Colecistectomia laparoscopica 2da parte


   La óptica de la cámara se introduce por el trocar umbilical. Si sólo se dispone de un soporte automático de la cámara, el ayudante ha de sujetarla con la mano izquierda. La presión del dedo sobre el lugar elegido para cada uno de los otros trocares se valida con el control visual laparoscópico y se introducen también visualizándolos.
   El trocar epigástrico tiene un calibre de 5 mm. Se suele localizar a la izquierda del ligamento redondo y del ligamento suspensorio del hígado. Hay que evitar lesionar estas estructuras durante la introducción. En este momento, hay que comprobar que el estómago no se ha dilatado con las maniobras de ventilación con la mascarilla. El trocar epigástrico se utiliza para introducir una pinza de prensión fenestrada y se confía a la mano derecha del ayudante. Si las circunstancias quirúrgicas lo justifican, este trocar permite la introducción de una cánula de irrigación-aspiración que puede  servir  para separar el hígado de forma simultánea.
   El trocar lateral derecho tiene un calibre de 5 mm. Se introduce en función de la unión del ángulo derecho del colon. Se suele colocar un poco por delante de la línea axilar derecha, a una distancia suficiente de la región infrahepática para que las maniobras del cirujano no se vean entorpecidas por la longitud intraabdominal de la vaina del trocar. Este trocar sirve para introducir una pinza de prensión para la mano izquierda del cirujano. Para la disección del trípode coledococístico, el cirujano toma el infundíbulo de la vesícula, traccionando hacia abajo y hacia fuera. Esta maniobra abre el llamado triángulo de Calot. Todos los autores franceses consideran que la abertura de este ángulo coledococístico mediante las maniobras de exposición contribuye a aumentar la seguridad de la disección y previene el riesgo de lesiones biliares. Sin embargo, ningún estudio permite confirmar que este método «francés» de exposición se asocie a un menor riesgo de lesión biliar.    Ese trocar también se emplea para introducir la pinza de colangiografía.
   El trocar operador tiene un calibre de 10 mm, lo que sólo está justificado por la decisión de emplear clips reabsorbibles en cualquier cirugía biliar. Los demás instrumentos introducidos en ese trocar (gancho de electrocoagulación, disector, tijeras, cánula de aspiración) tienen un calibre de 5 mm. El cirujano elige un lugar de introducción a la izquierda de la línea media, de forma que el ángulo formado entre una pinza introducida por el trocar lateral derecho de un lado y el trocar operador del otro sea, al menos, de 90°. Si los orificios de los trocares están muy cerca los unos de los otros, o si los instrumentos trabajan formando un ángulo agudo, se crean unas condiciones quirúrgicas incómodas, es decir, inseguras. Cuando el trocar operador se haya introducido, se utiliza para conectar la insuflación del gas y así se evita la formación de vaho sobre la óptica.

Técnica quirúrgica
   El principio de la técnica quirúrgica no difiere en función de si la intervención se lleva a cabo por laparotomía o por laparoscopia, y sólo son específicos la posición del paciente, la vía de abordaje y el instrumental empleado.
Reglas básicas en el transcurso de una colecistectomía
Inicio de la disección en la unión infundíbulo Cística.
Contacto permanente con la pared vesicular.
Uso cauteloso de la coagulación monopolar.
Esqueletización progresiva de la arteria y del conducto Cístico.
Disección retrógrada hasta el cuerpo vesicular con colocación de clips.
Colangiografía peroperatoria sistemática.

Exposición del pedículo hepático y liberación de las adherencias perivesiculares
Una buena exposición del pedículo hepático es esencial antes de iniciar cualquier disección quirúrgica. El pedículo hepático se expone en un plano constituido por un espacio superoinferior retrayendo hacia arriba la cara inferior del segmento IV y hacia abajo el bloque duodenopancreático. En la cirugía abierta se utiliza una válvula maleable para elevar el hígado y de la mano del primer auxiliar para descender la primera porción del duodeno.

Representación esquemática de la exposición del pedículo hepático mediante laparotomía.
En la cirugía laparoscópica se habrá recurrido, respectivamente, a un separador hepático introducido en el trocar epigástrico (trocar n. o 3) y a colocar al enfermo en posición de anti-Trendelenburg.

Visión quirúrgica de la exposición del pedículo hepático durante una colecistectomía laparoscópica.

Es importante tener un abordaje vertical y anterior del pedículo hepático. En los pacientes obesos puede emplearse una óptica de 30 grados o colocar el trocar óptico en posición elevada. Con frecuencia existen algunas adherencias en la vesícula y el epiplón o el ligamento hepatoduodenal; raramente se trata del colon transverso derecho o del duodeno. Estas adherencias se seccionan con tijeras a ras de la pared vesicular.

Exposición de la región infrahepática
   El primer instrumento introducido en la cavidad abdominal es una pinza de prensión fenestrada que se inserta bajo control visual a través del trocar epigástrico. Con ella se agarra de forma firme el fondo de la vesícula desplazándolo hacia fuera y arriba, a la vez que se eleva el borde inferior del lóbulo derecho del hígado. El control de la misma lo realiza el ayudante con su mano derecha. En el trocar lateral derecho se introduce una pinza de prensión fenestrada, sujetándola la mano izquierda del cirujano. Con ella tracciona el infundíbulo de la vesícula hacia abajo y afuera. El gancho de disección, o las tijeras, se introducen por el trocar operador. Aparte de cualquier inflamación patológica, la rodilla superior del duodeno y el ángulo derecho del colon pueden estar unidos a la vesícula por un ligamento cistoduodenal o cístico-duodeno-cólico que se debe liberar en un primer tiempo para exponer la región infrahepática.
 Exposición de la región infrahepática.
Exposición del triángulo de Calot
Sea cual sea la vía de abordaje. La exposición de la cara anterior del triángulo de Calot se consigue por medio de una tracción lateral y hacia la parte inferior del infundíbulo vesicular con la ayuda de una pinza fenestrada que se introduce en el trocar n. o 2. con el objetivo de dejar expuesto el triángulo de Calot  Y de situar el CC en ángulo recto con la VBP.

 Exposición del pedículo hepático durante una colecistectomía laparoscópica mediante tracción lateralmente y hacia abajo del infundíbulo vesicular por medio de una pinza atraumática.

   Para exponer la cara posterior del triángulo el infundíbulo vesicular se basculará hacia arriba y hacia delante mediante la pinza atraumática, mientras que el separador se hace retroceder hacia el interior del pedículo hepático. Una tracción excesiva del infundíbulo vesicular expone a un arrancamiento traumático del CC y a una angulación peligrosa de la VBP. Cuando la vesícula se halla distendida a menudo es necesario puncionarla con la aguja de Veress con el fin de vaciar el contenido líquido y permitir la prensión. Se hará un cultivo de la bilis obtenida.

Exposición de la cara posterior del infundíbulo vesicular levantando la vesícula hacia arriba y retrayendo el pedículo hepático hacia la izquierda y hacia arriba.


A. Visión laparoscópica de la vesícula biliar. Ligamento colecistoduodenal (flecha). B. Cara posteroinferior del ligamento colecistoduodenal (flecha). Continuidad con el peritoneo vesicular (Línea de puntos)

Disección del triángulo de Calot
Se inicia en la unión entre el infundíbulo y el conducto cístico mediante la incisión de la hoja peritoneal anterior, y después de la posterior a algunos milímetros de la pared vesicular. Durante toda la disección se mantiene el contacto con la vesícula biliar. La unión infundibulocística debe visualizarse  con claridad, permaneciendo lejos de la unión cisticocolédoco y evitando disecar la VBP.


Representación esquemática de la disección quirúrgica a distancia de la unión císticohepática coledocal.
 
 
Ligamento colecistoduodenal
A.             Liberación de la hoja anterosuperior del ligamento colecistoduodenal.
B.             Liberación de la hoja posteroinferior del ligamento colecistoduodenal. La línea de puntos marca la apertura del peritoneo.


Visión quirúrgica de la disección quirúrgica con gancho coagulador de la unión cístico- infundibular. Cara posterior.

    El instrumento de elección continúa siendo el electrocoagulador aunque, en función de la preferencia del cirujano y de las dificultades, pueden utilizarse una pinza de disección o un tampón montado. La ventaja del gancho reside en aislar cada estructura anatómica menor atravesando el triángulo y seccionarlas después de la identificación y de la electrocoagulación.
   Sin embargo, la coagulación monopolar debe emplearse con gran cautela (potencia débil y tiempo de coagulación corto) con el fin de evitar cualquier lesión térmica del pedículo hepático. La disección del pedículo cístico se pretende conseguir de manera retrógrada, esqueletizando progresivamente y con prudencia, sin seccionar la arteria y el conducto cístico.

Disección del pedículo cístico con gancho coagulador. a. Inicio de la disección. b. Fin de la disección.
   El CC se aísla en una longitud de 10 mm a partir de la unión infundibulocística. No es preciso disecarlo más en la dirección de la VBP salvo en caso de empedramiento cístico. En ese caso, tras la abertura lateral del Ce. Se extraen todos los cálculos endocísticos.
   La disección se lleva a cabo de manera retrógrada en la cara anterior y posterior del infundíbulo vesicular, entre éste y la cara inferior del hígado, donde puede existir una anomalía biliar como una convergencia biliar escalonada del canal posterolateral derecho.

 Seguimiento retrógrado de la disección sobre el infundíbulo vesicular. En su cara posterior.


 Convergencia biliar escalonada en el transcurso de una colecistectomía laparoscópica. a. Visión quirúrgica del canal posterolateral (cpld), del conducto cístico (ce), de la vía biliar principal (VB?) y de la rama derecha de la arteria hepática (Ram Der AH). b. Colangiografía peroperatoria que pone de manifiesto la integridad del canal posterolateral.

   Esta disección se realiza permaneciendo a ras de la vesícula biliar y de manera atraumática. En esta fase, se libera por completo el triángulo de Calot, tanto en su cara ventral como dorsal. Y la vesícula biliar sólo queda unida por el fondo al lecho vesicular; es la técnica denominada de «bandera», descrita por Jean Mouiel, 1991.

Visión quirúrgica de la disección completa del triángulo de Calot en el transcurso de una colecistectomía laparoscópica.

   Posteriormente se pinzan la arteria y el conducto cístico con la ayuda de clips de titanio (en caso de confusión con la VBP. este tipo de clip puede retirarse fácilmente, a diferencia de los clips reabsorbibles cerrados) Y no se secciona ninguna estructura canalicular dentro del triángulo de Calot antes de llevar a cabo una colangiografía peroperatoria (COP) que permite confirmar la integridad del árbol biliar extrahepático.


Visión quirúrgica de la disección completa del triángulo de Calot durante una colecistectomía laparoscópica con pinzamiento de dos ramas arteriales císticas y del conducto cístico antes de llevar a cabo la colangiografía peroperatoria.

Colangiografía peroperatoria
   Por consiguiente la CPO se lleva a cabo tras una disección completa del triángulo de Calot y del infundíbulo vesicular por vía retrógrada.

Colangiografía peroperatoria, que debe efectuarse al final de la disección completa del triángulo de Calot

   En estas condiciones la realización de una CPO va a permitir si se interpreta correctamente, diagnosticar un posible traumatismo quirúrgico de la VBP en más del 90% de los casos lo que conduce a una reparación biliar primaria en condiciones óptimas. Existen otros argumentos a favor de una CPO sistemática durante una colecistectomía laparoscópica:
-   Disminución de la incidencia de traumatismos quirúrgicos de la VBP.
-   Reducción de la gravedad de los traumatismos quirúrgicos de la VBP en caso de confusión entre el CC y VBP (en aproximadamente el 40% de los traumatismos biliares).
-   Detección de anomalías anatómicas biliares (implantación canalicular anómala. canal de Luschka, etc.).
-   Detección de litiasis no detectada de la VBP (Flum, 2003).
Desde el punto de vista técnico tras colocar un clip de titanio al lado de la vesícula se efectúa una incisión parcial del CC en su mitad anterior. Una vez que se ha seguido retrógradamente el CC para extraer una posible litiasis cística (se sospecha si no existe un buen reflujo de bilis a partir de la VBP).
El catéter de CPO se introduce varios milímitros en el CC; éste se ha purgado previamente con suero fisiológico asegurándose de que no haya rastro de burbujas en el sistema canalicular. El extremo del catéter se mantiene colocado en el CC gracias a un clip dispuesto con cuidado y apenas ceñido alrededor del CC o mediante una pinza de cpo adaptada.

Visión  quirúrgica  de  la  introducción  del  catéter  de  colangiografía  peroperatoria  por  vía transcística.
Visión quirúrgica de la oclusión del catéter de colangiografía peroperatoria a nivel del conducto cístico. a. Mediante un clip de titanio. b. Por medio de una pinza de colangiografía de Olsen- Reddick.
 Colangiografía.
A.      Colangiografía con la pinza de Olsen.
B.     Colangiografía con catéter transparietal.
 
 La CPO se llevará a cabo por fluoroscopia dinámica, obteniéndose imágenes secuenciales a presión baja de la VBP baja y del paso duodenal y al final de la inyección, del árbol biliar extra e intrahepático complejo, en particular del lado derecho.
Tras efectuar la CPO, se retira el catéter y se cierra el muñón del CC con los clips de titanio, evitando lesionar la VBP y visualizando bien su ubicación. La arteria cística se secciona preferentemente antes del CC con el fin de evitar lesionarla accidentalmente.

 Visión quirúrgica del cierre por clips del conducto cístico al final de la colecistectomía laparoscópica.


Colecistectomía propiamente dicha
   La disección del lecho de la vesícula se realiza de forma retrógrada, es decir, desde el cuello vesicular hacia el fondo.
   Las hojas de la serosa vesicular se cortan con el gancho coagulador o las tijeras. La sección del peritoneo se tiene que hacer manteniendo una distancia con el hígado. El plano «bueno» de disección es el que más se acerca a la vesícula. Cuanto más lejos de él, más cerca se está de la placa vesicular y mayor es el riesgo de despegarla del hígado. Este plano es más hemorrágico. El contra-apoyo que ejerce el ayudante al levantar el lecho vesicular hacia arriba facilita el despegamiento y la disección de la vesícula. Para ello, puede desplazar la pinza o el aspirador apoyado en el lecho vesicular o coger con la pinza el borde del peritoneo que se ha dejado del lado hepático. Durante esta disección, se recomienda poner un clip a los pequeños conductillos que se vayan encontrando, ya que puede tratarse de conductillos biliares accesorios que drenan directamente a la vesícula. Hay que recordar que todo este tiempo quirúrgico sigue a una colangiografía que ha permitido identificar la cartografía sectorial de los conductos biliares del hígado derecho, y localizar posibles anomalías o variaciones «peligrosas», como la duplicación del conducto derecho en sus componentes sectoriales o el deslizamiento hacia abajo del conducto paramediano o del conducto lateral derecho que pueden confluir con el conducto hepático muy cerca del conducto cístico.
   Una variación bastante peligrosa es la unión de un conducto cístico corto directamente con el conducto lateral derecho. Cuando se ha liberado completamente la vesícula, se introduce en una bolsa de plástico que facilitará la extracción sin riesgo de fuga. La vesícula dentro de su bolsa se coloca de forma temporal en el espacio interhepatodiafragmático derecho. Aunque la intervención se haya desarrollado en condiciones ideales, siempre resulta útil en este momento comprobar la ausencia de cualquier derrame sospechoso, sobre todo biliar, y la calidad de los clips colocados sobre la arteria y el conducto císticos. Cualquier hemorragia que se detecte durante esta comprobación debe controlarse mediante una electrocoagulación lo más selectiva posible.
   Las técnicas de coagulación «en sábana» del lecho vesicular son tan eficaces como peligrosas. Esta comprobación debe realizarse antes de la extracción de la vesícula, ya que en este estadio todavía se dispone de un buen neumoperitoneo. El control al final de la intervención permite acabarla sin drenaje aspirativo infrahepático.


Visión quirúrgica de la disección retrógrada del lecho vascular.

   Si no hay restos inflamatorios importantes, el plano de disección entre el hígado y la VB es fácil de localizar y de disecar. En caso de identificar un canal de Luschka, éste se pinza selectivamente. Una vez que la VB se ha desprendido por completo, se sitúa en posición de espera encima del hígado con el fin de comprobar la hemostasia del lecho vascular.

 Visión quirúrgica del lecho vascular al final de una colecistectomía laparoscópica.
Recuperación de la vesícula
   La extracción de la vesícula en una bolsa de plástico facilita la maniobra, reduce el riesgo de contaminación parietal y tiene en cuenta la posibilidad, poco frecuente, de que exista un cáncer inadvertido de la vesícula.



 Extracción de la vesícula en una bolsa facilitada al retirar los cálculos.
   Clásicamente, el ombligo era el orificio elegido para la extracción de la vesícula. Esta elección respondía ante todo a una cuestión estética. En la práctica, el orificio umbilical está sujeto a infecciones y la fragilidad relativa de su cierre en un plano aponeurótico tiene riesgo de más complicaciones a medida que se va agrandando. Una alternativa consiste en elegir el orificio del trocar «operador», cuya ventaja es que se puede cerrar en dos planos aponeuróticos. La vesícula se extrae con la bolsa de protección con la precaución de coger el borde de la misma a la vez que el muñón cístico, lo que permite orientar bien la vesícula en su trayecto parietal. La bolsa se retira simultáneamente con el trocar. Una pinza fuerte tipo Kocher o Kelly asegura que se agarre el borde de la bolsa una vez fuera, lo que evita que se vuelva a introducir de forma intempestiva. La bolsa sirve como protección de la pared durante la maniobra de extracción y no para la propia extracción, dada su relativa fragilidad. La vesícula y los cálculos que contiene se extraerán en el interior de la misma mediante una tracción suave, con una dilatación si fuera necesario del orifico aponeurótico, una punción o una aspiración del contenido biliar de la vesícula, o mediante la extracción con o sin fragmentación mediante la pinza de cálculos en el interior de la vesícula. Es más seguro si se mantiene un control laparoscópico antes de extraer la bolsa de forma definitiva.


Visión quirúrgica de la extracción de la vesícula biliar por uno de los orificios de trocar de 10 mm.
a.      Visión intraperitoneal después de aspirar la bilis intravesicular.
b.      Visión externa de la extracción vesicular.

   Desde el momento que el infundíbulo vesicular aparece en la superficie de la piel se sujeta mediante una pinza de Kocher. La vesícula se abre y después se vacía la bilis mediante aspiración con la jeringuilla después de una punción o por una cánula de aspiración.
   Si los cálculos constituyen todavía un obstáculo en la salida de la vesícula, se extraen uno a uno o se fragmentan instrumentalmente. Si la pared vesicular es frágil, está inflamada y/o los cálculos son muy numerosos, deberá extraerse la VB dentro de una bolsa de plástico o de un guante quirúrgico con el fin de evitar cualquier contaminación parietal o diseminación litiásica intraperitoneal.



Visión quirúrgica de la vesícula biliar colocada dentro de un saco de extracción.

Verificación final y cierre
   La intervención finaliza con una última inspección del campo quirúrgico, para detectar una posible hemorragia activa, una fuga de bilis o complicaciones en el lugar donde se introducen los trocares. El drenaje del lecho vesicular se efectúa a través de 17 un drenaje siliconado multiperforado, de 12 a 15 Fr, introducido por el trocar de 5 mm del lado derecho.


Colocación de un drenaje Silastic dentro del hiato de Winslow al final de la colecistectomía laparoscópica.

   En los casos sencillos es opcional y en todos los casos de disección difícil o de colecistitis aguda se aconseja encarecidamente. Este drenaje tiene como objetivo evitar la formación de una colección subhepática, especialmente de un biloma en caso de fuga biliar a partir de un canal de Luschka o de un muñón cístico. Los trocares se retiran uno a uno comprobando que no hay hemorragia en su trayecto parietal. El abdomen se desinfla por completo después de retraer la óptica y se cierran los orificios cutáneos.
   El cierre aponeurótico de los orificios de trocar de 10 mm o más se efectúa sistemáticamente para evitar una eventración postoperatoria. Finalmente, se inspecciona la pieza quirúrgica para detectar una posible neoplasia subyacente.
   Cualquier fiebre, dolor o, de forma general, signo patológico en este intervalo no debe subestimarse, sino que debe poner en marcha de forma inmediata estudios que detecten precozmente una posible complicación: ecografía o tomografía computadorizada abdominal ante cualquier sospecha.
   La misma noche de la cirugía, o al día siguiente, pueden pautarse bebidas y una alimentación ligera. El alta puede proponerse para la tarde del día siguiente de la intervención. La colecistectomía laparoscópica en cirugía ambulatoria no está prevista en la «cultura» de los pacientes franceses.

Variantes de la técnica «americana»
   La técnica que se denomina «americana» se distingue de la «francesa» por la posición del paciente y de los cirujanos. Un estudio aleatorizado ha comparado estos dos métodos. De forma inesperada, los autores han concluido a favor de la técnica «francesa» por la menor repercusión que ésta tiene sobre la función respiratoria postoperatoria 1891. El paciente se coloca en decúbito supino con las piernas juntas. El cirujano se pone a su izquierda y el primer ayudante a la derecha. Un segundo ayudante que sujeta la cámara se coloca a la izquierda del cirujano. La columna de vídeo se pone a la altura del hombro derecho del paciente, que tiene el brazo derecho en abducción. El trocar óptico está en posición umbilical y permite el paso de una óptica de 10 mm a 45°. El paciente se pone en posición anti-Trendelenburg, girado hacia la izquierda de forma que «eleve» el hipocondrio derecho y separe las vísceras abdominales. Los otros tres trocares se insertan bajo control visual. El segundo trocar se coloca en posición epigástrica, a la izquierda de la línea media. Mide 10 mm para que puedan pasar la pinza de clips de 10 mm y la óptica al final de la intervención para comprobar que no existe hemorragia en el orificio umbilical.
  Para elevar el ligamento redondo y el lóbulo izquierdo del hígado se introduce un instrumento por este trocar epigástrico y se sitúa a 90° con respecto al eje de la vía biliar principal.
   Los dos últimos trocares tienen un calibre de 5 mm, uno está situado en la línea axilar derecha y el otro en el hipocondrio derecho, a lo largo del reborde costal, sobre la línea medioclavicular derecha, en la perpendicular de la unión entre el conducto cístico y el colédoco. Se empleará para la colangiografía peroperatoria. La pinza utilizada para coger el fondo de la vesícula se introduce por el trocar lateral derecho y empuja el fondo de la vesícula hacia arriba y la derecha, a la vez que eleva la cara inferior del lóbulo derecho. Una segunda pinza se introduce por el trocar medioclavicular y toma el infundíbulo de la vesícula que es empujado hacia abajo y la derecha, en dirección a la fosa ilíaca derecha. La finalidad de esta maniobra es aumentar la distancia entre el conducto cístico y el conducto hepático común, al abrir el triángulo de Calot. En un paciente  no obeso, en este punto es posible identificar bajo el peritoneo la arteria cística, el ganglio de Mascagni, el conducto cístico y el colédoco. La disección comienza en la unión entre el infundíbulo y el conducto cístico con un instrumento introducido por el trocar epigástrico. Se realiza una incisión por delante en el peritoneo, a unos milímetros de la reflexión sobre el hígado del peritoneo vesicular en la zona media del cuerpo de la vesícula. Después se continúa hacia la unión vesiculocística. Se realiza la misma maniobra sobre la cara posterior de la vesícula, tras haber  desplazado  ésta  hacia  arriba  y  a  la  izquierda.  El  infundíbulo  se  separa  del  lado  hepático trabajando de forma alternativa hacia delante y hacia atrás, hasta que pueda pasar un instrumento por detrás de la arteria y conducto císticos. Posteriormente, un disector separa estos dos elementos. El conducto cístico se diseca a partir del infundíbulo hasta su unión con el colédoco. Después de haber identificado la arteria y el conducto císticos, se introduce la pinza de clips por el trocar epigástrico. Se colocan clips tanto en la arteria como en el conducto cerca del infundíbulo y se abre éste por la cara anterior para realizar la colangiografía.

Colecistectomías difíciles
   Las dificultades que se encuentran durante una colecistectomía laparoscópica se deben a una enfermedad biliar (colecistitis aguda, fístula biliodigestiva, pancreatitis aguda) o  al  paciente (variaciones anatómicas del pedículo, antecedentes de cirugía abdominal, obesidad, embarazo).

Colecistitis aguda litiásica
   El riesgo de conversión en laparotomía para una colecistitis aguda litiásica alcanza el 15-20 %. Las dificultades pueden derivarse de una mala organización del tratamiento del paciente. El momento óptimo para el tratamiento quirúrgico de la colecistitis aguda es la intervención semi-urgente durante las primeras 48 horas de la enfermedad.
El riesgo de fracaso de la laparoscopia y de conversión en laparotomía aumenta a medida que crece el intervalo de tiempo entre el comienzo de la colecistitis y la operación. Si no se realiza en semi- urgencias, parece preferible retrasarla de 6 a 8 semanas, si es posible.
   Para tratar la colecistitis aguda se deben conocer algunas particularidades técnicas de la colecistectomía laparoscópica.
-   La infección aguda de la vesícula conlleva alteraciones inflamatorias de la región infrahepática. La exploración puede detectar la presencia de un derrame perihepático y adherencias epiploicas que oculten toda o parte de la vesícula.
   Estos datos exploratorios, si no se está demasiado familiarizado con la técnica laparoscópica, deben hacer plantearse de forma razonable y rápida la conversión. A la inversa, si el paciente se interviene pronto, puede sorprender lo fácil que resulta separar estas adherencias de la vesícula, normalmente incluso con el aspirador, lo que va a permitir separar la «bolsa» epiploica de la vesícula tensa por la retención biliar infectada.
-   En el caso particular del hidrocolecisto o de la colecistitis aguda, la presión de la pared vesicular no permite tomar la vesícula sin haber evacuado con antelación una parte del contenido por punción. Incluso después de ésta, a veces hay que separar y elevar la vesícula con la cánula de aspiración sin intentar coger la pared con la pinza.
-   Se aplica sobre todo la norma de acceder primero al peritoneo situado por detrás del infundíbulo con el fin de «soltar » lo antes posible la vesícula de sus inserciones infrahepáticas.
   Se trata de abrir un triángulo en el cual se podrá individualizar la arteria y el conducto císticos. No siempre es fácil encontrar un buen plano de separación. Por el contrario, una vez se identifica este plano, la separación de la vesícula resulta relativamente fácil y rápida por el edema asociado a la infección.
-   En caso de colecistitis aguda, una tracción intempestiva y excesiva sobre la vesícula conlleva un despegamiento de la placa vesicular y este error de disección se acompaña inmediatamente de una supuración hemorrágica negruzca en sábana que, sin ser grave, dificulta la intervención.
-   Las dificultades encontradas durante la disección en la colecistitis aguda hacen necesario comprobar la ausencia de lesión biliar mediante una colangiografía peroperatoria.
La colecistitis aguda se asocia a mayor riesgo de coledocolitiasis.
-   La distensión del infundíbulo por encima del cálculo bloqueado en el conducto cístico provoca lo que se conoce como síndrome de Mirizzi, con compresión del pedículo hepático por esa distensión infundibular. Desde el punto de vista técnico, hay que saber que éste va a alojarse por detrás del pedículo y que habrá que «desenclavarlo» de esta localización sin lesionar los elementos más anteriores. Existe un riesgo de lesión, incluso de pérdida de sustancia, de la cara posterior de la vía biliar principal. En caso de arteria cística corta (cf. supra), las alteraciones inflamatorias pueden atraer un sifón de arteria hepática derecha que se pone en contacto o incluso se adhiere al infundíbulo. Si se desencadena una intensa hemorragia, se recomienda aplicar una pinza de prensión para garantizar la hemostasia transitoria y realizar una conversión rápida a laparotomía, antes que intentar maniobras de hemostasia peligrosas para el pedículo hepático derecho.
-   Un error de identificación del plano de separación puede conllevar a la rotura de la vesícula si la pared está necrótica.
Esta abertura de la vesícula no es un accidente grave en sí. Obliga a realizar un buen lavado infrahepático y a recuperar todos los cálculos que puedan haber salido a la cavidad peritoneal. La bolsa de plástico que se utilizará para la extracción de la vesícula se introduce en el abdomen para poner dentro los cálculos, antes incluso de meter la vesícula. El hecho de que la vesícula se abra puede facilitar, de forma paradójica, la disección.
-   El conducto cístico puede estar dilatado, destruido total o parcialmente por la erosión del cálculo bloqueado, o roto por las maniobras de disección. La colangiografía permite valorar la longitud de conducto disponible para una nueva disección más próxima de la confluencia con el conducto hepático. Si el calibre lo permite, el cierre del cístico requerirá dos clips reabsorbibles o una sutura intracorpórea mediante un hilo trenzado reabsorbible 00. La disección puede haber roto el cístico, en cuyo caso la identificación del muñón en los tejidos pediculares inflamados e infiltrados se convierte en un proceso azaroso. Un lavado de la región asociado a «masajes» del pedículo mediante la cánula puede ayudar a localizar una salida de bilis e identificar así el muñón cístico. Si no se consigue, no se puede aceptar la solución  de  no  cerrar  el  cístico  y  dejar  un  drenaje  aspirativo  de  contacto.  Hay  que  convertir  el procedimiento en laparotomía para continuar la disección en mejores condiciones, y si es necesario, con una ayuda adicional.
-   La extracción de una vesícula cuya pared está alterada por la infección requiere realizar de entrada una incisión cutánea y aponeurótica suficiente. Resulta inútil intentar ganar 1 o 2 cm con una incisión parietal.
-   Muchos cirujanos utilizan un drenaje aspirativo infrahepático en caso de colecistitis aguda aunque su utilidad no se ha demostrado. Si se retira el tubo de drenaje en las primeras 24 horas del postoperatorio no aumenta la morbilidad.
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