía del sorbitol o poliol es una vía alternativa
del metabolismo de la glucosa. La conversión de glucosa a glucosa-6-fosfato es
dependiente del nivel plasmático de insulina, mientras que la generación de
sorbitol es independiente del mismo y depende únicamente de la concentración
disponible de glucosa no fosforilada. Cuando
está aumentada, como sucede en la DM, la vía del poliol se activa y como
consecuencia se produce un acúmulo de sorbitol y fructosa en diversos tejidos. Sin embargo, el mecanismo por el cual el
acúmulo de sorbitol puede producir daño tisular persiste actualmente como punto
de discusión. Se ha argumentado que la acumulación de sorbitol y fructosa en
las células nerviosas daría lugar a edematización y disfunción celular, bien
por efecto tóxico directo, bien por efecto osmótico. Sin embargo, las
concentraciones de sorbitol en los nervios de los enfermos diabéticos son
micromolares, excesivamente bajas para que sean osmóticamente significativas.
Y, aunque no se cuestiona la presencia de un aumento de sorbitol fructosa en
relación directa con el grado de neuropatía, parece más probable que sean otras
alteraciones metabólicas secundarias a la activación de la vía del poliol las
responsables de la neuropatía periférica
b)
Déficit de mioinositol
El mioinositol es un
polialcohol cíclico estructuralmente parecido a la glucosa. En la DM sus valores
plasmáticos y su concentración en el citoplasma de las células nerviosas se
hallan disminuidos, y se normalizan con posterioridad a la administración de
insulina.
El elevado nivel plasmático de
glucosa existente en la DM comporta que ésta atraviese fácilmente la membrana
de las células nerviosas, y que éstas la utilizan como sustrato energético,
inhibiendo deforma competitiva el transporte de mioinositol y reduciendo sus
niveles tisulares. Paralelamente, la acumulación de sorbitol impide también el paso
de mioinositol al interior celular. El
mioinositol es el eslabón de unión de un ciclo que controla los niveles
intraneurales de la actividad ATP-asa del Na y de K y, por tanto, la velocidad
de conducción nerviosa.
c)
Disminución de la actividad ATP-asa de la membrana
El descenso de la actividad
ATP-asa está relacionado con las alteraciones funcionales y con los cambios
estructurales que de forma precoz se producen en las estructuras nerviosas en
la DM. El mioinositol parece ser el nexo
de unión del ciclo que controla los niveles intraneurales de la actividad
ATPasa Na+/K+. Cuando en el enfermo diabético se utilizan los inhibidores de la
aldosa reductasa se observa la disminución del contenido de mioinositol y de la
actividad de la ATP-asa, mejorando la disfunción nerviosa e incrementando la
regeneración de las fibras nerviosas. Todo
ello sustenta el criterio de la existencia de una interrelación entre la vía
del sorbitol —probablemente de baja trascendencia metabólica en condiciones de
normoglucemia pero que se activa en las de hiperglucemia—, el déficit de
mioinositol y la disminución en la actividad ATP-asa de membrana, conduciendo
todas estas circunstancias al deterioro de la función nerviosa.
d)
Glicosilación no enzimática de las proteínas
Una de las consecuencias de
mayor trascendencia metabólica que comporta la hiperglucemia mantenida es la
glicosilación no enzimática de las proteínas, hecho bien conocido en la DM, y
que afecta a todas las proteínas del organismo. Entre ellas, la mielina, la tubulina
y otras, de la célula nerviosa, alterándola funcionalmente, lo que contribuye
al desarrollo de la neuropatía. Se ha observado además que la mielina
glicosilada es reconocida por determinados macrófagos que presentan receptores
específicos para la mielina modificada. Ésta es incorporada en su interior
mediante un fenómeno de endocitosis. La desmielinización segmentaria
probablemente sea la consecuencia de este proceso.
De igual modo se ha
evidenciado que la glicosilación está relacionada con alteraciones de la
síntesis proteica, que afecta a las proteínas de la célula de Schwann, la
mielina y otras proteínas nerviosas básicas. Hecho que explica su reducción en
la estructura del nervio periférico en la DM.
Finalmente, un incremento en
la degradación proteica de la mielina, relacionada con la glicosilación, podría
también estar igualmente involucrado.
d) Alteraciones
vasculares
El posible papel que tiene la
enfermedad vascular en la patogenia de la ND es un tema de controversia. Se ha
mantenido durante muchos años el concepto de que la lesión nerviosa en la DM
consistía en un fenómeno secundario a la microangiopatía. No obstante, este
concepto ha sido cuestionado por estudios recientes, al no poderse evidenciar
una relación causal entre la afectación de los vasos del perineuro y el
desarrollo de la polineuropatía. Sin embargo, existen ciertas observaciones que
mantienen abierta la teoría de la microangiopatía como factor causante de la
lesión neuronal
Algunos autores han demostrado
oclusiones vasculares e infartos de las estructuras neurales en la ND y
alteraciones estructurales y funcionales en los capilares de la endoneuro en
estudios frente a personas no diabéticas como grupo control. Se ha especulado
sobre si estas alteraciones estructurales pueden ser debidas a un aumento en la
permeabilidad capilar, que induzca a un efecto tóxico en la función y
morfología de la célula. Sin embargo, estudios realizados en animales de
experimentación indican que la barrera perineural está intacta. Por otra parte,
parece incierto que las lesiones vasculares estén involucradas en la patogenia
de la ND de tipo autonómico. Algunos investigadores han evidenciado cambios
microvasculares en los ganglios y nervios autonónomos periféricos, aunque otros
autores no han podido confirmar tales cambios.
Parece probable que la
neuropatía autonómica, especialmente cuando se asocia a neuropatía somática, es
fundamentalmente el resultado de alteraciones metabólicas generalizadas, con
factores vasculares que probablemente contribuyen a la expresión final en
ciertos casos.
Otros
factores
a)
Autoinmunes
Aunque no hay evidencias
directas de una etiología autoinmune en la ND, se han objetivado una serie de
hallazgos que parecen involucrarla. En estudios necrópsicos de enfermos
diabéticos con sintomatología de neuropatía autónoma, se ha demostrado la presencia
de infiltrados inflamatorios adyacentes a los nervios y ganglios autónomos.
También se ha demostrado un aumento en el número de linfocitos T activados en
enfermos con neuropatía autónoma cardiovascular, y anticuerpos
órgano-específicos fijadores del complemento dirigidos contra los ganglios
simpáticos en el suero de enfermos con DM tipo I.
Por último, algunos estudios
han mostrado asociación entre la neuropatía autónoma y otras enfermedades
autoinmunes. Sin embargo, no está claramente establecido el papel que puedan
desempeñar los mecanismos inmunológicos descritos en la etiopatogenia de la ND.
b)
Herencia
Existen autores que argumentan
la teoría de que las lesiones neurológicas en el enfermo diabético tienen una
base genética y que son de aparición y curso independientes con respecto a los
niveles de glucosa plasmática y/o el déficit insulínico. En consecuencia,
pueden preceder a cualquiera de las alteraciones metabólicas.
En función de esta
argumentación, el enfermo diabético estaría predispuesto genéticamente a
presentar o no presentes complicaciones, con independencia del grado de control
metabólico y de los años de evolución de la diabetes vienen en el desarrollo de
la ND es desconocido y se sugiere que los de tipo autoinmune contribuyen al
desarrollo de esta complicación en determinados enfermos.
No obstante, un aspecto
definitivamente demostrado, a partir de las conclusiones del Diabetes Control
and Complications Trial — estudio prospective con seguimiento más largo
realizado en pacientes con DM tipo I—, es que el factor responsable directo de
las complicaciones de la DM es la hiperglucemia crónica y mantenida, y que su
estricto control influye significativamente en la aparición y progresión de las
complicaciones tardías.
Anatomía
patológica de la neuropatía diabética
Las lesiones fundamentales observadas
en la estructura nerviosa en el curso de la ND son la desmielinización, la
degeneración axonal, y la hiperplasia e hipertrofia de las células de Schwann,
fenómeno este último probablemente de tipo compensatorio. edema endoneural,
secundario al acúmulo de polioles, y cuyo efecto aparece aún como desconocido.
En el sistema nervioso
autónomo se ha observado el alargamiento y degeneración de los ganglios
simpáticos y una alteración similar también se ha observado en las neuronas
postganglionares. Existe disminución de la densidad de las fibras nerviosas y
desmielinización segmentaria, que es parcialmente reversible, al contrario que
la axonal, que no lo es.
El 60% de
los pacientes diabéticos presentaran en algún momento neuropatía en las
extremidades inferiores. Un 8% tendrá neuropatía objetiva ya al momento del
diagnóstico. La neuropatía es la principal causa de dolor de pies en
diabéticos, y es más prevalente a mayor edad y duración de la diabetes (Consensus,
2007). Puede presentarse con compromiso sensitivo, motor y/o autonómico. La
neuropatía sensitiva es generalmente quien precipita los síntomas de dolor,
pero el 50% puede ser asintomático. Compromete fibras cortas y largas.
Clínicamente podemos encontrar: dolor, ardor, sensación de quemazón en las
plantas de los pies, cambios de temperatura, alteración en la vibración, en el
tacto, aparición de lesiones plantares espontáneas.
En la
clínica, la neuropatía interviene por varios mecanismos:
· Suprime los síntomas de alerta al abolir
la percepción dolorosa que normalmente protege a los pies de sus enemigos
(calzado, callos, uñas, cuerpos extraños dentro de los zapatos, «operaciones»
caseras, etc.).
· La inervación del pie cumple una función
trófica. En la neuropatía existen trastornos de la sensibilidad profunda y una
amiotrofia de los músculos interóseos, sin un verdadero déficit motor pero con
trastornos estáticos considerables (antepié redondo, pies excavados y dedos en
«martillo») y los consiguientes apoyos anómalos que llevan a la formación de
hiperqueratosis y callosidades. Estas lesiones se vuelven muy duras, lastiman
el tejido subcutáneo e inducen la formación de una pequeña bolsa serohemática.
El líquido, que se pone en tensión por efecto del apoyo, difunde una auténtica
capa de despegamiento entre los tejidos. La hiperqueratosis es seca, se fisura
y favorece la sobreinfección. Se constituye un absceso subcutáneo que puede
difundirse hacia el hueso, a lo largo de los tendones, hacia las partes blandas
o, por el contrario, abrirse hacia la piel y crear el mal perforante plantar
con su corona hiperqueratósica. El mal perforante plantar, consecuencia de la
neuropatía diabética, se localiza en los puntos de apoyo, es decir, la mayoría
de las veces bajo la cabeza del primer y el 5.° metatarsianos, o en puntos de
apoyo anormales cuando existen grandes deformaciones o un pie de Charcot.
· La
neuropatía vegetativa ocasiona una sequedad cutánea anómala con ausencia de
sudoración, lo que favorece una hiperqueratosis con desarrollo de callos,
fisuras y riesgo de sobreinfección.
· La
neuropatía motora, por su parte, podrá manifestarse con atrofia muscular y
debilidad, que puede llevar a alteración en la estabilidad de la marcha. Producirá
traumatismo interno, responsable de la hiperpresión plantar que se manifiesta
por la hiperqueratosis (callos).
· La neuropatía autonómica implica pérdida de la
función de las glándulas sudoríparas, lo que lleva a piel seca, predisponiendo
al agrietamiento de la piel e infecciones. También se puede manifestar con un
pie falsamente caliente por pérdida de tono vascular simpático periférico, que
aumenta el flujo arterial distal y puede conducir a edema, osteopenia y en un
grado mayor, a neuroartropatía de Charcot.
· El pie de Charcot es una complicación de la
neuropatía, que lleva a la formación de cortocircuitos arteriovenosos y a la
hipervascularización del pie (detectable en la exploración física por la
palpación de un pulso saltón). Como consecuencia, se producen edema
inflamatorio y desmineralización de los huesos subyacentes, que se vuelven
frágiles. La fractura de estos huesos por efecto de un leve traumatismo puede
ocasionar el derrumbe del arco plantar. El pie se aplana y se ensancha, lo que
crea considerables trastornos estáticos, con puntos de apoyo anómalos que
favorecen la formación de callosidades y males perforantes.
Angiopatias
Arteritis
Cuando existe una arteritis,
aun las lesiones más pequeñas corren el riesgo de no cicatrizar. Esto se
explica fácilmente: para obtener la cicatrización de una lesión cutánea se
necesita 20 veces más oxígeno que para mantener un revestimiento cutáneo. Por
tanto, la lesión no cicatriza, se sobreinfecta, ocasiona una descompensación
mayúscula y termina por constituir una gangrena en un dedo.
Macroangiopatía
La reducción del flujo limita
el aporte de sangre distal y exacerba los cambios producidos por la neuropatía.
Las grandes arterias encargadas de otorgar este flujo distal son la arteria
tibial posterior, arteria tibial anterior y la arteria peronea. La incidencia
de enfermedad arterial obstructiva crónica (EAOC) es 4 veces más frecuente en
diabéticos que en no diabéticos, aumenta con la edad y la duración de la
diabetes. La hipertensión, la dislipidemia y el tabaquismo, factores de riesgo
clásicos para la enfermedad cardiovascular favorecen aún más el daño.
En la EAOC no sólo se afectan
las grandes arterias; los diabéticos con frecuencia desarrollan enfermedad
microarterial. Se produce lesión endotelial con posterior esclerosis, que lleva
a un capilar limitado, con pérdida en la capacidad de la función
autorregulatoria del tono. La migración de leucocitos y la difusión de oxígeno
se deteriora (Falanga, 2016). El aumento de la derivación arteriovenosa
asociado con neuropatía autonómica, lleva a hiperemia e inflamación, aumento de
la permeabilidad capilar y formación de edema, disminuyendo la capacidad de
respuesta a una lesión. Además, la íntima y la media de las arterias de
diabéticos con frecuencia contienen un exceso de calcio (esclerosis de
Monckeberg), haciéndolas rígidas y no compresibles. Por todo esto, la
intervención macrovascular exitosa no necesariamente se correlaciona con una
adecuada perfusión del tejido y su microvasculatura. Por lo tanto, se debe
intentar pesquisar el daño en forma precoz, antes de la formación de úlceras.
Se puede observar atrofia de la piel, piel delgada y brillante, pérdida de
vello, piel fría. La claudicación intermitente no siempre está presente, pero
debe buscarse.
La hiperglicemia crónica lleva
a un aumento en la actividad de la vía de los polioles, con incremento de sorbitol
y posterior a ello de fructosa, generando estrés oxidativo. Así, aumenta la
producción de superóxidos en la mitocondria que inactivan el óxido nítrico y
contribuyen a disfunción vascular, impidiendo una correcta reparación y
promoción de la angiogénenesis, migración y proliferación de fibroblastos,
células epiteliales, endoteliales y queratinocitos. Por otro lado, favorece la
acumulación de productos de glicación avanzada (AGEs), implicados en la
patogénesis de las complicaciones diabéticas incluyendo alteración de la
cicatrización de heridas. Estos AGEs se acumulan en las heridas diabéticas y
conducen a la expresión de promoléculas inflamatorias (endotelina-1, factor de
necrosis tumoral alfa y metaloproteasas). Esta condición de estrés oxidativo en
diabéticos a nivel vascular puede aumentar diacilglicerol y proteína quinasa C,
todo lo cual contribuye a mayor disfunción vascular, inflamación e injuria
celular (EWMA, 2004).
Ya se ha indicado que la DM es
un factor de desarrollo de arterioesclerosis, cuyo riego incrementa de forma
importante. Entre un 75% y un 80% de los enfermos diabéticos mueren por
complicaciones cardíacas, vasculares viscerales, de las extremidades o
cerebrales.
La lesión ateromatosa que
aparece en los pacientes diabéticos se desarrolla de forma más rápida, precoz y
extensa que la que se presenta en el resto de la población. Sin embargo, la
anatomía patológica del proceso ateromatoso es idéntica en ambas poblaciones.
El proceso aterógeno se inicia
con la retención de lipoproteínas en el espacio subendotelial, y su posterior
modificación por procesos fundamentalmente oxidativos.
Las lipoproteínas oxidadas
actúan, con respecto a los monocitos, como sustancias citotóxicas y
quimiotáxicas. Con posterioridad a este proceso, son fagocitadas por éstos, que
progresivamente se transforman en células espumosas liberando citosinas que
inducen a su adhesión y a la modificación y proliferación de las células
musculares lisas de la pared arterial.
El acúmulo de los depósitos
lipídicos da lugar a la formación de la estría grasa, que puede considerarse
como la fase inicial y también reversible en la formación de la placa de
ateroma.
El progresivo depósito de
lípidos y la acumulación celular condicionan su evolución, que se caracteriza,
desde un punto de vista morfológico, por el acúmulo de lípidos en su centro
—core lipídico—, detritus celulares y calcio, recubierto por una capa fibrosa
integrada por colágeno, fibras musculares lisas, macrófagos y linfocitos
arterioesclerosis en la DM no se han dilucidado completamente, aunque se conoce
que ésta influye en las diferentes etapas del proceso ateromatoso, no sólo por
la hiperglucemia, sino por una serie de alteraciones en los diferentes factores
que contribuyen al desarrollo de la placa de atreroma.
Se ha comprobado que, para
niveles similares de colesterol, la incidencia de cardiopatía coronaria es
significativamente superior en los enfermos diabéticos, en comparación con la
población no diabética. Por
consiguiente, además de las alteraciones lipídicas, se han investigado otros
factores que puedan explicar el diferencial exceso de morbilidad y mortalidad
vascular en la DM.
a)
Alteraciones lipídicas
La alteración de las
lipopoproteínas se ha referenciado como uno de los factores más importantes,
aunque no sea el único, en el desarrollo de la aterogénesis en los enfermos
diabéticos. Las alteraciones lipídicas en la DM tienen una prevalencia de dos o
tres veces superior a la encontrada en la población general.
Las concentraciones de las
diferentes fracciones lipoproteicas en la DM son extremadamente variables y son
dependientes del tipo de DM, del grado de control metabólico y de los numerosos
factores asociados capaces de influir en el metabolismo lipídico.
Las alteraciones más
frecuentes son: el aumento del nivel plasmático de los triglicéridos,
secundario al incremento de las lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL) y la
disminución de las lipoproteínas de alta densidad (HDL). A estos cambios de índole cuantitativa se
suelen asociar alteraciones en la composición de las diferentes lipoproteínas,
especialmente de las de baja densidad (LDL).
El aumento de los
triglicéridos es debido a una mayor síntesis hepática de las VLDL, secundaria
al aumento de la oferta de sustratos en el hígado, principalmente ácidos grasos
libres (AGL) y glucosa. Esta situación
es debida a la resistencia a la acción de la insulina, que da lugar a
hiperglicemia e incremento de la lipólisis y, por tanto, a la liberación de
AGL.
Por otro lado, la falta de
acción insulínica disminuye la actividad de la enzima lipoproteinlipasa (LPL),
lo que impide el aclaramiento plasmático normalizado de estas partículas.
El descenso de las
HDL-colesterol es especialmente importante en la DM tipo II, en la que se
encuentran reducciones de entre el 10% y el 20%. Este proceso es debido a la
disminución de su síntesis y al catabolismo acelerado por el aumento de la
actividad de la lipasa hepática.
Actualmente conocemos, por
diversos estudios epidemiológicos, que la asociación de la hipertrigliceridemia
con el descenso del HDL-colesterol, ya sea éste expresado en valores absolutos
o en relación al LDL colesterol —índice aterógeno LDLc/HDLc > 5—, constituye
un potente factor de riesgo coronario, mucho más importante que cuando estas
alteraciones se presentan por separado.
Además de las anteriores,
también podemos encontrar alteraciones en las LDL colesterol. La subclase de
LDL pequeñas y densas (patrón B) es particularmente aterógeno ya que es una
forma más susceptible a la oxidación. Se ha demostrado que el aumento de la
prevalencia del patrón B de las LDL se asocia con el de triglicéridos y con el
descenso de HDL colesterol. A esta asociación se la ha denominado fenotipo
lipoproteico aterógeno.
Figura 12. Alteraciones lipídicas en la diabetes mellitus.
Otro aspecto para considerar
en la DM es la hiperlipemia posprandial. Se ha postulado que este período es
especialmente "aterógeno" debido a que los quilomicrones
intestinales, y sobre todo sus remanentes, contribuyen a este proceso de forma
similar a como lo hacen las partículas LDL. Los quilomicrones representan un
mayor substrato de acción para la LDL comparados con las VLDL. Sin embargo, una
acumulación de estas últimas da como resultado una hiperquilomicronemia.
Debido a esto, los enfermos
diabéticos que asocian hipertrigliceridemia presentan hiperlipemia posprandial
con descenso del aclaramiento de los quilomicrones.
b)
Alteraciones de la hemostasia
Se han demostrado múltiples
alteraciones de la hemostasia en los enfermos diabéticos. Es conocido el
aumento del nivel plasmático de fibrinógeno, que en la actualidad se considera
un potente factor de riesgo cardiovascular independiente, ya que contribuye directamente
al proceso arteriosclerótico. Se ha demostrado incluso su efecto sinérgico con
las lipoproteínas de baja densidad en el desarrollo de la arteriosclerosis.
La DM también incrementa la
tendencia a la trombosis, especialmente por aumento de la agregabilidad plaquetaria,
así como de determinados factores de la coagulación, como el VIII y el X.
Adicionalmente, se produce un aumento del factor inhibidor de la actividad del
plasminógeno (PAI-1). Este estado de trombofilia se ve favorecido por el incremento
de los niveles de triglicéridos y de lipoproteína (a) —Lp(a)—.
La hiperglucemia ejerce cierta
influencia sobre el metabolismo de las prostaglandinas. Así, la producción por
las células endoteliales de la prostaglandina I2 (PGI2) está disminuida en los
enfermos diabéticos, lo que conduce a un estado de trombofilia y de
contractilidad arterial, debido a los efectos de inhibición de la agregación
plaquetaria y a la potente acción vasodilatadora de la PGI2.
c)
Resistencia a la insulina: hiperinsulinismo
El efecto bioquímico de
"resistencia a la insulina" puede definirse como "la ausencia de
una respuesta normal a la hormona en los tejidos periféricos, especialmente del
aclaramiento de la glucosa plasmática". Esta situación se observa fundamentalmente a
nivel del tejido muscular, donde las vías oxidativas y no oxidativas del
metabolismo de la glucosa se encuentran alteradas. También se aprecia a nivel
hepático, donde la acción supresora de la insulina sobre la producción hepática
de glucosa — la neoglucogenésis fundamentalmente— aparece disminuido.
La expresión más inmediata de
la resistencia a la insulina es el incremento de los niveles periféricos de
esta hormona o hiperinsulinismo, que representa una adaptación o compensación a
la menor sensibilidad tisular a la misma. Esta situación de hiperinsulinismo
compensador puede ser compatible con un estado clínico relativamente
asintomático pero también con alteraciones bioquímicas que hacen al individuo
especialmente sensible al desarrollo del proceso arterioesclerótico.
Numerosos estudios apoyan la
idea de que la resistencia a la insulina es el común denominador de una serie
de alteraciones que se asocian frecuentemente en la práctica y que constituyen
el llamado "síndrome X" o síndrome plurimetabólico, consistente en la
asociación de obesidad centrípeta —androide—, hipertensión arterial,
intolerancia a la glucosa o DM tipo II, hipertrigliceridemia y descenso del
colesterol HDL. La sospecha de que la insulina pueda verse envuelta en el
desarrollo del proceso arteriosclerótico procede de la observación de que
existen niveles elevados de esta hormona en enfermos con cardiopatía isquémica.
En la actualidad existen datos suficientes para considerar el hiperinsulinismo
como factor independiente de riesgo cardiovascular. Según el Paris Prospective
Study, realizado en una serie superior a los siete mil individuos, podemos
considerar situaciones de hiperinsulinismo a partir de valores plasmáticos de
insulina superiores a 16 U/mL en situación basal y superiores a 63 U/mL a las
dos horas de una sobrecarga oral de glucosa. Con estos criterios, que afectan
casi al 20 % de la población, el riesgo cardiovascular se multiplica por 1,6.
En la arteriosclerosis,
debemos considerar la acción directa de la insulina sobre la pared arterial y
aquellos mecanismos que, mediados por la hormona, influyen en la fisiopatología
de la placa de ateroma, tales como las alteraciones de las lipoproteínas y de
la presión arterial. Se ha demostrado que la insulina favorece la proliferación
de las células musculares lisas parietales, probablemente por una reacción
cruzada con el receptor del factor de crecimiento semejante a la insulina
—IGF-I—, mediante un fenómeno de "especificidad desbordada". También
se consideran como efectos de la insulina a este nivel el incremento de tejido
conectivo y la disminución de la síntesis de prostaciclina. Ha sido descrita la
relación entre resistencia a la insulina e hipertensión arterial, tanto en
enfermos hipertensos sin otra anomalía metabólica como en aquellos con
intolerancia a la glucosa o diabéticos
Existen además estudios que
demuestran cómo en situación de hiperinsulinismo se incrementa la presión
arterial por diferentes mecanismos, entre los que destacan el aumento de la
reabsorción de sodio en el túbulo renal el incremento de la actividad simpática
y el descenso de la actividad ATPasa-Na+, K+ y de la ATPasa-Ca2+, lo que da
lugar al cambio electrolítico del medio celular, situación que favorece el
incremento intracelular de Na+ y Ca2+.
En situaciones de resistencia
a la insulina también se ha comprobado un incremento en el intercambio
sodio-litio y Na+ / H+ a nivel eritrocitario. Este hecho, en conjunción al
anteriomente comentado, daría lugar a un aumento de la contractilidad de las células
musculares lisas con el consiguiente aumento de la resistencia vascular
periférica
d) Fenómenos
de glucosilación de proteínas
La glucosilación proteica
consiste en la reacción no enzimática entre un glúcido y el grupo Nterminal de
la cadena polipéptidica. Esta reacción produce una aldimina inestable —base de
Schiff— que experimenta posteriormente un reordenamiento molecular lento que la
transforma en un compuesto estable —cetoamina, fructosamina o compuesto de
Amadori—.
El aumento de la concentración
de glucosa guarda una relación directa con el incremento del compuesto de
Amadori, el cual puede seguir tres vías metabólicas: tranformarse nuevamente en
almidina mediante un proceso de reacción lenta; en los denominados productos
avanzados de glicosilación (PAG) ó bien, degradarse.
Los PAG son compuestos
estables y su formación constituye un proceso irreversible. Se depositan en
diferentes tejidos, especialmente en la pared arterial, donde van generando una
lesión que evolucionará de forma independiente de los niveles de glucemia que
puedan ser alcanzados. En la fisiopatología del proceso ateromatoso, la
glucosilación no enzimática interviene a diferentes niveles.
De hecho, estos fenómenos dan
lugar a modificaciones de las lipoproteínas, de los factores de coagulación, de
las enzimas, del colágeno y del DNA, así como a la generación de radicales
libres. La glucosilación del colágeno, mediante un proceso de unión covalente
con las lipoproteínas, aumenta el grado de rigidez parietal y disminuye la
acción de la colagenasa.
La unión de las LDL al
colágeno glucosilado dará lugar a su atrapamiento en la capa íntima de la pared
arterial, que de esta forma presenta una mayor susceptibilidad a los procesos
oxidativos. Se han demostrado receptores específicos para los PAG en los
macrófagos y en células endoteliales. Cuando interactúan con estos receptores
celulares, se generan mecanismos que producen secreción del factor de necrosis
tumoral —TNF —; de interleucina-1 —IL-1—; del factor de crecimiento derivado de
las plaquetas —PDGF—; y del factor de crecimiento semejante a la insulina I
—IGF-1. Estos factores implican un incremento de la síntesis proteica, con el
consiguiente aumento de la matriz vascular y proliferación celular. Otra acción
importante de los PAG es su probable interacción con los grupos amino de los
ácidos nucleicos. El incremento de la formación de complejos PAGDNAse asocia
con mutaciones que potencialmente pueden condicionar alteraciones de la
expresión génica, y manifestarse con un incremento de la misma en los genes
tranformadores a nivel de las placas de ateroma en las arterias coronarias
Microangiopatía
La microangiopatía diabética
afecta a los capilares, arteriolas y vénulas de todo el organismo.
Esencialmente la lesión consiste en hipertrofia y proliferación de su capa
endotelial sin estrechamiento de la luz vascular. La membrana basal está
engrosada. Existe evidencia de que la aparición de la microangiopatía guarda
relación con la duración y el control metabólico de la DM, ya que la hiperglucemia
mantenida durante años sería la responsable de la biosíntesis de proteínas
específicas que integran la membrana basal engrosada. Existe controversia en
cuanto a su trascendencia en la etiopatogenia de la úlcera del PD, que parece
ser menor a la que en un principio se le había atribuido.
La gangrena digital en
presencia de pulsos distales se interpretaba como secundaria a la
microangiopatía. Pero es debida a trombosis de arterias digitales producida por
toxinas necrotizantes liberadas por distintos gérmenes, sobre todo
Staphilococcus aureus.
El valor de la
revascularización en tales situaciones se cuestionaba porque se consideraba que
sería poco beneficiosa por la presencia de la microangiopatía. Sin embargo, la
revascularización de enfermos con microangiopatía claramente establecida
consigue los mismos resultados que en aquellos enfermos que no la presentan.
La microangiopatía diabética
se implicaba en la patogenia de la úlcera neuropática. Pero las lesiones
neuropáticas en el PD no difieren de aquellas que aparecen en neuropatías
hereditarias en personas no diabéticas o en aquellas que padecen neuropatías
postraumáticas en ausencia de microangiopatía.
El engrosamiento de la
membrana basal provoca el paso de albúmina al intersticio celular y la alteración
en el intercambio de moléculas nutrientes, aspecto que puede interferir en el
proceso de cicatrización, y tiene una causa plurifactorial. Por un lado, la
hiperglucemia, por medio de glucosilación no enzimática del colágeno y de
proteinglicanos. Por otro, la susceptibilidad genética y las alteraciones
endoteliales producidas por los cambios de flujo y presión a nivel de la
microcirculación debido a la neuropatía autonómica.
Las alteraciones hemodinámicas
consisten en la hiperemia microvascular reducida, es decir, en la
vasodilatación reactiva reducida, que conduce a una disminución de la respuesta
inflamatoria ante un traumatismo o una infección y en la disminución de la
vasoconstricción inducida posturalmente, que comporta la distribución
deficiente del flujo sanguíneo. Por tanto, la microangiopatía en el enfermo
diabético, si bien tiene una importancia fisiopatológica demostrada en la
lesión de la retina y del glomérulo renal, y asociada a hiperglucemia
mantenida, en la instauración y proceso evolutivo de la neuropatía, tiene un
papel secundario, todavía incierto, en la producción de las úlceras en el pie.
Aunque la enfermedad
microvascular por sí misma es poco probable que cause úlcera en el PD, es
responsable de la necrosis tisular por el fracaso de la función de la
microcirculación, que en los enfermos diabéticos es debido a una interacción de
los efectos que sobre ella tienen la neuropatía, la macroangiopatía y la propia
microangiopatía.
A modo de resumen, y como
factores predisponentes del PD:
La neuropatía provoca:
a.
El aumento del flujo en reposo a través de los
shunts arterio-venosos, efecto que actúa a modo de "robo" o by-pass
de los capilares nutritivos.
b.
La disminución de la respuesta vasodilatadora
reactiva a estímulos dolorosos, térmicos o a situaciones de isquemia.
c.
La disminución de la vasoconstricción postural,
lo que condiciona el aumento de la presión capilar y del flujo en bipedestación
dando lugar al edema neuropático.
La macroangiopatía provoca:
a. La
disminución en la respuesta vasoconstrictora postural y en la hiperemia
reactiva en situaciones de isquemia evolucionada, siendo alteraciones que
desaparecen después de la revascularización.
La microangiopatía provoca:
a. La
disminución de la respuesta vasodilatadora a estímulos.
Factores
precipitantes o desencadenantes
Sobre el pie de riesgo
desarrollado por los factores predisponentes, para que se inicie una lesión,
deben actuar los de tipo precipitante o desencadenante, siendo el más frecuente
el traumatismo mecánico cuando actúa de forma mantenida, provocando la rotura
de la piel y la úlcera o la necrosis secundaria. Ambas se producen, pues, por
la interacción anormal y mantenida en un determinado período evolutivo, entre
un estrés ambiental, que puede ser de mínima magnitud, y la respuesta de unos
tejidos condicionados en su adaptación al mismo.
En síntesis, no es más que la
traducción de una alteración del equilibrio oferta-demanda de oxígeno, bien por
una disminución de la oferta, como ocurre en las úlceras isquémicas, bien por
un aumento de la demanda, como ocurre en las neuropáticas.
Figura 13. Factores diferenciales
que intervienen en la producción de la ulcera neuropática y neuro-isquémica en el pie diabético.
En el caso del PD, los
factores clave que influyen en su patogenia son:
· El
nivel de respuesta sensitiva protectora o umbral de protección.
· El
tipo, magnitud y duración del estrés aplicado, y
· La
capacidad de los tejidos para resistirlo.
Si en un pie neuropático con
sensibilidad alterada se aplica un estrés de tipo normal y moderado, pero
reiterativo en un intervalo evolutivo prolongado y concentrado sobre una zona
de aumento de la presión plantar condicionada por una deformidad como puede ser
el hallux valgus o una callosidad, el proceso va a determinar la autolisis
inflamatoria seguida de necrosis, al no existir una respuesta dolorosa
defensiva.
En un pie isquémico, la
capacidad de los tejidos para resistir el fracaso es menor, y un estrés ligero
y mantenido, como puede ser el de un zapato mal ajustado, es suficiente para
iniciar la lesión. Los factores desencadenantes pueden ser de tipo extrínseco o
intrínseco.
a) Factores
extrínsecos
Son de tipo traumático, y
pueden ser mecánicos, térmicos o químicos.
El traumatismo mecánico se
produce habitualmente a causa de calzados mal ajustados, y constituye el factor
precipitante más frecuente para la aparición de úlceras, sean neuroisquémicas o
neuropáticas, correspondiendo el 50% de las mismas a zonas afectadas por
callosidades en los dedos.
El traumatismo térmico es
directo y lesiona la piel. Habitualmente se produce al introducir el pie en
agua a temperatura excesivamente elevada; utilizar bolsas de agua caliente;
descansar muy cerca de una estufa o radiador; andar descalzo por arena caliente
o no proteger adecuadamente el pie de temperaturas muy bajas.
El traumatismo químico suele
producirse por aplicación inadecuada de agentes queratolíticos. Por ejemplo,
con ácido salicílico
b) Factores
intrínsecos
Cualquier deformidad del pie,
como los dedos en martillo y en garra; el hallux valgus; la artropatía de
Charcot, o la limitación de la movilidad articular, condicionan un aumento de
la presión plantar máxima en la zona, provocando la formación de callosidades,
que constituyen lesiones preulcerosas, hecho confirmado por la práctica
clínica, porque en estas zonas es donde la mayoría de los enfermos desarrollan
las lesiones ulcerosas.
Factores
agravantes
Aunque de una forma
secundaria, la infección es determinante en el desarrollo de la úlcera, y
adquiere un papel relevante en el mantenimiento de la misma. No es responsable
del inicio de la úlcera, excepto en aquellas situaciones en que la ruptura de
la piel es causada de forma directa por infecciones fúngicas, pero sí
interviene en la evolución de las mismas una vez iniciadas. Cuando se asocia a
la isquemia, la infección es el factor que va a establecer el pronóstico
evolutivo de la lesión. En este sentido, se puede afirmar que no existen úlceras
infecciosas en el PD, sino infectadas.
La mayor sensibilidad a la
infección en los enfermos diabéticos se debe a diferentes causas, entre las que
cabe mencionar como más prevalentes, la ausencia de dolor, que favorece el
desarrollo insidioso de una celulitis extensa o de un absceso; la
hiperglucemia, que altera los mecanismos inmunitarios, fundamentalmente la
inmunidad celular y la isquemia, que compromete la perfusión arterial y el
aporte de oxígeno.
La alteración sensitiva
interviene demorando la percepción de la lesión y, por tanto, es un factor
coadyuvante de la instauración de la infección.
Las úlceras neuropáticas y
neuroisquémicas suelen estar sobreinfectadas por microrganismos diversos, que
en su mayoría son saprófitos —estafilococos, estreptococos—, aunque también
pueden detectarse aerobios y anaerobios facultativos —E. coli— o anaerobios
estrictos —Bacterioides y Clostridium perfringens— si las úlceras son
profundas.
Tales microorganismos,
favorecidos por la alteración de las condiciones homeorreológicas, pueden
llegar a invadir los tejidos profundos progresando hasta las estructuras óseas.
De todas las infecciones
observadas en el PD, las bacterianas —básicamente las causadas por
estafilococos y estreptococos— y las micóticas —candidiasis, dermatofitosis,
cromoblastomicosis— son las más frecuentes.
El desarrollo de infecciones
en el PD es multifactorial. A la predisposición de los enfermos diabéticos a
desarrollar úlceras de causa neuropática y a la propia macroangiopática, se
asocia, como consecuencia de las alteraciones metabólicas, la alteración de la
flora microbiana "fisiológica" de origen endógeno y el descenso en la
eficacia de los mecanismos de resistencia a la infección.
a)
Alteraciones de la flora microbiana
La neuropatía autonómica
condiciona una pérdida de las funciones vasomotoras y del reflejo de sudoración
a nivel del pie. Como consecuencia directa, provoca la sequedad de la piel y la
aparición de grietas que, asociadas a la disminución del flujo sanguíneo en los
capilares nutritivos, secundaria a la apertura de los shunts arterio-venosos,
hacen que el pie en la DM constituya un potencial e importante punto de inicio
de infecciones. La flora implicada en las infecciones del PD es la habitual de
la superficie cutánea en otras localizaciones Staphylococcus coagulasa
negativo, cocos gram-positivos y difterioides.
Por otra parte, los enfermos
diabéticos mayores de sesenta y cinco años están colonizados con mayor
frecuencia por bacilos gram-negativos, levaduras y, en menor medida y de forma
ocasional, por algunos hongos filamentosos.
Diferentes estudios
microbiológicos de la flora de la piel demuestran que es compleja y cambiante,
presentando variaciones en función del área anatómica.
En este sentido, es el entorno
el que predispone a los distintos tipos de colonización bacteriana. En las
zonas secas, la flora es limitada —1.000 bacterias/ cm2— debido a las
condiciones físico-químicas de la superficie de la piel.
En zonas húmedas se promueve
el crecimiento fúngico y bacteriano, tanto en densidad como en variedad.
La etiología en las úlceras
infectadas en el pie suele ser polimicrobiana y los microorganismos que con
mayor frecuencia las infectan son los bacilos gram-negativos; aerobios y
anaerobios facultativos —E. coli, Proteus, Klebsiella—, las Pseudomonas y la
flora anaerobia —Peptoestreptococcus y Bacterioides.
Los enfermos diabéticos pueden
tener un riesgo incrementado de colonización por dermatófitos, especialmente en
los espacios interdigitales. Las dermatofitosis interdigitales constituyen un
factor de primer orden predisponente en la DM para el desarrollo de infecciones
complicadas. La presencia de fisuras epidérmicas y erosiones crean una
importante facilidad de infección para bacterias piógenas
b) Disminución
de los mecanismos de defensa
Los enfermos diabéticos
desarrollan infecciones relevantes desde el punto de vista clínico, sin que
funcionen de forma correcta los mecanismos de defensa ni de alerta frente a las
mismas. Por ello lesiones inicialmente poco graves e incluso banales pueden evolucionar
a situaciones extremas cuyo único desenlace posible es frecuentemente la
amputación.
La neuropatía sensorial, que
afecta a la sensibilidad nociceptiva y térmica, implica que lesiones mínimas
pasen inadvertidas al afectarse especialmente la sensibilidad al dolor
desencadenado por la presión, lo que es sustrato para la aparición de necrosis
de decúbito que, por lo general, afectan a un pie previamente deformado.
Las fibras C sensoriales
forman parte de una red que participa en la respuesta nociceptiva y
neuroinflamatoria.
Su estimulación produce la
liberación de sustancias con acción neuroquinina como son la sustancia P, la
serotonina y el péptido relacionado con el gen de la calcitonina (CGRP).
Todo ello condiciona la
liberación de histamina por las células cebadas, provocando un incremento en la
permeabilidad del endotelio capilar y la vasodilatación.
La importante afectación de
estas fibras en los enfermos diabéticos da lugar a una disminución de los
signos de infección y de la respuesta inflamatoria vital inherente al control
de las infecciones.
c)
Alteración de la respuesta inflamatoria
Se han descrito múltiples
defectos en la respuesta inmune en la DM, que contribuyen al desarrollo y
control de las infecciones.
Estas disfunciones afectan
especialmente a la respuesta de la serie blanca, alterándose fenómenos como la
diapédesis, la adherencia leucocitaria, la quimiotaxis y la capacidad
destructiva de los polimorfonucleares, defectos que se agravan cuando son
concomitantes a un control incorrecto de la glucemia.
La respuesta inflamatoria es
un componente esencial tanto en los mecanismos de defensa ante la infección,
como en el proceso de la cicatrización.
Fisiológicamente, el proceso
inflamatorio y de cicatrización de las heridas puede describirse con arreglo a
tres fases:
1.
Fase de aumento del aporte sanguíneo en la zona
lesionada.
2.
Fase de acumulación de exudado hiperproteico,
participado por leucocitos para la destrucción bacteriana.
3.
Fase de formación de tejido colágeno fibroso.
Estas tres fases pueden estar
alteradas en la DM. Así, una disminución
del aporte sanguíneo, que en ausencia de complicaciones puede ser suficiente
para mantener la viabilidad de la piel intacta, no lo es para conseguir la
cicatrización incluso de pequeñas heridas, con lo que éstas evolucionan hacia
la necrosis y la infección.
El crecimiento de gérmenes
anaerobios está favorecido en estos tejidos isquémicos, sobre todo si es
concomitante con la presencia de gérmenes aerobios. Además de la posibilidad de
la aparición de gangrena gaseosa por clostridio, en la DM puede desarrollarse
una miositis por anaerobios no clostridiales, que generalmente es de mal
pronóstico en cuanto a la viabilidad del segmento afectado.
La denervación de los vasos
sanguíneos por la neuropatía autonómica puede provocar una disminución de la
respuesta vascular a la inflamación y a otros estímulos.
En este sentido, se ha
demostrado un aumento de la vasoconstricción en respuesta a catecolaminas y al
frío, lo que puede ser un obstáculo adicional para el desarrollo de los
mecanismos autorreguladores locales.
Todo ello puede aumentar el
desarrollo de las infecciones, y en este sentido existen evidencias de que la
vasoconstricción local producida por la inyección de noradrenalina aumenta la
agresividad bacteriana.
El ya mencionado engrosamiento
del endotelio capilar puede contribuir a alterar la fase de migración
leucocitaria a la zona lesionada y de formación de líquido hiperproteico, fase
que cursa con un proceso inicial de transporte a la zona inflamada, seguido de
la migración al intersticio tisular a través de las paredes del capilar e
identificación o reconocimiento del espécimen a fagocitar, y que concluye con
la fagocitosis, la destrucción y la digestión del material fagocitado. En el contexto de este proceso, existen
evidencias de que varias de estas fases se hallan alteradas en la DM.
En primer término, existe una
disminución de la adherencia de los leucocitos al endotelio capilar, circunstancia
que probablemente tenga una repercusión clínica, ya que enfermos con trastornos
genéticos capaces de afectar a la capacidad de adherencia de los leucocitos
cursan con un incremento del riesgo para las infecciones bacterianas.
En segundo término, en la DM
parecen existir alteraciones en las propiedades reológicas de los leucocitos
que afectarían a la diapédesis, proceso en el que es fundamental la glucólisis.
Tras atravesar el endotelio
capilar, la progresión celular es una función mediatizada por gradientes
químico
La quimiotaxis se ha
encontrado alterada en algunos enfermos diabéticos, hecho al parecer
determinado genéticamente, pues se observa en familiares diabéticos de primer
grado. Además, las anomalías en la quimiotaxis no se han podido demostrar a
partir de células de personas no diabéticas y cuyo plasma se ha colocado en un
medio hiperglucémico.
La capacidad de los
polimorfonucleares de fagocitar y destruir las bacterias está reducida en la
DM, alteración que puede corregirse totalmente, pero sin llegar a normalizarse
con el correcto control metabólico.
El mecanismo consiste
probablemente en una reducción en la generación de factores bactericidas
derivados del oxígeno. La producción de estas sustancias depende del
metabolismo de la glucosa mediante la vía de la pentosa fosfato, que está
directamente conectada con el metabolismo hidrocarbonado de la célula.
Un componente muy importante
de la respuesta celular es la intervención de los monocitos con función
fagocítica. Se ha demostrado que la alteración de la misma modifica de forma
relevante la actividad fibroblástica en animales de experimentación, y que los
monocitos tienen reducida su actividad metabólica en la DM.
Los cambios que implica esta
respuesta inflamatoria son esenciales en la fase previa de formación del tejido
colágeno fibroso
Existen muy pocas evidencias
clínicas demostrativas de que, en ausencia de infección, la curación de las
heridas sea menos efectiva en los enfermos diabéticos.
Algunos estudios demuestran
diferencias significativas en la tasa de curación en las amputaciones a nivel
del pie en estos enfermos con respecto a los no diabéticos, pero es una
evidencia difícilmente demostrable desde el punto de vista clínico, por
tratarse de un proceso muy interrelacionado con el aporte sanguíneo.
No obstante, otras evidencias
demuestran que la curación de heridas es diferente en los animales con
deficiencia insulínica en los que previamente se ha demostrado un déficit de
producción de DNA cercano a la herida, observándose alteraciones en la
formación de nuevos capilares y en la producción de colágeno.
El déficit de insulina va
asociado a disminución de granulocitos y de fibroblastos; a un mayor grado de
edema y a una disminución de estructuras capilares.
Estos hechos sugieren que es
la falta de insulina más que la propia hiperglicemia la responsable del déficit
de crecimiento capilar.
En el enfermo diabético
también se han evidenciado alteraciones en la formación del tejido de
granulación, si bien no son exclusivas de la DM, afectando igualmente a
enfermos con niveles plasmáticos elevados de urea de forma crónica y en
situaciones de malnutrición.
Se interpreta que el efecto
del déficit de insulina en el proceso de curación de las heridas se debe a
cambios que se producen en las primeras fases y con posterioridad al inicio de
la lesión, como lo demostraría el hecho de que la administración precoz de
insulina recupera la capacidad de producir tejido de granulación.
Se ha postulado, finalmente,
que determinadas citoquinas, como el factor de crecimiento plaquetario —PDGF—
pueden influir en la mala evolución de las heridas en la DM. Este hecho se ha
demostrado en modelos animales en los que, con posterioridad a una diabetes
experimental, se ha observado una respuesta negativa al incremento esperado de
este factor.
Figura 14.
Fisiopatología del proceso infeccioso en el pie diabético
Mecanismo
de producción
Aunque la neuropatía y la
enfermedad vascular son factores mayores en la etiopatogenia del PD, un pie neuropático
o neuroisquémico no se ulcera espontáneamente y la lesión es el estadio final
en el que se implica un factor ambiental, generalmente mecánico, y la situación
previa de pie de riesgo.
Existen tres situaciones en
las que las fuerzas mecánicas pueden lesionar el pie de riesgo:
1.Un
impacto intenso con un objeto pequeño provocará una fuerza muy localizada que
lesionará la piel. Esto ocurre, por ejemplo, cuando un pie insensible pisa una
chincheta o un clavo.
2.Una
presión ligera pero sostenida por un período evolutivo largo provocará la
necrosis isquémica. Esta situación se produce cuando se viste un zapato
ajustado durante todo un día. Es la causa más frecuente de úlcera en el pie
neuroisquémico.
3.Un
estrés normal y moderado, pero reiterado, durante un período prolongado de
tiempo, provoca una autólisis inflamatoria y necrosis. Es quizá la causa más
frecuente de úlcera en el pie neuropático en el que se pierde la sensación de
alarma que supone el dolor (Tabla III).
Figura 15.
Mecanismo de producción de la ulcera en el pie diabético
Una vez iniciada la úlcera, la
persistencia del apoyo en un pie insensible es el factor que facilita no
únicamente la aparición de la infección, sino el que ésta difunda a tejidos más
profundos y proximales.
Las úlceras más frecuentes son
las neuropáticas: de entre un 45% y un 60%. Las neuroisquémicas suponen entre
un 25%, y un 45% y las puramente isquémicas, entre un 10% y un 15%. Por tanto,
la neuropatía está implicada en un 85%-90% de las úlceras del PD.
La polineuropatía simétrica
distal, que es la forma más frecuente de ND, afecta a las fibras nerviosas
sensitivas, motoras y autónomas. Los defectos de los nervios motores pueden
provocar atrofia de los músculos intrínsecos del pie dando lugar a deformidades
del pie como dedos en martillo o en garra. Las consecuencias de la neuropatía
autonómica incluyen pérdida de sudoración, fisuras secas en la piel e
inestabilidad vasomotora, con incremento de la derivación del flujo arterial
por los shunts arterio-venosos, implicando situaciones de isquemia capilar. La
conjugación de todos estos factores y en los estadios más avanzados determina
la neuroartropatía de Charcot.
Figura 16. Patogenia de la neuropatía de Charcot.
Tanto las callosidades como
las deformidades y la neuroartropatía de Charcot provocan un aumento de la
presión plantar, que es el factor etiológico más importante en las úlceras
neuropáticas. La osteoartropatía neuropática (Pie de
Charcot) es una condición progresiva caracterizada por luxación articular, fracturas
patológicas y destrucción severa de la arquitectura del pie.
También existe un aumento de
la presión plantar en zonas de úlceras plantares previas y en zonas de
limitación de la movilidad articular, aspecto que condiciona que se mantenga un
estrés repetido en la zona, provocando la autólisis inflamatoria y el hematoma
subqueratósico, que conducen a la necrosis tisular.
Si existe macroangiopatía
asociada, se produce una disminución del flujo sanguíneo y de la presión de
perfusión en la circulación distal. En este contexto, y cuando las lesiones
arteriales estenosantes u obliterantes alcanzan el punto crítico de afectar a
la presión parcial de oxígeno tisular y el aporte de sustancias nutrientes
requeridas por la microcirculación para mantener el metabolismo basal tisular,
se establece la situación clínica denominada isquemia crítica.
Esta secuencia de situaciones
fisiopatológicas, asociadas a las alteraciones hemorreológicas de la DM,
implica que la acción de uno o varios de los factores desencadenantes descritos
pueda provocar una necrosis tisular, que suele complicarse además por la
disminución de la sensibilidad por la neuropatía generalmente asociada. La
isquemia, asimismo, provoca una disminución de la capacidad de cicatrización.
Sea cual sea la causa de la
lesión, la pérdida de la protección cutánea favorece la infección, que puede
agravarse por la propia isquemia, en función de la disminución del aporte de
oxígeno, que actúa condicionando, por un lado, la difusión de la infección y el
crecimiento de gérmenes anaerobios y, por otro, la neuropatía, con pérdida de
sensibilidad.
Clasificaciónes
Diversas
son las causas que permiten el desarrollo del pie diabético, así como también
su forma de presentación y evolución clínica, por tanto, es importante contar
con un sistema de clasificación de las lesiones del pie diabético que
estandarice las diversas definiciones, permita evaluar el curso clínico y los
resultados de distintos tratamientos.
Con este
propósito, se han creado distintas clasificaciones mundialmente aceptadas,
dentro de las cuales se incluye la de Wagner, Texas, PEDIS, San Elián entre
otras.
Es aconsejable utilizarlas para permitir definir el pronóstico, el riesgo de amputación y orientar los cuidados.
La clasificación
de Wagner se basa en la profundidad, presencia de osteomielitis o gangrena y la
extensión de la necrosis tisular, sin embargo, esta clasificación no toma en
cuenta dos parámetros de importancia crítica como la isquemia y la infección
(Guirini, 2005. Frykberg, 2002).
Tabla 2. Grados de las heridas del pie diabético (de Wagner [Barrault, 1993]). |
|
Grado 0 |
Ausencia de lesión abierta, pero
posible presencia
de deformación
ósea o de hiperqueratosis |
Grado 1 |
Ulcera superficial sin penetración en
los tejidos profundos |
Grado 2 |
Extensión profunda
hacia los tendones
o el hueso y las
articulaciones |
Grado 3 |
Tendinitis, osteomielitis, absceso o celulitis profunda |
Grado 4 |
Gangrena de un dedo o
del antepié,
asociada en la
mayoría de los casos a
una infección
plantar |
Grado 5 |
Gangrena masiva del pie
asociada a lesiones
necróticas y a una infección de los tejidos
blandos |
La de la universidad de Texas (UT) Delagoutte, 1989, que asocia un estadio y un grado. Esta última debe utilizarse como clasificación de referencia. Ambas
clasificaciones
se han comparado de forma prospectiva en cuanto a su capacidad para evaluar la gravedad de las heridas
sobre su evolución. El riesgo de amputación mayor aumenta
con los grados de ambas clasificaciones, pero los estadios
de la clasificación UT son más eficaces para predecir las probabilidades de cicatrización
Pulla,
1997.
Tabla 3 Clasificación de la
universidad de Texas [Delagoutte, 1989]. Entre
paréntesis se
muestra el
porcentaje de amputación. |
||||
|
Grado 0 Lesión epitelial (%) |
Grado 1 Herida superficial
(%) |
Grado 2 Afectación del tendón
o de la cápsula (%) |
Grado 3 Afectación del hueso o de la
articulación (%) |
Estadio A Ausencia de
infección Ausencia
de isquemia |
0A (0) |
1A (0) |
2A (0) |
3A (0) |
Estadio B Infección Ausencia de
isquemia |
0B (12,5) |
1B (8,5) |
2B (28,6) |
3B (92) |
Estadio C Ausencia de
infección Isquemia |
0C (25) |
1C (20) |
2C (25) |
3C (100) |
Estadio D Infección
e isquemia |
0D (50) |
1D (50) |
2D (100) |
3D (100) |
Clasificación
de Saint Elian (Saint Elian Wound Score System-SEWSS)
Más recientemente se crea la clasificación de San Elián que
más que una clasificación y puntaje, es un sistema diagnóstico-terapéutico que
permite evaluar la evolución de las úlceras y el impacto del tratamiento de
acuerdo a la gravedad de la herida (Martinez,
2010). Esta
clasificación fue desarrollada en México a partir del estudio de 235 sujetos
diabéticos y dada a conocer en el año 2010 por Martínez de Jesús. Se puede considerar una modificación
del sistema PEDIS (Bruges, 2010).
Incluye 10 parámetros-variables englobados en tres dominios
(anatomía, factores agravantes y afectación tisular). Estas variables son:
isquemia, infección, neuropatía, área, profundidad, localización de la úlcera,
aspecto topográfico de la lesión, número de zonas afectadas, fase de
cicatrización y existencia de edema del pie (las últimas cinco variables son
las no incluidas con anterioridad en el sistema PEDIS). Cada variable se puntúa
con una puntuación que oscila del 1 al 3, estableciéndose unos grados de
severidad: I-Leve (puntuaciones menores a 10 puntos), II-Moderado (puntuaciones
de 11 a 20 puntos) y III-Severo (puntuaciones de 21 a 30 puntos) Antonucci,
2009 .
Tabla 4.
Clasificación de Saint Elian Del pie diabético
Los autores de esta
clasificación defienden que permite la recalificación de las lesiones durante
su evolución, es una herramienta útil para el seguimiento y aporta un valor
pronóstico de éxito o fallo de la cicatrización, lo que permite el ajuste del
tratamiento seleccionado14.
Por otro lado, la clasificación de las
infecciones del pie diabético
son objeto de un consenso internacional [Choudhury, 1997] que consta de cuatro
grados en función de la extensión y de la repercusión general.
Tabla 5. Clasificación
internacional del International Working Group on the Diabetic Foot[Choudhury, 1997] de la
repercusión de la
infección del pie diabético. |
|
Grado 1 |
Ausencia de síntomas
y de signos de infección |
Grado 2 |
Sólo afectación cutánea (sin
alteración de los tejidos
subcutáneos ni sistémica), con al menos dos
de los signos siguientes: calor local eritema superior a
0,5-2 cm alrededor de la
úlcera sensibilidad al dolor tumefacción local o induración exudado purulento
(secreción
espesa, opaca o
blanquecina, o bien sanguinolenta) Los demás casos de reacción inflamatoria de la piel
deben descartarse (por ejemplo, traumatismo, gota, pie
de Charcot
agudo, fractura,
trombosis,
estasis venosa) |
Grado 3 |
Eritema superior
a 2 cm y uno de los signos
del grado 1 O Infección que afecta a
las estructuras
más allá de la piel y
del tejido subcutáneo,
como un absceso
profundo, linfangitis,
osteítis, artritis séptica o fascitis No debe
haber respuesta
inflamatoria sistémica
(grado 4) |
Grado 4 |
Cualquier infección
local con presencia de signos
sistémicos manifestados por al menos
dos de las características siguientes: temperatura superior a 39
ºC o inferior a 36 ºC frecuencia cardíaca superior
a 90 lpm frecuencia
respiratoria superior a
20 rpm PaCO2 inferior a mmHg leucocitos por
encima de 12.000
o inferiores
a 4.000/mm3 10% de
formas leucocíticas
inmaduras |
Se recomienda para realizar la
valoración del ingreso hospitalario utilizar la escala de Wagner en conjunto
con la clasificación de Karchmer y Gibbons sobre gravedad de la infección,
propuesta en 1994, así como, valorar la necesidad de revascularización del
paciente:
En el grado I y II de la
escala de Wagner es necesario para definir el ingreso hospitalario, en relación
con la severidad de la infección, utilizar la clasificación propuesta por
Karchmer y Gibbons: (Hernandez, 2009)
A.
Infecciones leves, que no representan un riesgo
para la extremidad: celulitis de menos de 2 centímetros de extensión y úlceras
superficiales. Habitualmente pueden ser tratadas en un régimen ambulatorio
(pudiera ser prudente realizarles a estos pacientes un ingreso domiciliario,
con seguimiento diario por el equipo básico de salud).
B.
Infecciones moderadas o graves, que representan
una amenaza para la extremidad: celulitis más extensa y úlceras profundas.
Habitualmente precisan ingreso hospitalario. (Verdu, 2009) La coexistencia de
osteomielitis es frecuente.
C.
Infecciones que amenazan la vida del paciente:
celulitis masiva, abscesos profundos y fascitis necrosantes. Se suelen asociar
a toxicidad sistémica e inestabilidad metabólica. Casi siempre es necesaria la
cirugía urgente.
D.
El paciente con necesidad de valoración del
componente isquémico (según la clasificación de Leriche y Fontaine) precisa
hospitalización:
En el grado III: Es preceptivo
el ingreso hospitalario.
En el grado IV: Los enfermos
precisan de hospitalización con carácter urgente.
En el grado V: La gangrena
extensa del pie requiere de: la hospitalización urgente, del control de la
glicemia y de la infección, y la amputación mayor.
Graduación
del riesgo podológico de los diabéticos
La graduación internacional
del riesgo podológico del diabético se basa en la existencia de una neuropatía (Bonilla,
2011).
Grado 0: ausencia de
neuropatía, percepción normal del monofilamento y ausencia de otros factores de
riesgo.
Grado 1: neuropatía aislada
con defecto de percepción del monofilamento sin otros factores de riesgo
asociados (en particular: arteritis y trastornos estáticos).
Grado 2: neuropatía con
defecto de percepción del monofilamento asociado a otros factores de riesgo,
como una arteritis y/o trastornos estáticos (pies excavados, gran artejo en
garra, antepié redondo, hallux valgus, quintus varus, pie de Charcot, etc.).
Grado 3: neuropatía y
antecedente de lesión neuropática que no ha cicatrizado en un plazo de menos de
1 mes o antecedente de amputación.
A cada grado corresponden un
riesgo y una metodología.
Grado 0: sin riesgo
específico, examen de los pies una vez al año.
Grado 1: 5% de riesgo de mal
perforante al año, examen de los pies y del calzado en cada consulta, educación
terapéutica.
Grado 2: 15% de riesgo de mal
perforante al año.
Grado 3: 30% de riesgo de
recidiva al año.
Los grados 2 y 3 requieren
educación terapéutica, atención de pedicura-podología y consulta diabetológica.
En los diabéticos sin riesgo
podológico no es necesario realizar una exploración física de los pies en cada
consulta. Basta con hacerlo una vez al año y recordar el efecto nocivo del
tabaco.
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