Actuación podológica en el manejo y prevención del pie diabético
El pie es
una estructura que cumple varias funciones:
· Estática de soporte.
· Dinámica de transporte: desplazamiento
de nuestro propio cuerpo o función de la marcha.
· Amortiguación en la marcha y la
adaptación a los terrenos irregulares.
Los
parámetros de normalidad en un pie nunca son absolutos, y siempre son
relativos, en función de múltiples variables como la edad, la raza, o el sexo. Se ha calculado que, a lo largo de una vida de
actividad media-moderada, los pies golpean el suelo más de diez millones de
veces. El primer tiempo de cada contacto
consiste en un golpe recibido por el almohadillado del talón, que absorbe el
impacto. En una fracción de segundo y tras el contacto inicial que absorbe el
golpe, pasa a ser una rígida estructura de apoyo que soporta el peso del cuerpo
en movimiento. Por último, mediante los dedos, se convierte en un órgano
impulsor que lo proyecta. Esta triple secuencia se repite en cada paso.
Figura 1. Fases
de la marcha
La experiencia nos demuestra que las de tipo
biomecánico, algunas de tipo estructural y un calzado inadecuado son, en la
mayoría de los casos, los elementos responsables del inicio de las lesiones
Objetivos de la actuación podológica
La
actuación podológica en el pie diabético (PD) se basa en tres objetivos
primordiales:
· Prevención.
· Tratamiento.
· Educación sanitaria.
La
prevención se realiza mediante el diagnóstico precoz de las posibles
alteraciones, ya sean estructurales, biomecánicas, inflamatorias o infecciosas,
utilizando para ello un protocolo de exploración encaminado a:
· Identificar y controlar los factores de
riesgo.
· Prevenir la ulceración neuropática.
· Retrasar el inicio o progreso de la
úlcera vascular.
· Evitar la amputación.
Metodología
a)
Anamnesis
Deben
valorarse los factores de riesgo, las enfermedades asociadas, la evolución de
la diabetes mellitus (DM), en especial en aquellos enfermos con períodos
evolutivos superiores a los diez años, las complicaciones asociadas —renales,
oculares, cardiovasculares, HTA—, las alteraciones del sistema nervioso
—autónomo o periférico—, el nivel socioeconómico y la negación de la
enfermedad. El conocimiento de cada uno
de estos aspectos va a permitir establecer una aproximación inicial en cuanto a
las posibilidades —bajas, medias o altas— que el enfermo diabético tiene para
desarrollar un pie de riesgo.
b)
Exploración física
En
sedestación se valoran:
· Los trastornos tróficos cutáneos,
atrofia celular subcutánea.
· Las características de la piel:
lustrosa, seca, escamosa.
· Las fisuras en el talón o en las
prominencias óseas.
· La presencia de queratopatías y su
localización.
· La existencia de onicopatías y su
localización.
· Las lesiones micóticas: onicomicosis,
dermatomicosis.
· Los trastornos de la pilificación.
· Las alteraciones de la sudoración:
anhidrosis, hiperhidrosis.
· La fórmula estructural del pie:
Fórmula
digital: pie egipcio, griego, cuadrado.
Fórmula
metatarsal: index plus, minus, plusminus.
· Las alteraciones del pie: pie cavo,
plano.
· Los trastornos en la alineación de los
dedos: hallux valgus, varus, o flexus.
· La
morfología de los dedos: en garra, en martillo, en maza.
Con el
enfermo sentado en la mesa de exploración, se observan las alteraciones de la
piel y de las uñas; las manifestaciones cutáneas de la enfermedad vascular y
las áreas de eritema o hinchazón.
La
inspección de la planta del pie es tan importante como la del dorso, y los
patrones de la formación plantar de callosidades indican áreas de hiperpresión
que pueden orientar sobre una alteración biomecánica del pie.
En
bipedestación estática, primero cerca y luego a algunos metros del examinador
se explora la alineación del antepié y del retropié, la deformidad focal, así
como el estado de los arcos longitudinales externo e interno.
El estudio
de la huella plantar o imagen que imprime la planta del pie sobre una
superficie horizontal orienta sobre las anomalías en el apoyo plantar.
En la
huella plantar se valoran tres sectores: metatarsal o anterior del pie, medio o
del mediopié y el talón.
Podemos
encontrar diferentes tipos de huellas:
· Normal: muestra en la parte externa una
zona convexa y en la interna una cóncava. Los dedos contactan con el suelo por
la zona del pulpejo.
· Pie plano: no existe concavidad interna,
existiendo aumento de superficie de contacto en la zona media del pie.
· Pie cavo: ausencia total de apoyo en la
zona que corresponde al mediopié.
· Pie equino: sólo existe contacto en la
zona metatarsal.
· Pie talo: la zona que contacta es el
talón; el resto del pie no se apoya en el suelo.
· Pie varo: el pie se apoya mediante el borde
externo del talón, la apófisis estiloides, el quinto metatarsiano y el quinto
dedo.
· Pie valgo: sólo contacta la zona interna
del talón y el primer radio, restando toda la zona externa sin apoyar en el
suelo.
Este
estudio se realiza mediante el podograma, en el que queda reflejada la huella
plantar sobre una lámina de papel. Cuando no existe ninguna alteración en el
apoyo plantar, se observa un color uniforme en toda la superficie de apoyo, y
en una huella en la que existan zonas sometidas a mayor presión, se objetiva un
aumento de la coloración en el punto de apoyo de las mismas, dato que permite
realizar un pronóstico sobre el cual puede desarrollarse con cierta facilidad
un mal perforante plantar si no se realiza un tratamiento adecuado.
Actualmente existen sistemas
computarizados que analizan la huella del pie tanto en situación estática como
dinámica, indicando los puntos de mayor presión, sus porcentajes en cada uno de
ellos, los centros de gravedad, las líneas de fuerza, y la variación de presiones
y ejes, mediante codificaciones cromáticas que facilitan el diagnóstico.
Figura 2.
Estudio de las zonas de presión mediante un podograma
En
bipedestación dinámica, se realiza el estudio biodinámico, que nos muestra cómo
actúa el pie en cada una de las distintas fases de la marcha: choque del talón,
apoyo total del pie, y propulsión o despegue.
Mediante
esta exploración, se observa el apoyo del pie en la fase activa, que indica si
existe un desplazamiento del apoyo en la primera fase —talón varo o valgo—, o
bien si el apoyo del pie es completo o presenta alguna alteración, como un
hundimiento del mediopié.
Así, en la
artropatía de Charcot, en la que el punto de mayor presión del pie en la
segunda fase de la marcha se sitúa en la zona del arco interno a nivel del
hueso escafoides que no está preparado para soportar anomalías en la presión
plantar, se podrá pronosticar la aparición de una úlcera a no ser que
procedamos a la modificación de la carga en esta zona.
En la fase
de propulsión se observa cómo actúan los metatarsianos; cuál de ellos es el que
recibe mayor presión y cuál es el último en despegar del suelo, que será el más
expuesto a la lesión.
Las
alteraciones en el movimiento del pie y del tobillo pueden suponer un
movimiento de pronación o supinación. Esta situación, en un enfermo diabético,
puede traducirse por un pie pronado, con aumento de la presión en toda la zona
interna del pie, incluida la cabeza del primer metatarsiano, el primer dedo y
la uña.
En un pie
supinado podemos encontrar lesiones a nivel de la apófisis estiloides, en la
cabeza del quinto metatarsiano y del quinto dedo.
Los
podogramas dinámicos y estáticos que se obtienen en el momento de la
exploración en bipedestación son indicativos del riesgo de lesión por
hiperpresión o sobrecarga, y deben complementarse con la exploración
radiológica en proyecciones dorso-plantar y lateral de ambos pies, que permiten
detectar trastornos óseos morfológicos y estructurales.
Los más
frecuentes son: la descalcificación generalizada, la osteólisis, prevalente en
las falanges y en la epífisis distal de los metatarsianos, y la articulación
neuropática, que constituyen datos que tienen valor como punto de referencia
evolutivo de las lesiones.
En función
de ello, y valorando la gran cantidad de veces que apoyamos el pie en el suelo
y el hecho de que un microtraumatismo continuo puede llegar a producir una
úlcera, podemos concluir que la prevención más razonable, a la vez que
efectiva, es el estudio completo del pie, tanto en situación estática como
dinámica, estudio que debe realizarse en el momento en que se diagnostica la
enfermedad ya que, el pie de un enfermo
diabético se sitúa en una situación de riesgo en el mismo momento del
diagnóstico de la DM.
Finalmente,
debe realizarse una exploración neurológica, en función de la cual, remitiremos
al enfermo al especialista en neurología.
Lesiones cutáneas
asociadas al pie diabético
La sintomatología
que a nivel cutáneo se presenta en el curso de la diabetes mellitus (DM) es
secundaria a diferentes factores etiopatogénicos, descritos en capítulos
precedentes.
Podemos
distinguir, desde una perspectiva práctica, dos grupos de lesiones cutáneas
relacionadas con la DM:
a)
Lesiones
cutáneas limitadas o con localización predominante en el pie, formando parte
del síndrome conocido como “pie diabético”.
Figura 3. Lesiones cutáneas
limitadas al pie diabético
b)
Otras
lesiones cutáneas asociadas a la DM.
Figura 4. Otras
lesiones cutáneas asociadas al pie diabético.
Lesiones cutáneas limitadas o de localización predominante en el
pie
a)
Úlcera neuropática. Mal perforante
plantar
Se trata de una
ulceración crateriforme, profunda y rodeada o encubierta por una formación
hiperqueratósica. Es indolora en la mayoría de los casos.
Causada por un
estímulo mecánico continuado en el pie neuropático. Es fundamentalmente clínico
y el diagnóstico diferencial se establece con las úlceras de origen isquémico,
que se caracterizan por ser dolorosas en ausencia de una neuropatía
significativa, y por la falta de pulsos tibiales. También son causa de mal
perforante plantar, con menor frecuencia, la tabes dorsal luética, la lepra
tuberculoide y ciertas formas de amiloidosis sistémicas o generalizadas.
Previamente a
instaurar el tratamiento, debe realizarse un estudio radiológico para valorar
la presencia de lesiones osteomielíticas, así como la obtención de muestras de
exudados para el cultivo bacteriano, que ha de completarse con la exploración
del sistema nervioso vegetativo y el estudio hemodinámico de la extremidad. De
forma ambulatoria, debe procederse a un amplio desbridamiento de la úlcera y de
la callosidad.
Callosidad
asociada, y a la evacuación de la colección purulenta, extirpando todo el
tejido necrótico. Si con posterioridad a la realización del desbridamiento, el
hueso o la articulación subyacente quedan expuestos, será necesaria, con toda
probabilidad, una intervención quirúrgica de complejidad superior con el
paciente hospitalizado. El reposo y la ausencia de presión deben acompañar a
todo intento de curación de una úlcera neuropática y, con criterio general, es
necesaria la antibioticoterapia.
Úlcera
neuropática
Es la complicación más
frecuente de la ND. Aparece sobre un punto de presión, que puede ser una zona
deformada del pie. Aunque en su descripción clásica es plantar, a nivel de la
epífisis distal de los metatarsianos ("mal perforante plantar"), no
es infrecuente su aparición en la parte distal de los dedos, en el dorso de los
mismos, en el espacio interdigital o en el talón, y de forma genérica puede
afirmarse que llega a localizarse en cualquier punto del pie en el que exista
una presión extrínseca mantenida y disminución de la sensibilidad. Suele estar
rodeada de tejido calloso y ser indolora.
La perfusión arterial del pie
es normal o está aumentada. La circulación venosa del dorso puede presentar un
aspecto turgente y la piel una temperatura normal. Los pulsos tibiales son
palpables, aunque pueden estar disminuidos de amplitud a causa del edema.
Necrosis o gangrena digital
Cuando aparece necrosis o
gangrena en uno en varios dedos en un pie con pulsos tibiales conservados, ésta
es debida a la trombosis de las arterias digitales, secundaria a las toxinas
necrotizantes liberadas por diferentes gérmenes. Los microtrombos secundarios a
la infección ocluyen las arterias digitales —circulación de tipo terminal—
provocando la gangrena.
Figura 5
Necrosis digital
Debe realizarse el diagnóstico
diferencial con el "síndrome del dedo azul", secundario a la
ateroembolia, en el que el enfermo presenta también pulsos tibiales palpables y
en el que el dedo adquiere inicialmente un color púrpura, pudiendo evolucionar
también a la gangrena. Suele ser muy doloroso.
Pie agudo infeccioso
A menudo, es el punto de
diagnóstico de una DM no conocida. El factor dominante es una infección
profunda en el contexto de un pie neuropático.
Hiperqueratosis
Todo y no siendo
más frecuentes en los enfermos diabéticos que en la población normal, estas
lesiones en pacientes con neuropatía o isquemia pueden ser el inicio potencial
de problemas más graves.
La
hiperqueratosis constituye una respuesta normal de protección de la piel frente
a la presión intermitente y a las fricciones, traduciéndose en un engrosamiento
del estrato córneo, con mayor o menor grado de acantosis, originando lo que se
conoce popularmente como “callos”.
La
presión del calzado, las prominencias óseas y las alteraciones biomecánicas del
pie son las causas más frecuentes de la hiperqueratosis.
Es eminentemente
clínico. Clínicamente, una hiperqueratosis tiene un centro más grueso que se
extiende en profundidad, y que generalmente es doloroso a la presión
tangencial. Abandonado a su evolución, se desarrollan ulceraciones
subqueratóticas, especialmente dolorosas, fisuraciones o hematomas. En el
enfermo neuropático estas lesiones acostumbran a pasar inadvertidas.
Debe
establecerse diagnóstico diferencial con la verruga plantar o mirmecia, que es
de origen vírico y que se caracteriza por la presencia de punteado hemorrágico
tras la ablación de la formación córnea y que es, además, espontáneamente
dolorosa.
El tratamiento, Consiste
en la ablación, con carácter periódico, de la formación queratósica y en evitar
los factores de presión con medidas ortopédicas simples o con cirugía
ortopédica si fuera preciso corregir deformidades graves de los pies. La
aplicación tópica, dos veces al día, de vaselina salicílica al 20%, se ha
mostrado muy eficaz en la mayoría de los casos.
Queratopatías
La
queratinización se define como la variación física, química y morfológica
relacionada con el curso hacia el exterior de las células que nacen en la capa
basal y terminan en la capa córnea.
Generalmente,
una célula tarda unos vientiocho días en seguir esta evolución, dependiendo de
la irritación y de la vascularización de la zona. En aquellas mejor perfundidas
y en las sometidas a microtraumatismos continuos, este intervalo evolutivo se
reduce, razón por la que existe una mayor reproducción celular, un incremento
de la capa córnea y una mayor concentración de queratina.
La
sensibilización es el enrojecimiento de la piel, que cursa clínicamente con
dolor, edema, signos inflamatorios y, morfológicamente, con aumento de la capa
córnea.
La
vesiculación consiste en una formación ampollosa, producida por el aumento de
presión, que puede romperse por el roce del calzado y evolucionar hacia una
úlcera. Es más frecuente en la zona del talón.
La hiperqueratosis es la
hipertrofia de la capa córnea, con un aumento considerable del número de
células de queratina. Existe engrosamiento de coloración pardusca, que puede
extenderse desde el centro de la diáfisis metatarsal hasta la zona media de las
diáfisis de las falanges proximales. Su localización más frecuente es en las
cabezas metatarsales centrales —segunda, tercera y cuarta—.
Figura 6.
Hiperqueratosis de los radios medios
Se produce
por la presión, la fricción intermitente o por el deslizamiento de planos. La
parte implicada del pie se desplaza con respecto al zapato en cada paso, lo que
produce una lesión en la piel y el consiguiente aumento de queratina.
El heloma
—también denominado clavo— es una hiperqueratosis nucleada, originada por la
presión intermitente de la piel sobre un punto óseo y a menudo también por
exostosis o prominencias óseas a nivel de las zonas articulares de los dedos:
dorso del quinto dedo, zona interdigital. Afecta a todas las capas de la
epidermis, condicionando una isquemia de la basal.
Figura 7. Heloma de la cabeza del primero y quinto metatarsianos
El tiloma
—también conocido como callo— consiste en un aumento de la queratina, pero sin
núcleo. Aparece en el dorso de los dedos, principalmente en el quinto, y en las
zonas de las articulaciones interfalángicas. Afecta a todas las capas a partir
del estrato espinoso. Casi siempre aparece primero el tiloma y, si la presión
persiste, da lugar al heloma.
Figura 8. Tiloma
En el
higroma subcutáneo se produce una extravasación de líquido intercelular sin
salida al exterior, debida al desplazamiento de los planos sobre las capas más
profundas y el tejido subcutáneo. Puede
ir acompañada por hemorragia por rotura de los capilares de la zona.
La
bursitis es la inflamación del higroma, con alteración del periostio. En esta
fase existe riesgo de infección.
La localización de las
queratopatías es variable y las más frecuentes están referenciadas en la figura
9.
Figura 9.
Localizaciones mas frecuentes de las queratopatias.
Pie Artropático
La severidad de la enfermedad osteoarticular
en el PD, en ausencia de osteomielitis, es debida a la neuropatía.
La pérdida de sensibilidad
conduce a traumatismos repetitivos. El enfermo continúa soportando peso, y ello
conduce a la progresiva destrucción articular, proceso que es potenciado por la
denervación simpática de la microcirculación que provoca hiperemia. Ésta
favorece la actividad osteoclástica, con reabsorción ósea, atrofia de la
estructura ósea —Neuroartropatía autónoma—.
Cursa con una fase precoz no
infecciosa, con eritema, aumento de la temperatura cutánea, edema sin signos de
celulitis ascendente, todo ello sin cambios radiológicos y sin fiebre. En fases
evolutivamente más avanzadas, la exploración radiológica evidencia ya la
existencia de una reacción perióstica y de fracturas traumáticas, la mayor
parte de ellas asintomáticas y por tanto no referenciadas por el enfermo. El
estadio final evolutivo es la denominada "osteoartropatía de Charcot"
en la que se observan dos deformidades morfológicas características: la
deformidad del "suelo de piedras" por subluxación plantar del tarso,
y la convexidad medial por desplazamiento de la articulación
calcáneo-astragalina o luxación tarsometatarsiana.
Figura 10.
Imágenes radiográficas en las que se observa el estado inicial (a) y avanzado
(b) de la artropatía de Charcot.
Lesiones neuroisquémicas
Ulcera y
gangrena neuroisquémicas Suelen presentarse como una zona de necrosis
rodeada de un halo eritematoso, habitualmente sin tejido calloso. Puede
complicarse por sobreinfección de gérmenes aerobios y anaerobios provocando una
gangrena.
Sus localizaciones más
frecuentes son a nivel del primer dedo, en la superficie media de la epífisis
distal del primer metatarsiano, en la superficie lateral de la epífisis del
quinto y en el talón. Existe reducción del flujo sanguíneo, con ausencia de
pulsos, y frialdad y palidez con la elevación del pie.
Figura 11.
Ulcera neuro isquémica en el segundo dedo del pie, en un contexto de isquemia
global.
Formas
infecciosas
La infección es secundaria a
la úlcera en el pie, pero no es la causa. Tiene que haber lesión de la piel
para que las bacterias accedan a los tejidos blandos.
La tiña pedis y la Cándida
albicans, causantes de la infección fúngica interdigital, constituyen una
excepción, pues per se tienen capacidad de provocar la solución de continuidad
en la piel. No obstante, y aunque la infección no sea la causa inicial de la
aparición de la úlcera, su gravedad es la que va a determinar en gran medida el
pronóstico evolutivo.
Celulitis
superficial
Suele estar provocada por un
único germen patógeno, habitualmente gram-positivo —Staphilococcus aureus,
Streptococcus. La presencia de signos inflamatorios puede ser indicativa de
celulitis o bien de una presentación clínica aguda de la osteoartropatía de
Charcot, pudiendo cursar de forma leve o rápidamente progresiva.
Figura 12.
Celulitis superficial en la base del quinto ortejo.
Infección necrotizante de tejidos blandos
La flora es polimicrobiana
—entre tres y seis gérmenes—, siendo los más frecuentes:
- Cocos gram-positivos:
Staphilococcus aureus, Staphilococcus coagulasa negativo (epidermidis),
Streptococcus, enterococo.
- Bacilos gram-negativos:
enterobacterias (Escherichia coli, Proteus spp., Klebsiella, Enterobacter), Pseudomonas
aeruginosa.
- Anaerobios: Bacteroides
spp., Peptostreptococci.
Cualquiera de estos gérmenes
puede formar gas, apareciendo crepitación. Se pueden formar abscesos con
fluctuación, que afectan prevalentemente a los espacios plantares del pie.
Necrosis o
gangrena digital
Como ya se ha comentado, es
secundaria a la trombosis de las arterias digitales causada por toxinas
necrotizantes liberadas por los gérmenes y, en especial, por el Staphilococcus
aureus.
Osteomielitis
Su localización más frecuente
es en el primero, segundo y quinto dedos, pudiendo cursar clínicamente sin
signos inflamatorios. El principal problema diagnóstico estriba en objetivar su
presencia y diferenciarla de la osteoartropatía diabética.
Figura 13. Foco
de osteólisis secundario a proceso osteomielitico avanzado que afecta al
segundo y quinto ortejos.
La presencia de fondo o base
perióstica en una úlcera es indicativa de osteomielitis, con un valor
predictivo del 89%.
Clasificación de
las lesiones del pie diabético
El interés básico de disponer
de una clasificación clínica de los estadios en que cursa el PD responde, de
una parte, a la conveniencia de articular los protocolos terapéuticos adecuados
y, por otra, a la necesidad de establecer su valor predictivo en cuanto a la
cicatrización de la úlcera. En definitiva, y mediante un tratamiento razonado y
específico para cada tipo de úlcera, conseguir mejores resultados en cuanto a
la tasa de cicatrizaciones conseguidas y el porcentaje de amputaciones
evitadas.
Una de las primeras
clasificaciones propuestas fue la de Williams, publicada en 1974. Utilizaba la
temperatura cutánea del pie afectado para categorizar las lesiones necróticas.
Con ello, valoraba la perfusión relativa y establecía el tratamiento más
adecuado. Así y, por ejemplo, la necrosis en un pie frío era sinónimo del
desarrollo de una gangrena en un pie isquémico y suponía la indicación de
revascularización para conseguir su cicatrización.
En este contexto, y en función
de que las técnicas de revascularización de las arterias distales de la pierna
se encontraban en esta época en su etapa de desarrollo inicial, los enfermos
clasificados en esta categoría se veían abocados a una amputación mayor.
Una necrosis en un pie con
temperatura conservada presuponía un pie infectado con abundante circulación,
propia del mal perforante plantar neuropático, en el que el drenaje adecuado,
la resección de los tejidos necróticos o una amputación menor, generalmente
permitían la cicatrización y conservar el pie.
Una necrosis en un pie no
totalmente frío indicaba enfermedad arterial infrapoplítea, pero con buena
circulación colateral y, aunque la perfusión del pie estaba disminuida,
mediante procedimientos locales se podría conservar el miembro, cosa que, en la
realidad, ocurría únicamente en el 50% de los casos.
En realidad, Williams aplicó
por intuición el tratamiento actualmente recomendado para el PD, con la
salvedad de no contar con las técnicas de exploración hemodinámica ni de
revascularización a segmentos arteriales distales. La catalogación de las
lesiones clínicas las realizó en función de la temperatura del pie:
neuropáticas en el caliente, neuroisquémicas no críticas en el templado, y
neuroisquémicas críticas en el frío.
Con posterioridad, se han
propuesto una gran variedad de clasificaciones, tanto fisiopatológicas como
clínicas, en función de criterios tales como la presencia o ausencia de
isquemia; el grado de esta; la gravedad de la infección; la extensión de la
pérdida tisular y la localización de la lesión.
La clasificación
fisiopatológica diferencia entre úlcera neuropática no isquémica y úlcera de
origen isquémico, existiendo frecuentemente una superposición de ambos
parámetros.
La más utilizada es la de
Edmonds, que diferencia úlcera neuropática y úlcera neuro isquémica.
Figura 14.
Diagnostico diferencial entre la ulcera neuropática y la neuro isquémica (
Clasificación de Edmonds)
La úlcera neuropática es mucho
más frecuente que la isquémica y casi siempre va acompañada por tejido calloso,
mientras que esta última suele ser dolorosa y no presenta callosidad. Ambas
pueden complicarse con una infección.
Es importante esta
diferenciación pues, así como la neuropática debe tratarse como cualquier
úlcera o infección de tejidos blandos, la neuro isquémica debe considerarse
como una úlcera genuinamente isquémica.
Gibbons y Eliopoulos
establecieron una clasificación que incluía tres grupos, en función de la
severidad de la infección:
·
Grupo I: infección leve, incluye úlceras no
complicadas, superficiales, estables y sin celulitis.
·
Grupo II: infección moderada, incluye úlceras
profundas, que con frecuencia afectan a estructuras óseas y con celulitis peri
ulcerosa de hasta dos centímetros de diámetro.
·
Grupo III: infección grave, úlceras profundas,
con gangrena o celulitis peri ulcerosa superior a los dos centímetros de
diámetro.
Esta clasificación podría ser
de utilidad si considerásemos únicamente el componente infeccioso de la úlcera,
pero no incluye el isquémico ni las necrosis localizadas.
La clasificación de Nottingham
se basa en aspectos clave de la patogenia y del tratamiento de las úlceras.
Figura 15.
Clasificación de Nottingham de la fisiopatología de las lesiones del pie diabético
Clasifica las úlceras en tres
grupos: infecciosas, isquémicas y neuropáticas, subdividiendo cada una de ellas
en diferentes subgrupos. Al ser mixtas muchas de las lesiones, se encuadran en
el grupo que mejor refleja su tratamiento prioritario. Así, una úlcera con osteomielitis,
aunque tenga un componente neuropático, se incluye en las infecciones porque es
prioritario el tratamiento antibiótico.
Una úlcera superficial sobre
la articulación metatarso- falángica del primer dedo y con isquemia y
neuropatía, debe considerarse isquémica porque es prioritario el tratamiento de
la isquemia.
Aquellas predominantemente
neuropáticas que no requieren antibióticos ni revascularización y cuyo
principal objetivo terapéutico es la modificación de la presión plantar debe
considerarse neuropática.
No es la clasificación más
utilizada porque, al ser más compleja, tiene un menor sentido práctico. La
clasificación clínica más ampliamente aceptada es la de Wagner
(Meggitt/Wagner), que valora tres parámetros:
- la profundidad de la úlcera,
- el grado de infección, y
- el grado de gangrena.
Establece seis categorías o
grados.
Figura 16.
Clasificación de Wagner-Merrit, modificada por Horkles de las lesiones en el
pie diabético
En la fase inicial o grado 0,
la piel está intacta sin lesiones abiertas. Se trata del pie de riesgo. Existen
zonas potenciales de úlcera como son los dedos en martillo, el hallux valgus,
la prominencia de las cabezas de los metatarsianos o la deformidad de Charcot.
Las lesiones hiperqueratósicas indican áreas de aumento de presión y deben
considerarse como zonas preulcerosas en enfermos neuropáticos. Se incluye la
presencia de neuropatía o isquemia aun sin deformidades.
Cada subsiguiente grado de
lesión indica una progresión en severidad. Un grado 0 puede progresar a grado 5
si no se instaura la pauta de profilaxis correcta o no se trata adecuadamente.
Debe evaluarse la presencia y
el grado de isquemia pues va a determinar el pronóstico y el tratamiento a
realizar. En general los grados del 0 al 3 suelen ser neuropáticos y del 4 al 5
neuro isquémicos, orientación que no debe presuponer que en los grados de 0 al
3 no pueda existir isquemia ni que en los grados 4 y 5 tenga necesariamente que
haberla.
El objetivo del protocolo de
tratamiento es revertir el grado de lesión, con excepción del quinto, al
estadio 0.
En cada uno de ellos debe
valorarse la presencia de isquemia, de toxicidad sistémica y de osteomielitis,
así como el grado de control de la glucemia.
La clasificación descrita
tiene la notable ventaja de su simplicidad, pero presenta inconvenientes
derivados de algunas imprecisiones. Así, una lesión considerada como grado 0,
es decir, sin rotura de la piel, podría presentar numerosas callosidades, una
ampolla o una isquemia crítica.
Por otro lado, una úlcera grado
3, es decir, profunda y complicada, podría hacer referencia a una osteomielitis
localizada en un pie bien perfundido con poco riesgo potencial de sufrir una
amputación mayor, pero también a una fascitis necrotizante en un pie isquémico
en la que la única opción es la amputación.
El problema radica en que las
úlceras tienen formas de presentación clínica tan diversas que a menudo la
descripción puntual no es sencilla.
Ante la presencia de una
úlcera debería describirse, en nuestro criterio, su localización, morfología
—tamaño, superficie, profundidad—, la presencia o ausencia de isquemia y/o de
infección y la probable etiología.
Existen otros datos que
también facilitarían una descripción completa del cuadro clínico como la
presencia de dolor y su evolución. La localización de la úlcera no es un
referente sobre su pronóstico, pero indica cuál ha sido el factor que la ha
desencadenado y, por tanto, orienta la pauta de su prevención y tratamiento más
adecuados. Así, una lesión a nivel de la epífisis distal del primer
metatarsiano, causada por la presión del zapato sobre la articulación luxada
por la deformidad en garra, permite la aplicación de un calzado adecuado que
proporcione más espacio al pie. Si no se toman estas medidas, la lesión
recurrirá.
Una clasificación ideal sería
aquella que conjuntara la clasificación fisiopatológica con la clínica, es
decir, que el grado de la clasificación de Wagner se complementará con
subdivisiones que hicieran referencia a la presencia o ausencia de isquemia y a
la profundidad y la extensión de la lesión.
ONICOPATÍAS
Onicomicosis
La patología de
la uña es la manifestación dermatológica más frecuente en el PD, y la
onicomicosis —Tinea unguium— es la afectación más común.
Aunque las
onicomicosis no son más prevalentes en los enfermos diabéticos que en la
población general, se caracterizan por ser una entidad de gran riesgo debido a
sus posibles secuelas. La neuropatía sensitiva hace que muchos enfermos
diabéticos perciban mal pequeñas abrasiones y ulceraciones en sus pies, que
pueden estar ocasionadas por lesiones de las uñas o por modificaciones de estas,
a partir de las cuales pueden desarrollarse infecciones bacterianas importantes
que empeoran la situación del pie. Es pues importante tratar de forma correcta
las infecciones ungueales para evitar complicaciones posteriores
Se trata de una
infección micótica generalmente indolora, caracterizada por afectar,
potencialmente, a todas las uñas de los pies.
Causa Infecciosa.
Los microorganismos comúnmente implicados en su etiología son el Trichophyton
mentagrophytes y el Trichophyton rubrum.
Se observa
engrosamiento ungueal, con una coloración blanco-amarillenta típica y a menudo
se presenta una ulceración subungueal secundaria a la presión sobre la uña
distrófica. Frecuentemente, la infección se inicia distalmente para avanzar
hacia la zona matricial de la uña.
Figura
17. Onicomicosis y hematoma subungueal: aspecto amarillento de la uña que parte
desde el borde libre.
Puede existir un
antecedente traumático, con pérdida de la uña y posterior crecimiento
distrófico. Va asociada, frecuentemente, a la Tinea pedis. El diagnóstico de
certeza se confirmará con la observación al microscopio óptico de las hifas
contenidas en el material de detritus que se recogerá y colocará sobre un
portaobjetos con una gota de KOH. El cultivo micológico puede ser útil.
El diagnóstico
diferencial debe establecerse con la psoriasis, el liquen plano y con la
candidiasis. La onicomicosis candidiásica va asociada casi invariablemente con
la paroniquia
El tratamiento
de la onicomicosis se caracteriza por ser extremadamente prolongado. Por este
motivo, debe ser prescrito con argumentos suficientes.
Existen varias
fórmulas terapéuticas. Si la afectación se halla en fase avanzada, está
indicado el uso oral de griseofulvina, ketoconazol, itraconazol o terbinafina,
entre otros. Debe ir acompañada por la abrasión o ablación parcial de las uñas
infectadas para eliminar el máximo de queratina y permitir así el contacto del
plano ungueal profundo con un agente tópico de tipo imidazólico, o con el
ciclopirox, el tioconazol o la amorolfina, entre otros.
En casos más
leves sólo será preciso el tratamiento tópico prolongado, desde seis meses a un
año.
Onicocriptosis
y paroniquia
Describiremos
conjuntamente estas dos entidades ya que se relacionan en su ciclo evolutivo.
Figura 18. Uña en teja.
La
onicocriptosis o uña encarnada es una afectación común de las uñas, dolorosa, y
frecuentemente sobre infectada. Constituye probablemente el motivo de consulta
podiátrica más frecuente. Se trata de la "incarnación" del borde
anterolateral de la uña a modo de espícula, que originará una lesión
granulomatosa del repliegue lateral de la uña.
Secundariamente
a este hecho mecánico, se desarrollará una paroniquia que consiste en la
afectación del repliegue ungueal de características inflamatorias.
La aparición de
una onicocriptosis se ve favorecida por una curvatura acentuada de la uña, por
presiones del calzado mal adaptado, por la presencia de exostosis o por el
hecho de cortar las uñas de forma excesivamente ranurada y en ángulo agudo. La
espícula resultante actúa a modo de lanceta, introduciéndose con su crecimiento
en el interior del repliegue lateral de la uña, hecho que genera un exacerbado
dolor, si bien puede ser indolora cuando existe una neuropatía periférica. Con
posterioridad, se desarrolla un granuloma, un botriomicoma o una paroniquia. Esta
última es con frecuencia producida por Candida albicans a la que suele ir
asociado el Staphylococcus aureus, Streptococcus β-hemolítico o, más raramente,
la Pseudomonas aeruginosa.
Diagnostico. El
dedo tiene una apariencia tumefacta y eritematosa, dejando un espacio abierto
entre el repliegue y la matriz ungueal, en el que se acumula material extraño y
por donde con frecuencia se evacúa serosidad purulenta. La paroniquia
candidiásica se caracteriza por presentar un aspecto de escaldadura con pérdida
de cutícula.
La paroniquia
también puede ser secundaria a un traumatismo sobre el repliegue ungueal
relacionado con las manipulaciones podológicas.
Puede obtenerse
una muestra del pus para estudio bacteriano y micológico con la finalidad de
prescribir antibioticoterapia de forma más precisa.
El primer
objetivo del tratamiento es eliminar la porción de uña que irrita la piel. La
paroniquia puede solucionarse con un simple desbridamiento practicado en el
ángulo del absceso y la administración de antibioticoterapia oral, asociada a
un tratamiento tópico anticandidiásico y antibacteriano en forma líquida
—p.ej., povidona yodada—. En casos más avanzados será necesaria la avulsión del
borde de la uña implicada, bajo anestesia local, siendo fundamental, en el PD,
realizar previamente una valoración del estado de la perfusión arterial del pie
mediante examen hemodinámico. Posteriormente,
se aplicará siempre una compresa con povidona yodada.
En los casos de
recidiva es aconsejable practicar la avulsión del borde de la uña hasta la
matriz o incluso la avulsión total de la misma.
En cualquier
caso, la profilaxis, encaminada a evitar los factores mecánicos que favorecen
la aparición de la uña encarnada, es un aspecto básico de educación sanitaria
que el enfermo diabético deberá recibir de sus educadores
Tinea
pedis
Es otra de las
afecciones comunes en el PD. Se trata de un intertrigo micótico especialmente
localizado en los III y IV espacios interdigitales y en ambos pies. La piel
adquiere un aspecto blanquecino y macerado, a veces con fisuras. Va acompañado
por prurito y eritema que pueden avanzar hacia el dorso del pie, y suelen
constituir una puerta de entrada de infecciones locales o regionales a modo de
linfangitis.
La disminución
de la resistencia a las infecciones es un factor de predisposición, favorecido
por la humedad del pie. La onicomicosis puede ser el origen de infecciones
primarias y causa de cronificación de la dermatofitosis del pie.
Los
microorganismos responsables son los mismos que los que originan la
onicomicosis, es decir, el Trichophyton mentagrophytes y el Trichophyton
rubrum. En menor frecuencia, puede ser debida a Epidermophyton floccosum o a
Candida albicans.
El diagnostico, Suele
ser clínico, sin prueba biológica, aunque el diagnóstico de certeza se realiza
mediante la observación de las hifas en la muestra del frotis del margen activo
de la lesión sumergido en KOH, y puede ser necesario recurrir al cultivo
micológico.
Debe
establecerse el diagnóstico diferencial con los intertrigos por maceración, la
dishidrosis, las callosidades maceradas, las pustulosis palmoplantares
psoriásicas o no, las dermatitis de contacto, la dermatitis atópica y el
eritrasma
El
tratamiento Consiste en mantener los pies secos y en
aplicar tópicamente un antifúngico imidazólico o de otro tipo, en líquido o en
polvo, dos veces al día durante 4-6 semanas. Si existe onicomicosis asociada,
deberá ser tratada como ya se ha indicado anteriormente.
Todas las
patologías cutáneas que acabamos de describir pueden presentarse por separado,
aunque lo más frecuente es que coexistan varias de ellas en el contexto del PD.
Si importante es
el reconocimiento y tratamiento de todas y cada una de ellas, más lo es si cabe
insistir en su profilaxis.
En este sentido,
la mayoría de las complicaciones del PD son predecibles. Ello requiere una
labor en equipo para identificar a los enfermos de elevado riesgo y
suministrarles la educación apropiada acerca del cuidado del pie.
Algunos estudios
realizados acerca de los problemas de los pies que presentan personas de edad
avanzada, aun en ausencia de DM, concluyen que también es necesaria en estos
casos una educación acerca del cuidado del pie y el escrupuloso seguimiento de
los problemas presentados en los mismos.
Las personas
mayores afectadas por polineuropatía periférica y/o isquemia en las
extremidades inferiores, o con limitaciones psíquicas, requieren el cuidado
especial de sus problemas en los pies.
El cuidado del
pie en el enfermo diabético es multidisciplinario, implicando a los
profesionales de la medicina y enfermería de familia, a podólogos y a
ortopedas.
En cuanto
a las otras lesiones cutáneas asociadas a la DM y que también pueden
desarrollarse en el pie, describiremos únicamente, y de forma resumida,
aquellas que son más prevalentes en el enfermo diabético. Las uñas son
estructuras córneas, curvadas o planas, situadas en el extremo superior de las
falanges distales. Su función es la de proteger las fibras sensitivas y las
partes blandas de los dedos de las presiones anómalas. Son de forma
rectangular, y su superficie es lisa y convexa.
Desde un
punto de vista biomecánico, en la fase de apoyo, contribuyen al contacto del
pulpejo con el suelo, ampliando su superficie de apoyo y aumentando la
estabilidad del dedo y, en consecuencia, del antepié. En la fase de despegue,
aumentan el brazo de palanca de la falange distal y son sinérgicas con la
acción del músculo flexor en el momento del despegue, protegiendo los tejidos
distales y evitando su hipertrofia.
Onicogrifosis:
consiste en la curvatura y
engrosamiento, en sentido plantar, de la parte frontal de la uña hipertrofiada.
Suele provocar úlceras en el lecho ungueal por la presión del zapato sobre la
uña. En su etiología se señala la mala perfusión arterial de la matriz y los
microtraumatismos continuados.
Figura 19.
Onicogrifosis
Otras
lesiones cutáneas asociadas a la diabetes
Necrobiosis
lipoídica diabeticorum
Su incidencia en
la DM es del tres por mil. Su apariencia clínica permite por sí misma
establecer el diagnóstico. Se trata de placas bilaterales de dermatitis
esclerodermiforme y atrófica, de localización mayoritariamente pretibial, con
claros límites arciformes, ligeramente infiltrados. La superficie es policroma
o amarillenta, frecuentemente recubierta por costras, pequeñas ulceraciones y
zonas de atrofia y telangiectasias.
Histológicamente,
se observan placas de necrosis dérmica con infiltrados linfohistiocitarios en
empalizada o granulomatosos. Las pequeñas gotas lipídicas extracelulares son
visibles en los cortes por congelación. La epidermis se muestra normal. Su
etiopatogenia no está aclarada. Se discute sobre mecanismos de respuesta
inmune, microangiopatía o defectos del metabolismo del colágeno. El tratamiento
mediante corticoterapia local puede atenuarlas y mejoran escasamente con la
compensación metabólica de la hiperglucemia.
Cerca del 20% de
los enfermos presentan una remisión espontánea de sus lesiones. Se han
informado de buenos resultados con la administración de ácido acetil
salicílico, dipiridamol o pentoxifilina.
Es un hecho
controvertido la existencia de un engrosamiento epidérmico y de un incremento
en la densidad de la vascularización cutánea en la DM tipo I.
El denominado
"síndrome de la piel engrosada del diabético " es puesto en duda por
algunos investigadores Forst et al, utilizando ultrasonografía, evidenciaron un
significativo incremento del espesor cutáneo en el antebrazo (p < 0,05),
muslo (p < 0,001) y extremidades inferiores (p < 0,05) en los enfermos diabéticos, siendo más prominente en el muslo.
No se observaban
diferencias significativas en el espesor cutáneo del dorso del pie, y tampoco
existía un mayor espesamiento cuando la DM tenía un curso más prolongado. Se
observaba una estrecha relación entre la presencia de neuropatía y el espesor
de la piel.
Probablemente,
la neuropatía diabética y los trastornos del tejido conectivo tengan un
mecanismo fisio patogénico común. Las modificaciones del flujo capilar podrían
incrementar la glicosilación no enzimática, la acumulación de polioles u otros
trastornos metabólicos responsables de estos hallazgos, como ya se ha
mencionado.
Granuloma anular diseminado
La lesión típica
es una pápula o nódulo firme, del color de la piel, indoloro y con una
tendencia a adoptar una configuración anular constituida por múltiples pápulas.
La superficie y los bordes son irregulares, dándole un aspecto en "collar
de perlas". Afecta, preferentemente, al dorso de las manos y de los brazos
y, menos frecuentemente, a los pies, las piernas y el tronco.
La asociación
con la DM no es clara. Aunque anteriormente el granuloma anular diseminado se
había unido invariablemente a su diagnóstico, hoy se conoce que no es exclusivo
de esta enfermedad. La biopsia, a la que seguirá a veces la desaparición de la
lesión, revela una necrosis del colágeno rodeada de histiocitos y de un
infiltrado de linfocitos y fibroblastos. La epidermis se conserva estando
normal.
Su evolución es
imprevisible, siendo posible tanto la desaparición espontánea, como las continuas
recidivas.
Aunque no es un
hecho frecuente, algunos elementos pueden perforarse y eliminar un escaso
material dérmico al exterior —variedad del granuloma anular perforante.
Son múltiples
las teorías que intentan explicar la patogenia del granuloma anular. Quizá la
más aceptada es la que implica a mecanismos de hipersensibilidad retardada.
En su
diagnóstico diferencial deben incluirse los nódulos plantares trombóticos. Se
trata de una trombosis vascular rodeada de una neovascularización localizada en
el tejido subcutáneo.
La membrana
basal de los vasos sanguíneos, muy engrosada, se tiñe fuertemente con ácido
periódico de Schiff. Se observa un incremento sérico del factor de Von
Willebrand. Controlando metabólicamente la DM, los nódulos desaparecen.
Se trata de un
tipo de manifestación cutánea, muy infrecuente o a menudo no diagnosticada, y
probablemente relacionada con la inducción de factores angiogénicos en enfermos
diabéticos.
El tratamiento
se basa en la aplicación de corticoides en cura oclusiva, prestando atención a
la atrofia secundaria, que a menudo se produce precozmente. La diamino dimetil
sulfona y ciertos agentes alquilantes como el clorambucil se han propuesto como
el tratamiento sistémico.
Dermopatía diabética
Las lesiones se
inician en forma de pequeñas pápulas rojas que, después de un intervalo de una
o dos semanas, se transforman en atróficas, cicatriciales, deprimidas o lisas,
y de coloración parda. Suelen aparecer agrupadas coexistiendo las diferentes
fases de las lesiones. Se localizan típicamente en la región pretibial e
incluso puede coexistir con placas de necrobiosis lipóidica.
Esta lesión no
es específica de la DM, si bien es observable en el 60% de los varones y en el
30% de las mujeres diabéticos, mayores de 50 años. Histológicamente la
epidermis está adelgazada con engrosamiento de los vasos de la dermis papilar,
depósitos PAS positivos y de hemosiderina, y ligero infiltrado
linfohistiocitario.
Su etiología se
relaciona con la microangiopatía diabética. No requiere de tratamiento.
Intertrigos
Intertrigo
candidiásico
Se trata de una
infección causada por Candida albicans y localizada en los grandes pliegues
cutáneos —axilas, ingles, pliegue Inter glúteo y pliegues intermamario o
submamario— que afecta especialmente a las personas obesas.
También pueden
presentarse infecciones candidiásicas en la región genital femenina, en la
región balano-prepucial, en la comisura de los labios -—perleche-—, en la
mucosa oral —muguet—, en la zona perineal, y en las uñas de pies y manos.
La infección por
Candida albicans es muy frecuente en los enfermos diabéticos.
El intertrigo
candidiásico se caracteriza por su inicio en forma de vesículas o pústulas que
se rompen, dando lugar a placas eritematosas, lisas y brillantes, que presentan
fisuración en el fondo del pliegue, con un collarete de descamación y lesiones
satélites pápulo-pustulosas. Suelen ir acompañadas por prurito.
El tratamiento
consiste en la aplicación tópica de antifúngicos como la tintura de Castelani,
los imidazólicos, del ciclopirox o de la nistatina. Ocasionalmente, puede
utilizarse la terapéutica sistémica con ketoconazol, itraconazol o fluconazol.
Eritrasma
Su manifestación
clínica es en forma de placas eritematoso-parduscas recubiertas por una
formación pitiriasiforme, lo que le confiere un aspecto aterciopelado. Van
acompañadas por discreto prurito. De forma similar al intertrigo candidiásico
es una afectación frecuente en enfermos diabéticos obesos. No es infrecuente
que curse de forma inadvertida por el propio enfermo y a veces, incluso, por el
médico. Está causada por el Corynebacterium minutissimum. Las lesiones se
localizan en las áreas intertriginosas.
Tiene una
fluorescencia característica de color rojo coral al ser iluminada por la luz de
Wood debido a que se segregan pequeñas cantidades de porfirinas en la piel.
El tratamiento
de elección es la eritromicina, oral y tópica, pudiendo responder igualmente al
tratamiento con tetraciclina.
Dermatofitosis
superficiales
Las infecciones
por dermatófitos tienen una elevada incidencia en los enfermos diabéticos. Los
dermatófitos comúnmente implicados son: Trichophyton rubrum, Trichophyton
mentagrophytes y Epidermophyton floccosum.
Desde el punto
de vista clínico, las lesiones se manifiestan en forma de placas eritematosas
ligeramente descamativas que crecen de modo centrífugo con un borde activo
sobreelevado y con micro vesículas. Pueden aparecer en grandes pliegues o en
otras zonas de la superficie cutánea.
El tratamiento
consiste en la aplicación de antifúngicos tópicos: imidazólicos, ciclopirox o
terbinafina. Si las lesiones son muy extensas, requieren el uso de antifúngicos
orales: terbinafina, griseofulvina o itraconazol.
Las afectaciones
intertriginosas que se asocian con la DM plantean el diagnóstico diferencial
entre sí y con otras dermopatologías inflamatorias, como son la dermatitis
seborreica y la psoriasis invertida que, si bien no se han demostrado
prevalentemente asociadas a la DM, sí pueden presentarse de manera
concomitante.
Lipodistrofia
por insulina
Son placas de
atrofia cutánea observables en las zonas de inyección de la hormona, que
aparecen después de un intervalo de seis a veinticuatro meses. Son más comunes
en las mujeres. Se estima que son debidas a sustancias lipolíticas que
contienen ciertos preparados comerciales. En la actualidad, con la utilización
de preparados insulínicos con mayor grado de purificación este problema es
prácticamente inexistente. En caso de presentarse, tiende a la resolución
espontánea al modificar la zona de administración.
Las reacciones
hipertróficas son más comunes en el sexo masculino, y la lesión es semejante a
un lipoma. La resolución suele ser espontánea, aunque puede recurrirse a la
administración intralesional de corticoesteroides.
Xantomatosis
En el 0,1% de los
enfermos diabéticos se ha descrito la presencia de xantomas eruptivos,
secundarios a la hipertrigliceridemia que puede acompañar a la DM. Son más
frecuentes en varones adultos y suelen manifestarse como múltiples pápulas
amarillentas de dos a cinco centímetros de diámetro, en ocasiones pruriginosas,
localizadas en las caras extensoras de las extremidades, dorso de las manos, pies y nalgas.
La corrección
metabólica es el único tratamiento válido para conseguir su regresión.
Figura 20. Xantomatosis eruptiva
Porfiria cutánea tarda
La porfiria
cutánea se ha asociado con la DM en el 8% - 22% de los casos. Es una enfermedad
ampollosa, de tipo hereditario, autosómico dominante o adquirido, secundaria a
la alteración del metabolismo de las porfirinas, por déficit de
uroporfirinógeno descarboxilasa. Frecuentemente está inducida por el consumo de
alcohol o de anticonceptivos en personas que previamente presentan
predisposición y se ha relacionado también con el virus de la hepatitis C.
Clínicamente se distingue por la presencia de ampollas, a veces hemorrágicas,
en las zonas expuestas, fragilidad cutánea ante traumatismos mínimos, erosiones
y costras que cicatrizan lentamente. Es típica la localización en el dorso de
las manos, en la frente y en las zonas del cuero cabelludo expuestas al sol. No
es infrecuente observar hiperpigmentación e hipertricosis en la zona malar en fases avanzadas de la enfermedad. Va
acompañada por fotosensibilidad por activación de las porfirinas circulantes.
El diagnóstico
se basa en el aspecto clínico y se confirma por la elevación de uroporfirinas
tipos I y III en orina, confiriéndole una coloración rojo oscuro, y un
incremento discreto de coproporfirinas.
El tratamiento
debe incluir la eliminación de las drogas inductoras. Las sangrías son
efectivas y la administración de cloroquina a pequeñas dosis se ha mostrado útil,
aunque su mecanismo de acción se desconoce. La fotoprotección es una medida
imprescindible para conseguir el éxito terapéutico.
Enfermedad
de Dupuytren
Consiste en la
fibrosis y engrosamiento de la fascia palmar, afectando más prevalentemente a
la aponeurosis de la zona metacarpiana del cuarto y quinto dedos. A este nivel
se desarrolla una gradual deformidad en flexión que puede extenderse a todos
los dedos. La afectación de los pies es rara. Esta contractura se observa en
enfermos diabéticos, epilépticos y alcohólicos.
El tratamiento
mediante calor, corticoides y fisioterapia es poco efectivo y, si bien la
fasciotomía precoz ofrece resultados brillantes, no es infrecuente la recidiva.
Eritema
necrolítico migratorio (glucagonoma syndrom)
Se ha incluido
esta entidad no en función de su prevalencia en la DM, sino por ser un síndrome
asociado al glucagonoma pancreático. Clínicamente, se caracteriza por la
presencia de placas eritematosas, de características epidermolíticas, de
extensión anular y centrífuga que se desarrollan especialmente en la región
abdominoperineal y zonas adyacentes. Habitualmente remiten de forma espontánea,
pero recidivan en intervalos cortos de tiempo.
Se acompaña de
glositis dolorosa, pérdida de peso, diarrea a brotes intermitentes, cambios
emocionales y, ocasionalmente, de trombosis venosa profunda.
La DM
concomitante ha sido demostrada en la mayoría de los casos.
El diagnóstico
se establecerá por la sintomatología descrita y se confirmará con la
determinación de niveles altos de glucagón en sangre y el hallazgo por
ecografía, escáner o arteriografía de una tumoración pancreática.
El tratamiento
consiste en la exéresis quirúrgica del tumor o la quimioterapia —treptozocina o
dimetiltriacenoimidazol— en aquellos enfermos en que no sea factible realizar
cirugía.
Ampolla
diabética
Se trata de una
ampolla intra o subepidérmica de tamaño variable que aparece en enfermos
diabéticos con afectación neuropática.
Figura 21. Ampolla diabética
Clínicamente,
las lesiones son asintomáticas y aparecen a nivel de las extremidades
inferiores o superiores. Su etiología es
desconocida, y lesiones similares se observan en las zonas expuestas de
enfermos en programa de diálisis y en la ausencia de DM. El tratamiento es
conservador, remitiendo a las 2-3 semanas, si bien tiene carácter recidivante.
Trastornos estructurales del pie
Pie
egipcio: el primer dedo es
más largo que el segundo; éste es más largo que el tercero y así
progresivamente.
En un pie
con esta fórmula digital y especialmente cuando el primer dedo es muy largo,
hay que prestar atención a las lesiones producidas en la falange distal del
mismo, ya sea en la uña por presión del calzado, en la zona lateral de la
articulación interfalángica, o en la parte más distal del pulpejo del dedo, ya
que la presión que el zapato ejerce en la parte distal de la falange repercute
en esta zona, pudiendo llegar a producirse una úlcera por presión.
Pie
griego: el primer dedo es
más corto que el segundo y éste más largo que todos los demás. Este tipo de pie
puede producir lesiones a nivel del segundo dedo, tanto en el pulpejo como en
las articulaciones interfalángicas, ya que en la mayoría de los casos va
acompañado por una posición en garra.
Pie
cuadrado: el primer dedo es
igual que el segundo y los tres restantes decrecen progresivamente.
Es el que
suele presentar menos problemas, ya que los dedos se colocan dentro del zapato
de una forma ordenada, recibiendo todos ellos la misma presión en función de su
acción durante la marcha
Fórmula metatarsal
Index
plus: el primer
metatarsiano es más largo que el segundo y así sucesivamente con respecto al resto
de los metatarsianos.
Esta
fórmula metatarsal ocasionará con fecuencia un hallux rigidus, una
sesamoiditis, o hiperqueratosis en la zona de la primera cabeza metatarsal, por
aumento de la presión en la misma en el momento del despegue.
Index
minus: el primer
metatarsiano es más corto que el segundo y éste es más largo que todos los
demás.
En este
caso, la presión en el momento de la marcha recaerá sobre la cabeza del segundo
metatarsiano, que puede implicar lesiones a este nivel en forma de hiperqueratosis
o heloma, tanto en la articulación como en la zona externa. La insuficiencia
del primer metatarsiano hace que se desvíe para aumentar la zona de despegue,
motivo por el que casi siempre se acompaña de un hallux valgus incipiente.
Index
plus-minus: el primer
metatarsiano es igual al segundo y el resto disminuye progresivamente. Esta
fórmula metatarsal podemos definirla como la ideal. Al igual que la fórmula
digital cuadrada, presenta una correcta distribución de presiones y por tanto
es difícil la aparición de lesiones.
Otras
formas estructurales del pie
Pie
cavo: se caracteriza por el
aumento anormal de la bóveda plantar, un incremento de apoyo en las cabezas
metatarsales y de dedos en garra. Las zonas de riesgo son: las plantares de las
cabezas metatarsales, el talón, el dorso y el pulpejo de los dedos, y la
prominencia de la segunda cuña en el dorso del pie.
Pie
plano: se caracteriza por
una deformidad en valgo del retropié, asociada generalmente a un hundimiento de
la bóveda plantar.
Las zonas
de riesgo son: el arco interno, la prominencia del escafoides y la zona interna
del calcáneo. En este apartado hay que incluir la neuro artropatía de Charcot,
ya descrita en capítulos precedentes, y que se caracteriza por la destrucción
progresiva de las articulaciones tarsianas, tarsometatarsiana y
metatarsofalángica.
La pérdida
de la sensibilidad al dolor y las alteraciones propioceptivas conllevan a la
aparición de esta artropatía que, además, va acompañada por rotación externa,
eversión y pérdida del arco longitudinal interno, que traslada la carga al
primer radio.
Trastornos
en la alineación de los dedos Hallus valgus: consiste en la desviación del
primer dedo en valgo, y del primer metatarsiano en varo —más de quince grados—.
Las zonas
de riesgo son la prominencia de la articulación metatarsofalángica, la zona
plantar de la articulación metatarsofalángica, la zona interna de la falange
distal del primer dedo —por compresión del segundo dedo—, el segundo dedo en
martillo y el segundo dedo infraductus o supraductus.
Hallux
varus: es la deformidad
opuesta al hallux valgus. El primer dedo se dirige hacia el eje sagital del
cuerpo.
La zona de
riesgo es toda la parte distal del primer dedo por compresión y roce del
calzado.
Hallux
flexus: se caracteriza por una deformidad en
flexión dorsal del primer metatarsiano, cuya extremidad distal forma una
prominencia en el dorso del pie, dando origen a un "juanete" dorsal.
Va acompañado por la flexión plantar en la primera falange del primer dedo y de
una hiperextensión de la articulación interfalángica
Las zonas
de riesgo son: la prominencia dorsal de la cabeza del primer metatarsiano y la
articulación interfalángica.
Quintus
varus: se caracteriza por la prominencia a
nivel de la parte externa de la cabeza del quinto metatarsiano, la desviación
hacia el eje del pie del mismo radio y la inclinación del quinto dedo.
La zona de
riesgo es la cabeza del quinto metatarsiano por su zona lateral.
Se
observan otras formas de alineación incorrecta de los dedos y se reconocen
varios patrones recurrentes como son el dedo en "garra", el dedo en
"martillo" y el dedo en "maza".
En cada
caso hay que tener en cuenta, y de forma individual, la deformidad específica,
el área de formación de la callosidad por fricción y la estabilidad de las
articulaciones.
Tratamiento
De
los trastornos estructurales
La
planificación terapéutica se establecerá según los datos obtenidos en la
exploración y el nivel de riesgo del enfermo, y la finalidad de esta es
efectuar una prevención destinada a que no se produzcan las lesiones, y
mediante la corrección de los trastornos en el apoyo.
Utilizaremos
tratamiento exclusivamente ortopodológico mediante soportes plantares u ortesis
de silicona para redistribuir las presiones en los puntos de máxima carga.
Soportes
plantares: son elementos de soporte de base, colocados alrededor de toda o de
una parte del pie deficitario y destinados a proporcionarle apoyo, compensar
sus deformidades y mejorar su función.
Existen
tres tipos de soportes plantares:
1.
Correctores:
reestablecen las relaciones osteoarticulares normales en enfermos en los que
todavía no se ha establecido la deformación.
2.
Compensadores:
pretenden dar un apoyo más favorable y un mejor reparto de presiones cuando la
deformación es ya irreductible.
3.
De
apoyo: suministran un sostén flexible y preciso para puntos en los que existe
una alteración de las presiones.
En función
de sus características —elasticidad, flexibilidad, densidad, resistencia a la
presión y capacidad de recuperación— son de tres tipos: rígidos, semirrígidos y
blandos.
Estas
características varían en función del tipo de material que utilicemos en su
confección, de los objetivos a conseguir y de las diferentes patologías que
presente el enfermo. Su confección, a partir de moldes de yeso obtenidos
previamente en el pie y sobre los que se realizan las correcciones pertinentes
a cada alteración, implica un tratamiento individualizado que debe permitir
mantener el pie en bipedestación de la forma lo más equilibrada posible, aun en
presencia de las anormalidades estructurales que pueda presentar toda la extremidad.
El soporte
plantar equilibra la articulación de Chopart y facilita la pronación en la
última fase de la marcha, permitiendo la caída del metatarsiano, pero no debe
entorpecer los movimientos normales del pie y, como contrapartida, debe
controlar y corregir una posición incorrecta en cada período de la marcha.
También se
confeccionan a partir de elastómeros vulcanizados en frío, u ortesis de
silicona que, aplicadas sobre el pie durante su proceso de fraguado, se
distribuyen de acuerdo con las presiones recibidas, normalizando las posiciones
anómalas del mismo.
Tipos de ortesis
Paliativa:
no a afecta la estructura
del pie. Su función es la de liberalizar y proteger zonas de hiperpresión,
aliviando las lesiones dolorosas y evitando los microtraumatismos.
Son
ejemplos de estas los separadores interdigitales y protectores del dorso del dedo
(Figura 22).
Figura 22.
Aplicación de la ortesis sobre el pie
Funcional: destinada a corregir las deformidades
del antepié modificando su posición y eliminando zonas de presión y roce como,
por ejemplo, el elemento subfalángico.
Prótesis
sustitutiva: en las
amputaciones menores, reemplaza una parte o segmento del pie restableciendo su
función normal.
Anotaremos
en las hojas de protocolo y en el apartado de prevención el tipo y la
localización del trastorno, la fecha de instauración, el tipo de tratamiento y
la evolución de este.
Tratamiento de queratopatías
En
aquellas situaciones en las que el pie presente lesiones incipientes como
fisuras, hiperqueratosis o helomas, debe procederse, en primer término, a un
tratamiento quiropodológico, destinado a paliar o a curar de una forma
incruenta las queratopatías y onicopatías.
El
tratamiento quiropodológico puede aplicarse en cualquiera de los trastornos de
la queratinización, mediante técnicas de:
o
Deslaminación
Figura 23.
Deslaminación de la hiperqueratosis
o
Enucleación
de los helomas.
o
Eliminación
de los tilomas.
De esta
manera se consigue eliminar todo inicio de lesión de la piel que pueda derivar
en una herida o lesión
Tratamiento De las onicopatías
Onicocriptosis: el objetivo es eliminar la espícula de la uña
clavada en la carne, pero sin lesionar el lecho ungueal y dejando todo el borde
de la uña afectado con un corte lineal para evitar posibles recidivas.
Es
importante establecer la etiología de la onicocriptosis ya que, una vez
recuperada la uña de la inflamación o de la infección asociada, pueda
procederse a una reeducación ungueal.
Si ésta no
es posible por la forma de la uña o por el gran mamelón del que va acompañada,
debe procederse a la exéresis quirúrgica del borde implicado mediante anestesia
local y consiguiendo, de esta forma, una uña aplanada en la mayoría de los
casos y sin riesgo de recidivas.
Antes de
iniciar estas maniobras, es básico conocer el grado de perfusión arterial del
pie, ya que la existencia de isquemia evolucionada implica muy a menudo que
existan complicaciones evolutivas graves en el postoperatorio de estas
técnicas.
Las
opciones técnicas de reeducación ungueal, una vez recuperada la uña, son:
· Fresado con desfila de gasa o algodón.
· Uña artificial con resina.
· Ortonixia de acero inoxidable.
· Lengüetas plásticas correctoras.
Onicogrifosis: en este caso el tratamiento consiste en
la reducción mecánica del grosor de la uña, mediante fresado, conformando una
forma cuadrada y sin prominencias, y que debe repetirse de forma periódica en
función del crecimiento de la uña.
Tratamiento De los procesos ulcerosos
El
tratamiento variará según se trate de una úlcera neuropática o vascular. Por
tanto, es básico establecer previamente su diagnóstico. Valorar la forma de
inicio, el tiempo de evolución y la causa que la provocó —traumatismo, punto de
presión.
Anotaremos
si el enfermo sigue un correcto control metabólico y vascular, y si se han
realizado tratamientos previos, sistémicos o tópicos, de la lesión.
El
siguiente paso será establecer las interconsultas pertinentes con las
especialidades de neurología, angiología y cirugía vascular y endocrinología
para establecer de forma conjunta una pauta de tratamiento a todos los niveles.
Es
conveniente desde el inicio del proceso ulceroso comprobar mediante radiología
simple o TAC el alcance exacto de la lesión, en función de que el estadio
clínico se establece por la información macroscópica inmediata.
Úlcera neuropática
Medidas
generales:
- Control
Úlcera
neuropática
Medidas
generales:
- Control
metabólico.
- Control
del posible proceso infeccioso (antibióticos).
- Control
radiológico.
Medidas
locales:
- Adecuada
limpieza de la zona.
-
Eliminación de las hiperqueratosis, dejando al aire la lesión.
-
Desbridamiento mecánico de la úlcera, resecando esfacelos, tejidos
desvitalizados y necróticos.
- Toma de
muestras para cultivo.
- Lavado
exhaustivo con suero fisiológico o antisépticos astringentes.
- Aplicar
la terapia farmacológica elegida para favorecer la regeneración del tejido de
granulación. (Véase el Capítulo VII).
Es
esencial la descarga o protección de los puntos de presión alrededor de la
lesión para conseguir un buen resultado del tratamiento. Este tipo de úlceras
son por lo general de evolución larga. Por tanto, y de forma asociada a estas
medidas terapéuticas, debemos aplicar descargas provisionales que permitan la
deambulación y la vida normalizada del enfermo, sin que ello afecte a la zona
lesionada del pie, evitando la presión localizada en la misma y distribuyéndola
en las zonas circundantes, utilizando para ello fieltros adhesivos de diferente
grosor.
Deben
extremarse ciertas precauciones, como evitar que los fieltros formen pliegues o
arrugas.
Éstos
deben ser amplios y proteger toda la zona circundante de la lesión y que la
descarga nunca sea cerrada ya que produce edema de ventana.
Podemos,
en algunos casos, realizar soportes plantares provisionales de descarga.
Úlcera neuro isquémica
Debe
realizarse evaluación por el angiólogo y el cirujano vascular.
Por
último, debe cumplimentarse el protocolo de las visitas de control, según el
tipo de úlcera, rellenando la hoja de curso clínico en cada uno de ellos.
Mediante
esta sistemática, se consigue mantener el seguimiento del proceso ulceroso y
evaluar dimensiones de este como el aspecto, la aparición de reacción local o
signos de infección, y los cambios en el
tratamiento farmacológico u ortopodológico.
Todo ello
implicará el tener una información ágil y clara, que facilite un seguimiento
del proceso y la evaluación del tratamiento.
Educación sanitaria
La
educación sanitaria responde a un proceso de adquisición de conocimientos, y a
la modificación de actitudes y hábitos, tendente a mantener y mejorar el estado
de salud. Dirigimos nuestra educación a enfermos que requieran medidas de
autocuidado y participación en el manejo de la enfermedad.
Utilizamos
métodos bidireccionales, que permiten un intercambio activo entre el enfermo y
el educador.
Informamos
sobre la importancia del cuidado de los pies y ofrecemos un adiestramiento
suficiente para que sea el propio enfermo quien tome la responsabilidad de
hacerlo.
Una vez
diagnosticado el nivel de riesgo mediante las exploraciones protocolizadas
procederemos a las pautas de educación sanitaria, que deben realizarse en todos
los enfermos diabéticos en general —pie de riesgo—, y de forma especial en
aquellos que presenten ya alteraciones estructurales en su pie.
En una primera visita
interrogamos al enfermo sobre cuáles son sus actitudes diarias en cuanto al
cuidado de los pies. A partir de estas referencias y de nuestra propia
observación, aconsejamos de forma práctica la realización de una serie de
actividades que mejorarán la salud de sus pies. Conseguir su motivación en este
proceso es esencial. Esta visita inicial debe completarse con la entrega de
información escrita, que debe ser sencilla e inteligible. En una segunda visita
evaluamos el estado de los pies del paciente, de manera que podamos comprobar
si ha seguido las pautas indicadas y volviendo a recalcar los consejos. No
deben obviarse en la terminología utilizada términos como úlcera o amputación,
aunque puedan suscitar cierto temor. En visitas sucesivas, insistiremos en
aquellas pautas que el enfermo no ha realizado.
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