Evaluación en medicina


Evaluación en medicina
En la educación médica mundial, el predominio del enfoque planteado por el norteamericano Abraham Flexner en 1910 -adoptado en prácticamente todo el mundo durante las décadas siguientes-, fue casi absoluto en la primera mitad del siglo pasado. En el esquema Flexneriano, perfectamente adaptado a la denominada escuela pedagógica tradicional, existe una nítida separación entre “la teoría y la práctica”. En esta educación “tradicional”, los dos primeros años de la carrera regularmente se utilizan para desarrollar la denominada “formación teórica” y los siguientes para la “formación práctica”. La capacitación teórica es comúnmente memorística; mientras que la práctica suele estar mayor o menormente desvinculada de “la teórica”.  En los dos últimos decenios, se ha insistido en la necesidad de vincular la formación profesional con las de desempeño en el área laboral, de ahí que los modelos educativos basados en competencias laborales o profesionales se hayan difundido en las instituciones educativas a nivel mundial. Esta tendencia internacional también ha alcanzado a México, sobre todo en el área técnica, educación media superior y en la formación universitaria y desde luego en el ámbito de la educación médica. En la actualidad, resulta necesario, tanto desde el punto de vista educativo como asistencial, encontrar fórmulas para crear profesionales competentes.
El desempeño del mercado laboral mexicano de profesionistas durante los noventa mos­tró la generación paulatina de un proceso de saturación en las ocupaciones y los sectores que más requieren de las competencias y habilidades de los egresados universitarios. Ello habría sido consecuencia de un acelerado y dinámico proceso de formación de profesionales por parte de las instituciones de educación superior, frente a un desem­peño precario de nuestra economía en términos de crecimiento económico. Ello no sólo ha obligado a los egresados universitarios a emplearse en proporciones crecientes en ocupaciones de menor “calidad”, sino también ha desplazado trabajadores con niveles de calificación relativamente menores (técnicos por ejemplo), lo que se ha traducido en el estancamiento (y en ocasiones en el retroceso) de las remuneraciones que reciben en promedio nuestros profesionistas egresados.  (Hernández Laos, 2002)
La educación por competencias implica colocar el centro del proceso educativo en la capacidad del educando para realizar las tareas básicas propias de la profesión. En este caso la competencia profesional se entiende como la integración del saber, del saber hacer y del saber ser. Algunos enfoques de las competencias también incluyen el saber transferir, es decir, el desarrollo de la capacidad para el desenvolvimiento profesional cuando cambian las condiciones o el contexto del ejercicio profesional. Y finalmente, el saber las consecuencias e implicaciones, en este caso del acto médico. (UNAM, 2015). La evaluación es inherente al acto educativo; es un término que se aplica para saber si se lograron los objetivos del proceso de enseñanza-aprendizaje, e implica un proceso sistemático de acopio de información a través de la aplicación de instrumentos válidos y confiables, para ser analizada de manera objetiva en lo cuantitativo y en lo cualitativo y así poder emitir juicios de valor sobre el grado de correspondencia de la información y criterios previamente establecidos, fundamentando la toma de decisiones sobre el proceso educativo.
Paradigmas y modelos de evaluación
La razón de ser de la evaluación es servir a la acción; acción educativa debe entenderse desde el punto de vista formativo, que como profesor le debe (pre)ocupar antes de cualquier otra consideración. La evaluación que no ayude a aprender de modo más cualificado (discriminatorio, estructurador, relevante, emancipador, con mayor grado de autonomía y de responsabilidad) en los diferentes niveles educativos es mejor no practicarla.
 La evaluación es el medio menos indicado para mostrar el poder del profesor ante el alumno y el medio menos apropiado para controlar las conductas de los alumnos. Hacerlo es síntoma de debilidad y de cobardía, mostrándose fuerte con el débil, además de que pervierte y distorsiona el significado de la evaluación.   Como señala Peters, "el éxito del que enseña sólo puede definirse a partir del éxito del que aprende". En el mismo sentido, Cronbach, recoge en una de sus tesis sobre evaluación que "el evaluador es un educador; su éxito debe ser juzgado por lo que otros aprenden".
En la medida en que un sujeto aprende, simultáneamente evalúa: discrimina, valora, critica, opina, razona, fundamenta, decide, enjuicia, opta... entre lo que considera que tiene un valor en sí y aquello que carece de él. Esta actividad evaluadora, que se aprende, es parte del proceso educativo, que como tal es continuamente formativo. Si la evaluación no es fuente de aprendizaje, queda reducida a la aplicación elemental de técnicas, reduciendo u ocultando procesos complejos que se dan en la enseñanza y en el aprendizaje. La evaluación educativa es aprendizaje y todo aprendizaje que no conlleve autoevaluación de la actividad misma del aprender, no forma. (Molnar, 2014.)
La búsqueda de alternativas a la solución de problemas es el reto fundamental de la evaluación como proceso para el mejoramiento de la calidad de la educación. Para ello es necesario crear un clima organizacional donde se facilite y propicie la práctica evaluativa. En un proyecto participativo es necesario definir los niveles de participación de las personas involucradas y trabajar coordinadamente, es importante que se sientan parte del proceso y de la toma de decisiones.  (Mora, 2004)
Un concepto de paradigma: Es un conjunto de realizaciones científicas universalmente reconocidas que durante cierto tiempo proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica.
Sin embargo existen varias definiciones:
·       Es una teoría o modelo explicativa de las realidades físicas.
·       Conjunto de formas flexibles que toman una unidad léxica o conjunto de unidades léxicas que pueden aparecer y ser intercambiables ente sí en un determinado contexto.
·       Es un determinado marco desde el cual miramos al mundo, lo comprendemos, lo interpretamos e intervenimos sobre él. Abarca desde el conjunto de conocimientos científicos que impera en una época determinada hasta las formas de pensar y de sentir de la gente en un determinado lugar y momento histórico.
·       Es la concepción del mundo dentro de la cual uno intenta comprender determinado fenómeno teóricas como la astrología están basadas en paradigmas que son como las varillas de acero de un rascacielos.
·       Un paradigma se puede definir como la visión del mundo dominante de una cultura. Más precisamente, es una constelación de conceptos y teorías que juntas forman una particular visión de la realidad. Dentro de un contexto de paradigmas dado, ciertos valores y prácticas son compartidos de modo que se transformen en base de los modos en que la comunidad se organiza así misma. Un paradigma en breve es un sistema de creencia que mantiene Junta una cultura, ya que es un conjunto de creencias compartidas o de premisa de trabajo que durante un  tiempo proveen problemas y soluciones modelo a una comunidad de practicantes invariablemente, sin embargo, hay cierta clase de problemas y métodos de solucionar problemas que caen fuera de la frontera de un paradigma dado.
Un paradigma es sólo una manera de ver y explicar qué son y cómo funcionan las cosas. Son teorías elaboradas, bien sea sobre un aspecto particular del universo o bien sea sobre su totalidad y cuyas características son:
a) Optimalizad.
b) Coherencia.
c) Estabilidad.
d) Constante posibilidad de transformación.
e) Posibilidad de relación con otros campos.






Existes  tres tipos de paradigmas en la evaluación:
1.            Paradigma Cuantitativo
2.            Paradigma Cualitativo
3.            Paradigma Crítico

1.    Paradigma cuantitativo.  Este enfoque de la realidad procede de las ciencias naturales goza de gran tradición en el ámbito anglosajón y francés con repercusión en otros países. Está basado en la teoría positivista del conocimiento que arranca en el siglo XIX y principios del XX con autores como Comte y Durkheim. Se ha impuesto como método científico en las ciencias naturales y más tarde en la educación.
Este Paradigma ha recibido otros nombres, tales como por ejemplo: Racionalista. Positivista. Científico – naturalista. Científico - tecnológico y Sistemático gerencial. (López, 2014)
La naturaleza cuantitativa tiene como finalidad asegurar la precisión y el rigor que requiere la ciencia, enraizado filosóficamente en el positivismo. El Positivismo contemporáneo se adhiere, según Landshere (1982) a los principios fundamentales: La unidad de la Ciencia, la metodología de la investigación debe ser de las ciencias exactas, matemáticas y físicas y la explicación científica es de manera causal en el sentido amplio y consiste en subordinar los casos particulares a las leyes generales.
Se realiza por el docente “mediante el uso de técnicas e instrumentos que permitan comprobar y valorar el logro de los objetivos desarrollados en cada área o asignatura del plan de estudio” Para Pérez y Sacristán (1993: 24) “el enfoque cuantitativo ofrece conocimiento sobre el grado en que han alcanzado los objetivos…” los estudiantes. Es utilizado por el modelo pedagógico tradicional y conductista Pertenece a la escuela tradicional (Japón, 2015.)
Tabla  Finalidad  y características  del paradigma cuantitativo.
LA FINALIDAD DE LA EVALUACIÓN CUANTITATIVA ES:
CARACTERÍSTICAS DEL PARADIGMA CUANTITATIVO
* Informar a los padres o representantes acerca de la actuación del estudiante.
Presta más atención a las semejanzas que a las diferencias.
* Determinar la efectividad del proceso de aprendizaje
Trata de buscar las causas reales de los fenómenos.
* Tomar decisiones de carácter administrativo o en cuanto a promoción, revisión y certificación se refiere.
Modelo pensado para explicar, controlar y predecir fenómenos.
* Asignar calificaciones.

Parte de una realidad dada y algo estática que puede fragmentarse para su estudio.
* Determinar el logro de los objetivos programáticos.
La objetividad es lo más importante (lo medible), lo subjetivo queda fuera de toda investigación científica.
* Mide el conocimiento y lo traduce en una nota.
 El investigador debe ser independiente.
* El propósito es obtener resultados y productos. (Japón, 2015.)
Los valores del investigador no deben interferir con el problema a estudiar. ( López, 2014)

Es unidireccional.

Establece patrones generalizadores.

Solo el docente evalúa.

El único evaluado es el estudiante que aprende.

Está centrada en productos.

 Su objetivo es verificar logro y asignar calificaciones con fines administrativos. (Japón, 2015.)


2.   Paradigma cualitativo. También llamado paradigma interpretativo, fenomenológico, naturalista, humanista o etnográfico. Se centra en el estudio de los significados de las acciones humanas y de la vida social. (López, 2014)
Para la Valle (2013:115) “se juzga o valora más la calidad tanto del proceso como del nivel de aprovechamiento alcanzado de los estudiantes que resulta de la dinámica del proceso de enseñanza y aprendizaje”. Pretende apreciar, valorar, comparar y comprender lo ha aprendido la comunidad de aprendizaje. Es utilizado por los modelos pedagógicos: cognitivo, constructivista, cognitivo social crítico, intercultural, ecológico. Le interesa el proceso de aprendizaje no el resultado. Pertenece a la escuela nueva. Prioriza la calidad sobre la cantidad (Japón, 2015)
    Este paradigma intenta sustituir las nociones científicas de explicación, predicción y control del paradigma positivista por las nociones de comprensión, significado y acción. Busca la objetividad en el ámbito de los significados utilizando como criterio de evidencia el acuerdo intersubjetivo en el contexto educativo.
Este paradigma se centra, dentro de la realidad educativa, en comprender la realidad educativa desde los significados de las personas implicadas y estudia sus creencias, intensiones, motivaciones y otras características del proceso educativo no observables directamente ni susceptibles de experimentación.
En los últimos años se ha venido reforzando esta concepción de una trilogía paradigmática dentro de la investigación de las ciencias sociales en general, y de la investigación educativa en particular. Esta trilogía paradigmática, conformada por el paradigma cientificista, el paradigma crítico y el paradigma cualitativo, ha originado una ruptura epistemológica con una subsecuente proliferación de diferentes estudios, enfoques, teorías y prácticas, tratando de legitimar desde cada uno de estos paradigmas una propuesta emergente que sirva de fundamento para orientar la acción educativa y el proceso de enseñanza aprendizaje.
De esta forma observamos que el paradigma cientificista reduce el triángulo a un único punto: el paradigma cientificista. El paradigma ideológico o crítico se apoya en el vértice de mayor consenso. Y por último el paradigma cualitativo fluctúa por todos los vértices del triángulo en busca de un nuevo paradigma, una nueva figura que disuelva a la anterior, una nueva interpretación, constructo o narrativa. (López, 2014)
Características de la evaluación cualitativa
Es multidireccional.
Es individualizada, personal.
Evalúan todos los que participan en el proceso enseñanza aprendizaje.
Todos los actores y factores que intervienen en el proceso educativo son evaluados.
Está presente en cada una de las fases del proceso.
Sus fines son pedagógicos ya que diagnostica, informa, reorienta, valora y verifica logros. (Japón, 2015)
3.   Paradigma crítico. Esta perspectiva surge como respuesta a las tradiciones positivistas e interpretativas y pretenden superar el reduccionismo de la primera y el conservadurismo de la segunda, admitiendo la posibilidad de una ciencia social que no sea ni puramente empírica ni solo interpretativa.
El paradigma crítico introduce la ideología de forma explícita de la autorreflexión crítica e los procesos del conocimiento. Tiene como finalidad la transformación de la estructura de las relaciones sociales y dar respuesta a determinados problemas generados por éstas. Sus principios son:
•Conocer y comprender la realidad como praxis
•Unir teoría y práctica (conocimiento, acción y valores)
•Orientar el conocimiento a emancipar y liberar al hombre
•Implicar al docente a partir de la autorreflexión. (López, 2014)
En este paradigma se considera la unidad dialéctica de lo teórico y lo práctico. La teoría crítica nace como una crítica al positivismo transformado en cientificismo. Es decir, como una crítica a la racionalidad instrumental y técnica preconizada por el positivismo y exigiendo la necesidad de una racionalidad substantiva que incluya los juicios, los valores y los intereses de la humanidad. Fue la escuela de Frank Furt (Horkheimer, Adorno, Habermas) la que desarrollo un concepto de teoría que tenía como objetivo fundamental la emancipación del hombre. A esta concepción de teoría es a la que se refiere el nombre de Teoría Crítica, (al menos con el sentido que aquí nos interesa). Para la teoría crítica es fundamental la relación entre teoría y praxis, porque ella misma surge de la revisión de esta relación, y es por ello que la concepción de la relación teoría-praxis es el criterio que utiliza el paradigma crítico para diferenciar los distintos paradigmas o tradiciones de la investigación. La ciencia social crítica será pues aquella que yendo más allá de la crítica aborde la praxis crítica; esto es una forma de práctica en la que la "ilustración" de los agentes tenga su conciencia directa en una acción social transformada. Esto requiere una integración de la teoría y la práctica en momentos reflexivos y prácticos de un proceso dialéctico de reflexión, ilustración y lucha política, llevado a cabo por los grupos con el objetivo de su propia emancipación.
A la luz de este paradigma, la teoría crítica genera las siguientes consideraciones sobre lo que se debe ser una teoría educativa:

La teoría educativa debe rechazar las nociones positivistas de racionalidad, objetividad y verdad.
•La teoría educativa debe admitir la necesidad de utilizar las categorías interpretativas de los docentes.
•La teoría educativa debe ofrecer los medios para distinguir las interpretaciones que están ideológicamente distorsionadas de las que no lo están; y debe proporcionar también alguna orientación acerca de cómo superar el auto entendimientos distorsionados.
•La teoría educativa debe preocuparse de identificar aquellos aspectos del orden social existente que frustran la persecución de fines racionales, y debe poder ofrecer explicaciones teóricas mediante las cuales los enseñaste vean cómo eliminar o superar tales aspectos.
•La teoría educativa es práctica, en el sentido de que la cuestión de su consideración educacional va a quedar determinada por la manera en que se relacione con la práctica.
 (López, 2014)


¿Cuáles son los tipos de evaluación en medicina?  Desde el punto de vista de su objetivo, la evaluación se puede clasificar en diagnóstica, sumativa y formativa.    (Stufflebeam, 1987; Scriven, 2002).
Evaluación diagnóstica: se desarrolla al inicio de cada ciclo; su objetivo general es identificar si el agente evaluado cuenta con los conocimientos, habilidades y competencias necesarias para desarrollar de manera satisfactoria una actividad, o en su defecto identificar aquellas deficiencias a fortalecer. Esta evaluación comúnmente está ligada a perfiles de ingreso, intermedios o de egreso, permite ajustar la planeación didáctica y, en especial, las estrategias didácticas pertinentes al grupo. (UNAM, 2015)
La evaluación formativa, que se caracteriza por no tener calificación, sino una apreciación de la calidad del trabajo académico realizado, pues es la que nos permite determinar en cada segmento o tramo del Curso o Carrera los resultados obtenidos, para realizar los ajustes y adecuaciones necesarias para llegar al éxito, con la excelencia que demanda la sociedad actual en estos tiempos posmodernos. Así podemos afirmar que, la evaluación formativa, tal como se la ha caracterizado anteriormente, posibilita una doble retroalimentación. Por un lado, indica al alumno su situación respecto de las distintas etapas por las que debe pasar para realizar un aprendizaje determinado; y por el otro, indica al profesor cómo se desarrolla el proceso de enseñanza y aprendizaje, así como los mayores logros y dificultades de los que aprenden.
    Es decir que el concepto de evaluación formativa nos remite a una caracterización dinámica de la situación educativa, en la que ocurren modificaciones e interacciones de todo tipo entre los elementos que la configuran. Por lo que en este tipo de evaluación, no todo está dicho previamente ante la puesta en práctica de una secuencia didáctica, así como tomar conciencia, de que no siempre el proceso instructivo consigue sus fines indefectiblemente. De esta manera, la evaluación formativa se ajusta al paradigma de investigación que considera a la enseñanza como un proceso de toma de decisiones y al docente como al profesional encargado de adoptarlas.
    La elaboración de estrategias de evaluación formativa no tiene un único marco conceptual. Cada teoría del aprendizaje puede ser utilizada como marco teórico a partir del cual se pueden establecer estrategias coherentes de evaluación formativa. De manera que, este tipo de evaluación se convierte en un elemento muy relevante de la ayuda pedagógica que los profesores proporcionan a los educandos protagonistas de su propio aprendizaje, para que éste resulte lo más significativo posible. De este modo el docente, luego de la interpretación de los datos de este tipo de evaluación, podrá decidir acerca de la revisión de un tema o de la reiteración en la enseñanza del mismo si fuera necesario, la recomendación de bibliografía o información de punta para reforzar algún aprendizaje y poder continuar con otros.
    Este tipo de evaluación debe tener una significación especial para los docentes, ya que constituye la base para el mejoramiento de la calidad de enseñanza que brinda. Además debe transmitir adecuadamente los resultados de la evaluación para estimularlo al estudiante, ayudarlo a apreciar sus cambios y a progresar al autoaprendizaje. Por último, la evaluación formativa, como se articula en el mismo proceso de enseñanza y aprendizaje, se convierte en un instrumento importante de regulación del mismo y no se lo puede disociar del marco referencial desde el cual se lo analiza.  Pues, no sólo proporciona datos sobre los progresos que van realizando los cursantes, sino también acerca de la adecuación de los procesos didácticos que se instrumentan para concretarlos, así como la pertinencia de los elementos que configuran el currículo, su organización y las vinculaciones que se realizan con el contexto. (Ruiz, 2002)
Evaluación sumativa: La evaluación sumativa permite valorar el conjunto de conocimientos, habilidades y competencias alcanzados por el estudiante al término de un ciclo de formación, perfil de egreso, objetivos del curso, acreditación y/o egreso de los estudiantes. Los resultados en cada uno de los procesos de evaluación, se valoran a partir de dos perspectivas básicas: con referencia en la norma o con referencia a criterio. En el ámbito de la evaluación educativa es más convencional y acentuado el uso de la evaluación referida a la norma (Martínez, 2005; Muñiz, 1997), ya que permite calificar y realizar la emisión de los resultados ubicando el desempeño de cada uno de los alumnos en función de su grupo de referencia, el principal problema de este tipo de evaluación, es que pueden existir sesgos importantes en la calificación, dependiendo del desempeño del grupo. (UNAM; 2015)
La tendencia actual hacia una educación basada en competencias requiere que la evaluación sea con referencia al criterio, ya que uno de los inconvenientes de la evaluación con referencia a la norma es que gran parte del grupo puede no tener las competencias mínimas requeridas para ser un buen médico, y ser aprobados porque se aplicó una curva de distribución normal y se reprueban a los que estaban debajo de dos desviaciones estándar de la media (los alumnos con peor calificación). (Graue, 2010)
Los instrumentos para la evaluación en educación médica deben reunir una serie de criterios para que el proceso tenga sustento científico y práctico; los más frecuentes son la validez, la confiabilidad, y la factibilidad (incluyendo el costo).
Validez. La validez de un instrumento es el grado con el que mide lo que se supone que mide, y se ocupa de la medición en una situación específica con un grupo de estudiantes específico. No es el instrumento el que es válido, ya que la validez de un examen es específica para un propósito y se refiere más bien a lo apropiado de la interpretación de los resultados.
 El concepto de validez en educación ha ido evolucionando; hoy en día se considera que toda la validez es validez de constructo y que requiere múltiples fuentes de evidencia para su interpretación.
Las cinco fuentes importantes de validez de constructo en evaluación educativa son: el contenido (las especificaciones de la prueba, el contenido temático definido, las credenciales de los que elaboran los reactivos); el proceso de respuesta (el control de calidad del examen, la familiaridad del estudiante con el formato de evaluación); la estructura interna (el análisis de reactivos, la confiabilidad del examen); su relación con otras variables (generalización, resultados en poblaciones de expertos en comparación con novatos) y las consecuencias (método de establecimiento del punto de corte para aprobar, consecuencias para el estudiante y la sociedad). La información proporcionada por un instrumento de evaluación no es válida o inválida, sino que los resultados del examen tienen más o menos evidencia de las diferentes fuentes para apoyar (o refutar) una interpretación especifica (p. ej., el pasar o reprobar un curso). (Graue, 2010)
Confiabilidad. Es la capacidad del examen de arrojar un resultado constante cuando se repite, es decir, es la reproducibilidad del examen. Es un concepto estadístico, que representa el grado en el cual las puntuaciones de los alumnos serían similares si fueran examinados de nuevo, y en el cual el instrumento mide el fenómeno de manera constante en el tiempo. Si la prueba se repite a lo largo del tiempo, los nuevos resultados deberían ser similares a los iniciales para el mismo instrumento de evaluación y la misma población de estudiantes. Por lo general, se  mide como un coeficiente de correlación, siendo 1.0 una correlación perfecta y cero ninguna correlación. La confiabilidad por arriba de 0.70 es aceptable, aunque algunos autores prefieren que sea por arriba del 80%. La confiabilidad de una medición es necesaria para obtener resultados válidos, pero puede haber resultados confiables sin validez (es decir, la confiabilidad es necesaria, pero no suficiente para la validez).  (Graue, 2010)
Siempre que se decide utilizar un instrumento de evaluación, deben considerarse su validez y confiabilidad, para tener credibilidad ante la comunidad científica. Mientras mayor es la validez y confiabilidad de un método, en ocasiones se requieren más recursos financieros y humanos para su ejecución, por lo que la factibilidad de uso en el entorno local y el costo de su adquisición y puesta en práctica pueden ser factores determinantes en la decisión de la selección de los métodos a utilizar.
Por otro lado ternemos la evaluación fundamentada en competencias. Este enfoque ha recobrado importancia, dado que la competitividad, la productividad, la calidad de los procesos y productos son los retos para el cambio que marcan el crecimiento económico y productivo; razón por la cual, la educación debe buscar otros criterios para lograr el desarrollo de las capacidades como las habilidades y destrezas innovadoras que le permitan al profesional enfrentar los retos que impone la nueva realidad. Este enfoque ha evolucionado en sus planteamientos teóricos, dando paso a la perspectiva constructivista; por lo tanto, desde el ámbito de la planificación curricular pone atención no solo a la formación académica sino también al desarrollo humanos, especialmente en momentos en que se cuestiona la visión de ser humano debido a que diversos factores convergen en la deshumanización, tales como: la globalización, los avances científicos y tecnológicos, el consumismo, la pobreza económica, social y cultural, la xenofobia y la deforestación entre otros aspectos. (Mora, 2004)
Una evaluación por competencia requiere de un planteamiento de diseño de plan de estudios elaborado por competencias En este contexto competencia se puede entender como el conocimiento, las actitudes y las destrezas necesarias para desempeñar una ocupación dada. La manera como los sistemas educativos están abordando la competencia laboral difiere en cada país, y depende de las necesidades del mercado laboral y de la evolución que ha tenido el proyecto educativo para incorporar una formación basada en competencias. En Costa Rica no se conocen aplicaciones de este enfoque en la educación superior. No obstante, algunos docentes entrevistados, mencionan que los planes de estudios deben dar énfasis al desarrollo de habilidades para la competencia profesional. Al respecto se tienen datos de planes de estudio fundamentados en competencias en Colombia; en el nivel de educación secundaria técnica como el Covao y el CIPET han empleado modelos basados en normas de competencia.
Las competencias se han clasificado de diferentes maneras respondiendo a las necesidades de formación de cada institución, cada autor presenta la clasificación de acuerdo con el diseño de plan de estudios. Los siguientes tres tipos de competencias se han organizado a partir de la reflexión teórica basada en los estudios de: Mertens, 1996 y 1998, Bogoya, 2000; Jiménez, 2000, Corpi, 2001, Morales 2001. La clasificación presenta tres tipos de competencias generales que constituyen los ejes o áreas propuestas para un diseño de plan de estudios. Éstas a su vez se pueden descomponer en subcompetencias que se distribuyen en los ciclos lectivos, de acuerdo con los niveles de secuencia y profundidad del contenido.
Competencias profesionales. En este tipo de competencias se pueden distinguir dos niveles, las cuales varían según las características particulares del plan de estudios:
Competencias laborales genéricas. Esto es, saberes y destrezas generales que son aplicables a una gama de ocupaciones relativamente amplia.
Competencias ocupacionales específicas, o saberes y destrezas que demanda cada ocupación en particular.
Competencias de formación humana, se refieren a los valores y actitudes apropiados para desenvolverse en ambientes laborales, el énfasis de esta competencia radica en el desarrollo de la personalidad del profesional. Las competencias de formación humana apuntan hacia el logro de una formación ética sólida, realista y práctica a la vez y a promover el desarrollo de personas capaces de respetar y hacer respetar los valores institucionales y los principios éticos, tanto en sus vidas privadas, como en el desempeño profesional. Con este tipo de competencias se pretende el desarrollo pleno del ser humano. Mediante las actividades y contenidos curriculares y extracurriculares tanto los docente como los estudiantes se preocupan por encontrarle sentido a su vida individual y social, el entendimiento de sí mismo y de quienes lo rodean; se autoevalúan y se vuelven conductores de su propio proyecto de vida. En este sentido, el plan de estudios debe prever espacios de interacción y de encuentro interpersonal que rescaten y promuevan valores, e incrementar el diálogo como estrategia para la solución de conflictos; asimismo generar espacios de participación comunitaria y de amistad. De manera que, el futuro profesional se desarrolle y se prepare para contribuir al cambio y a la transformación social. Las competencias de apoyo se consideran un nivel de esta competencia.
Competencias de apoyo, se relacionan con los aportes de diferentes áreas académicas que contribuyen a la formación y desarrollo profesional.
Las Competencias académicas se refieren directamente a la formación académica y pretenden desarrollar en los estudiantes un alto nivel académico, una adecuada interacción entre la teoría y la práctica, un alto grado de conceptualización, reflexión y análisis crítico e interpretación de los hechos; con base en esa formación, el profesional sea capaz de proponer soluciones e innovaciones en su entorno socio cultural.
La evaluación realmente será auténtica en la medida que conecte la experiencia educativa con asuntos relevantes de la vida; es decir, con los ámbitos personal, profesional y social. Por tanto, la función de la evaluación supone garantizar la adquisición de una serie de competencias personales y profesionales que permitan al alumno desempeñar adecuadamente sus fun­ciones profesionales y su perfil de ciudadano, a partir del cual le sea posible estar en la sociedad de una forma activa y comprometida con la mejora de la misma, el desarrollo personal propio y de los demás (Escudero, 2008).
Esta concepción de competencias como resultados del aprendizaje tiene una serie de implicaciones para la evaluación:
• La competencia supone la adquisición de conocimientos, habi­lidades y actitudes. Es necesario por tanto plantear un sistema de evaluación que permita, de forma válida y fiable, recoger información y valorar todos los resultados de aprendizaje pre­tendidos.
• La competencia supone también la movilización estratégica de los anteriores elementos (conocimientos, habilidades y actitu­des), como recursos disponibles y necesarios para dar respuesta a una situación determinada. En consecuencia, la evaluación debe constatar la capacidad de movilizar los recursos de forma eficaz y ética para atender a una determinada demanda. Así, se requiere del planteamiento de situaciones veraces -también denominadas situaciones reales- para comprobar la capacidad de analizar cada elemento de la situación y la respuesta que se da para resolverla adecuadamente.
• Si la competencia se demuestra en la acción, la valoración de la competencia debe realizarse a partir de la actividad que realiza el alumno. En este sentido, la evaluación debe valorar lo que el alumno es capaz de hacer en una determinada situación, teniendo como referencia de valoración los criterios de lo que debería hacer y cómo lo hace.
• El desarrollo de la competencia es gradual, siendo un proceso de aprendizaje. Por lo tanto, la evaluación de este proceso permite aprovechar las potencialidades de la evaluación para favorecer el logro de los objetivos formativos. (Vallejo, 2014)
Evidentemente, cabe la posibilidad de cuestionarnos sobre la correcta valoración de la eficacia de la evaluación auténtica, es decir, el grado de transferencia entre las competencias adquiridas y las evaluadas (Monereo, 2009).
Cada vez con mayor intensidad la sociedad demanda médicos competentes capaces de resolver, de manera adecuada, los problemas medico quirúrgicos que puedan presentarse. Además de estas competencias, el cirujano de estos tiempos debe también tener otras más que deben adquirirse durante su etapa de adiestramiento y que es necesario que sean evaluadas. Entre ellas se encuentran: las habilidades de comunicación; la capacidad de mantenerse actualizado; el aplicar el mejor tratamiento posible según el avance de la ciencia, y la utilización adecuada de todas las herramientas diagnósticas y terapéuticas poniendo siempre un énfasis especial en la seguridad del paciente.  (Graue, 2010)
Es así como estos métodos de evaluación ponderan de modo diferente las habilidades que se espera del residente al término de su rotación o de su formación. Así, por ejemplo, el dominio de los conocimientos médicos necesarios puede ser satisfactoriamente evaluado por medio de exámenes orales y escritos; sus habilidades de comunicación y de relación médico-paciente, a través de la observación directa de su comportamiento, utilizando, para ello, archivos personales de cada residente (portafolios), y completarse con una evaluación de 360°, al preguntar sobre el comportamiento del residente a tutores, pacientes, enfermeras y, por último, otros residentes.
La obtención gradual de destrezas quirúrgicas puede ser monitoreada a través de la bitácora quirúrgica personal donde pueden anotarse los procedimientos efectuados y las observaciones de los tutores correspondientes; sus habilidades clínicas y de criterio quirúrgicos, por medio de exámenes clínicos y técnicos estructurados y exámenes por simuladores de cirugía.  Sin duda, la mejor evaluación será aquella que se haga de manera periódica durante el proceso formativo, pues permite la retroalimentación y el reforzamiento o corrección de conductas y actitudes, reconociendo tempranamente las deficiencias en conocimiento, actitudes y adquisición de destrezas.
En el caso de la adquisición de destrezas quirúrgicas, la estrategia de evaluación aceptada más a menudo es la que se refiere a los informes de evaluación estructurados. En ellos, se describe lo que se espera, en cuanto a destrezas y a habilidades, de un residente en formación, según lo programado para un determinado periodo de capacitación. Así, el tutor u observador pueden evaluar, mediante escalas de orden subjetivo, la capacidad y la destreza que se va adquiriendo y su grado de evolución. Mientras más detallados sean estos informes, mejores resultarán como estrategia de evaluación y de educación.  Siendo esta valoración  dinámica y flexible para cada estudiante  de acuerdo a su desempeño. Pudiendo en escala de tiempo acortar el proceso o alargarlo   hasta  cierta medida.
Es  necesario enfatizar además la evaluación en relación a  su actitud  hacia   los compañeros, los temas, el docente y más importante   hacia el paciente; integrando de  esta manera  la evaluación completa  no solo en habilidades, destrezas y conocimientos, sino en sus compromisos éticos y morales,   así como su conducta  hacia su ambiente.  Algunos autores señalan que esto surge de tener dos propósitos para la evaluación: el monitorear que el residente cumpla con los estándares de desempeño (control de calidad) y el guiar el desarrollo profesional del residente. Además, el centrarse en la precisión psicométrica, la objetividad y el procesamiento estadístico de los instrumentos distrae la atención del uso efectivo de la información obtenida de la evaluación. Por ello, se ha propuesto dividirla  en dos sistemas por separado: un sistema enfocado a detectar el cumplimiento de estándares mínimos por medio de mediciones cualitativas sencillas de seguimiento rápido, y el segundo, un sistema de guía, enfocado en la autoevaluación y controlado por los propios residentes, sus pares y los docentes que aportan adiestramiento y reflexión. Esto puede mejorar la motivación y el desempeño de los residentes, con incremento en la autodirección del residente y una mejor comunicación con los docentes. (Graue, 2010)
Diversos estudios nos señalan que lo que se evalúa es lo que se percibe como importante por los educandos, y en el caso de la medicina, las habilidades y destrezas clínicas son de suma importancia aunque no siempre se evalúan con precisión y objetividad. (Graue, 2010)  Para planear el diseño de un proceso de evaluación, debemos tomar en cuenta los siguientes elementos:
• Identificar claramente las habilidades cognitivas y psicomotoras (procedimentales y clínicas) que requieren valoración.
• Ser congruentes con el objetivo o la competencia que deseamos lograr.
• Valorar el cumplimiento del resultado con base en lo esperado. Para ello, requerimos estándares y procedimientos que constituyan al proceso de evaluación (instrumentos, nivel de aplicación, estructura, mecanismo, circunstancias), además de criterios para la aprobación y no aprobación.
• Procesar los resultados para convertirlos en información útil, oportuna, continua y formativa, a fin de mejorar el desempeño del residente y del proceso educativo del programa.
• Detectar quiénes se encuentran por debajo de lo esperado para elevar su rendimiento y auxiliarlos en el adiestramiento sobre aspectos de comportamiento, actitudes y desarrollo de habilidades psicomotoras.
• Evitar errores y aprender de ellos si llegasen a suceder. (Graue, 2010)
Es complejo elaborar instrumentos que evalúen aspectos tan amplios como la competencia clínica, ya que demandan mayor dificultad para su validación e implican la colaboración de expertos en el área.
 Si enseñamos diferente evaluamos diferente
En la literatura de evaluación médica, se señala una gran variedad de instrumentos que tienen diversas ventajas y limitaciones para documentar el aprendizaje de los conocimientos, habilidades y destrezas médicas. Es responsabilidad del profesor y de la institución educativa elegir los métodos apropiados de esta "caja de herramientas" para el proceso de evaluación, que pueden clasificarse en cinco categorías: (Graue, 2010)
Como ya se mencionó en general, no hay satisfacción entre docentes y estudiantes sobre el proceso y la eficacia de la evaluación, lo que lleva al desinterés por asumir cada quien su responsabilidad en lo que a la evaluación respecta.   
 Miller  (Miller, 1990) desarrolló un modelo representado por una pirámide que incluye los diferentes niveles de capacitación en los que se sustenta la competencia profesional del médico y en los que a su vez se puede desarrollar la evaluación, en la base de la pirámide sitúa los conocimientos que un profesional necesita para desempeñar sus tareas de manera eficaz ”sabe”, en el siguiente nivel la capacidad del profesional para utilizar los conocimientos “sabe cómo”, en tercer nivel es cómo actuaría y llevaría a cabo sus funciones si se encontrara en una determinada situación ”muestra cómo”, finalmente en el vértice se sitúa la actuación, lo que exige una observación directa del profesional, su práctica habitual con pacientes y situaciones clínicas reales “hace”. Este modelo resume muy bien el modelo de la competencia y permite su evaluación y en particular la elección de los instrumentos para evaluar cada nivel.
 
A este modelo de evaluación le  falta englobar esta pirámide en  un círculo que represente la formación del  especialista quirúrgico, es  decir  sus actitudes éticas y profesionales, su trato con los pacientes y  compañeros,  su compromiso con  el  paciente y la sociedad, complementando de esta forma la evaluación del   estudiante en cirugía y su grado de competencia  en  cuanto al compromiso social, ético y moral Para completar las competencias y sea una evaluación autentica.
   






 










De acuerdo a  la pirámide  de Miller la evaluación   quedaría  de la siguiente forma, tomado en cuenta que  solo los que demuestren  las competencias genéricas y específicas de cada  escalón subirán  hasta  la   práctica quirúrgica  y de ahí a la autonomía.  En cirugía, la evaluación, no es  cuestión de una  calificación, si no, de demostrar las competencias para entonces poder tener  una vida en   las manos   buscando siempre, si no  salvarla,  si al menos  mitigar  el dolor o la paliación del   cuadro.  Por todo esto la  evaluación la englobaríamos   de la siguiente forma:

En la literatura de evaluación médica, se señala una gran variedad de instrumentos que tienen diversas ventajas y limitaciones para documentar el aprendizaje de los conocimientos, habilidades y destrezas médicas. Es responsabilidad del profesor y de la institución educativa elegir los métodos apropiados de esta "caja de herramientas" para el proceso de evaluación, que pueden clasificarse en cinco categorías:
1.   Evaluaciones escritas: ensayos, preguntas directas de respuesta corta, exámenes de selección múltiple, preguntas de ensayo modificadas, relacionar columnas, problemas de tratamiento de pacientes, disertaciones, informes.
2.   Evaluaciones clínicas/prácticas: casos largos, exámenes prácticos, examen en una situación clínica real, examen clínico objetivo estructurado.
3.   Observación: informe del tutor, listas de cotejo, informes de escalas evaluativas, informe de pacientes.
4.   Portafolios y otros registros del desempeño: libretas de registro, portafolios, registros de procedimientos.
5.   Autoevaluación y evaluación por pares: informe del educando, informe de los pares. (Graue, 2010)

Los programas de residencias médicas y los organismos certificadores de conocimientos y destrezas evalúan a los residentes, de una forma u otra, durante su proceso formativo y al término de él. Para el efecto, se ha propuesto una serie de estrategias que se complementan entre sí. Las herramientas usadas con mayor frecuencia son: los informes de evaluación durante el adiestramiento; los exámenes escritos y orales; los exámenes clínicos estructurados; la bitácora de los informes de procedimientos quirúrgicos efectuados por el residente y sus resultados; los exámenes estructurados de competencias clínicas y técnicas, y los exámenes, por medios computacionales, de técnicas virtuales específicas.
La obtención gradual de destrezas quirúrgicas puede ser monitoreada a través de la bitácora quirúrgica personal donde pueden anotarse los procedimientos efectuados y las observaciones de los tutores correspondientes; sus habilidades clínicas y de criterio quirúrgicos, por medio de exámenes clínicos y técnicos estructurados y exámenes por simuladores de cirugía.(Graue, 2010)
Las rúbricas se definen como “descriptores cualitativos que establecen la naturaleza de un desempeño”. En consecuencia son instrumentos de medición en los cuales se establecen criterios y estándares por niveles, mediante la disposición de escalas, que permiten determinar la calidad de la ejecución de los estudiantes en unas tareas específicas. (Etxabe Urbieta, 2011)
Cualquier rúbrica debe considerar las siguientes premisas: ser coherente con los objetivos educativos que se persiguen, apropiada ante el nivel de desarrollo de los estudiantes y establecer niveles con términos claros. (Gatica-Lara, 2012)
Usualmente se habla de dos tipos de rúbricas. La rúbrica global u holística hace una valoración del conjunto de la tarea, mediante la utilización de unos descriptores que se corresponden a unos niveles globales, no particulares.  La rúbrica analítica, en cambio, se centra en tareas de aprendizaje más concretas, y necesita de un diseño más pormenorizado. (CARRIZOSA)
La rúbrica presenta tres características clave:
1.            Criterios de evaluación. Son los factores que determinarán la calidad del trabajo de un estudiante. También son conocidos como indicadores o guías. Reflejan los procesos y contenidos que se juzgan de importancia.
2.            Definiciones de calidad. Proveen una explicación detallada de lo que el estudiante debe realizar para demostrar sus niveles de eficiencia, para alcanzar un nivel determinado de los objetivos. Estas definiciones deben proporcionar retroalimentación a los estudiantes.
3.            Estrategias de puntuación. Se consideran cuatro niveles: desempeño ejemplar; desempeño maduro, desempeño en desarrollo y desempeño incipiente.(Gatica-Lara, 2012)
La  rúbrica cuenta  con las siguientes  ventajas  y desventajas:
Ventajas
1.-Promueve la responsabilidad.  2. Ayuda a mantener el logro de objetivos.  3. Proporciona criterios para medir y documentar el progreso del estudiante. 4.  Es fácil de utilizar y de explicar. 5. Resulta un proceso rápido. 6...-Se puede aceptar un margen de error durante el proceso. 7.-Ofrece retroalimentación al alumno y al maestro. (Delgado, 2010)
La pirámide de Miller, como ya fue comentado, presenta 4 niveles de competencia, definidos como “sabe”, “sabe cómo”, “demuestra” y “hace”.  Englobaremos estas herramientas de evaluación en cada   nivel  para poder ser evaluado el estudiante en forma completa, sin olvidar    el proceso formativo en ética y moralidad. Recordando que   las competencias más importantes para el cirujano además de las clínicas son  las de conocimiento previo, habilidades y destrezas,  habilidad visuoespacial y  su conducta en general.

Se  establece la rúbrica de evaluación de cada nivel de competencia, dividiéndolo en:
Avanzado: Indica un dominio muy avanzado (intenso, inmejorable, óptimo o superior)  de conocimientos, habilidades y destrezas.
Medio: Indica un dominio sustancial (adecuado, apropiado, correcto) pone de manifiesto un buen aprovechamiento de lo previsto en el currículo.
Básico: Indica un dominio suficiente y mínimo de conocimientos necesarios para poder seguir progresando.
Por debajo del básico: Indica carencias importantes en el dominio curricular de los conocimientos que expresan una limitación para seguir progresando en la asignatura.
 Debemos recordar que niveles  básicos  son las áreas de debilidad tanto del estudiante como del proceso de enseñanza y debemos buscar la forma de fortalecerlos. Los estudiantes no pueden avanzar  en el proceso hasta  retomar  y lograr las competencias establecidas. El progreso  o avance en  la residencia no debe medirse en años   si no con competencias.  De la misma forma   puede acortar el tiempo de la residencia  si un residente  demuestra   con la rúbrica  sus competencias.
Los programas de residencias médicas y los organismos certificadores de conocimientos y destrezas evalúan a los residentes, de una forma u otra, durante su proceso formativo y al término de él. Es así como estos métodos de evaluación ponderan de modo diferente las habilidades que se espera del residente al término de su rotación o de su formación. Así, por ejemplo, el dominio de los conocimientos médicos necesarios puede ser satisfactoriamente evaluado por medio de exámenes orales y escritos; sus habilidades de comunicación y de relación médico-paciente, a través de la observación directa de su comportamiento, utilizando, para ello, archivos personales de cada residente (portafolios), y completarse con una evaluación de 360°, al preguntar sobre el comportamiento del residente a tutores, pacientes, enfermeras y, por último, otros residentes.
Algunos de los aspectos más importantes de los métodos de evaluación más frecuentemente utilizados en nuestro medio y dar algunas sugerencias sobre su uso.
En primer lugar, no hay un solo tipo de método de evaluación de las competencias que sea intrínsecamente superior. Esta afirmación tal vez vaya en contra de mucha literatura sobre el tema y sobre lo que a menudo se piensa en los ambientes docentes. Un segundo punto es que, en el caso de los métodos escritos, los formatos de respuesta tienen menos influencia sobre lo que está siendo medido que lo que estamos inclinados a pensar. En ese sentido, deberíamos poner el foco en el formato del estímulo más que en el formato de respuesta. El tipo de preguntas debería ser seleccionado de acuerdo a sus fortalezas y debilidades.
Cabría pensar que todos los problemas de la evaluación del aprendi­zaje podrían no quedar resueltos con la evaluación auténtica. Evidentemente, también este tipo de evaluación suscita dudas e interrogantes. En este sentido, algunos especialistas en el campo de la evaluación consideran que se cometería un gran error si las instituciones educativas se limitasen a intercambiar las evaluaciones basadas en pruebas estandarizadas por aquellas evaluaciones auténticas con fines de promoción o graduación de los estudiantes, puesto que las evaluaciones auténticas podrían, incluso, revelar mayores dispari­dades o lagunas en las competencias de los alumnos que sus contrapartes, centradas en explorar el conocimiento declarativo. Es evidente que en tales casos el problema avivado, de fondo, es de otra naturaleza, ajena al tipo de evaluación aunque, sin duda, en función de la naturaleza de la evaluación, aflorará un tipo de información u otra.
Evidentemente, cabe la posibilidad de cuestionarnos sobre la correcta valoración de la eficacia de la evaluación auténtica, es decir, el grado de transferencia entre las competencias adquiridas y las evaluadas (Monereo, 2009).
Tal y como se ha indicado, la evaluación auténtica viene a lle­nar de contenido una parcela del campo de la didáctica -y también de la gestión educativa-, permitiendo la convergencia de múltiples miradas y enfoques centrados en los propios agentes y usuarios del sistema educativo, desenfocando determinados paradigmas que en el pasado fueron el centro de atención, y concentrando la mirada en otras perspectivas que, a buen seguro, han permanecido históricamente silenciadas de forma intencionada
La evaluación en medicina y   en cirugía requiere de la integración de todas  las competencias genéricas y especificas  ya mencionadas en  Tuning  Latino América  para la carrera de medicina, pero también de competencias especiales ya descritas para el cirujano. La pirámide de Miller  con  su modificación  nos  guia    tanto en el aprendizaje   como en la evaluación  siendo  este proceso dinámico y flexible. Favoreciendo de esta forma   no solo  la obtención de competencias sino también la confiabilidad del estudiante en su proceso  y posteriormente la autonomía  en  sus cirugías  lo que repercutirá en  la salud  y seguridad de los pacientes.
 No hay duda que queda mucho por hacer,  y que sin un equipo  comprometido  con el servicio de cirugía general y con el hospital no se va a lograr.  A partir de ahora tenemos que generar nuestro propio conocimiento (Manuales  de procedimientos) con respecto a todos los temas relacionados con las patologías quirúrgicas, también hay que invertir mucho tiempo en evaluar resultados para sacar conclusiones válidas y poder avanzar en la disminución de costos y la mejora de la calidad, que al contrario de lo que se piensa van muy de la mano y se puede realizar con los mismos recursos que disponemos en estos momentos, aún más, ahorrando una suma considerable de dinero que se podría emplear en otros sectores del hospital o reinvirtiéndola en el mismo sector tratando de auto financiarse, no generando gasto adicional.
Después de estas reflexiones sobre la importancia y problemática de la educación clínica, es menester identificar estrategias que ayuden a mejorar la situación actual, y que tengan el sustento educativo necesario para ser eficaces en la práctica.
1. Promover la adopción sistemática del currículo basado en competencias: la educación basada en competencias obliga a todos los actores del proceso educativo a hacer explícitas las competencias que se requieren del médico; se tienen que definir las competencias que deben enseñarse y que por tanto deben evaluarse.
2. Capacitación docente sobre educación clínica: la mayor parte de los clínicos enseña la clínica como la aprendieron, y perpetúa algunos vicios y conceptos erróneos desde  el punto de vista educativo que ya no son apropiados a la luz del conocimiento actual. Un ejemplo típico es la actitud educativa a veces tan prevalente en el hospital de que "la letra con sangre entra", o "quien bien te quiere te hará llorar".
3. Planear la enseñanza: aunque las instituciones educativas y de salud posean un programa educativo formal en los niveles académico y operativo, en las actividades cotidianas de los hospitales y consulta externa la educación clínica tiene mucho de "oportunista", ya que no es tan fácil programar la hospitalización de un enfermo con el diagnóstico del tema que corresponda en el programa.
4. Poner el buen ejemplo: es sorprendente la poca frecuencia con que los educandos tienen oportunidad de ver directamente a un clínico experimentado en acción, realizando un interrogatorio y exploración física, o hablando con el paciente sobre su problemática médica, psicológica y social. Aún en situaciones de trabajo complicadas, es importante estar consciente de que los residentes, internos y alumnos siempre están al pendiente de lo que hacen los de mayor jerarquía académica, por lo que es importante no bajar la guardia y ser un modelo de conducta efectivo en todo momento.
5. Hacer que el estudiante participe: todas las teorías educativas importantes hacen especial énfasis en la participación activa del educando y su relevancia para el aprendizaje significativo. Debemos tomar todas las oportunidades posibles para que los educandos "hagan" las cosas, sin dejar de supervisarlos durante la curva de aprendizaje.
6. Observar al estudiante: uno de los defectos más prevalentes de la educación clínica es la falta de observación directa del educando cuando realiza actividades clínicas. A pesar de que puede parecerle aburrido al profesor (especialista o residente) el dedicar tiempo para ver cómo hacen las cosas los educandos, no hay otra manera de identificar deficiencias y corregir errores (o de dar retroalimentación positiva si las cosas se hacen bien). Esta actividad es importante que se efectúe de manera no amenazadora en un ambiente profesional.
7. Proveer un ambiente propicio para la enseñanza y aprendizaje: mientras más edad y prestigio se tiene, es probable que se produzca un efecto intimidatorio en los estudiantes. Es crucial adoptar una actitud amistosa y profesional, y reducir el inevitable sentimiento de nerviosismo de los estudiantes.
8. Planear y ejecutar sesiones en el servicio que traten sobre temas de educación clínica, y que hagan énfasis en el desempeño diagnóstico de los resultados de la historia clínica: es frecuente que las sesiones de educación continua se vayan centrando sobre avances en la medicina moderna y tecnología, transmitiendo el mensaje de que los hallazgos clínicos no tienen cosas nuevas que aportar y que son menos importantes que las pruebas refinadas de laboratorio y gabinete.
9. Utilizar la tecnología y los avances en informática como apoyo de la educación clínica.
10. Utilizar la metodología y los recursos del "diagnóstico basado en evidencias".

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