Hernia inguinal infantil



             Las hernias inguinales del niño son lesiones congénitas que resultan de la persistencia anormal de la permeabilidad del proceso vaginal del peritoneo. Por consiguiente, las hernias infantiles son la mayoría de las veces oblicuas externas a través de una pared muscular normal, lo que las diferencia totalmente de las hernias del adulto. Esto explica las diferencias en cuanto a técnica quirúrgica y pronóstico: inutilidad de la reparación parietal en los niños pequeños, baja frecuencia de las recidivas. No obstante, la patología del conducto peritoneovaginal no está exenta de riesgos. La hernia inguinal puede presentar complicaciones digestivas y gonadales graves que deben prevenirse imperativamente mediante tratamiento quirúrgico una vez que se ha establecido el diagnóstico.
El tratamiento consiste en la sección y ligadura del saco herniario en el orificio inguinal profundo tras un acceso inguinal directo a través de una incisión corta en el pliegue abdominal inferior. Desde hace algunos años se está introduciendo la laparoscopia en el tratamiento de las hernias inguinales infantiles; esta técnica permite controlar el posible desarrollo de una hernia contralateral metácrona y estudiar la naturaleza anatómica de las recidivas. Algunos grupos, poco numerosos por el momento, consideran que el tratamiento de las hernias inguinales debe plantearse por laparoscopia; las técnicas varían según los autores, sin que exista un acuerdo general en los estudios publicados.
Las hernias crurales y las directas son muy infrecuentes en el niño, por lo que no existe un protocolo riguroso para su tratamiento, sino que éste se inspira en las técnicas quirúrgicas utilizadas en el adulto.

Definición
La hernia inguinal infantil corresponde a la persistencia del conducto peritoneovaginal en el niño o del conducto de Nück en la niña. (Duhamel, 1957). La etimología de la palabra «Vaginal» hace referencia a la vaina de la planta de la vainilla y significa «Cajita », es decir, «cubierta».  Era habitual llamarlas «hernias oblicuas externas» debido a su trayecto anatómico, que es oblicuo de fuera hacia dentro y de la profundidad a la superficie. El orificio inguinal profundo se encuentra inmediatamente por fuera de los vasos epigástricos mientras que el superficial se encuentra por fuera de la espina del pubis.
La hernia oblicua externa es más frecuente en los niños (80% de los casos) que en las niñas (20% de los casos). El 60% de las hernias afectan al lado derecho, el 30% al lado izquierdo y el 10% son bilaterales.

En el sexo masculino
En los niños, la hernia inguinal corresponde a una falta total o parcial  de involución  del  saco o conducto  peritoneovaginal que acompaña al testículo en su descenso a la bolsa  entre las semanas 24-34 de la vida fetal. Se trata de la cubierta serosa peritoneal que recubre una parte del testículo y del epidídimo. Su prolongación a partir del orificio inguinal profundo da lugar a  la  formación  de  una  estructura  tubular  o canalicular. 
El cierre parcial y escalonado del conducto peritoneovaginal puede favorecer la formación de un hidrocele distal que a menudo mantiene una amplia comunicación con la cavidad peritoneal.
El quiste del cordón corresponde a un cierre funicular del canal peritoneovaginal. Las tres manifestaciones de la falta de involución del conducto peritoneovaginal  pueden  coexistir.
En el sexo femenino
En las niñas, la hernia inguinal corresponde a la falta total o parcial de involución del conducto de Nück que bordea al ligamento redondo y se introduce en el labio mayor. Recuérdese que el  ligamento  redondo  es  el  equivalente  embrionario  del gubernáculo testicular del varón.
La expresión clínica de un cierre parcial del conducto de Nück puede adoptar la forma de un quiste situado por encima del  labio  mayor.
Todas estas anomalías son más bien parte de un defecto de maduración que verdaderas malformaciones. Las estructuras musculares regionales son normales, por lo que el tratamiento quirúrgico debe responder con precisión a la naturaleza de la anomalía observada, es decir, debe consistir en una simple sección y ligadura del saco peritoneal.

Casos  particulares
La hernia inguinal del prematuro  suele ser muy voluminosa y su tratamiento quirúrgico es difícil.
Las hernias estranguladas pueden reducirse casi siempre mediante una presión con el dedo si las condiciones de analgesia son buenas, lo que permite retrasar algunas horas la intervención de urgencia hasta que cede el edema regional. Sin embargo, en el 10% de las hernias estranguladas se impone una intervención inmediata de urgencia.
Las muy escasas hernias del apéndice o del divertículo de Meckel (hernia de Amyand o de Littré) son urgencias quirúrgicas indiscutibles porque en la mayoría de los casos son irreductibles.
En las hernias inguinales asociada a la falta de descenso de un testículo el tratamiento quirúrgico puede diferirse, ya que en una cirugía demasiado precoz se corre el riesgo de lesionar la vascularización espermática si el descenso se hace muy pronto debido a la ruptura no controlada de la íntima de la arteria a consecuencia de una tensión demasiado fuerte sobre el pedículo vascular. Para que el descenso del testículo pueda hacerse en la misma intervención que la corrección de la hernia, es deseable esperar a que el niño cumpla 18 meses, si las circunstancias lo permiten.
Las hernias inguinales de las niñas en las que existe una participación ovárica no deben ser objeto de reducciones intempestivas mediante compresión digital. Toda manipulación de este tipo puede provocar traumatismos en el parénquima ovárico. Hay que evitar reducir una hernia con participación ovárica, pero la intervención quirúrgica no debe demorarse.
Las hernias bilaterales en las niñas deben hacer pensar en una anomalía genital dentro de un contexto de ambigüedad sexual. De  forma  excepcional, la  hernia inguinal  infantil puede facilitar el descubrimiento fortuito de una  anomalía de los órganos genitales internos (útero bicorne,  agenesia tubárica, varón con útero, etc.).
El tratamiento quirúrgico de las hernias inguinales que aparecen tras el cierre de soluciones de continuidad habitualmente voluminosas (onfaloceles, extrofias vesicales, etc.) debe ser tardío, ya que a menudo se toleran bien y un cierre demasiado precoz puede provocar una hiperpresión abdominal muy peligrosa.


Otras hernias inguinales infantiles
Las hernias crurales y las hernias directas son muy infrecuentes y sólo en muy pocos casos la exploración física lleva al diagnóstico, que lo más frecuente es que se haga durante la intervención. La incidencia de hernias crurales e inguinales directas aumenta con la cirugía laparoscópica ya que este acceso permite identificar con mayor facilidad estos tipos de hernias. En estos casos, la resección del saco herniario se asocia a una cirugía parietal parecida a la propuesta para los adultos.

Epidemiología

En el 40 % de los casos, el proceso vaginal del peritoneo ya está cerrado al nacer y en el 60 % restante se cierra espontáneamente antes del final del primer año de vida.
Las hernias inguinales oblicuas externas representan el 95 % de las hernias inguinales del niño y afectan mayoritariamente al varón (90 %).
Como el cierre del conducto peritoneovaginal es un proceso que puede seguir evolucionando después del nacimiento, la frecuencia de las hernias inguinales es mayor en los niños prematuros.
Existe un predominio de la localización derecha (60 %) sobre la izquierda (30 %), aunque también existen hernias bilaterales (15 %) (Juskiewenski, 1998). Por otra parte, en caso de sintomatología herniaria unilateral, se constata la permeabilidad del proceso vaginal del peritoneo del lado contralateral en el 30 al 60 % de los casos.
Las hernias directas y crurales son muy raras, lo que plantea problemas de diagnóstico, ya que su desconocimiento aumenta el riesgo de recidiva.
Por último, en el 5 % de los casos, la hernia inguinal oblicua externa del varón puede estar asociada a una criptorquidia o a una ectopia, que deberá tratarse en el mismo tiempo operatorio. Por otra parte, la mayoría de las criptorquidias se asocian a un saco herniario persistente. La resección del proceso vaginal del peritoneo es entonces uno de los tiempos de la orquiopexia.

Fisiopatología: desarrollo de la pared abdominal anterior
Las hernias inguinales congénitas se deben a un defecto de obliteración del proceso vaginal del peritoneo. La embriología de este conducto permite comprender la patogenia.
La cavidad peritoneal del feto presenta dos pequeñas fosas (fositas vaginales) que, por efecto de la hiperpresión abdominal creada por el desarrollo rápido de los órganos intraabdominales, se transforman en dos divertículos que atraviesan las regiones inguinales empujando los diferentes planos musculoaponeuróticos. Estos divertículos terminan en los pliegues genitales. El proceso vaginal del peritoneo queda así formado al tercer mes de vida intrauterina, mientras que las gónadas se encuentran todavía en posición retroperitoneal.
Entre el tercer mes de vida intrauterina y el término de la gestación, el testículo migra desde su posición lumbar retroperitoneal primitiva hasta el escroto por   el crecimiento rápido del plano posterior y de la columna vertebral.
En realidad, el testículo es «traccionado» por el gubernáculo testicular, estructura ligamentaria que se extiende del testículo al fondo del escroto. Este ligamento se atrofia después del séptimo mes de vida intrauterina de modo que el conducto inguinal, al cual ha «calibrado», queda permeable para permitir el descenso del testículo. El proceso vaginal del peritoneo se fusiona a los demás elementos del cordón espermático y se oblitera progresivamente para formar un cordón único y fibroso: el ligamento de Cloquet. Este proceso de obliteración finaliza normalmente en las últimas semanas de gestación, aunque puede prolongarse y terminar en los primeros meses de vida.
La comunicación del conducto peritoneovaginal con el conducto inguinal determina una zona de debilidad en la parte inferior de la pared abdominal. Por efecto de la presión abdominal, las vísceras entran en el proceso vaginal del peritoneo no obliterado a nivel del anillo inguinal profundo.
Antes de la edad de marcha, como el niño permanece acostado, la presión abdominal aumenta esencialmente sólo cuando el niño llora o hace esfuerzos; por lo tanto, el conducto peritoneovaginal no es demasiado solicitado y puede cerrarse espontáneamente en los primeros meses de vida.
Cuando el niño comienza a caminar, se suman dos elementos:
1.      La posición de pie provoca una sobrepresión permanente sobre la parte inferior de la pared abdominal;
2.      El desarrollo progresivo de la pared abdominal inferior, relacionado con la verticalización, cuyo signo más evidente es el «ascenso» del ombligo: la distancia ombligo-xifoides, dos veces mayor que la distancia ombligo-pubis (R = 2/1) en el niño pequeño, pasa a ser igual a esta última en el niño de más edad (R = 1/1).
En este momento, es importante que el desarrollo de los músculos y del conducto inguinal, que al mismo tiempo se alarga, pueda realizarse normalmente. La entrada del «cilindro » del saco herniario en el conducto impide su desarrollo normal y es en gran parte responsable de la hipoplasia del tendón conjunto. Esto explica el interés de suprimir el saco herniario antes del desarrollo de la pared abdominal.
Por último, hay que destacar que en el niño pequeño, a diferencia del adulto, el anillo superficial del conducto inguinal se encuentra muy cerca de la línea media, de la cual se va a ir alejando con la edad (12 mm al nacer, 35 mm a los 3 años) (Vergnes, 1985), lo que va a condicionar la vía de acceso quirúrgico. Se puede decir, por lo tanto, que existe una verdadera «continuidad fisiopatológica» del lactante al niño mayor, que se prolonga por otra parte en el adolescente y luego en el adulto joven.
En la niña, el proceso vaginal se denomina conducto de Nuck. Sigue el trayecto del ligamento redondo que se extiende desde el anexo hasta el labio mayor. El defecto de obliteración es responsable de la hernia inguinal de la niña, cuyo contenido es la mayoría de las veces ovárico, aunque también puede ser digestivo o epiploico.

Indicaciones Quirúrgicas

Toda hernia cuya sintomatología reveladora es un episodio de protrusión herniaria requiere tratamiento quirúrgico.
Una hernia constatada por los padres y/o por el médico en un niño de más de seis meses debe ser objeto de una intervención quirúrgica programada. Antes de esta edad, es necesario sopesar el riesgo quirúrgico testicular y el riesgo de estrangulación herniaria teniendo en cuenta por supuesto las condiciones del medio y la angustia de los padres. Las hernias de los niños prematuros pueden ser una excepción a esta regla, en la medida en que son sintomáticas (bradicardia, cianosis, dificultades alimentarias, etc.) o si se trata de hernias, a menudo bilaterales, voluminosas.
Las hernias de la niña, que no tienen tendencia a cerrarse espontáneamente, requieren también un tratamiento quirúrgico para prevenir una eventual exteriorización gonadal.

Cirugía ambulatoria

La herniotomía inguinal del niño es una intervención quirúrgica que puede realizarse en condiciones ambulatorias, respetando por supuesto las contraindicaciones de orden anestésico (premadurez, condiciones de vigilancia parental, etc.). No obstante, debe ser practicada por un equipo especializado.
La mayoría de las veces se realiza bajo anestesia locorregional complementaria de una ligera anestesia general (caudal o raquianestesia), técnicas que deben ser perfectamente dominadas por el equipo. Los padres deben recibir una información clara y detallada tanto sobre los aspectos quirúrgicos como anestésicos. Esta intervención no debe considerarse nunca como «una simple hernia» (Myers, 1994).

Técnica quirúrgica clásica

Técnica corriente del tratamiento quirúrgico de las hernias inguinales del niño en caso de persistencia del conducto peritoneovaginal
Fundamento de la cirugía del conducto peritoneovaginal: Resección  del saco herniario y sutura del peritoneo en el orificio inguinal profundo: no es necesario ningún tipo de reconstrucción musculoaponeurótica porque en estos casos la hernia inguinal corresponde a la falta de cierre del conducto peritoneovaginal y no a un defecto musculoaponeurótico de la pared.

Anestesia
Puede ser exclusivamente general o, de preferencia, locorregional precedida por una ligera anestesia general. Si se respetan las condiciones necesarias, la anestesia caudal provoca un bloqueo locorregional que permite obtener una analgesia postoperatoria de excelente calidad, evitando recurrir a un tratamiento analgésico suplementario. Esta anestesia puede practicarse en condiciones ambulatorias, pero requiere un control riguroso de la supresión del bloqueo sensitivomotor (marcha, diuresis) antes de que el niño sea dado de alta.

Instalación

Se instala al niño en decúbito dorsal simple, se examina bajo anestesia el lado que se va a operar y se verifica la posición de los testículos. Durante la instalación, se dibuja con lápiz el trazado de la incisión.

Vía de acceso quirúrgico

La herniotomía inguinal se realiza a través de una incisión horizontal breve en el pliegue abdominal inferior (fig.).

Figura. Trazado de la incisión en el pliegue abdominal inferior. (Tomado de Elsevier, 2014)

Esta incisión llega a un centímetro de la espina del pubis, que se palpa a través del panículo adiposo. Tras la incisión de la fascia superficialis, gruesa y bien individualizada en el niño, se expone el anillo inguinal superficial mediante dos separadores de Farabeuf.


Figura. Exposición del orificio inguinal superficial. (Tomado de Elsevier, 2014)

Se abre la fascia superficial. Con mucha frecuencia, antes se encuentra una vena subcutánea abdominal importante que puede rechazarse, electrocoagularse o seccionar se entre dos ligaduras.
Las estructuras celuloadiposas se disocian bajo la fascia apoyándose con la punta de las tijeras en el extremo del pubis de manera que, inevitablemente, se encuentra el cordón espermático.
El cordón espermático está formado por una vaina constituida por el músculo cremáster, cuyas fibras siguen una dirección longitudinal en el eje del cordón al que recubren.
El saco herniario, es decir, el conducto peritoneovaginal persistente, se encuentra por encima de los elementos nobles del cordón. Los vasos están situados por debajo y por fuera del saco. El conducto deferente, con su vascularización propia, se encuentra por debajo y por dentro del saco herniario y sus uniones con el peritoneo son más densas que las de los vasos espermáticos.
Si se utiliza la anestesia locorregional es recomendable no movilizar demasiado el cordón mediante tracciones intempestivas, porque ello puede estimular la sensibilidad de los niveles metaméricos  situados por  encima  del límite superior de la anestesia, lo que provoca el llanto y la agitación del niño. En estos casos de cirugía con anestesia locorregional, lo mejor es no colocar lazos bajo el cordón y exponerlo ampliamente en el orificio inguinal externo para poder iniciar la disección del saco después de separar las estructuras cremastéricas que lo protegen. En los casos frecuentes de exteriorización de la hernia, las fibras  cremastéricas   son   muy   gruesas,  inflamatorias   y adherentes.
Una vez efectuada la disección cremastérica, hay que introducir la punta de las tijeras bajo lo que se ha convenido en llamar arcada de Nicaise, que corresponde al orificio inguinal externo, es decir, el límite inferior de la aponeurosis del oblicuo externo, con el fin de despegar perfectamente el cordón del techo aponeurótico del trayecto inguinal. Con ayuda de dos pequeños separadores de Farabeuf se procede a elevar la aponeurosis separándola por completo del cordón.

Disección y tratamiento del saco herniario
La disección del saco herniario hasta la altura del orificio inguinal profundo requiere la apertura del conducto inguinal a partir del orificio inguinal superficial en el sentido de las fibras del músculo oblicuo mayor (fig.) o, como en la técnica de Duhamel (acceso quirúrgico subperitoneal suprainguinal oblicuo respetando el orificio inguinal superficial), abriendo el músculo oblicuo mayor y disociando transversalmente los músculos oblicuo menor y transverso.



Figura. Apertura del conducto inguinal. (Tomado de Elsevier, 2014)

Con una pinza se hace una buena prensión del saco herniario en su parte superior, procediéndose a separarlo de los elementos nobles de fuera hacia dentro, comenzando por los vasos. Las estructuras vasculares son mucho más fáciles de separar del saco de lo que lo será un momento después el conducto deferente. Esta disociación  se  practica  con  ayuda  de la  punta  de unas tijeras espatuladas o con la punta de una pinza de disección de pequeño tamaño y sin dientes, rechazando progresivamente las estructuras vasculares hacia abajo.
En este momento se puede disecar el saco separándolo del deferente sin tocar a este último, al que no se roza ni se pinza, prosiguiéndose esta forma hasta completar el contorno del saco. Se toma el saco herniario con una pinza y se corta por debajo, dejando que toda la parte distal del conducto peritoneovaginal sufra una atrofia progresiva; la disección se continúa entonces hacia el orificio inguinal  profundo.
Paso a paso, con ayuda de pequeñas torundas montadas en la punta de una tijera atraumática espatulada, se termina de liberar el saco herniario en su cara inferior, dejando los vasos por fuera y el deferente por dentro. La disección se lleva hasta los vasos epigástricos que se identifican perfectamente bajo la fascia transversal.
Se comprueba que el saco herniario está vacío y se enrolla de forma que ninguna víscera pueda introducirse en él en el momento en que se pasa el hilo de sutura.
Se pasa un punto montado de hilo reabsorbible trenzado (en general 3/0 o 2/0 si el saco es grueso) por la base del saco que se cierra con un nudo de molinero.
Se reseca en parte el saco hasta la ligadura y se reintroduce en la cavidad peritoneal hasta que desaparece por detrás de los vasos epigástricos.

Disección del cordón espermático

El cordón espermático se diseca primero en su totalidad sin tratar de individualizar los elementos y luego se toma con una pinza de Ombrédanne o un lazo sin tracción para no dañarlo. La rama genital del nervio genitofemoral debe respetarse cuidadosamente durante la exposición del cordón.
Después de la incisión de la túnica fibrosa común del cordón se identifica el saco herniario, se toma con pinzas y se diseca con tijeras, alejando con cuidado los elementos vasculonerviosos del cordón y del conducto deferente.


Figura. Apertura de la fibrosa común del cordón. (Tomado de Elsevier, 2014)

Figura. Disección del saco herniario. (Tomado de Elsevier, 2014)

El conducto deferente debe visualizarse perfectamente pero no se diseca para prevenir todo riesgo de lesión; con frecuencia tiene un trayecto en «bucle», lo que debe ser una preocupación constante durante la disección. Esta disección debe ser exsangüe, ya que la electrocoagulación monopolar está totalmente contraindicada para evitar lesiones adyacentes. En caso de necesidad de hemostasia debe preferirse una coagulación bipolar.

Tratamiento del saco herniario [Holder, 1980]

La disección del cordón permite aislar el saco herniario para poder separarlo y seccionarlo entre dos pinzas, controlando siempre el trayecto del conducto deferente. La porción proximal del saco herniario se diseca hasta el anillo profundo donde se liga mediante una sutura en jareta o un punto por transfixión (hilo reabsorbible 4/0) y el excedente del saco se reseca.
Figura. Ligadura proximal del saco herniario. (Tomado de Elsevier, 2014)

Si el saco herniario es cerrado, se retira en su totalidad después de aislar los elementos nobles del cordón. Si comunica con la túnica vaginal del testículo, se suele abandonar la porción distal; no se recomienda su resección.


Figura. Túnica vaginal del testículo dejada abierta. (Tomado de Elsevier, 2014)

Al final de la intervención, dada la movilización del cordón, hay que tener cuidado de volver a colocar el testículo en posición escrotal, ya que éste siempre está traccionado durante la disección del saco herniario.



Figura. Reposición del testículo en el escroto. (Tomado de Elsevier, 2014)

Cierre

Se comprueba que el testículo se encuentra en buena posición en el fondo de la bolsa y se comienza el cierre inguinal. Este cierre consiste simplemente en la sutura de las estructuras que se han atravesado. En esta intervención no se abre la aponeurosis del oblicuo externo sino que sólo se rechaza hasta el orificio inguinal profundo para exponer el cordón. Si existe un hidrocele comunicante hay que vaciarlo por completo.
El cierre debe ser lo más anatómico posible, reconstituyendo el anillo inguinal superficial. Después de un eventual descenso del tendón conjunto sobre la arcada crural, aconsejado si un saco herniario voluminoso ha distendido el conducto inguinal, la aponeurosis del músculo oblicuo mayor se sutura por delante del cordón con puntos separados de hilo reabsorbible 4/0. Tras la verificación de la hemostasia, una simple reparación de la fascia superficialis permite obtener una cicatriz de buena calidad, prácticamente invisible. El cierre cutáneo se realiza con puntos separados invertidos intradérmicos de hilo reabsorbible 5/0 (fig.).
Figura. Cierre cutáneo con puntos separados invertidos intradérmicos. (Tomado de Elsevier, 2014)

El vendaje ideal es un apósito impermeable que permita el paso de aire, sobre todo en los niños más pequeños. Se realiza un vendaje simple que se conserva durante 48 horas. No se requieren cuidados postoperatorios particulares, dado que los hilos son reabsorbibles. Hay que prohibir los baños durante 8 días e informar a los padres sobre la posibilidad de un ligero edema escrotal durante varios días.

Fundamento del tratamiento quirúrgico de las hernias inguinales de la niña en caso de persistencia del conducto de Nück
Acceso
Se practica una corta incisión horizontal en el último pliegue del abdomen.
Se abre la fascia superficial. Con mucha frecuencia, antes se encuentra una vena subcutánea abdominal importante que puede rechazarse, electrocoagularse o seccionarse entre dos ligaduras.
Los fundamentos de la cirugía y de las hernias inguinales de la niña son idénticos de los del niño. En realidad, la mayoría de las hernias inguinales se deben a la persistencia de un conducto peritoneal que desciende por el orificio inguinal profundo acompañando al ligamento redondo, para acabar en el labio mayor.
Se procede a la disección  del tejido celuloadiposo bajo la fascia superficial colocando la punta de las tijeras espatuladas sobre el extremo del pubis, lo que permite encontrar de inmediato la extremidad distal del conducto de Nück, que se reconoce enseguida.

Disección del saco herniario
Se liga y se secciona la extremidad distal del ligamento redondo más allá de la extremidad del conducto de Nück, para no ir demasiado lejos y no dejar vacío el labio mayor. La extremidad del conducto de Nück se coge con una pinza, con cuidado de vaciarlo antes de un posible contenido herniario.
Se liberan las estructuras musculares derivadas del músculo oblicuo interno, es decir, el equivalente al músculo cremáster en el varón. Hay que tener cuidado con los retornos venosos de las envolturas musculares que desembocan en el sistema epigástrico. Se llega hasta el orificio inguinal profundo después de haber separado el saco de la cobertura aponeurótica del trayecto inguinal. Los vasos epigástricos y la grasa subperitoneal marcan el límite profundo de la disección.

Tratamiento del saco
Es esencial comprobar que el conducto de Nück está vacío, razón por la cual es preferible abrir el saco peritoneal para distinguir  perfectamente la silueta del ligamento redondo bajo el peritoneo y diferenciarla de un posible bucle tubárico que a menudo penetra  en  el saco herniario.
En la mayoría de los casos la ligadura del saco herniario se hace con  un punto montado.
No obstante, a veces hay que realizar una sutura continua en la base del saco herniario para mantener un  control constante de la cavidad peritoneal durante el paso de la aguja y evitar el descenso, siempre posible, de la trompa homolateral hacia el saco.
El ligamento redondo se encuentra  inmovilizado y adherido bajo el peritoneo. Su sección no provoca ninguna movilización intraabdominal del propio ligamento ni ninguna perturbación de la estática uterina. Sin embargo, algunos autores defienden que se haga siempre una suspensión del ligamento redondo en el plano profundo del trayecto inguinal, es decir, en el músculo oblicuo interno, según el método descrito por Barker.
La fascia superficial se cierra con un punto de inversión de hilo de reabsorción rápida y se efectúa una sutura continua intradérmica.

Casos particulares
Hernias del prematuro  (Moss, 1991)
La intervención se realiza idealmente bajo raquianestesia para limitar los riesgos intra y postoperatorios de apnea y/o bradicardia. La técnica operatoria es similar a la descrita más arriba, pero el riesgo de lesión gonadal en este tipo de intervención está incrementado por el tamaño de las estructuras disecadas (riesgo de atrofia testicular). Se trata en realidad de una intervención muy especializada, sobre todo en caso de criptorquidia asociada. El tamaño pequeño de los elementos del cordón y la brevedad de su trayecto inguinal (10 a 13 mm al nacer, 20 a 23 mm a los 3 años) hacen que este tiempo sea delicado [ Vergnes, 1985)..
El defecto de la pared suele ser muy importante en los niños prematuros con una hernia inguinal que, en muchos casos, es bilateral.
La disección del saco herniario es a menudo difícil y a veces es necesario abrirlo para garantizar la separación satisfactoria de los elementos del cordón espermático y garantizar que el saco está vacío.
Las relaciones del peritoneo (a menudo inflamado) con los elementos del pedículo suelen ser muy estrechas. Por tanto, la disección puede ser difícil o incluso peligrosa para las estructuras del cordón, sobre todo para  el conducto deferente.
Durante la disección de las hernias muy voluminosas no es excepcional tener que plegar el saco peritoneal. En estos casos es posible que se deje inadvertidamente un faldón entero del saco, que sirve de lecho para una recidiva casi segura.
Durante la disección del saco hay que  ser muy cuidado so para no provocar una ruptura frente al orificio inguinal profundo. Esta brecha peritoneal suele ser fácil de identificar debido a la salida de líquido peritoneal. Es necesario cerrarla ya que, si pasa inadvertida, puede ser el lugar por donde se deslicen las vísceras al espacio de la disección subcutánea, lo que se traduce en una evisceración cubierta inmediata en el postoperatorio, responsable de un  cuadro de oclusión intestinal.
Una vez efectuada la ligadura del saco herniario, suele ser útil colocar un punto de calibración del anillo inguinal externo sobre la aponeurosis del oblicuo externo.
No existe una edad ideal para operar al niño. Los riesgos en que se incurre por la anestesia y las posibles dificultad es quirúrgicas con alto riesgo de recidiva invitan a la prudencia. Si el grado de urgencia lo permite y no existe un estrangulamiento verdadero, es bueno saber esperar al momento del embarazo a término corregido o mejor al mes de edad tras un embarazo a término corregido, es  decir,  cuando  se  hayan  cumplido  las 45 semanas de amenorrea.

Caso particular de la hernia estrangulada
El cuadro de la hernia estrangulada es muy poco frecuente: el porcentaje de hernias estranguladas es de alrededor del 20% en estos niños, y sólo un 20% de ellas se opera de urgencia, mientras que el otro 80% de las hernias puede reducirse por presión digital.
Si es necesaria la intervención de urgencia no es posible disecar el saco herniario, con su contenido muy inflamatorio o incluso isquémico,  sin abrir la aponeurosis del oblicuo externo y después abrir el saco herniario, lo que permite el control del contenido herniario estrangulado hasta su cuello, ya que las lesiones más graves no son obligatoriamente las distales sino que a menudo son proximales, a la altura del cuello. Por último se procede a la reintroducción progresiva de las estructuras digestivas herniadas y estranguladas o, si es necesario, a una exéresis segmentaria del intestino delgado.
Tras la reducción por taxis suaves con premedicación, hay que esperar la resorción completa del edema del cordón espermático para facilitar la disección del proceso vaginal del peritoneo. Por esta razón, se prevé un lapso de 6 a 8 días entre la reducción y la intervención quirúrgica programada.
Raramente es necesaria una cirugía de urgencia en el lactante, ya que habitualmente la hernia es reductible. La intervención quirúrgica de urgencia sólo se decidirá en el niño mayor o en caso de sospecha de necrosis intestinal.
El control de la buena vascularización y del aspecto del testículo es esencial. Siempre hay que documentar el estado del testículo tal como se encuentra en la intervención, ya que el pronóstico a largo plazo puede ver se comprometido por la isquemia, lo que puede tener posibles complicaciones medico legales.
La cirugía ulterior no difiere de la antes descrita.

Caso particular de la hernia con participación ovárica por ectopia tuboovárica en el saco herniario
En la niña, la persistencia del conducto de Nuck es el sustrato anatómico de la hernia inguinal, cuyo contenido es casi siempre ovárico. Cuando el ovario está presente en el saco herniario y se palpa bajo el panículo adiposo, su viabilidad está siempre amenazada por una eventual estrangulación.
Debe evitarse en este caso toda maniobra de reducción. El mejor tratamiento es quirúrgico para asegurar la restitución del ovario al abdomen y el cierre del saco herniario. La intervención quirúrgica se realiza según la técnica descrita por vía inguinal, con algunas diferencias: se secciona el ligamento redondo; se abre sistemáticamente el saco herniario en busca de una ectopia de la trompa; en este caso, el saco se invagina mediante dos jaretas sucesivas para restituir la trompa a la cavidad peritoneal.
En estos casos hay que liberar la trompa evitando su prensión con algún instrumento. Sólo puede manipularse el ovario, y ello con delicadeza, para evitar todo microtraumatismo del parénquima ovárico. Se comprueba la ausencia de una anomalía genital interna introduciendo un  endoscopio de tipo urinario o de laparoscopia de pequeño tamaño (<5 mm) ya que en este tipo de situaciones es posible  que existan anomalías  genitales profunda s (útero bicorne, atresia tubárica, etc.).
Si la gónada no parece claramente una estructura ovárica normal, hay que fotografiarla y hacer una biopsia. El material de Ja biopsia debe ser enviado en fresco, sin fijar, al laboratorio de anatomía patológica al que se ha avisado previamente.
El desarrollo posterior de la cirugía de la hernia es el mismo que el descrito antes.

Hernia asociada a un defecto de emigración del testículo
Tratamiento del saco
La disección inguinal comienza por la búsqueda del testículo. El gubernáculo testicular se secciona entre dos ligaduras y se moviliza el testículo hacia abajo. A continuación se secciona la aponeurosis del oblicuo externo con cuidado de no lesionar las ramas de los nervios genitofemoral, ilioinguinal o incluso iliohipogástrico.
Tras la abertura de las fibras del cremáster se coloca el saco herniario, es decir, el conducto peritoneovaginal persistente, sobre una pinza tipo mosquito. Se expone el saco para liberar primero los vasos espermáticos por abajo y afuera. A continuación se rechaza el conducto deferente.
El saco, liberado de todas sus fijaciones espermáticas en un trayecto de un centímetro,  se secciona entre dos pinzas.
La disección debe proseguir en dirección al orificio inguinal profundo, hasta la altura de los vasos epigástricos. El saco se cierra frente al orificio inguinal profundo con un nudo de molinero efectuado en un punto de hilo reabsorbible 3/0 o 2/0, según el grosor del tejido.
Alargamiento y movilización del pedículo
Se desliza un pequeño separador de Farabeuf entre el saco por arriba y los elementos nobles del cordón por debajo. Si es necesario, Ja disección se prolonga hacia arriba en el espacio retroperitoneal; los vasos espermáticos siguen Ja dirección de los vasos ilíacos externos mientras que el conducto deferente se introduce en la pelvis menor en dirección a las vesículas seminales y la uretra.
La separación entre los vasos y el conducto deferente debe hacerse con una técnica casi microquirúrgica, ayudándose de unas gafas de lupa. Las pocas fibras del cremáster que aún se encuentran durante esta disección se cortan con las tijeras.
En general, en este estadio de la disección es posible  hacer descender el testículo hasta el fondo de la bolsa.

Orquidopexia
A través de una corta vía de acceso realizada en un pliegue cutáneo de Ja parte superior del escroto, se crea una bolsa entre la piel del escroto y el dartos. Un corte en el dartos y la fascia espermática externa permite deslizar una pinza en dirección al orificio inguinal externo. Con esta pinza se puede coger el resto del gubernáculo testicular que ha quedado en contacto con el testículo y su s envolturas, y bajarlo así hasta la bolsa de despegamiento creada entre el dartos y la piel del escroto.
Las pocas  fibras del  cremáster  que se dejan  en su  sitio alrededor de los elementos nobles del cordón permiten unir éste a su punto (reabsorbible de 4/0) de penetración en la bolsa, es decir, al dartos, con cuidado de no estrangular el pedículo espermático.
En esta fase de la intervención hay que abrir la hoja parietal de Ja vaginal para inspeccionar el testículo y la posible disociación epididimotesticular y confirmar la ausencia de apéndices epididimarios o testiculares (hidátides de Morgagni) que pueden sufrir una torsión secundaria si se dejan en ese lugar. La sección de la base de estos apéndices debe hacerse con tijeras, evitando el uso de la electrocoagulación monopolar tanto a lo largo del cordón espermático como en el epidídimo, para no provocar un calentamiento  perjudicial.

Cierre de la pared
El trayecto inguinal debe cerrarse sólo en su  porción aponeurótica (oblicuo externo). Hay que tener cuidado de que las suturas no abarquen a las ramas de inervación  sensitiva local, lo que provocaría dolores postoperatorios prolongados o incluso definitivos en la región inguinal. No es necesario descender el músculo oblicuo externo o el tendón conjunto a una situación prefunicular. Esta mioplastia, descrita sobre todo por Porgues, produce dolores en el postoperatorio, no añade solidez a la región inguinal y es perjudicial por la fibrosis perifunicular que induce, además de que aumenta los riesgos de retracción del cordón en el postoperatorio con ascensión secundaria del testículo.
La fascia superficial se cierra  con un punto de inversión de hilo (3/0 o 4/0) y la piel con una sutura continua intradérmica o con cola dérmica.
La piel del escroto debe cerrarse con algunos puntos transdérmicos de hilo de reabsorción rápida (5/0). En este lugar, la cicatriz será casi invisible en 6 meses.

Quiste de cordón
En caso de hidrocele o de quiste del cordón asociados a una sintomatología herniaria, es conveniente tratarlos (resección del quiste o evacuación del hidrocele) dejando abierta la túnica vaginal testicular.
El término «quiste del cordón» no es adecuado ya que no se trata de una estructura aislada sino del resultado de un cierre incompleto del conducto peritoneovaginal en la parte superior y completo en la inferior, hacia el testículo. Esto hace que quede atrapado líquido peritoneal en la parte intermedia del conducto peritoneovaginal, sometiendo a tensión a esta estructura quística con escasa comunicación con la cavidad  peritoneal. A menudo el quiste es fácil de identificar clínicamente, porque puede ser rodeado y movilizado  con los dedos. Sin embargo, en algunos casos el volumen del quiste aumenta bruscamente y puede dar la impresión de una hernia estrangulada, sobre todo si se queda enclavado en el orificio inguínal externo. En este caso, la transiluminación o, sobre todo, la ecografía de  la región inguinal pueden ayudar a corregir el diagnóstico.
Sin embargo, una prolongación vaginal de longitud suficiente en el trayecto inguinal puede provocar una verdadera hernia por delante del quiste.
Indicación quirúrgica
La indicación quirúrgica se establece si:
   un quiste voluminoso persiste después de algunos años de vida (puede esperarse a una edad escolar de 5-6 años);
   Su tamaño puede molestar al niño durante la marcha;
   existen dificultades para establecer un diagnóstico diferencial con una verdadera hernia con obstrucción por víscera s o epiplón en la prolongación vaginal;
   Hernia asociada por delante del quiste.
Fundamentos de la cirugía del quiste del cordón
En esencia, el tratamiento quirúrgico consiste en desconectar el quiste, es decir, suprimir su comunicación con la cavidad peritoneal a través de la prolongación vaginal, que debe ser ligada y seccionad a.
La disección cuidadosa del quiste evitando su ruptura es una maniobra elegante, pero no indispensable. Incluso puede ser potencialmente peligrosa si el quiste tiene un gran volumen, porque su disección exhaustiva su pone la denudación casi completa del conducto deferente y de los vasos espermáticos. Si el volumen del quiste es muy grande, basta con colapsarlo si a ello se asocia una desconexión completa del conducto perito­ neovaginal en su origen, es decir, en el orificio inguinal profundo.

Hidrocele  comunicante
La vaginal testicular aparece distendida por un contenido líquido procedente de la cavidad abdominal. El derrame en la envoltura del testículo puede transiluminarse. Varía de u nos momentos del día a otros, según la gravitación del líquido peritoneal; el hidrocele comunicante pocas veces se encuentra a tensión por la mañana después del decúbito nocturno, pero puede irse llenando a medida que transcurre el día. Su contenido puede variar también de un día a otro según la existencia o no de linfadenitis mesentérica acompañada de su exudado habitual, como sucede sobre todo en las infecciones por virus. Cuando la comunicación entre la vaginal testicular y la prolongación vaginal es amplia, es posible vaciar poco a poco la hidrocele mediante una presión suave sobre la bolsa. Sin embargo, lo más frecuente es que la comunicación sea estrecha y no permita esta maniobra clínica.
La indicación quirúrgica se establece si:
La hidrocele es muy voluminoso en un niño que ya ha pasado el período de lactancia;
persiste y molesta desde hace mucho tiempo;
se  asocia  a  otra  anomalía  de  la  involución  del  conducto peritoneovaginal, sobre todo a una hernia verdadera.
Fundamentos del tratamiento
Hay que evitar la punción simple transescrotal de un hidrocele comunicante debido al peligro que supone para el testículo y el epidídimo. Puede provocar una infección o, lo que es más frecuente, un cierre de la envoltura del testículo con independización de las estructuras quísticas en un marco inflamatorio similar al que caracteriza al hidrocele de tipo adulto no comunicante. Además, es inútil porque no resuelve la causa del hidrocele.
El conducto peritoneovaginal se cierra en su origen, es decir, en el orificio inguinal profundo, como se hace en la cirugía de la hernia.
Se procede la incisión de la envoltura del testículo, haciendo una gran «Ventana» sobre la vaginal para permitir la reabsorción del posible líquido residual, producto de una inflamación local de la vaginal, en los tejidos subcutáneos .
Durante la disección el conducto peritoneovaginal es muy estrecho, lo que aumenta el peligro para los elementos vecinos, es decir, los vasos espermáticos y el conducto deferente. Por esa razón es necesario considerar con especial cuidado los riesgos y los beneficios antes de tomar la decisión de intervenir.

Lado contralateral
El tratamiento bilateral no debe ser sistemático, salvo a veces en el prematuro que presenta un riesgo anestésico significativo. En la medida en que el lado contralateral es asintomático, esta actitud implica un número considerable de verificaciones inútiles (sobre todo del lado izquierdo) y además un riesgo de traumatismo vasculodeferencial bilateral.

Hernias directas
El tratamiento quirúrgico consiste en una sutura de la fascia transversalis por detrás del cordón espermático con o sin procedimiento de Bassini descendiendo el tendón conjunto sobre la arcada crural. Por otra parte, cuando se practica una intervención teniendo en cuenta la anamnesis y no se encuentra ningún saco herniario indirecto, debe buscarse un defecto directo mediante una exploración cuidadosa de la pared posterior del conducto inguinal.

Hernias crurales
Son excepcionales y de diagnóstico difícil [Myers, 1994). No obstante, en caso de herniotomía por hernia inguinal indirecta, si el saco herniario no aparece claramente durante la intervención, debe tenerse en cuenta este diagnóstico diferencial. Hay que señalar que las hernias crurales pueden ser la consecuencia de un tratamiento de hernia inguinal en la niña con descenso intempestivo del tendón conjunto a la arcada crural, que fragiliza el anillo crural.
El acceso de estas hernias puede realizarse por vía inguinal o, de preferencia, por una incisión baja seguida de una disección del saco herniario lo más completa posible dentro de un lipoma preherniario a menudo presente. Tras la resección del saco, se desciende la arcada crural al ligamento de Cooper.

Interés de la cirugía laparoscópica
Cirugía de las recidivas
Como la recidiva es la consecuencia de una intervención inicial inadecuada, ya sea por mala técnica quirúrgica (no disección o disección insuficiente del saco herniario) o por desconocimiento diagnóstico (hernia directa o crural), es lógico abordar el tratamiento por una vía laparoscópica que permite rectificar el diagnóstico y comprender el proceso de la recidiva, evitando al mismo tiempo una disección iterativa del cordón, particularmente peligrosa por el riesgo de fibrosis postoperatoria.
La realización es simple, si se respetan las reglas elementales de toda cirugía laparoscópica y las precauciones de instalación que facilitan el procedimiento. Para niños de hasta 6 o 7 años, el cirujano puede ubicarse a la cabecera del paciente para poder trabajar en el eje de los orificios herniarios (el monitor de vídeo se instala entonces a los pies del paciente).
El principio de la cirugía laparoscópica es una incisión circular del saco herniario a nivel del anillo inguinal profundo con control visual permanente de las estructuras funiculares y luego el cierre de la parte proximal del peritoneo mediante una sutura en jareta o una sutura continua con nudos intracorporales. La parte distal del saco se deja en el lugar como en la técnica convencional. Se aprovecha este acceso intraperitoneal para verificar el lado opuesto.

Hernias bilaterales
En caso de certeza diagnóstica o de alta presunción de hernia contralateral, algunos equipos practican un acceso y un tratamiento laparoscópico según el mismo principio. La ventaja es la posibilidad de realizar una intervención bilateral con una sola vía de acceso. El inconveniente es que hay que penetrar en intraperitoneal, aunque éste parece ser más bien un inconveniente de orden teórico. La falta de análisis comparativos limita la actitud definitiva que debe tomarse; no obstante, la practicabilidad de una herniorrafia por vía laparoscópica ha sido perfectamente demostrada.

•Técnicas de cirugía  herniaria por laparoscopia en el niño
En el contexto actual de judicialización creciente de la actividad quirúrgica, conviene recordar que el enfoque laparoscópico de las hernias inguinales en el niño no ha sido objeto de ningún consenso, no hay referencias y sólo deben practicarlo algunos equipos  especialmente entrenados.
En los casos de hernia unilateral, el riesgo de operar el único lado clínicamente detectable era el exponer al niño a una bilateralización metácrona (Holcomb, 1994) con lo que habría que intervenirlo una segunda vez. La intervención sistemática del lado opuesto debería poder evitar una segunda operación y otra anestesia en los pacientes de riesgo (prematuros, dismaduros, hernia con participación del ovario, etc.). Sin embargo, el riesgo de bilateralidad es escaso, del orden del 10%, lo que hace que un buen número de exploraciones contralaterales expongan al niño a una intervención quirúrgica innecesaria. El cociente beneficio/riesgo no se inclina hacia esta actitud. En realidad, la disección inútil de una región inguinal expone siempre a lesiones, tanto de los elementos del cordón espermático como de las ramas nerviosas sensitivas de la región.

Endoscopia diagnóstica



El recurso a la endoscopia intraperitoneal o peritoneoscopia se inspira en la peritoneografía y persigue el mismo objetivo: saber  si la  prolongación  vaginal  contralateral  a  la  hernia operada es o no permeable y si más tarde puede ser el origen de una hernia contralateral.

Figura. 1.Vasos epigástricos inferiores; 2. Arteria umbilical; 3. Orificio inguinalprofundo; 4. Conducto deferente; 5. Vasos espermáticos; 6. Vasos ilíacos. (Tomado de Elsevier, 2014)



 Figura. Epiplón mayor encarcelado en el conducto peritoneovaginal izquierdo. (Tomado de Elsevier, 2014)

Numerosos autores han desarrollado variantes de esta técnica. La más frecuente consiste en deslizar un endoscopio con óptica muy oblicua (70º) en el canal peritoneal del lado operado. Una vez pasados los obstáculos que constituyen las arterias umbilicales vestigiales y la vejiga previamente vaciada de su contenido, se insufla el peritoneo con C02 a baja presión (6-8 mmHg) y con un flujo débil (1,5 l/min). Sin embargo, descubrir un fondo de saco peritoneal permeable no significa que indefectiblemente se convertirá en asiento de una hernia. Los elementos que permiten establecer un pronóstico son el diámetro del orificio vaginal y la longitud del fondo de saco.
Si se toma la decisión de hacer un tratamiento quirúrgico contralateral, se lleva a cabo a través de un segundo acceso inguinal. Sin embargo, con el desarrollo de la cirugía videoscópica ha surgido la idea de una exploración directa, insertando la óptica por vía umbilical con objeto de tratar la hernia bilateral con un solo acceso, disponiendo dos trocares quirúrgicos para que sea posible cerrar los dos canales peritoneales con una sola instalación. Queda por describir la técnica de curación de la hernia inguinal infantil por laparoscopia.
Si se produce una recidiva



Rápidamente ha aparecido otra indicación de la laparoscopia diagnóstica: la exploración de una recidiva. Esta exploración permite definir si se  trata de una recidiva a expensas del conducto peritoneal congénito o de  alguna otra forma anatómica de hernia, directa o crural.


Figura. Hernia inguinal directa izquierda. El orificio (1) se encuentra por encima del arco crural y por fuera dela arteria umbilical izquierda (2). Ex iste un pequeño fondo de saco peritoneal (3) en el exterior de los vasos epigástricos izquierdos (4). Vasos espermáticos izquierdos (5). Vasos ilíacos izquierdos (6). (Tomado de Elsevier, 2014)



Figura. 1. Orificio de la hernia crural. 2. Orificio inguinal profundo derecho situado por fuera de los vasos epigástricos (3), de donde procede el nombre de hernia oblicua externa que se ha dado al conducto perito­ neovaginal. (Tomado de Elsevier, 2014)

Posibilidades de tratamiento por laparoscopia
No han sido protocolizadas ni validadas. Se trata de una cirugía que pertenece aún al campo de la investigación clínica, pero no mencionar esta alternativa a la cirugía convencional supone ocultar un área importante de investigación en cirugía pediátrica. Nuestra experiencia personal ya publicada y los datos de la literatura nos autorizan a presentar este artículo.
La crítica más importante que se puede hacer a esta técnica es la necesidad de pasar por la vía transperitoneal, con todos los riesgos inherentes a la laparoscopia, en especial el empleo obligatorio de la anestesia general, además de la posible lesión de las vísceras y de los vasos profundos, y de una des­ peritonización.
Sin embargo, la exploración por laparoscopia en los niños ya operados por vía inguinal ha demostrado la existencia de bridas epiploicas, infrecuentes pero reales, y de adherencias entre el tubo digestivo y la pared abdominal, a pesar de la reputación de extraperitoneal que se otorga a la cirugía inguinal.



Figura.
A.            Quiste frente al orificio inguinal profundo izquierdo y situado en la cavidad peritoneal.
B.            Quiste del cordón prolapsado en la gran cavidad, parcialmente adherente.
C. Se observa  un quiste desarrollado a expensas del conducto peritoneo­ vaginal izquierdo persistente y que ha sufrido numerosas torsiones sobre su eje. (Tomado de Elsevier, 2014)

Las ventajas que habitualmente se admiten para la laparoscopia son:
   una identificación anatómica precisa (Fig.), sobre todo en una situación en la que se considera, a veces con razón, que la reaparición de una hernia del lado operado es una recidiva de la prolongación vaginal;

   un tratamiento simplificado de las hernias bilaterales y el reconocimiento fácil de una futura hernia inguinal bilateral metácrona;
   un despegamiento fácil entre el peritoneo y los vasos espermáticos y el conducto deferente frente al orificio inguinal profundo.



Figura. La óptica se introduce en el conducto peritoneovaginal derecho hacia el orificio inguinal externo (o superficial). El saco herniario se divide en dos sacos distintos, uno (1) externo corto y limitado y el otro (2) dirigido hacia la bolsa. (Tomado de Elsevier, 2014)

Por varias razones parece poco justificado intervenir a un recién nacido o a un lactante por laparoscopia.
Los dos orificios, inguinal externo (o superficial) e interno (o profundo) están casi superpuestos antes de  que  el  niño comience a andar. Por tanto, no es necesario hacer ninguna abertura en la aponeurosis del oblicuo externo. Un simple juego de separadores de Farabeuf basta para exponer perfectamente el orificio inguinal profundo y efectuar un tratamiento  correcto del saco peritoneal en su origen sin ningún deterioro de la pared.
La anestesia locorregional es suficiente para tratar una hernia uni o bilateral en la mayor parte de los lactantes pequeños, sin necesidad de recurrir a la anestesia general. El niño se duerme naturalmente muy deprisa una vez instalado para la cirugía, calentado y en un ambiente tranquilo, incluso con un chupete (endulzado con miel por ejemplo) si se necesita relajarlo.
La tolerabilidad de la insuflación peritoneal no siempre es satisfactoria en relación con la ventilación en los niños pequeños.
La cirugía por laparoscopia en los niños de muy escasa edad requiere una gran habilidad debido a la falta de campo quirúrgico y a las dificultades para mantener una buena suspensión parietal.
Estas reservas desde el punto de vista anatómico y anestésico son menores después de los 2 años de vida.



Cuando el niño comienza a andar, los dos orificios, inguinal externo e inguinal interno se alejan entre sí (Fig.). El trayecto inguinal musculoaponeurótico adopta el aspecto de un trayecto en bayoneta. En los niños mayores, la cirugía de la hernia obliga a abrir la aponeurosis del oblicuo externo para llegar al orificio profundo.



Figura. A. La laparoscopia es u na buena opción a partir de los 2 años de edad.
B. Transiluminación  por la óptica del laparoscopio: orificio inguinal profundo.
C. Transiluminación por la óptica del laparoscopio: orificio inguinal externo y trayecto del cordón hasta el fondo de la bolsa. (Tomado de Elsevier, 2014)

Además, en estos niños mayores, la cirugía de la hernia casi nunca puede hacerse con anestesia locorregional o local, incluso con una premedicación satisfactoria.
La técnica descrita por B. Duhamel en 1957 por vía preperitoneal y subperitoneal muestra claramente que las estructuras del cordón espermático y sobre todo el conducto deferente se liberan con gran facilidad del peritoneo, con el que aún no han establecido adherencias íntimas a la altura del orificio inguinal profundo. En este sentido, la cirugía laparoscópica trata directamente el saco en su salida de la cavidad peritoneal, lugar donde la disección de los elementos del cordón es fácil.
 Técnica  personal para el tratamiento de las hernias inguinales infantiles por laparoscopia

Colocación
El niño, bajo anestesia general e intubada, se coloca en decúbito supino en el extremo de la mesa, con las piernas en posición genupectoral.
El cirujano se coloca en el lado opuesto a la hernia que se va a tratar, el ayudante enfrente y el instrumentador en el borde de la mesa, a lado del ayudante.
La columna de laparoscopia se sitúa al borde de la mesa, en el eje de ésta.
Trocares e instrumentos
Los instrumentos utilizados son:
   un trocar óptico de 5 mm, con óptica de Oº o de 30º;
   dos trocares quirúrgicos de 2 o 3 mm;
   una pinza atraumática perforada, un par de tijeras curvas y espatuladas y un portaagujas de laparoscopia, si es posible con  mango axial;
   un hilo 3/0 enhebrado y cortado con una longitud suficiente para permitir un cierre en bolsa (10-15 cm) o dos si la hernia es bilateral (15 cm);



   En las niñas, pinza bipolar par a coagular el ligamento redondo antes de la sección del saco.
Colocación de los trocares

Figura. Instalación de los trocares. (Tomado de Elsevier, 2014)

El trocar óptico se introduce en el ombligo o en el pliegue inmediatamente inferior al ombligo.
 La técnica es la de la laparoscopia abierta procedente de los principios del método de Hasson, bajo control visual.
Se inicia la insuflación de C02  en la cavidad  abdominal. En general, basta con u na presión de 8 mmHg y un flujo comprendido entre 1,5-2 l/min, con lo que la  tolerabilidad es excelente. Los  trocares  quirúrgicos  se  colocan  a  ambos  lados  del ombligo, a derecha e izquierda. Cuanto más pequeño es el niño, más altos deben introducirse los trocares, es decir, a la altura del ombligo con el fin de disponer de un poco de retroceso para intervenir sobre los orificios inguinales profundos. En los niños mayores, los trocares pueden  insertarse en una zona más baja del  abdomen.

Inspección de la cavidad peritoneal
Se controla la permeabilidad del conducto peritoneal opuesto a la hernia. Si se trata de un fondo de saco muy estrecho sin hidrocele comunicante distal o de un fondo de saco limitado que no sobrepasa el orificio inguinal profundo ni penetra en el trayecto inguinal musculoaponeurótico, no precisa ningún tratamiento. Se hace entonces un seguimiento a largo plazo del niño con el fin de comprobar si desarrolla o no una hernia en ese lado.
Se verifica el tipo anatómico de la hernia. Una hernia crural o directa puede asociarse en casos excepcionales a una persistencia de la prolongación vaginal. Incluso es posible que sólo se trate de una hernia  oblicua externa  por persistencia del conducto peritoneovaginal.

Tratamiento del saco
Se prende el borde externo del conducto peritoneal al orificio inguinal  profundo.
Se efectúa un corte con tijeras en el peritoneo en este lugar (Fig.); la disección comienza rechazando el peritoneo de fuera hacia dentro, en dirección a los vasos espermáticos. La insuflación en la cavidad peritoneal ayuda a despegar el peritoneo de las estructuras del cordón en su origen.




La disección se continúa con los principios técnicos que se exponen a continuación. Se tracciona suavemente del saco introduciéndolo en la cavidad abdominal para:
          evitar cualquier defecto importante del perito neo en el orificio inguinal profundo, lo que haría aleatoria la calidad del cierre posterior del peritoneo;
          ayudar a la disección de los elementos del cordón en la entrada del trayecto inguinal;
          permitir una resección en cuello del saco peritoneal con el fin de separar por completo el peritoneo del orificio inguinal profundo (Fig.), en el que se hace una ligadura, de la parte distal del conducto  peritoneovaginal.



Figura.   La  extremidad  distal  del  conducto  peritoneovaginal   se separa por completo del peritoneo en el orificio inguinal profundo. (Tomado de Elsevier, 2014)

Una vez liberado el conducto deferente de sus fijaciones al saco peritoneal en su origen, se reseca un collar (o un cilindro) de saco.
En el caso del conducto de Nück de las niñas, antes de cortar el ligamento redondo hay que coagularlo con una pinza bipolar.
Sutura del peritoneo en el orificio inguinal profundo



Se efectúa ahora una tracción suave sobre el testículo para recolocarlo perfectamente en el fondo de la bolsa y para vaciar el fondo de saco distal de su contenido líquido y gaseoso.
Se pasa una hebra de hilo reabsorbible a través de la pared abdominal inferior se recupera la aguja con el portaagujas de laparoscopia y se efectúa la sutura continua peritoneal con cuidad o  de no pinchar los elementos del cordón, lo  que gracias a la disección previa es fácil de evitar.


La sutura continua se cierra en bolsa.

En las niñas, la porción intraabdominal subperitoneal del ligamento redondo debe quedar prendida  en  la  sutura.
A acabar la intervención se retira la aguja tirando del hilo y no de la propia aguja, a través de un trocar quirúrgico.
Fin de la intervención
Se extrae el C02 del abdomen minuciosamente para evitar cualquier presencia residual y dolorosa de gas en el postoperatorio, haciéndolo de manera que se evite por completo la salida de epiplón mayor por el orificio umbilical.
Los orificios de entrada de los trocares pueden infiltrarse con bupivacaína  al 0,25%.
Se cierra con  cuidado  el orificio umbilical  para  lograr  una reparación  estética, anatómica y funcional.
En los pacientes más pequeños, se realiza una sutura de las heridas aponeuróticas superficiales con un hilo fino (4/0 o 5/0) y reabsorbible.
Las heridas cutáneas no se cierran con hilo sino que simple­ mente se aproximan los bordes con suturas adhesivas.
La intervención dura unos 20 minutos para un lado. Se efectúa con hospitalización ambulatoria y los pacientes son dados de alta en la tarde del día de la intervención. En el control clínico a los 6 meses, los padres y los niños muestran una satisfacción total, tanto por la calidad del postoperatorio (todos los niños llevan una vida normal a las 48 horas de la intervención) como por el resultado estético y funcional.

Otras propuestas quirúrgicas laparoscópicas
Literatura
Se han propuesto distintas estrategias según la edad de los niños.
Una de las técnicas propuestas es la sección simple del saco sin sutura peritoneal (Mohta, 2003). Los resultados son satisfactorios en lo que se refiere al riesgo de recidiva. No se hace ninguna mención sobre la desperitonización de la región inguinal y sus consecuencias sobre la posible génesis de adherencias visceroparietales.
La  sutura  simple  sin  sección  del saco (Montupet, 1999) (Schier, 2002) produjo  un porcentaje de recidivas insignificante en las primeras series publicadas. Pero, aunque los resultados parecen comparables a los obtenidos con las técnicas clásicas, parece criticable suturar el peritoneo en el orificio inguinal profundo sin una disección previa que garantice que los elementos nobles del cordón espermático no van a quedar incluidos en la sutura.

Otras formas anatómicas de hernias (Schier, 2004)
No se ha descrito ninguna técnica pediátrica específica para el tratamiento por vía inguinal para las hernias directas o las crurales.
Mediante laparoscopia puede ponerse un tapón de poliglatina en el orificio crural o directo tras la resección del saco y la exéresis del posible lipoma preherniario. Esta técnica, que nosotros hemos practicado en muy contadas ocasiones, no ha sido validada debido al escaso número de pacientes tratados. Sin embargo, los resultados a medio plazo (6 meses-1 año) parecen esperanzadores.

Aunque la evolución de las técnicas permite prever un tratamiento seguro por laparoscopia, es necesario mantener los principios esenciales que caracterizan la curación quirúrgica de la más frecuente de las hernias inguinales infantiles, la persistencia de un saco peritoneal que ha emigrado a lo largo de los elementos del cordón espermático en el niño (vasos y conducto deferente) o del ligamento redondo en la niña.
Se trata más de un a consecuencia de la inmadurez que de una malformación.
Sólo en casos excepcional es la hernia inguinal infantil corresponde a un defecto de la pared musculoaponeurótica.
En la mayoría de los casos el tratamiento se resuelve con una simple sección y ligadura del saco en  su origen en el orificio inguinal profundo, tras una disección mínima de los elementos nobles del cordón frente al orificio inguinal profundo evitando tanto cualquier deterioro de la pared (abertura excesiva o cierre con una miorrafia innecesaria) como una disección exhaustiva de los componentes del cordón espermático.

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