Abdomen agudo Obstructivo

 




Introducción

La oclusión aguda del intestino delgado ocupa un 20% de las admisiones quirúrgicas agudas y es una de las causas de intervención quirúrgica más frecuentes. Cuya gravedad persistente responde a varios factores: la constitución de un tercer espacio líquido en la luz intestinal por encima del obstáculo es una fuente de trastornos hidroelectrolíticos tanto más graves cuando se trata de una oclusión alta o que se da en una persona de edad avanzada o debilitada. Es también fuente de proliferación microbiana y de imprevisibles shocks sépticos. La aparición de lesiones isquémicas intestinales rápidamente irreversibles en las oclusiones por estrangulación o por invaginación, cuyo diagnóstico precoz se establece, a menudo, por casualidad.

La causa principal es la oclusión del intestino delgado por una brida, que en más del 90% de los casos se produce después de una laparotomía. En esta situación, el cirujano debe enfrentar dos desafíos: uno es el diagnóstico, en el cual la exploración física y la tomografía computarizada (TC) son fundamentales, y otro la indicación quirúrgica: cuáles son los enfermos que hay que operar y cuándo hacerlo.

La posibilidad de oclusiones repetidas que requieren intervenciones iterativas cada vez más difíciles y que conducen a resecciones intestinales más o menos extensas.

 Definiciones

Se define íleo (del latín: yo detengo), obstrucción u oclusión intestinal, al síndrome debido a la interrupción del tránsito del contenido intestinal.  Estos tres términos son usados como sinónimos. Involucran tanto cuadros de tipo funcional en los que la detención del tránsito del contenido intestinal depende de un estado adinámico o espasmódico de la musculatura lisa intestinal, como aquellos en los que existe una verdadera obstrucción u oclusión de la luz del intestino.

Íleo espasmódico: El íleo espasmódico es poco frecuente. Se debe a una zona localizada o múltiple de contracción espasmódica del músculo liso intestinal. Responde a causas neurogénicas y puede ser reflejo o espontáneo.

Íleo paralítico: Se produce por abolición del peristaltismo y consiguiente parálisis de la musculatura. El acodamiento de las asas distendidas agrega en ocasiones un factor de obstrucción mecánica. La parálisis puede ser de origen vascular (por isquemia arterial mesentérica o infarto venoso), peritoneal (se debe a irritación refleja de los nervios esplácnicos), posoperatoria (es habitual luego de intervenciones con manipulación de las asas intestinales o despegamiento amplio del peritoneo parietal posterior), por un proceso retroperitoneal (que irrite los nervios esplácnicos, se debe a tumores o hematomas) o metabólica (íleo médico por trastornos hidroelectrolíticos, descompensación diabética, uremia, etc.).

Íleo mecánico: Es de origen obstructivo y la causa puede ser parietal (estenosis), intraluminal (obturación) o extrínseca (compresión).  Parietal: la estenosis puede ser congénita, inflamatoria o tumoral.  lntraluminal: puede deberse a materia fecal (bolo), alimentos mal digeridos, cuerpos extraños, parásitos, cálculos biliares, fitobezohar  o una intususcepción intestinal, que en los adultos es generalmente secundaria a un tumor o un divertículo de Meckel que actúa como cabeza de invaginación.  Extrínseca: esta compresión es potencialmente estrangulante cuando ocluye también la luz de los vasos mesentéricos. Puede ser producida por una brida, una hernia, un vólvulo, tumores o masas ganglionares extrínsecas. En estos dos últimos casos la estrangulación es más rara.

Obstrucción simple. En la que no existe compromiso vascular.

Obstrucción mecánica. Es un bloqueo intraluminal.

Obstrucción en asa cerrada. En un intestino que se obstruye en la porción proximal y distal, como en la torsión de un vólvulo de intestino grueso o una incarceración herniaria, como en las hernias internas.

Estrangulación. Se habla de una obstrucción luminal, pero con compromiso del riego sanguíneo y compromiso en la viabilidad tisular.

Obstrucción alta. Es aquella que se produce por encima del ligamento de Treitz, por ejemplo, en la hipertrofia congénita del píloro y baja es la que rebasa este límite en forma distal, por ejemplo, en el íleo biliar.

Obstrucción aguda o crónica. En referencia con el tiempo que tiene el proceso cerrando parcial y gradualmente la luz intestinal, hasta su totalidad o cuando sucede un mecanismo de válvula o de torsión o acodamiento y distorsión como por ejemplo en las adherencias.

Obstrucción parcial (también llamada suboclusión). Un buen número de cirujanos consideran que esta categoría no debiera de existir, ya que la obstrucción existe o no existe, no pudiendo existir términos medios. Puesto que el cuadro clínico se desarrolla solamente cuando hay ausencia total de pasaje aboral del contenido intestinal.

 Historia

La obstrucción intestinal se conoce desde la época de Hipócrates, y existe evidencia de que observó y trató a pacientes con esta enfermedad.

 La primera operación registrada de obstrucción intestinal probablemente fue realizada por Praxágoras (350 a. C), quien creó una fístula enterocutánea para aliviar la obstrucción; sin embargo, el tratamiento no quirúrgico era la regla general, incluyendo la reducción de hernias; administración de opio como analgésico, mercurio o munición de plomo por vía oral a fin de abrir el intestino ocluido; también se utilizaron la estimulación eléctrica y el lavado gástrico.

 En el siglo XIX, en medio de considerable debate, la intervención quirúrgica se convirtió en el método de elección para corregir la obstrucción intestinal. La mayor parte de los adelantos importantes en el tratamiento de este trastorno se lograron después de comenzar el siglo XX.

En 1912, Hartwell y Hoguet observaron que la administración parenteral de solución salina prolongaba la vida de los perros con obstrucción intestinal. Ahora se sabe que la administración intravenosa de líquido representa un principio fundamental del tratamiento de este problema.

En el segundo decenio del siglo XX se creó la técnica radiológica para el diagnóstico de obstrucción intestinal.

En el decenio de 1930-1939, se emplearon sondas nasogástricas o nasointestinales para prevenir o aliviar la distensión intestinal en pacientes con obstrucción.

Entre 1940 y 1950 se inició el uso de antibióticos como tratamiento adyuvante de la obstrucción intestinal. La restitución de líquido, descompresión intestinal, antibioticoterapia y mejores técnicas quirúrgicas y anestésicas) han reducido el índice de morbimortalidad en la obstrucción  intestinal simple; no obstante, el diagnóstico temprano y el tratamiento de la obstrucción intestinal estrangulante siguen siendo problemas importantes para los cirujanos actuales.

 Epidemiología

La obstrucción intestinal es una patología que puede afectar a cualquier grupo etario, y se asocia con una morbilidad significativa. En la actualidad, las cifras de mortalidad por esta enfermedad van de 3.5 a 6%, pueden ser más altas en ancianos, en quienes las cifras van de 7 al 14%. La oclusión aguda del intestino delgado ocupa un 20% de las admisiones quirúrgicas agudas y es una de las causas de intervención quirúrgica más frecuentes.

El diagnóstico temprano y manejo apropiado pueden prevenir complicaciones que amenazan la vida, pero existen controversias sobre los métodos ideales para su diagnóstico y tratamiento.

En casi todo el mundo las adherencias posoperatorias son la causa más frecuente de obstrucción intestinal mecánica.

Para 1998, en EUA se informó una prevalencia de 9% de hospitalizaciones por cuadros de obstrucción secundarios a adherencias lo cual produce una importante repercusión económica por los días de estancia hospitalaria, y en la mayor parte de los casos por la necesidad de intervención quirúrgica.

 Clasificación

La obstrucción intestinal puede clasificarse en función de diversos criterios. En primer lugar, según el nivel de la obstrucción, debe distinguirse entre oclusión del intestino delgado, a su vez dividida en alta y baja, y del intestino grueso. En segundo lugar, es importante diferenciar entre obstrucción con estrangulación y sin ella, es decir, que comporte o no compromiso vascular, ya que ello condiciona tanto la actitud terapéutica como el pronóstico. Sin embargo, para facilitar el estudio de este síndrome es útil la clasificación que tiene en cuenta la causa que originó la obstrucción, la cual agrupa las causas en mecánicas y no mecánicas o funcionales, a su vez divididas según si el trastorno neuromuscular que la ocasiona induce un íleo adinámico o dinámico.

 Tabla 1 Clasificación de la obstrucción intestinal

Clasificación

Tipo de obstrucción

Definición

Origen

Mecánica

 

No mecánica(paralítica)

La luz del intestino está físicamente obstruida con una masa o estrechez de Apertura.

 

Peristalsis  detenida  en  un  área  del  intestino, produciendo  un  reflujo  del contenido intestinal.

Inicio

Agudo

 

 

Crónico

Único cuadro, o cuadros periódicos no relacionados de obstrucción intestinal.

Caracterizados por inicio rápido de los síntomas

 

Episodios repetidos de obstrucción intestinal parcial o completa debido a un continuo factor de riesgo

Extensión

Parcial

 

 

Completa

La   luz   intestinal   se   encuentra   parcialmente  permeable,  permitiendo   el movimiento de algunos contenidos intestinales, pero la actividad es lenta o comprometida

 

Oclusión total del lumen intestinal, causando reflujo completo del contenido intestinal proximal, que se encuentra obstruido por una masa o una sección sin peristalsis

Localización

Intestino delgado alto

Intestino delgado bajo Intestino grueso

Afecta el duodeno y el yeyuno

Afecta el yeyuno terminal y el íleon

Afecta cualquier porción del intestino grueso

Efectos sobre el

intestino

Simple

 

Estrangulado

 

 

Asa cerrada

Cuando la luz esta obstruida. Pero el flujo sanguíneo de las ramas mesentéricas se encuentra intacto

 

Una obstrucción con compromiso del flujo sanguíneo en el área obstruida

 

Una sección del intestino se encuentra rotada sobre sí misma y bloquea ambos extremos, impidiendo el paso con una progresión anormal del contenido intestinal (causas comunes: vólvulos, hernias estranguladas)

 

Tabla 2. Clasificación fisiopatológica y topográfica del abdomen agudo obstructivo

Clasificación  fisiopatológica

Clasificación topográfica

A. Funcional:  Espasmódico, Paralítico, Peritonítico, No peritonítico

B. Mecánico: Sin estrangulación, Con estrangulación

A. Del intestino delgado:  Alta (de duodeno o yeyuno), Baja (de íleon)

B. Del colon: Con válvula continente

Con válvula incontinente

 

 Etiología de Obstrucción intestinal

La obstrucción intestinal de causa mecánica representa el 20 % de los ingresos urgentes en un servicio de cirugía. En la mayoría de los casos existe compromiso del intestino delgado, y en el 60 % de los pacientes la obstrucción es completa, con progresión hasta la estrangulación en el 20 % de ellos.

Las causas de obstrucción mecánica se dividen en tres grupos:

a. lesiones extrínsecas al intestino (bridas, hernias, vólvulos);

b. lesiones intrínsecas de la pared intestinal (atresias, tumores, lesiones inflamatorias); y

c. lesiones intraluminales (cuerpo extraño, pólipo, invaginación).

  Tabla 3 de causas de obstrucción intestinal

Extrínsecas

Carcinomatosis, Absceso intraabdominal, Hematoma, Malrotación con bandas de Ladd,  vólvulos del intestino medio, Páncreas anular, Endometriosis, Síndrome de la arteria mesentérica superior.

Intrínsecas

Tumores neoplásicos del intestino delgado, Lesiones congénitas, Atresia de intestino delgado,   estenosis o membranas. Duplicación del intestino delgado o quistes mesentéricos. Divertículo de Meckel. Lesiones inflamatorias, Enteritis regional y enfermedad de Crohn, Enteritis posradiación y estenosis, Obstrucción intestinal intraluminal, Íleo meconial, Íleo biliar, Intususcepción, Cuerpos extraños

Otras

Condiciones que semejan una obstrucción de intestino delgado

Obstrucción  colónica  derecha, Íleo  adinámico,  Insuficiencia  vascular: Embolismo  mesentérico,  Isquemia mesentérica secundaria a hipoperfusión, Trombosis mesentérica, Enfermedad de Hirschsprung.

Obstrucción

de intestino grueso

Extrínsecas: Adherencias, Hernias, Vólvulos principalmente de sigmoides en un 80% y del ciego en un 20%,

Endometriosis.

Intrínsecas: Carcinoma de colon en un 60% de los casos, Lesiones congénitas como el ano imperforado. Lesiones inflamatorias, Colitis ulcerativa, Diverticulitis, Enteritis postradiación, Obstrucción intraluminal, Íleo meconial, Intususcepción, Impactación fecal, cuerpos extraños.

Otras

condiciones que pueden semejar obstrucción de intestino grueso

Íleo adinámico, Enfermedad de Hirschsprung, Colitis focal isquémica

Íleo

Adinámico

Metabólico:  Hipokalemia, Hipomagnesemia, Hiponatremia, cetoacidosis, uremia, porfiria, intoxicación  por metales pesados

Respuesta

A proceso inflamatorio local  en  la cavidad peritoneal

Peritonitis difusa, Procesos retroperitoneales, hematoma retroperitoneal, pancreatitis, fractura espinal o pélvica

Drogas, narcóticos, antipsicóticos, anticolinérgicos, bloqueadores ganglionares, anti parkinsonianos

Desórdenes neuropáticos: diabetes mellitus, esclerosis múltiple, escleroderma, lupus eritematoso sistémico, Enfermedad de Hirschsprung

Íleo posoperatorio seguido de cirugía intraperitoneal, Síndrome de Ogilvie, Seudoobstrucción colónica de etiología incierta

 

Adherencias.

 Es la causa más frecuente de obstrucción, en más del 90% de los casos en pacientes con historia previa de cirugía intraabdominal generalmente complicada como en la úlcera péptica perforada y peritonitis generalizada secundaria. Las adherencias se producen por una reacción exagerada del organismo por limitar y reparar, así como para evitar mayor daño, pueden ser laxas que se despegan fácilmente o fibrosas en relación con una reacción inflamatoria local más intensa, como en una apendicitis perforada con peritonitis localizada.

Las adherencias o bridas pueden ser congénitas o adquiridas. La mayoría son adquiridas y postquirúrgicas, como resultado de la lesión del peritoneo, órganos o tejidos durante una intervención y, en menor medida, secundarias a un proceso infeccioso intraabdominal o tras radioterapia.

Las bridas son adherencias fibrosas vascularizadas, de origen congénito o adquirido (generalmente posoperatorio), entre dos vísceras abdominales entre sí o una víscera y el peritoneo parietal. Por el orificio que delimitan puede introducirse un segmento intestinal, que con mayor frecuencia es el intestino delgado y secundariamente se produce la obstrucción mecánica por compresión.

El antecedente de una intervención quirúrgica en un paciente con obstrucción mecánica del intestino delgado es fundamental en el diagnóstico. Dado que la oclusión es en asa cerrada, si no se secciona la brida rápidamente en forma quirúrgica, el aumento progresivo de la presión en el intestino culmina con la estrangulación. Ésta puede ocurrir también cuando la brida comprime los vasos mesentéricos.

La presencia de adherencias puede representar otra causa de obstrucción cuando ocasiona angulaciones en las asas intestinales. Aunque se conoce la menor propensión a formar adherencias luego de la cirugía video laparoscópica, últimamente se ha descrito la formación de adherencias intestinales en los sitios de introducción de los trocares o portales. La oclusión se produce en estos pacientes por angulación o por la hernia a través del plano aponeurótico. En todos estos casos la solución quirúrgica debe ser inmediata.

 Hernias.

La segunda causa más frecuente de obstrucción en general y la primera en pacientes que no han sido intervenidos quirúrgicamente.

 Las hernias se clasifican en internas como la obturatriz y a través de un defecto del mesenterio que no se suturó durante una resección intestinal posterior a la anastomosis y la externa como cualquier hernia de la pared abdominal, tales como la inguinal o la femoral, las hay congénitas como la hernia de Bockdaleck del diafragma o adquiridas como las hernias postincisionales luego de cierres defectuosos de la pared abdominal.

Existen diferentes tipos de hernias según la localización, etiología y contenido de las mismas. Son la segunda causa de OID, pues son responsables del 15-25% de los casos.

 

Tabla 4  Diferentes tipos de hernias

Hernias externas

 

Inguinal, Femoral o crural, Umbilical, Epigástrica, Spiegel

Hernias internas

 

Para duodenal, Fosa ilíaca, Transmesentérica, Supra vesical, Epiploica, Retro anastomótica

Hernias diafragmáticas

 

Hernia hiatal por deslizamiento, Paraesofágica, Bochdalek (posterolateral), Morgagni (anterior), Postraumática

Hernias pélvicas

 

Obturatriz, Isquiática, Perineal

Hernias lumbares

 

Grynfeltt (superior), Petit (inferior), Postraumática

 

 La más frecuente es la hernia inguinal (alrededor del 50%), seguida de la hernia crural (femoral). Es más común la estrangulación y la obstrucción completa en casos de OID por hernias que por adherencias.

La hernia inguinal puede ser directa o indirecta (cuando hace protrusión a través del triángulo de Hasselbach), aunque la indirecta es la más frecuente (65-70%). Predomina en hombres, con una incidencia global del 3-4%, que aumenta con la edad. Son más comunes en el lado derecho y generalmente son asintomáticas, aunque pueden complicarse con incarceración y estrangulación.

La hernia crural se produce por paso del contenido herniario a través del orificio de la arteria y vena femoral. Se localiza debajo del ligamento inguinal y medial al paquete vascular femoral. Estas hernias pueden aparecer hasta en un 75% de los casos como un cuadro agudo de OID, con una frecuencia elevada de estrangulación y un diagnóstico preoperatorio difícil. Aunque es raro, puede aparecer en niños.

La hernia umbilical puede ser congénita, suele aparecer en niños y con frecuencia se resuelve espontáneamente, o ser adquirida, en este caso secundaria a un aumento de la presión abdominal por ascitis, embarazo u obesidad.

La hernia epigástrica se produce por un defecto en la aponeurosis de los rectos del abdomen (línea alba). Con frecuencia son pequeñas y múltiples, manifestándose, en ocasiones, como dolor epigástrico y nódulo palpable. La diástasis de rectos, muy común, no se debe confundir con una hernia epigástrica; consiste en una separación de los rectos del abdomen sin ningún defecto en la fascia.

La hernia de Spiegel aparece por un defecto situado en la aponeurosis de la zona de unión del músculo transverso del abdomen con el oblicuo interno por debajo del ombligo. Es una hernia interparietal, al estar cubierto el saco herniario por el músculo oblicuo externo del abdomen. Estas hernias son adquiridas, raras, más frecuentes en adultos de edad media.

Las hernias internas, pélvicas y lumbares son raras. De las hernias internas, la más frecuente es la para duodenal, que suele ocurrir en el lado izquierdo. En la hernia obturatriz es característica su aparición en mujeres ancianas caquécticas y es la más frecuente dentro del grupo de las hernias pélvicas. El saco herniario de las hernias diafragmáticas puede contener estómago (riesgo de volvulación, sobre todo las paraesofágicas y congénitas), incluso colon y bazo, pero solo se ha descrito contenido de intestino delgado en las postraumáticas.

 Hernia inguinal complicada

A través del anillo de una hernia inguinal, crural o umbilical o el de una eventración, puede protruir una víscera abdominal. Habitualmente este contenido se reintroduce hacia la cavidad abdominal en forma espontánea o por maniobras de compresión manual, de lo contrario se habla de irreductibilidad.

Cuando el saco herniario contiene un asa intestinal o un segmento colónico (usualmente el sigmoides y más rara vez el transverso) y este se torna irreductible, el edema que se desarrolla en su pared incrementa el tamaño del contenido herniario. Como consecuencia de ello, el anillo herniario puede ocasionar una obstrucción intestinal extrínseca por compresión, situación conocida como atascamiento.

El diagnóstico de esta afección se fundamenta en el examen minucioso de todas las zonas herniógenas ante todo cuadro de íleo mecánico.

El mencionado mecanismo de obstrucción implica un elevado riesgo de estrangulación, por lo que es imperativa la rápida resolución quirúrgica, sin intentos previos de reducir el contenido herniario. Estas maniobras podrían hacer regresar a la cavidad abdominal un asa intestinal con compromiso de su vascularización, la que podría perforarse en las horas siguientes.

La reducción manual de una hernia atascada requiere conocimientos tácticos respecto de dónde protruye, el tiempo de atasco (nunca mayor de seis horas) y el tipo de hernia. Nunca se reduce una probable hernia crural atascada.

 Hernias estrangulada, inguinal, crural o umbilical.

Se presentan bajo la forma de una tumefacción en la ingle o en el ombligo, dolorosa, irreducible y no propulsada por la tos. La tumefacción se hace inflamatoria después de algunas horas de evolución. En las personas de edad avanzada, el dolor puede estar ausente y la anamnesis carece de precisión. Así, la presencia de una tumefacción inguinal acompañada de una oclusión aguda de intestino delgado debe considerarse como una hernia estrangulada hasta que se demuestre lo contrario; requiere una intervención quirúrgica de urgencia.

Eventración estrangulada. La tumefacción dolorosa e irreducible está situada a nivel de una cicatriz de laparotomía o sobre una cicatriz de trocar laparoscópico.

 

Hernias internas a través de un orificio natural

Estas hernias son infrecuentes y de diagnóstico tomográfico o fortuito en el transcurso de la exploración quirúrgica de una oclusión intestinal aguda de causa desconocida. En todos los casos, están constituidas por un orificio intraabdominal en el que puede estrangularse el intestino. Se trata de orificios congénitos, causados por un defecto de adosamiento o de desarrollo peritoneal (hernias para y retroduodenales, pericecales, diafragmáticas), orificios naturales (hiato de Winslow, agujero obturador, isquiático, perineal) y orificios anómalos o creados por la cirugía (hernias transepiploicas, transmesentéricas o mesocólicas, a través del ligamento suspensorio del hígado o del ligamento ancho).

 

Hernias retroperitoneales

Lo    fundamental    de    las    hernias    retroperitoneales    corresponde    a    las    hernias    denominadas «paraduodenales», que representan ellas solas aproximadamente el 50% de todas las hernias internas [Berardi, 1981. Turley, 1979). Son las hernias internas congénitas más comunes. El intestino delgado se estrangula en las fositas retro duodenales anormalmente persistentes o anchas.

Aunque la descripción inicial se remonta al siglo XIX [Treitz, 1857) bajo distintas denominaciones, según sean derechas o izquierdas, éstas se producen por mecanismos cuya fisiopatología sigue siendo hoy en día controvertida. Las otras hernias retroperitoneales se denominan pericecales o Inter sigmoideas.

 

Hernias paraduodenales izquierdas

Sinónimos: Hernia retroperitoneal de Treitz, hernia de la foseta de Landzert, hernia mesentericoparietal de Longacre, hernia en el mesocolon descendente de Callander, hernia duodenal izquierda, etc.

Más frecuentes, las formas izquierdas representan aproximadamente las tres cuartas partes de todas las hernias paraduodenales [Isabel, 1993. Gagic, 1982). La sex-ratio es de tres varones por cada mujer [Macdonagh, 1996). La edad a la que se realiza el diagnóstico se extiende desde la infancia [Donnelly, 1996) hasta la edad adulta, con un pico de frecuencia entre los 40 y los 60 años (Brigham, 1984. Olazabal, 1992), según algunos autores.

Para explicar la formación de una hernia para duodenal izquierda, dos teorías se oponen desde hace tiempo. Por un lado, la teoría mecánica, propuesta por Treitz  en 1857 y por Jonnesco en 1890, y retomada hace poco por diferentes autores, como Freud en 1977 y Khan en 1998; ésta sugiere que la hernia para duodenal izquierda se desarrolla a partir de una debilidad o un defecto de fusión a nivel de la foseta para duodenal descrita por Landzert. Ésta se adquiriría a partir de fenómenos repetidos de hiperpresiones abdominales [Isabel, 1993). Por otro lado, la teoría embriológica, defendida por Andrew en 1923 y Dott el mismo año, y más tarde por Callender [Callander, 1935)] en 1935, y en la actualidad reconocida por la mayoría de los autores [Willwerth, 1974. Morán, 2004)], sugiere que, en el momento de la reintegración embrionaria del intestino en el abdomen, hacia la 11. ° semana de amenorrea, la parte proximal del asa primitiva permanece acuñada por detrás del mesocolon descendente que entonces lo ciñe. Por ello, la hernia para duodenal izquierda se presenta como una masa intestinal situada bajo el mesocolon descendente, en la que todo o parte del íleon sale a través de un orificio para duodenal. Éste se encuentra en la parte posterior de la masa, y su cuello está rodeado de forma sistemática por la vena mesentérica inferior y por la arteria cólica superior izquierda, un poco más distante.

 






Figura 1: Hernia para duodenal izquierda. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

La forma de presentación suele ser en forma de un cuadro agudo de oclusión del intestino delgado que asocia dolor abdominal, vómitos y más rara vez la presencia de una masa abdominal en el hemiabdomen izquierdo. No es raro encontrar unos largos antecedentes de dolores abdominales recurrentes, que incluso hayan requerido su hospitalización de forma repetida sin diagnóstico preciso, o incluso con un diagnóstico erróneo. Además, un cuadro más inespecífico, en forma de dolores abdominales intermitentes con resolución espontánea, puede conducir, con ayuda de pruebas complementarias, a una exploración quirúrgica para confirmar el diagnóstico. La RSA suele ayudar poco. Clásicamente, la exploración de elección es el tránsito intestinal [Moran, 2004), que permite visualizar una masa intestinal como «encerrada» en un saco. También se han propuesto la arteriografía (Meyers, 1969), el eco- Doppler (Wachsberg, 1994), así como la resonancia magnética (Oriuchi, 1998), debido a un trayecto demasiado anterior de la vena mesentérica inferior, que se puede visualizar en diferentes exploraciones y que debe permitir hacer pensar en el diagnóstico. No obstante, hoy en día la exploración de elección es la tomografía computarizada con contraste. Casi todos los autores la recomiendan [Passas, 1986. Hirasaki, 1998), si bien algunos han señalado sus limitaciones en esta indicación (Patil, 1999). En definitiva, fuera de la urgencia, esta prueba parece preferible a cualquier otra exploración.

 

Hernias paraduodenales derechas

Sinónimos Hernia de la foseta mesentericoparietal de Waldeyer, hernia retromesocólica ascendente de Callender, hernia parayeyunal, hernia duodenal derecha, etc.

Menos comunes, las formas derechas representan aproximadamente una cuarta parte de la totalidad de las hernias paraduodenales [Isabel, 1993. Gagic, 1982). Éstas suelen afectar más al sexo masculino. La edad a la que se realiza el diagnóstico también es variable, y se extiende desde la infancia (Dengler, 1989. Shinohara, 2004) hasta la edad adulta, con una media, en el momento del diagnóstico, estimada en 36 años [Turley, 1979).

Al contrario que las formas izquierdas, el mecanismo de formación de las hernias paraduodenales derechas parece menos controvertido. Se trataría de un defecto de rotación del intestino delgado, inmovilizado a 180° en el sentido antihorario, mientras que el colon proseguiría su rotación antihoraria hasta 270°, de forma que todo o parte del intestino delgado se encontraría atrapado por detrás del mesocolon ascendente que lo recubre [Moran, 2004]. La hernia paraduodenal derecha se suele presentar como una masa intestinal media o lateralizada a la derecha, visible por detrás del mesocolon ascendente y que en ocasiones rechaza el colon ascendente hacia delante o que lo cubre pasando hacia delante. En todos los casos, el orificio herniario se sitúa a la izquierda de la masa, normalmente arriba y atrás. El borde libre del cuello herniario está sistemáticamente bordeado por la arteria mesentérica superior o por una de sus ramas derechas: la arteria cólica superior derecha, o la arteria íleo-ceco-apendicular, así como por sus venas correspondientes.



 


Figura 2: Hernia paraduodenal derecha. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

La forma de presentación suele corresponder con un cuadro agudo de oclusión del delgado que asocia dolor abdominal, vómitos y, en ocasiones, diarrea. La exploración física suele ser normal, pero excepcionalmente se observa la presencia de una masa abdominal medial o desarrollada a expensas del hemiabdomen derecho. Numerosos autores señalan en estos pacientes la existencia de dolor abdominal recurrente de varios años de evolución [Turley, 1979], e incluso desde la infancia [Gagic, 1982), con hospitalizaciones repetidas sin diagnóstico etiológico preciso. En otros casos, el cuadro agudo puede estar precedido de varios episodios atípicos de dolores abdominales posprandiales aislados, intermitentes, en los que las pruebas de imagen permiten en ocasiones plantear el diagnóstico. La RSA suele ser normal, o muestra un síndrome obstructivo de intestino delgado no específico, no obstante, asimétrico. La prueba de referencia para esta indicación sigue siendo el tránsito intestinal, que permite realizar el diagnóstico en función del aspecto fijado del intestino delgado, como ceñido en un saco (Gagic, 1982.Dengler, 1989. Ante Doménico, 2004) Recientemente, varios autores han propuesto realizar una tomografía computarizada con contraste y opacificación alta [Shinohara, 2004) con algunas reservas en cuanto a la sensibilidad de esta exploración para permitir afirmar el diagnóstico en el preoperatorio (Yeoman, 1994). En definitiva, esta prueba, fuera de la urgencia, podría transformarse en la exploración de elección para esta indicación.

 

Hernia a través del hiato de Winslow

El intestino delgado o el íleon con el colon derecho pueden incarcerarse en el hiato de Winslow a través de un orificio ancho. El intestino estrangulado ocupa la trascavidad de los epiplones y desplaza el estómago hacia delante.

Si la reducción de la hernia mediante una tracción suave a través del orificio resulta difícil, una posibilidad es alcanzar la trascavidad de los epiplones gracias a un despegamiento coloepiploico y abrir el epiplón menor. Tras reducir el estrangulamiento, el tratamiento general de estas hernias o fositas consiste en cerrar el orificio. Para esto, puede plegarse el peritoneo del saco herniario o cerrar el peritoneo rodeando el orificio con puntos separados o suturas continuas con hilos no reabsorbibles, haciendo luego una plastia con tejido aponeurótico tomado de los bordes del orificio.

La insuficiencia de tejido para cubrir el orificio puede llevar a la sutura de sus bordes a una prótesis, que puede ser reabsorbible o no según las condiciones locales.

Las hernias a través del hiato de Winslow representan aproximadamente el 8% de la totalidad de las hernias internas (Lisalo, 1978). La mayoría de los casos descritos en la literatura se diagnostican entre los 20 y los 60 años. No obstante, ya se han descrito casos neonatales [Zer, 1973].

Existen sobre todo dos variedades de hernias a través del hiato de Winslow: el tipo I que corresponde a una hernia aislada de intestino delgado y que representa aproximadamente dos tercios de los casos; el tipo II, que corresponde a una hernia que incluye el íleon distal, el ciego y el colon ascendente y que representa un tercio de los casos [Quenu, 1967). Algunos autores han descrito un tipo III (colon transverso) 


y un tipo IV (vesícula biliar), mucho más raros [Le Douarec, 1974).




Figura 3: Hernia de tipo I a través del hiato de Winslow. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.



Figura 4: Hernia de tipo II a través del hiato de Winslow. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

El cuadro clínico es el de un síndrome oclusivo agudo que siempre presenta dolores epigástricos asociados a vómitos [Wojtasek, 1991) y, en ocasiones, a abombamiento epigástrico. Los exámenes de laboratorio pueden mostrar una hiperglucemia que estaría relacionada con una compresión aguda de la vena porta, que impide el paso de la insulina a la circulación general. La radiografía simple de abdomen (RSA) permite observar un rechazo de la cámara gástrica hacia la izquierda, en ocasiones con presencia de niveles hidroaéreos al nivel del estómago. El diagnóstico puede confirmarse mediante un tránsito del intestino delgado o mediante una tomografía computarizada con contraste que muestra la presencia de intestino delgado en la trascavidad de los epiplones, así como de vasos mesentéricos distales bajo tensión que pasan a través del hiato de Winslow [Lisalo, 1978]. En la literatura, cerca del 10% de los casos se diagnostica en el preoperatorio (Ohkuma, 1977).

 

Las hernias transepiploicas

Afectan tanto al epiplón mayor como al menor. Las hernias transepiploicas representan el 1-4% de todas las hernias internas [Gharemani, 1984)]. Entre las distintas localizaciones posibles, la hernia aislada a través del epiplón menor es la más excepcional. El intestino delgado se estrangula a través de un orificio situado en el delantal epiploico, orificio que rara vez es congénito sino más bien producto de la falta de reparación del epiplón tras una intervención (despegamiento coloepiploico) o del paso de un trocar laparoscópico. Tras liberar el intestino, basta con cerrar la brecha con puntos separados o sutura continua con hilos reabsorbibles o bien ampliarla hasta el borde libre del epiplón.  La omentectomía total o parcial sólo se justifica en caso de necrosis.

Estas hernias suelen diagnosticarse en la edad adulta, y sólo se han descrito de forma excepcional en el niño [Luchtman, 1978).  Con respecto al epiplón mayor, la hernia puede situarse a nivel del ligamento gastrocólico [Takagi, 1996) o del delantal epiploico [Delabrousse, 2001).

 


Figura 5: Hernia transepiploica a través del ligamento gastrocólico. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.



Figura 6: Hernia transepiploica a través del delantal epiploico. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

Cuando el defecto afecta al delantal epiploico, suele localizarse en la parte derecha de este último [Quenu, 1967). El intestino delgado se incarcera entonces de atrás hacia delante, rechazado el colon hacia adentro al colocarse en el canal parietocólico derecho [Delabrousse, 2001). Cuando el defecto afecta al ligamento gastrocólico, el intestino delgado penetra en la trascavidad de los epiplones. A veces el epiplón menor está distendido, e incluso perforado por el intestino, que puede encontrarse por delante del estómago, formando una hernia transepiploica denominada mixta [Okayasu, 2002).

  



Figura 7: Hernia transepiploica mixta. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

Con respecto al epiplón menor, cuando la hernia se encuentra aislada, suele situarse en la pars flaccida [Tran, 1991).

El cuadro clínico corresponde a un síndrome oclusivo agudo, por lo general inespecífico, que siempre incluye dolor abdominal y vómitos. La RSA muestra niveles hidroaéreos de intestino delgado que sólo permiten pensar en el diagnóstico en caso de que ocupen la trascavidad de los epiplones y que rechacen el estómago [Tran, 1991). El tránsito intestinal permite confirmar el diagnóstico [Luchtman, 1978), tanto más fácilmente si la oclusión es incompleta. No obstante, numerosos autores insisten en el interés de la tomografía computarizada con contraste para realizar el diagnóstico en el preoperatorio [Takagi, 1996, Okasaku, 2002. Kobayashi, 1994), sobre todo porque en ocasiones permite visualizar el paso de los vasos mesentéricos a través del defecto epiploico. No obstante, según la literatura, sólo el 8% de las hernias transepiploicas se diagnosticarían en el preoperatorio.

 

Las hernias transmesentéricas

Aunque son clásicas, resultan excepcionales. No existen suficientes casos descritos en la literatura para tener una idea precisa de su incidencia. A menudo se han descrito las complicaciones en la edad pediátrica [Fujita, 2003), alimentando la hipótesis de un origen congénito del defecto. No obstante, también se han descrito casos de hernias transmesentéricas en la edad adulta.

Las hernias transmesentéricas suelen afectar al área triangular avascular de Treves, situada entre el eje mesentérico superior por dentro y el eje íleo-ceco-apendicular por fuera. El defecto suele tomar la forma de una hendidura que en ocasiones se extiende por toda la altura del mesenterio [Quenu, 1967). Por último, el orificio suele ser único y la hernia nunca tiene un saco.


Figura 8: Hernia transmesentérica. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

Se producen a través de una dehiscencia en la región ileocecal o al nivel del ángulo de Treitz, a veces a causa de un traumatismo abdominal con lesión mesentérica.

En la inmensa mayoría de los casos, están relacionadas con un defecto de peritonización del mesenterio por detrás de una anastomosis: detrás del asa alimentaria, al pie de un asa montada en Y (gastrectomía total, duodenopancreatectomía cefálica, cirugía biliar, etc.), tras una derivación gástrica en cirugía bariátrica al pie de la anastomosis yeyunoyeyunal, detrás de un reservorio de Bricker o de la anastomosis ileoileal tras una cistoprostatectomía radical.

El cuadro clínico es el de una oclusión aguda del intestino delgado. La RSA muestra que se suele tratar de una oclusión inespecífica del intestino delgado distal [Janin, 1980). No obstante, suelen existir una o varias asas fijadas en la fosa ilíaca derecha, lo que para algunos autores debe hacer pensar en el diagnóstico ante un paciente sin síndrome infeccioso ni antecedentes quirúrgicos [Fujita, 2003). El tránsito del intestino delgado confirma la oclusión distal del intestino delgado sin permitir identificar el mecanismo con certeza. La tomografía computarizada abdominal con contraste parece ser la mejor exploración para confirmar el mecanismo de la oclusión cuando muestra la presencia de asas de intestino delgado fijas y engrosadas por detrás del mesenterio, que aparece proyectado hacia adelante. Pero, en realidad, el diagnóstico preoperatorio sigue siendo excepcional.

 

Las hernias transmesocólicas

Estas hernias se forman a través del mesocolon transverso.  En todos los casos, todo el intestino delgado o una parte del mismo pasa a la trascavidad de los epiplones. El orificio suele ser ancho y laxo, por lo que rara vez se observan signos de sufrimiento intestinal a la altura del cuello. El riesgo se relaciona más bien con el vólvulo del intestino en la trascavidad de los epiplones. Si son congénitas, estas hernias pueden tener un saco. En la mayoría de los casos, están relacionadas con un defecto de cierre de una brecha mesocólica o defecto de peritonización, creado por el paso de un asa ascendida en Y de Roux: cirugía gástrica, esofágica, biliar, duodenopancreática cefálica y derivación gástrica en cirugía bariátrica .

Son las hernias internas más raras. Se han descrito muy pocos casos en la literatura, de ahí que se siga desconociendo la incidencia de estas hernias excepcionales. Dichas hernias se suelen diagnosticar en la edad adulta; no obstante, se han descrito casos pediátricos [Merrot, 2003). Por último, hay que señalar que antiguamente se descubría una úlcera duodenal o de la curvatura menor en uno de cada dos casos durante una exploración de hernia transmesocólica [Quenu, 1967).

La hernia transmesocólica siempre afecta al mesocolon transverso. El orificio herniario suele ser amplio, y a menudo se sitúa a la izquierda de la arteria cólica media. Cuando ésta no existe, el orificio puede llegar a ser enorme. Se han descrito dos variedades: las hernias sin saco peritoneal y las hernias con saco, que son más raras [Menegaux, 1934). Con respecto a las hernias sin saco, todo el intestino delgado puede ocupar la trascavidad de los epiplones. En algunas formas denominadas complejas, el intestino delgado puede llegar a romper el ligamento gastrocólico o el epiplón menor para salir por delante del estómago, o  bien escaparse por el hiato de Winslow o incluso insinuarse en el epiplón mayor, desdoblándolo.

 

Figura 9: Hernias transmesocólicas complejas. 1. Hígado; 2. Estómago; 3. Colon transverso; 4. Nivel inframesocólico; 5. Trascavidad de los epiplones; 6. Páncreas; 7. Duodeno. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

El cuadro clínico no es siempre el de un síndrome oclusivo. En ocasiones, el paciente sólo presenta una molestia o un abombamiento epigástrico. La RSA puede mostrar un rechazo del estómago hacia  la izquierda y de las asas de intestino delgado, elevadas de forma anómala. No obstante el abdomen también puede aparecer no aireado con un simple nivel gástrico aislado [Merrot, 2003). El tránsito del intestino delgado, así como la tomografía computarizada abdominal si se solicitan en el preoperatorio, suelen permitir plantear el diagnóstico de hernia interna, sin que por ello resulte sencillo definir el tipo.

 

Hernia del ligamento suspensorio del hígado o del ligamento ancho.

Estas hernias son excepcionales y a menudo iatrogénicas y consecutivas a un orificio creado por un trocar de laparoscopia, por ejemplo, o a una apertura parcial no reparada tras un procedimiento quirúrgico anterior. Una de las causa de las hernias no congénitas del ligamento ancho sería un traumatismo obstétrico.

 

Hernia a través del ligamento ancho del útero

Causa rara de hernia interna, la hernia a través del ligamento ancho del útero representa el 4-7% de todas las formas de hernia interna [Bolin, 1987, Coulier, 1999). Por definición, sólo afecta a la mujer, normalmente multípara. Algunos han propuesto una clasificación de las hernias del ligamento ancho del útero en tres tipos, según la localización del orificio herniario: por debajo del ligamento redondo (tipo 1), por encima, en el mesosalpinge (tipo 2) o en el mesovario (tipo 3) (Cilley, 1986).

Figura 10: Hernias a través del ligamento ancho del útero. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

Por lo general, se trata de defectos completos sin saco herniario. No obstante algunas hernias se desarrollan a expensas de una sola hoja persistente del ligamento mayor o de una distensión sacular de las dos hojas [Cilley, 1986). Aparte de las causas postoperatorias que no interesan aquí, estas hernias pueden ser congénitas o adquiridas. El origen congénito correspondería a la ruptura espontánea de quistes o de vestigios müllerianos, y en tal caso el defecto sería preferentemente horizontal [Ishirara, 1993), mientras que el origen adquirido sería secundario a traumatismos obstétricos en la medida en que casi todas las pacientes son multíparas (produciéndose una laceración del ligamento mayor). En este caso el defecto es más bien vertical [Bolin, 1987). Por último, en casi todos los casos, la hernia se produce de atrás hacia delante.

El cuadro clínico es el de una obstrucción aguda de intestino delgado. La RSA suele mostrar que la oclusión del intestino delgado es distal. Finalmente, la tomografía computarizada abdominal con contraste permite sospechar el mecanismo de la oclusión, mostrando una o varias asas dilatadas y engrosadas fijadas en el fondo de saco de Douglas y rechazando los órganos adyacentes. Es todavía más raro poder identificar en el preoperatorio el defecto del ligamento ancho, que corresponde al cuello de la hernia [Coulier, 1999).

Ya estudiadas de forma separada en artículos previos, se recuerda que éstas pueden producirse por cuatro mecanismos diferentes

·    a través del hiato de Winslow;

·    a través de un defecto mesocólico transverso;

·    a través de un defecto del epiplón mayor;

·    a través de un defecto del epiplón menor;

·     través de varios de los defectos ya citados, formando así una hernia mixta.

 

 Figura 11: Diferentes mecanismos de hernias en la trascavidad de los epiplones.

1.a través del hiato de Winslow, 2. A través de un defecto del mesocolon transverso, 3. A través de un defecto del ligamento gastrocólico; a través de un defecto del epiplón menor. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

Hernias pericecales

Son muy raras; se han descrito muy pocos casos en la literatura. De hecho, aún no se conocen ni la frecuencia, ni la sex-ratio. En cambio, se suelen diagnosticar de forma sistemática en la edad adulta.

El ciego es la parte más móvil del marco cólico; sus mesos y adosamientos peritoneales pueden ser laxos y formar pliegues peritoneales, entre los que puede incarcerarse el intestino.

Un defecto de adosamiento del ciego puede crear una fosita retrocecal (limitada por el ciego anteriormente y la pared abdominal posterior por detrás y, a los lados, por los pliegues peritoneales), una fosita retrocecal o retrocólica estricta (entre la cara posterior del colon derecho y el peritoneo parietal posterior), una fosita ileoapendicular (constituida adelante por un pliegue entre el apéndice y el íleon terminal y atrás por el mesoapéndice).

Con menos frecuencia aún, el intestino puede incarcerarse en las fositas creadas por pliegues profundos a la altura de la raíz secundaria del mesosigmoide.

Estas hernias adquiridas se desarrollan a expensas de las distintas fosetas retrocecales. Se han descrito tres variedades: una variedad externa, denominada retrocecocólica, y una variedad interna, denominada retroileocólica.

 



Figura 12: Hernias paracecales. 1. hernia externa retrocecocólica; 2. Hernia interna, 3. Hernia ileoapendicular. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

Ambas variedades tienen en común su desarrollo a expensas de la misma foseta retrocecal situada entre el repliegue (o ligamento) laterocólico ascendente por fuera y el repliegue (o ligamento) retroileocólico por dentro. La hernia puede remontar entonces hasta el riñón, o hasta el duodeno, proyectando así el colon hacia delante y luego hacia dentro o hacia fuera. La tercera variedad, denominada ileoapendicular, se desarrolla a expensas de la foseta ileoapendicular, situada entre el mesoapéndice por detrás y el repliegue constituido por una rama recurrente ileal de la arteria apendicular por delante. En este caso, la hernia se desarrolla por detrás de la última asa ileal, proyectándola hacia delante. Finalmente, en todos los casos, el volumen de la hernia sigue siendo moderado, y sólo suele afectar a la última o últimas asas de intestino delgado, así como al apéndice en la mayoría de los casos.

El cuadro clínico a menudo corresponde a una obstrucción aguda de intestino delgado, no específica, por lo general fuera de cualquier cicatriz abdominal. La RSA confirma el origen del síndrome oclusivo en el intestino delgado, y demuestra su carácter distal. Por último, la tomografía computarizada con contraste y opacificación baja, si se solicita en el preoperatorio, debe permitir plantear el diagnóstico, mostrando la presencia de asas intestinales situadas por detrás del ciego, que a su vez está proyectado hacia delante y por dentro o por fuera.

 

Hernias intersigmoideas

La frecuencia real y la sex-ratio de estas hernias, excepcionalmente descritas en la literatura, siguen siendo desconocidos. Generalmente adquiridas, suelen ser sintomáticas en la edad adulta.

Estas hernias se forman a partir de la fosa formada por la reunión de las dos raíces del mesocolon sigmoide, y más tarde se extienden hacia arriba, por detrás del mesocolon descendente y entre la columna lumbar y el riñón izquierdo. En general de poco volumen, estas hernias no modifican nada la anatomía del colon izquierdo, que suele estar en su sitio.

Figura 13: Hernias intersigmoideas. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 El cuadro clínico corresponde a una oclusión aguda del intestino delgado no específica, en ausencia de cualquier cicatriz abdominal. La RSA confirma el origen en el intestino delgado del síndrome oclusivo, y demuestra su carácter más bien distal. Por último, la tomografía computarizada con contraste y opacificación baja confirma la oclusión aguda del delgado, y puede permitir en el mejor de los casos plantear el diagnóstico en el preoperatorio, en caso de que muestre la presencia de un asa de delgado en posición retroperitoneal, laterorraquídea izquierda.

 

Hernias infraperitoneales

 Hernias supravesicales

Se trata de una causa especialmente rara de hernias internas, poco descrita en la literatura, cuya incidencia sigue siendo incierta. Las hernias supravesicales afectan sobre todo a los varones de más de 50 años (Koksoy, 1995).

Las hernias supravesicales se desarrollan a expensas de las fosas supravesicales, descritas con detalle por Skandalakis et al (Skandalakis, 1976). Por definición, se forman dentro de las arterias umbilicales y más tarde suelen desarrollarse en el espacio de Retzius, pero también pueden entrar lateralmente, formando hernias supravesicales externas o hernias laterovesicales. Aparte de las hernias postoperatorias, que no interesan aquí, las hernias supravesicales son casi siempre adquiridas, y en ocasiones se asocian a auténticas hernias inguinales.


Figura 14: Hernias supravesicales.1. Fosa supravesical. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

El cuadro clínico es el de una oclusión aguda del intestino delgado. La RSA muestra el carácter distal de la oclusión sobre el delgado. La tomografía computarizada abdominal con contraste confirma el diagnóstico de oclusión, pero no suele permitir descubrir la causa (Thokhilfi, 1997). No obstante, en ocasiones puede llamar la atención la presencia de intestino delgado entre los músculos rectos y la vejiga, que en ocasiones hace sospechar el mecanismo causal (Mehran, 2004).

 

Tumores

Los tumores son responsables del 10% de los casos de OID, y es más común que ocurra por tumores extrínsecos (92% de los casos de obstrucción por neoplasias) que por tumores primitivos del intestino delgado.  Los  tumores  extrínsecos  pueden  afectar  al  intestino  por  diseminación  hematógena,  por invasión directa o por carcinomatosis peritoneal. Los tumores primitivos del colon, páncreas, ovario, útero y estómago invaden el intestino delgado por extensión directa o por carcinomatosis peritoneal, mientras que los tumores, principalmente de mama, pulmón y melanoma, lo hacen por diseminación hematógena.

Existen aproximadamente 40 tipos histológicos de tumores benignos y malignos del intestino delgado. La mayoría de los tumores benignos son asintomáticos y son descubiertos en autopsias. En cambio, la mayoría de las lesiones sintomáticas son malignas y se detectan durante la cirugía. El tumor benigno más frecuente es el leiomioma (25%), seguido de los adenomas y lipomas; es característico del lipoma que se presente en forma de intususcepción.

De los tumores malignos, el adenocarcinoma representa el 30-50% de los casos, el 25-30% los carcinoides y el 15- 20% los linfomas. Las localizaciones con más alto riesgo para el desarrollo de neoplasias malignas son el duodeno (adenocarcinoma) y el íleon (carcinoides y linfomas).

 TABLA 5  Clasificación de las neoplasias de intestino delgado

 Benignas

 

Leiomioma , Adenoma,  Lipoma,  Brunerioma,  Hemangioma, Hiperplasia nodular linfoide

Malignas

 

Adenocarcinoma, Linfoma, Leiomiosarcoma, Sarcomas, Ampulomas, Neuroendocrinas Carcinoides. Ganglioneuroma. Gastrinoma. Somatostatinoma

Enfermedades asociadas a tumores de intestino delgado

 

 

Síndrome de Peutz-Jeghers (pólipos hamartomatosos, aumento del riesgo de adenocarcinoma) Enfermedad celíaca (linfoma, y menos frecuentemente adenocarcinoma)

Enfermedad inmunoproliferativa del intestino delgado (linfoma)

Tumores asociados al sida (Kaposi)

Neurofibromatosis (paraganglioma)

Enfermedad de Crohn (adenocarcinoma)

Síndrome de poliposis múltiple hereditaria (adenoma y adenocarcinoma) Metastásica

Melanoma Pulmón Mama Osteosarcoma

 

Principales etiologías de las oclusiones del estomago

Síndrome pilórico

La obstrucción del flujo gástrico de salida es un cuadro que responde por lo general a una complicación de la enfermedad ulcerosa péptica. También puede deberse a tumores (benignos, malignos y linfomas), procesos inflamatorios (colecistitis, pancreatitis, seudoquiste pancreático), constricción cáustica, estenosis posoperatoria, estenosis hipertrófica, páncreas anular, los más raros diafragmas pilórico y duodenal o un cálculo biliar impactado en el duodeno (síndrome de Bouveret).

Dados los diferentes tiempos de evacuación gástrica para sólidos y líquidos y las diferencias individuales el diagnóstico es difícil de definir en las etapas iniciales. Pero una vez instalado, éste se compone de vómitos alimentarios tardíos, acompañados de dolor que precede al vómito, anorexia, pérdida de peso y pirosis en un paciente que generalmente refiere antecedentes de enfermedad ulcerosa péptica, ya que ésta es su causa más común.

En el laboratorio suele encontrarse una alcalosis hipoclorémica e hipopotasémica y signos de deshidratación y oliguria prerrenal como elevación de la urea y la creatinina séricas. La radiología simple abdominal evidencia una gran cámara gástrica con un nivel hidroaéreo.

El tratamiento médico inicial se basa en:

a.      normalizar los trastornos hidroelectrolíticos

b.      tratar la evacuación gástrica por medio de una sonda

c.      la endoscopia y la radiología contrastada confirmarán el diagnóstico y aclararán la causa de la estenosis pilórica. Con base en ésta se decidirá el tratamiento final.

El tratamiento quirúrgico debe indicarse cuando por la etiología de la obstrucción y el estado de la musculatura gástrica se considera la estenosis como irreversible. La táctica quirúrgica variará de acuerdo con el diagnóstico y debe adaptarse a los preceptos de la cirugía gástrica.

En las estenosis malignas irresecables originadas en tumores tanto gástricos como duodenales o periampulares se ha descrito en forma reciente la confección de gastroyeyunoanastomosis por vía laparoscópica como alternativa a la cirugía a cielo abierto.

Del mismo modo, para los pacientes que no se encuentran en condiciones de someterse a una intervención quirúrgica abdominal se han utilizado dos nuevos métodos:

1)  la recanalización gastroduodenal mediante stents metálicos expansibles

2)  el uso de anastomosis gastroduodenales endoscópicas mediante la colocación de sendos imanes, el primero ubicado en el estómago y el segundo en el yeyuno, el que se progresa por medio de un alambre guía que atraviesa la oclusión.

 Vólvulo gástrico

La torsión del estómago sobre sí mismo es una entidad poco frecuente y adquirida. Se han descrito dos variedades de acuerdo con el eje sobre el cual se produce la torsión.

Existen factores predisponentes como hernias diafragmáticas, eventraciones, la presencia de bridas y adherencias, tumores o la dilatación gástrica.

A. En el vólvulo organoaxial o longitudinal el estómago rota sobre su eje. La obstrucción se produce a nivel del cardias y de la segunda porción del duodeno, con un mecanismo en asa cerrada. Generalmente ocasiona un cuadro agudo de dolor y arcadas violentas. La radiología simple y contrastada no aporta datos diagnósticos definitivos en este tipo de vólvulo, y la endoscopia es imposible ya que no se logra franquear el cardias. La colocación de la sonda nasogástrica es difícil. Suele requerirse la intervención quirúrgica de urgencia, que puede implicar una resección gástrica en los casos con compromiso vascular. En ocasiones se logra la devolvulación con sonda o en forma quirúrgica, la que puede complementarse con una gastropexia destinada a prevenir episodios futuros.

B. El vólvulo mesenteroaxial o transversal se debe a la rotación sobre el eje determinado por una línea que va de la mitad de la curvatura menor a la mitad de la curvatura mayor. Es como si el estómago se plegara. Habitualmente ocasiona cuadros crónicos, con molestias inespecíficas. La radiología simple y contrastada evidencia un doble nivel hidroaéreo en el hipocondrio izquierdo. Este es el tipo de vólvulo que con frecuencia se asocia con hernias diafragmáticas, por lo que debe realizarse el tratamiento de ambas patologías cuando se indica la cirugía.  Se ha descrito también la asociación de ambos mecanismos, situación extremadamente rara.

 

Principales etiologías de las oclusiones de intestino delgado

Vólvulo del intestino delgado

La rotación del intestino delgado alrededor del eje de su mesenterio es poco frecuente. En general es secundaria a bridas y adherencias posoperatorias o a trastornos congénitos en la rotación del intestino. Existen también formas primarias sin factores predisponentes, habituales en Oriente, pero excepcionales en Occidente. Desde el punto de vista clínico esta entidad se comporta como una oclusión intestinal mecánica en asa cerrada, con frecuente compromiso vascular. Muchos autores informan casos con radiología abdominal absolutamente normal, pero lo habitual es la presencia de asas delgadas distendidas y con niveles hidroaéreos en su interior.

La indicación quirúrgica debe ser temprana para evitar la progresión a la gangrena intestinal que obliga a la resección. De lo contrario, es suficiente con la devolvulación y la sección de bridas y adherencias.

 

Oclusión del intestino delgado por obstrucción

Íleo biliar.

El íleo biliar se produce como consecuencia de un proceso inflamatorio crónico en la pared vesicular. Tras repetidos episodios colecistíticos y por el decúbito del cálculo culmina con la formación de una fístula entre la vesícula y alguna víscera adyacente. El más frecuente es el duodeno (90% de los casos), luego el colon transverso (10%) y raramente el estómago.



Fig.15.. íleo biliar: cálculo impactado en el íleon terminal. (Tomado de Perera, 2007)

 

Una vez establecida la fístula se produce la migración del cálculo hacia el tracto gastrointestinal y de acuerdo con el sector involucrado tendrá distintas vías de progresión. Lo más común es su paso de la vesícula al duodeno y su progresión distal, hasta que en algún sector del  intestino delgado se produce la impactación. Si la comunicación se establece con el estómago la obstrucción pilórica se conoce como síndrome de Bouveret. También puede ocurrir que el cálculo franquee el píloro o sea expulsado a través del vómito. Por último, si la fístula se establece entre la vesícula y el colon transverso, el cálculo puede eliminarse por el ano en forma espontánea o bien ocluir el colon. Esto ocurre en general a nivel del sigmoides, más aún en pacientes que tienen una estrechez secundaria a procesos reiterados de diverticulitis.

Su incidencia es baja, ya que solo representa el 1 al 3% de las obstrucciones mecánicas del intestino. Se presenta con mayor frecuencia en la sexta y la séptima década de la vida y es más común en la mujer, con una relación de 8 a 1.

Para el diagnóstico es de ayuda interrogar acerca de antecedentes ligados a esta enfermedad, como síntomas biliares inespecíficos, episodios de colecistitis aguda o cuadros previos de suboclusión intestinal.

La radiología de abdomen presenta signos clásicos, la aerobilia, el cálculo visible y los niveles hidroaéreos del intestino delgado

El tránsito baritado de intestino delgado se reserva para cuadros atípicos, subintrantes, oclusiones altas o de difícil diagnóstico. Se evidenciará la fístula biliodigestiva y ocasionalmente el sitio y la causa de la obstrucción.

En los cuadros de oclusión duodenal es útil la endoscopia alta. La ecografía puede brindar información adicional en esta patología, ya que es muy útil para evidenciar el estado de las vías biliares, detectar la aerobilia o evidenciar un cálculo fuera de la vesícula.

La TC mostrará tanto la aerobilia como el cálculo ubicado en el intestino delgado y la dilatación proximal de éste.

No obstante, pese a una correcta interpretación de los antecedentes, la clínica y los estudios complementarios, en la literatura se informa que solo en el 15 al 70% de los casos se efectúa el diagnóstico preoperatorio de íleo biliar.

El tratamiento quirúrgico puede limitarse a la resolución de la obstrucción intestinal por medio de la enterolitotomía o la progresión del cálculo, o asociar este procedimiento con la resolución en un tiempo de la patología biliar. Dada la elevada morbilidad observada cuando se efectúa cirugía en un tiempo la mayoría de los autores se inclinan por tratar en principio solo la oclusión intestinal. Se ha mencionado además que ante una vesícula deshabitada o con cístico permeable las fístulas cierran espontáneamente en un importante número de casos, hecho que fue comprobado por imágenes, por cirugías posteriores y por autopsias. Siempre debe explorarse todo el intestino delgado en busca de algún otro cálculo, pero en especial en los casos en los que el cálculo hallado es facetado.



Fig. 16  Técnica de enterolitotomía por íleo biliar. A. Impactación del cálculo en una zona estrecha del intestino delgado. B. Se lleva el cálculo a proximal, lejos de la zona intestinal impactada. C. Cierre de la enterolitotomía. (Tomado de Perera, 2007)

 

Intususcepción intestinal

Existen tres formas de intususcepción, clasificadas según los segmentos intestinales afectados:

1.   Ileoileal o enteroentérica

2.   Ileocólica

3.   Colocólica

Con respecto a la frecuencia de estas localizaciones la literatura no es coincidente, pero en nuestra serie fue la variedad ileocólica la más frecuente ya que representó el 55% de los casos. En segundo lugar se ubicó la ileoileal con el 30% y por último la forma colocólica con el 15%. La patología benigna como causa de intususcepción es más habitual en las formas ileoileales, mientras que la maligna es de mayor incidencia en las ileocólicas y colocólicas.

La intususcepción es una de las causas de oclusión intestinal más frecuente en el niño, de etiología idiopática en su mayor parte. Por el contrario, en el adulto es una rara variedad de obstrucción y obedece en un 90% de los casos a una causa demostrable. Aunque algunos autores  refieren una incidencia de hasta el 5% de todas las oclusiones intestinales, en nuestra experiencia solo representó el 0,5% de los cuadros obstructivos.

De acuerdo con la bibliografía consultada la intususcepción responde en su mayor parte a tumores ya benignos, ya malignos: lipomas, pólipos, fibromas, adenocarcinoma, metástasis de melanoma, linfosarcoma colónico, tumor carcinoide, linfomas y sarcomas del intestino delgado.



Fig. 17 Intususcepción intestinal por tumor de la válvula ileocecal. Pieza cerrada. (Tomado de Perera, 2007)

 



Fig. 18 Intususcepción intestinal por tumor de la válvula ileocecal. Pieza abierta. (Tomado de Perera, 2007)

 

También se han descrito causas no tumorales que deben tenerse en cuenta entre los diagnósticos presuntivos: enfermedad de Crohn, tuberculosis intestinal, hematomas submucosos, compresiones extrínsecas, anastomosis intestinales, etc.

Estas alteraciones de la morfología de la pared intestinal actúan como estímulo de la motilidad proximal a la misma pared y forman la cabeza de la invaginación en los casos en que ésta se produce por progresión isoperistáltica. Este mecanismo se observa a menudo en las intususcepciones enteroentéricas.

Por el contrario, en las formas anisoperistálticas (raras) se produce el retroceso o prolapso del intestino distal hacia el lado proximal, siendo la cabeza móvil y el cuello fijo. Esta situación es algo más común en las invaginaciones ileocólicas y colocólicas y presenta mayor compromiso vascular, lo que se traduce en un peor pronóstico.

El cuadro clínico se caracteriza por episodios suboclusivos intermitentes acompañados de tumor palpable cuya consistencia aumenta en algunos casos con el peristaltismo. Muy pocas veces se produce enterorragia o proctorragia, lo que puede indicar el compromiso vascular. La radiología simple es de relativo valor. Además de indicar el nivel de obstrucción en raras ocasiones permite observar imágenes ovoides redondeadas con doble anillo de aire. La radiología contrastada es el método de diagnóstico tradicional. En algunas ocasiones es terapéutico y produce la reducción de la invaginación ante la insuflación intestinal para lograr el doble contraste.

Algunos signos como la imagen de medialuna o de copa se observan rara vez.

Los hallazgos de la ecografía son muy inespecíficos, pero en cambio la TC con contraste oral e intravenoso es el método complementario no invasivo más importante. La imagen de "luna creciente", producida por la observación en un corte transversal de un meso invaginado, es la más característica.



Fig. 19 Intususcepción intestinal por tumor de la válvula ileocecal. Imagen topográfica de "luna creciente". (Tomado de Perera, 2007)

 

Aunque la videocolonoscopia no es el método complementario de elección, en algunas ocasiones es útil tanto para el diagnóstico como para el tratamiento. En otras ocasiones determina además la etiología.

En los lactante s se prefiere la reducción por enema, sea con líquido de contraste o aérea. En los adultos la conducta es diferente porque la intususcepción intestinal es generalmente secundaria a un tumor. Una vez efectuada la laparotomía se plantean dos posibles conductas:

A.     La reducción manual seguida de la resección del tumor causante de la invaginación.

B.     La resección intestinal sin previa reducción.

En una revisión de 160 casos efectuada por Weilbaecher se halló la asociación de malignidad en el 24% de las localizaciones entéricas y en un 54% de las colónicas. Por ello se recomienda la resección sin reducción siempre que sea posible.

 

Principales etiologías de las oclusiones de colon

Oclusión del colon por estrangulamiento. Vólvulo del colon

La rotación del colon alrededor de su mesenterio ocurre más a menudo a nivel del colon sigmoides en cerca del 80% de los casos. Con menor frecuencia se observa el vólvulo del ciego y, excepcionalmente, el del colon transverso.

 




Figura 20. Vólvulos del colon. Diferentes tipos.

A. Vólvulo del ciego (raro) El ciego (C) se dilata y se torsiona en sentido de las agujas del reloj. Se impide la progresión del contenido hacia el colon ascendente (CA). El íleon terminal (IT) rodea al ciego.

B. Vólvulo del colon transverso (CT). La doble pared central no se extiende hasta el colon descendente (CD).

C. Vólvulo de la sigma (el más frecuente). Distensión masiva con una doble pared central que se orienta hacia el mesenterio sigmoideo torsionado. Tomada de Perera, 2007)

 

 Vólvulo del sigmoide (80% de los vólvulos del colon).

Se produce a menudo en un paciente de edad avanzada, con antecedentes de estreñimiento crónico y episodios de dolores abdominales resolutivos.

A nivel del colon sigmoide se requiere un colon redundante, elongado y con una base mesentérica estrecha. Además de estos factores anatómicos son predisponentes el estreñimiento crónico, el abuso de laxantes, el embarazo y los trastornos psiquiátricos. Estos últimos condicionan hábitos evacuatorios descuidados y suelen asociarse con el megacolon, quizá por la medicación neuroléptica.

La torsión puede ser desde 180º hasta más de tres vueltas completas. Ello ocasiona una obstrucción mecánica de la progresión del contenido intestinal, que por tratarse de un mecanismo en asa cerrada o por lo compresión directa de los vasos mesentéricos se acompaña finalmente con la gangrena del segmento comprometido si no se trata en forma adecuada.

Fig. 21 Vista intraoperatoria de un vólvulo sigmoideo Tomada de Perera, 2007

 

Se desarrolla con rapidez un cuadro de oclusión baja, con interrupción del tránsito y dolores abdominales moderados. Se observa un meteorismo voluminoso y asimétrico en el abdomen, desde la fosa ilíaca izquierda hasta el hipocondrio derecho. El examen del abdomen suele mostrar asimetría a la inspección y todos los signos de una obstrucción mecánica en asa cerrada y al tacto rectal la ampolla suele hallarse vacía.

La radiología simple muestra:

a.gran dilatación sigmoidea que aparece como una enorme burbuja oblicua que se extiende desde la fosa ilíaca izquierda al hipocondrio derecho (anteroposterior y en decúbito) y como una voluminosa claridad gaseosa central en U invertida con dos niveles hidroaéreos al pie de cada segmento (anteroposterior y en bipedestación).

b.ausencia de aire en el recto y doble nivel hidroaéreo en el hemiabdomen izquierdo (dado por la distensión del ángulo esplénico y el asa volvulada)

c. también puede verse el signo de las "aspas de molino" o "tiralíneas", originado por el engrosamiento del mesocoIon rodeado por el aire del asa volvulada.



La radiografía contrastada permite confirmar la obstrucción sigmoidea y apreciar el típico signo de "pico de pájaro", "cabeza de serpiente" o "llama de vela", que se debe al pasaje de la sustancia de contraste por la zona de torsión. En caso de duda diagnóstica, un enema con contraste hidrosoluble muestra la imagen típica, en «pico de pájaro», a nivel de la unión rectosigmoidea.



Figura 22: Enema con contraste hidrosoluble: imagen de vólvulo sigmoideo. Tomada de Elsevier, tratado de cirugía del aparato digestivo, 2014)

 

En este caso, hay que intentar la reducción urgente vólvulo del sigmoide mediante una sonda rectal (tubo de Faucher) bajo control radioscópico o por colonoscopia. Si este procedimiento fracasa o surge alguna complicación (necrosis o perforación), se procede a la cirugía

La colonoscopia suele evidenciar la oclusión con un punto de torsión característico (signo del "molinete" de R. Finochietto). Este estudio es en ocasiones también terapéutico, ya que puede provocar la devolvulación al avanzar el instrumento, con la descarga brusca de gas y materia fecal. Debe tenerse en cuenta que la incidencia de recurrencias es de alrededor del 50%, por lo que se aconseja, si el estado del paciente lo permite, realizar el tratamiento quirúrgico definitivo durante la misma internación.

Cuando existen sospechas de estrangulación, ante el fracaso de la devolvulación por otros medios y para prevenir recidivas se indica el tratamiento quirúrgico. La táctica consiste en la resección sigmoidea con procedimiento de Hartmann. Aunque en situaciones favorables puede realizarse lavado intraoperatorio del colon y anastomosis primaria, a veces la naturaleza del megacolon es indicación de una operación de descenso (Duhamel). Ésta difícilmente sea factible en una urgencia, por lo que la operación de Hartmann se muestra como la opción más razonable en esta situación. Se desaconsejan las colopexias por su alta tasa de recidivas.

 

Vólvulo del ciego.

Es poco frecuente. A diferencia de lo que ocurre en el colon izquierdo, en el que la existencia de un megacolon actúa como factor patogénico fundamental, en el colon derecho la falla de coalescencia de la fascia de Toldt II constituye el factor etiopatogénico de mayor importancia. Este diferente mecanismo patogénico motiva que sea también distinta la táctica quirúrgica, ya que en los más raros vólvulos del colon derecho es suficiente, desde un punto de vista fisiopatológico, restablecer la fijeza del colon al retroperitoneo.

Además del cuadro típico de oclusión baja, de instauración rápida, a menudo se asocian signos de oclusión del intestino delgado (cuando la válvula de Bauhin es incontinente) con un meteorismo epigástrico y una sensación de «vacío» en la fosa ilíaca derecha.

En 1950 Courty clasifica los vólvulos de colon derecho en:

Cecocólicos: los que rotan sobre el eje oblicuo

 Ileocecocólico: el que lo hace sobre el eje mesentérico axial: cuando la rotación es sobre el eje longitudinal.

De estas tres variedades la hallada más a menudo es la primera. De acuerdo con la literatura el vólvulo del colon derecho predomina en los pacientes jóvenes y de sexo masculino y la presentación clínica puede ser en forma aguda o subaguda. Los síntomas y signos se originan cuando hay una reducción de la luz intestinal (cuadro obstructivo mecánico) o cuando aparecen microperforaciones o necrosis de la pared del segmento afectado (cuadro peritoneal agudo). Los síntomas más frecuentes son el dolor abdominal, los vómitos y la distensión abdominal, a veces asimétrica. La aparición de fiebre con repercusión en el estado general sugiere una complicación séptica.

La RSA anteroposterior en decúbito muestra una burbuja voluminosa, central o en el hipocondrio izquierdo; con el paciente en bipedestación, desaparece el efecto de granito cecal en la fosa ilíaca derecha y se ve una voluminosa imagen hidroaérea central que atraviesa el abdomen. La radiología directa muestra el signo de van Wahl. Este signo se describe como una imagen aérea redondeada, con nivel hidroaéreo o sin él, que generalmente se ubica en uno de los hipocondrios (en forma más habitual en el derecho). Raramente se encuentra en la fosa ilíaca derecha, lugar primitivo del ciego volvulado, que por lo común se halla ocupada por asas de intestino delgado dilatadas.

El tamaño, el aspecto y la posición de esta imagen permiten excluir los vólvulos de intestino delgado, estómago y colon sigmoide.

De persistir dudas puede optarse por otros métodos de diagnóstico, sea una videocolonoscopia o radiología contrastada.

En las formas agudas y subagudas puede intentarse la devolvulación colonoscópica como paso previo a la cirugía. Ésta se decide si no se logra resolver el cuadro obstructivo o los hallazgos endoscópicos son compatibles con necrosis (exudado hemático, edema, congestión y petequiado mucoso). Si se resuelve la obstrucción se puede llegar a la cirugía en forma programada.

El tratamiento es siempre quirúrgico. En el caso de indicarse una radiología contrastada del colon por enema se la realiza con poca insuflación y contraste diluido. Este avanza a través del colon sigmoide y transverso y excluye una obstrucción a nivel de ellos. Se detiene a nivel del ángulo hepático, más allá del cual se observa la ausencia del ciego contrastado. Este procedimiento debe contraindicarse formalmente ante los cuadros peritoníticos.

Realizada la laparotomía exploradora se evalúa la viabilidad del colon volvulado. En el caso de hallarse compromiso de la vitalidad se realiza la resección del segmento afectado y según las condiciones locales o generales se realizará anastomosis o se exteriorizarán los cabos  con técnica de Lahey-Mikulicz. De ser posible se prefiere la primera opción porque resuelve la patología en un solo tiempo operatorio.

 

Fig.  23 Colectomia derecha por vólvulo del colon derecho con compromiso isquémico. Tomada de Perera, 2007)

 

En el vólvulo sin necrosis se plantea la controversia dado que como habitualmente no existe un megacolon como factor causal, la resección no aparece tan necesaria como en los vólvulos del colon izquierdo. A la colectomía derecha se le oponen otras tácticas que incluyen la cecostomía sobre sonda, la fijación del ciego a la pared abdominal (cecoascendopexia) y la combinación de ambas. Si bien estos procedimientos tienen menor morbimortalidad que la resección, se les adjudica un índice de recidiva que oscila entre el 5 y el 20%.

 



Fig.24 Técnica de la cecopexia para el tratamiento del vólvulo del colon derecho sin necrosis Tomada de Perera, 2007)

 

La cecoascendopexia es factible por vía convencional o laparoscópica y al asociarla con una cecostomía sobre sonda disminuyen las recidivas.  Sin embargo, ante la ausencia de necrosis del colon, la colectomía derecha tendría indicación en los casos en que asocia a la falla de coalescencia y la existencia de un megacolon completo con un colon derecho redundante que dificulta la ejecución de una pexia sin comprometer la luz intestinal.

 

Enfermedad diverticular del colon complicada

Es inusual. Se trata de una oclusión cólica izquierda, más o menos febril, con empastamiento doloroso o defensa de la fosa ilíaca izquierda.

La obstrucción se produce en diverticulitis de larga data y luego de episodios reiterados. Es resultado de hipertrofia muscular, edema, abscesos intramurales o pericólicos y fibrosis, pero la mucosa colónica se encuentra indemne. Casi siempre se localiza en el sigmoides, ya que es la región del colon más afectada por la enfermedad diverticular, la de menor calibre y con materia fecal más dura.

Con frecuencia la oclusión es parcial y se comporta clínicamente como una suboclusión.

La RSA muestra niveles hidroaéreos de tipo cólico y la TC abdominal con opacificación baja (contraste hidrosoluble), un estrechamiento extenso del sigmoide (5-10 cm), centrado, sin alteración de la mucosa, que de manera progresiva se va empalmando con el colon sano, y, a veces, imágenes diverticulares. La radiología contrastada puede mostrar una estenosis colónica larga con conservación de la mucosa y divertículos en la zona.






Figura: 25 Tomografía computarizada abdominopélvica, corte axial.

a. Absceso perisigmoideo.

b. Drenaje percutáneo del absceso. Tomada de Elsevier, tratado de cirugía del aparato digestivo, 2014)

 

La colonoscopia está contraindicada por el riesgo de perforación cólica.

El tratamiento es médico (reequilibrado hidroelectrolítico, antibióticos y antiespasmódicos). En caso de absceso perisigmoideo de un diámetro superior a 4 o 5 cm, es necesario realizar un drenaje percutáneo bajo control tomográfico, para acelerar la curación e identificar los gérmenes causantes. Cuando el tratamiento médico fracasa (después de al menos 72 horas de una antibioticoterapia intravenosa adecuada), se agrava el cuadro clínico e infeccioso o se produce una recidiva precoz de un absceso intraperitoneal ya drenado, el tratamiento es quirúrgico.

Si la obstrucción es parcial puede mejorar con tratamiento conservador. Sin embargo, cuando no es posible excluir con seguridad el diagnóstico de un cáncer del colon y en las obstrucciones completas se indica la cirugía.

Habitualmente se efectúa la resección del sigmoides con procedimiento de Hartmann. En casos seleccionados puede efectuarse anastomosis primaria siguiendo los lineamientos que se describen en el punto referente a las obstrucciones neoplásicas. Una opción aceptable en pacientes con mal estado general u oclusión asociada con perforación colónica es la anastomosis con colostomía transversa proximal desfuncionalizante.

 

Oclusión por cáncer cólico.

Es frecuente. La oclusión baja se desarrolla de manera progresiva en un paciente que refiere trastornos inusuales del tránsito desde hace algún tiempo, con episodios en los que alternan la diarrea y el estreñimiento, rectorragias o melenas y una alteración del estado general (astenia, adelgazamiento). El adenocarcinoma de colon y recto es la causa más frecuente de obstrucción colónica. En los pacientes mayores de 40 años sin antecedentes quirúrgicos como probable origen de bridas y adherencias y con una oclusión colónica debe considerarse el cáncer colorrectal como el primer diagnóstico. De acuerdo con diferentes series entre el 10 y el 30 % de los tumores colorrectales se presentan como una obstrucción intestinal. Esta situación es más habitual en los tumores del colon izquierdo, especialmente a nivel del ángulo esplénico, donde pueden presentarse de esta manera en más del 50% de los casos. Esta forma de presentación es más rara en los tumores del colon derecho y del recto, aunque puede producirse con cierta frecuencia la oclusión del íleon terminal en las lesiones cercanas a la válvula ileocecal.

La obstrucción es mecánica y de origen parietal. Pero debe tenerse en cuenta como en toda obstrucción del colon que el cuadro clínico puede variar según el segmento del colon ocluido y el funcionamiento de la válvula ileocecal:

A.     En las oclusiones izquierdas puede verse en la radiografía la totalidad del marco colónico distendido. Cuando la válvula es incontinente los vómitos son tempranas y de tipo fecaloide.

En la radiografía directa se observan niveles hidroaéreos en el intestino delgado y en el grueso. Si por el contrario es continente, se comporta como una obstrucción en asa cerrada con riesgo de isquemia y perforación. La radiografía simple puede además mostrar aire solo en el colon, con una gran distensión del ciego que es el lugar donde se produce la perforación. Esto se explica por su mayor diámetro que es la zona en la que la pared soporta mayor tensión (ley de Laplace: tensión = presión x radio2)

En la radiografía contrastada se ven vegetaciones neoplásicas en la zona donde se detiene la progresión de la sustancia de contraste.

La exploración física demuestra un meteorismo voluminoso «en marco». La RSA muestra niveles hidroaéreos de tipo cólico, con una distensión del colon que puede ser importante y cuyo límite inferior señala el obstáculo; su localización y naturaleza se precisan mediante un enema con contraste hidrosoluble (imagen de sustracción constante en todas las placas, en forma de estenosis irregular, cerrada, excéntrica, en la que la mucosa ha desaparecido) y, si es posible, una TC con opacificación baja, de urgencia. Esta exploración aporta además datos importantes sobre la extensión del tumor (metástasis hepáticas, peritoneales y ganglionares).

 

Fisiopatología de  la obstrucción intestinal

Los cambios fisiopatológicos que suceden a la detención del tránsito intestinal dependen del sitio en el que se produce la interrupción, tanto en los íleos mecánicos como en los espasmódicos. Desde el punto de vista fisiopatológico los íleos paralíticos se comportan igual que una obstrucción mecánica del intestino delgado.

 

Obstrucción mecánica del intestino delgado

Los líquidos ingeridos, las secreciones digestivas (entre 6.000 y 8.000 mL por día) y el gas intestinal se acumulan en el intestino proximal a la obstrucción en forma progresiva.  La reabsorción se torna imposible en la parte distal y se altera severamente en la proximal, con lo que se produce una importante pérdida de líquido y electrólitos que se ve perpetuada por el vómito. Otra vía de pérdida hidroelectrolítica es el exudado desde la superficie serosa intestinal hacia la cavidad peritoneal. Todos estos mecanismos agotan el espacio extracelular y producen hipovolemia, hemoconcentración, insuficiencia renal, shock y muerte si no se reponen con rapidez los líquidos del espacio intravascular. La gran distensión de la pared intestinal dificulta la circulación sanguínea y puede ocasionar necrosis de la mucosa con la consiguiente exudación de sangre y plasma hacia la luz. Esto se acompaña de invasión de la circulación por bacterias que encuentran en la estasis un sitio propicio para su sobrecrecimiento.

 

Estrangulación

El intestino se estrangula cuando se compromete su irrigación. Existen dos mecanismos posibles:

A. En los íleos mecánicos por causa extrínseca ya que la compresión puede obstruir también el flujo de los vasos sanguíneos mesentéricos. Además de todos los cambios descritos hay una mayor y más temprana pérdida de sangre y plasma hacia la luz intestinal y la cavidad peritoneal y posteriormente la necrosis y perforación con la consiguiente peritonitis generalizada.

B. Otro mecanismo consiste en las obstrucciones en asa cerrada dado que si la presión aumentada dentro de la luz intestinal supera la de los vasos de la submucosa, se produce la isquemia del segmento intestinal afectado.

 

Obstrucción colónica

Cuando la válvula ileocecal es incontinente se comporta como una obstrucción del intestino delgado. Cuando, por el contrario, la válvula es continente, la pérdida de líquidos y electrólitos es más lenta, ya que el volumen que llega al ciego es menor que el que transcurre por el yeyunoíleon. Pero en estos casos, al comportarse como una obstrucción en asa cerrada, puede comprometerse la circulación sanguínea en la pared colónica debido a la distensión, con riesgo de perforación.

Lo que ha contribuido de manera importante a mejorar la supervivencia en pacientes con obstrucción intestinal es el mejor entendimiento en los siguientes aspectos.

1.   La fisiología de liquidas y electrólitos en el intestino con edema y con secuestro intraluminal.

2.   Conocimiento de eventos y sustancias que contribuyen al incremento o disminución de la secreción intestinal

3.   Mejor conocimiento de la naturaleza patógena de la flora intestinal aerobia y anaerobia, así como de la difusión que se produce de algunas bacterias, endotoxinas y exotoxinas hacia la circulación, tejido linfático y cavidad peritoneal

4.   Conocer los efectos de los antibióticos sobre la flora bacteriana intestinal.

5.   Entender las secuencias sistémicas de la sepsis.

6.   Comprensión de los efectos de la relación presión tensión sobre las vísceras huecas distendidas y los diferentes métodos de descompresión intestinal.

7.   La protección de las vías respiratorias de la aspiración de líquido gastrointestinal.

8.   El advenimiento de la nutrición parenteral permite el mantenimiento de los pacientes cuando la vía enteral está incapacitada para su utilización.

9.   Disponer de mejores técnicas de diagnóstico,

10.   La prevención de la formación de adherencias y obstrucciones posteriores han ayudado notablemente a disminuir la morbi-mortalidad, y hoy en día se sigue trabajando de modo intenso en este aspecto.

 

Una vez establecido el fenómeno obstructivo, se desencadena una serie de eventos fisiopatológicos de manera progresiva. En un principio se produce dilatación proximal intestinal, la cual desencadena un fenómeno secretorio intraluminal muy importante.

La acumulación de secreciones intestinales y gas en el segmento proximal conlleva al mecanismo típico de la obstrucción intestinal descrito por Sperling desde 1938. La secuencia se describe de la siguiente manera:

1.      Estasis intestinal,

2.      Distensión,

3.      Incremento de la peristalsis intestinal,

4.      Aumento de la presión intraluminal en el segmento obstruido,

5.      Aumento de la secreción intestinal,

6.      Disminución de la capacidad de absorción,

7.      Mayor distensión intestinal,

8.      Presencia de peristalsis de lucha,

9.      Estasis circulatoria,

10.   Aumento de la presión venosa,

11.   Hipoxia tisular por la presencia de un asa obstruida,

12.   Hemorragia intersticial e intraluminal,

13.   Pérdida de la viabilidad de la pared intestinal.

14.   Incremento de la reacción inflamatoria peritoneal con aumento de la permeabilidad a bacterias y toxinas y,

15.   Peritonitis.

En la medida en que se han desarrollado los estudios experimentales y clínicos, se han aclarado las interrogantes sobre el origen del gas, los cambios que ocurren en la secreción intestinal, los cambios que sufren la pared intestinal como consecuencia de los efectos de la tensión, la naturaleza de la flora bacteriana y falla orgánica múltiple.

 

Origen del gas intestinal

Tal y como lo demostró Wangensteen desde 1955, la mayor parte del gas contenido en el intestino proviene de la aerofagia, aunque no se puede negar que existen otros mecanismos por los cuales también se produce gas intraluminal, en particular en el colon. Las cuatro fuentes principales de gas intestinal son:

1.      Interacción química en la parte alta del intestino entre el ácido clorhídrico gástrico y los carbonatos de las secreciones biliares y pancreáticas;

2.      La fermentación bacteriana, sobre todo las sustancias como la celulosa y los azúcares;

3.      Los gases que difunden directamente al intestino proveniente de sangre y viceversa y

4.      La aerofagia.

La  membrana  de  las  células  intestinales  está  cubierta  de  cada  lado  por  una  capa  acuosa  que representa la mayor barrera para la difusión de los gases; esta difusión dependerá de la capacidad de cada gas para llevar a cabo el movimiento. Por lo general, el bióxido de carbono es un gas muy soluble en el agua, por lo que es el que difunde mejor a través de la membrana celular intestinal.

Cuando el paciente se encuentra en actividad y de pie la mayor cantidad de aire deglutido se eructa; sin embargo, cuando el sujeto se encuentra en reposo y en decúbito la burbuja aérea se desplaza hacia la región anterior del abdomen, lo cual dificulta que el aire llegue hacia el cardias y se eructe. Más aún ante la presencia de líquido dentro del estómago y sobre todo en cantidades importantes, este fenómeno prácticamente se anula. El oxígeno deglutido de manera rápida se pone en contacto y se equilibra con el oxígeno intragástrico e intestinal; cuando este alcanza el duodeno la presencia de bicarbonato e hidrógeno favorece la producción de monóxido de carbono. Cuando se han acumulado grandes cantidades de bióxido de carbono intraluminal, las concentraciones de nitrógeno disminuyen por debajo de las concentraciones séricas, de tal manera que el flujo de este gas se lleva a cabo en el sentido intestino-torrente circulatorio.

En el intestino con obstrucción crónica y en particular en el colón, las bacterias producen y consumen grandes cantidades de gas; por lo común, las bacterias consumen en sus  procesos  metabólicos oxígeno e hidrógeno y producen metano, sobre todo aquellas cuyo metabolismo es anaerobío y cuando existen carbohidratos susceptibles de producir fermentación.



Figura 26. El esquema adaptado de Levitt muestra los cambios del gas ingerido en el tubo digestivo hasta que llega al colon.

1.   1 y 2. Entrada y salida de aire en el estómago.

2.   El oxígeno se equilibra con las bajas concentraciones existentes en las mucosas gástrica e intestinal.

3.   Formación de CO2 en el duodeno mediante la interacción de HC03 y H.

4.   Las bajas concentraciones de CO2 contribuyen a la disminución de la concentración intraluminal de nitrógeno.

5.   El incremento en el gradiente intestino-lumen de N2 produce difusión de este gas hacia la luz intestinal.

6.   Producción bacteriana de CH2, H20 y CO2·

7.   8 a 10. Consumo bacteriano de O2 y H2 en su metabolismo.

(Adaptado de Levitt MD. Bond J. Levltt D. Gastrointestinal gas, in Johnson LR red]: Physiology of the gastrointestinal traet. New York, Raven Press, 1981, p. 1301). Tomado de  Gutierrez Samperio, 2006.

 

Distensión intestinal y edema de pared

El contenido intestinal está formado por gases, agua, electrólitos, nutrientes, secreciones digestivas, moco y células de descamación.

Las secreciones oral y gastrointestinal normales tienen un volumen aproximado de 9 000 mL/día repartido de la manera siguiente: 700 a 1 500 mL de saliva, 800 a 2 000 mL de jugo gástrico, 500 a 600 mL de bilis, 1 000 a 2 000 mL de jugo pancreático y una proporción de secreción de intestino delgado de 2 000 mL.

Es necesario recordar que la cantidad y el tipo de secreciones quizá varíe de acuerdo con las condiciones en que se encuentre el paciente y los estímulos que reciba. Estas secreciones gastrointestinales, sumadas a la ingesta oral hacen que el intestino delgado llegue a tener una importante carga electrolítica de 740 mEq de sodio, 70 a 80 mEq de potasio, 600 mEq de cloro y 250 mEq de bicarbonato de sodio.

Estudios fisiológicos que se han realizado con radioisótopos demostraron que tanto el sodio como el cloro se absorben en la pared intestinal en cantidades mucho mayores a las conocídas. La absorción de los líquidos y electrólitos se lleva a cabo en la base de las vellosidades intestinales mientras que la absorción de nutrientes se efectúa en la punta de las criptas. Durante el fenómeno de absorción intestinal el proceso de absorción en las vellosidades se altera y no se realiza de manera adecuada inclusive se produce secreción hacia la luz lo que agrava aún más la estasis y la distensión.

Cuando la presión intersticial intestinal sobrepasa 3 a 5 mm de Hg por encima de la presión intraluminal lo que suele ocurrir cuando existe congestión vascular se produce un flujo de proteínas hacia la luz; no obstante, el incremento de la presión intraluminal no produce el efecto contrario con el líquido. Un segmento de intestino ocluido que se ha sometido a estos fenómenos fácilmente secuestra de 3 a 4 L de líquidos en la pared intestinal, aparte del que se encuentra dentro de la luz; es un líquido abundante y rico en proteínas que favorece la proliferación bacteriana.

Cuando además del fenómeno oclusivo existe irritación peritoneal, entonces una gran cantidad de líquido se pierde hacia la cavidad peritoneal a manera de exudado. El resultado final de estos eventos es la pérdida masiva aguda de líquidos con mínimos cambios en la concentración plasmática de sodio y cloro con pérdida considerable de potasio y hemoconcentración. En consecuencia se secreta hormona antidiurética, hay vasoconstricción esplácnica, antidiuresis y por último oliguria, insuficiencia renal y acidosis grave. En la obstrucción intestinal se altera el tránsito de líquidos, así como las funciones de absorción y secreción, de tal manera que las consecuencias fisiopatológicas en cuanto a la pérdida de líquidos y electrólitos tendrán relación estrecha con el sitio de la obstrucción, el tiempo de evolución del proceso, la frecuencia de los vómitos y la cuantía de la succión nasogástrica.

 

Efecto de la presión intraluminal en la pared intestinal

La distensión de la pared intestinal que sobrepasa su elasticidad se explica por medio de las leyes de Laplace y Hooke que, en términos generales concluyen que:

1.   El asa intestinal que tenga mayor radio también tendrá mayor tensión sobre la pared por lo que se dilatará más rápido que las asas que tienen menor radio;

2.   Cuando se ejercen presiones iguales en dos asas intestinales diferentes, la que tenga el mayor diámetro alcanza su límite de elasticidad antes que las asas con menor diámetro;

3.   Durante las maniobras de disección operatoria las asas que se encuentran más distendidas llegan más rápido a su límite de elasticidad tisular y, por tanto, tienden a lacerarse o desgarrarse con mayor facilidad;

4.   El colon, en particular el ciego, alcanzan sus límites de elasticidad tisular cuando tienen un diámetro aproximado de 12 cm, al menos que esta dilatación se haya producido de manera paulatina y lenta; cuando llegan a un diámetro cercano a 15 cm se produce necrosis focal con desgarros parciales de la serosa y se perforan con facilidad;

5.   Por ello es muy importante que durante la cirugía se efectúe la descompresión intestinal cuidadosa para evitar laceraciones y perforaciones con contaminación posterior.

 

Flora bacteriana en intestino obstruido

Por lo general, la población bacteriana del tubo digestivo alto no es muy importante; sin embargo, en el colon existe una proliferación en donde se han aislado de 400 a 500 especies bacterianas diferentes. La proliferación bacteriana normal es de suma importancia, ya que es muy florida y está separada de la cavidad peritoneal (que es un medio de cultivo ideal bacteriológico) sólo por la pared intestinal. Cuando se  produce  un  fenómeno  obstructivo  y la  pared intestinal se  encuentra con edema y congestión vascular, el contenido bacteriano intraluminal con potencial de hacerse sistémico representa un punto crítico para valorar la supervivencia.

Fine y otros investigadores han demostrado que la hipotensión que presentan estos pacientes no sólo se debe a la gran cantidad de líquidos que pierden, sino que las toxinas y exotoxinas que producen las bacterias que han proliferado juegan un papel predominante.

 

Migración bacteriana como factor de letalidad en obstrucción intestinal

Estudios recientes han demostrado una estrecha relación entre el crecimiento bacteriano intraluminal y la translocación de estas bacterias hacia el torrente circulatorio.

Los macrófagos tisulares juegan un papel importante en la transportación bacteriana hacia ganglios linfáticos, hígado y bazo. En general, las bacterias sobreviven a la actividad fagocítica y linfática y son finalmente liberadas hacia sitios distales del intestino.

No todas las bacterias tienen la facultad de translocarse hacia el torrente circulatorio, las que con más frecuencia se involucran en este fenómeno son: E. coli, especies de Proteus, Klebsiella pneumniae, Pseudomona aeruginosa, Enterococos, Lactobacilos y Estafilococos.

Cuando se produce isquemia de la pared, las bacterias anaerobias aumentan con más facilidad y son las principales que se translocan, lo cual tiene una explicación muy simple, y es que estas bacterias sobreviven en medios sin oxígeno y en condiciones de acidosis tisular situación que impera en estos tejidos durante el proceso físíopatológico. En cada individuo, la población bacteriana y las toxinas que éstas producen son diferentes: de la misma manera los efectos distantes en pulmón, hígado, sistema reticuloendotelial y riñones también son distintos.

 

Manifestaciones clínicas.

Cuando aparecen síntomas sugestivos de obstrucción intestinal, el cirujano debe determinar el estado en que se encuentra el paciente, el grado de urgencia del que se trata y si el paciente es susceptible de tratamiento conservador o requiere tratamiento quirúrgico a la brevedad.

La experiencia indica que el diagnóstico se fundamenta en una historia clínica completa y cuidadosa y en las exploraciones físicas frecuentes y meticulosas. El problema del médico se reduce a diferenciar en cuál de los siguientes grupos se encuentra el paciente:

1.  obstrucción total mecánica,

2.  obstrucción intestinal parcial o

3.  íleo paralítico.

Los cinco síntomas principales del íleo son: dolor, distensión abdominal, vómito, ausencia en la canalización de gases y alteración de los hábitos intestinales (diarrea o ausencia de evacuaciones).

En general, la obstrucción intestinal parcial se relaciona con la presencia de estreñimiento y obstipación.

En un paciente que canaliza gases por el recto y que tiene evacuaciones líquidas, el diagnóstico deberá confirmarse con la presencia de gas en colon. Sin embargo, la diferenciación entre la obstrucción intestinal mecánica y el íleo adinámico resulta más difícil, por lo que exige más cuidado del médico.

Durante la exploración se deberá buscar sensibilidad localizada, rebote, defensa muscular voluntaria y masas abdominales. En el cuadro 16-3 se listan las principales características de cada uno de los signos y síntomas de acuerdo en la porción intestinal afectada en la obstrucción intestinal.

Síntomas

Los cuatro síntomas iniciales del íleo son:

1.      el dolor abdominal

2.      los vómitos

3.      la distensión abdominal

4.      la falta de eliminación de gases y materia fecal

 

El dolor es de tipo cólico en las obstrucciones mecánicas, pero es continuo en el íleo funcional. Los cólicos se producen cada 4 o 5 minutos en las obstrucciones del intestino delgado y con menor frecuencia en los íleos más bajos. Los cólicos pueden desaparecer en los casos tardíos porque la distensión de la pared intestinal inhibe su propia motilidad. Si por el contrario los cólicos son seguidos de dolor continuo e intenso debe sospecharse la estrangulación.

Los vómitos son más tempranas en las oclusiones del intestino delgado y pueden estar ausentes cuando la obstrucción colónica es en asa cerrada. Las características fecaloides del vómito hablan de una oclusión distal.

La falta de eliminación de gases y materia fecal se produce en las obstrucciones completas, cuando se evacuó el intestino distal al obstáculo.

  

Tabla 6 Semiología en obstrucción intestinal

Características

Intestino Delgado alto

Intestino delgado bajo

Intestino grueso

Calidad   de   dolor

abdominal         y localización

Abdomen    alto,    epigástrico,

cólico con incremento y decremento del dolor ocurriendo cada 4 a 5 min posprandial

Cuadrante      superior      derecho,

cólicos intermitentes,  aparece cada 15 a 20 min (aprox.) posprandial

Cuadrante  inferior  derecho  y

cuadrante inferior izquierdo, dolor cólico, ocurre intermitente y no está asociado con los alimentos

Aparición del dolor

Inmediatamente  después  de

los alimentos

Después   de   una   hora   de   los

alimentos

Horas después                   de        los

alimentos

Sonidos

intestinales

Hiperactivos   en   cuadrante

superior izquierdo

Hiperactivo en cuadrante superior

izquierdo y posiblemente en cuadrante superior derecho y disminuidos o ausentes en cuadrantes inferiores

Hiperactivo     en     cuadrantes

superiores y proximal a la obstrucción; y disminuidos o ausentes en uno o ambos cuadrantes inferiores

Evidencia de

bloqueo en el paso de secreciones

Vómito

Distensión de abdomen alto

Distensión de abdomen bajo

Distensión

abdominal

No prominente

Prominente  en  abdomen  alto  y

área epigástrica

Prominente en abdomen bajo y

área pélvica

Evidencia de

malabsorción

Disminución de los electrólitos

séricos Disminución en la absorción de vitaminas Absorción de vitamina K

Disminución   de   los   electrólitos

séricos           Disminución          en        la absorción de vitaminas

Déficit   de   volumen   Anemia

Coagulopatías

Pérdidas (vómito o

evacuaciones)

Líquido claro indica fluido gástrico Líquido verdoso proviene del duodeno Evacuaciones Diarrea acuosa

Anemia

Vómito

Líquido verdoso procedente de yeyuno Biliar (dorado procedente del sitio de desembocadura del dueto biliar al intestino

Fecaloide desde la proximidad del ciego, cuando las bacterias descomponen el contenido intestinal

Evacuaciones

Ausencia de evacuaciones una vez que el tracto distal se ha vaciado

Gas  abdominal,  distensión  y

evacuaciones anormales

Heces adelgazadas (acintados) en obstrucción parcial Evacuaciones acuosas escasas en obstrucciones parciales o completas

 

 

Íleo adinámico

El íleo adinámico es el cese de la actividad motora intestinal normal, produce falta de progresión del gas y liquido existentes en la luz del órgano. El íleo paralitico con frecuencia ocurre después de cualquier intervención quirúrgica abdominal; existen múltiples causas por las cuales se puede producir en particular la sobre estimulación del sistema nervioso parasimpático.

Normalmente, después de una laparotomía exploradora el estómago retoma su movilidad en  un máximo de 48 h, mientras que el colon tarda hasta 72 h. La manipulación transoperatoria, la disección excesiva, así como la desnervación, retardan por necesidad la motilidad gastrointestinal.

Los pacientes ancianos así como aquellos que acostumbran laxantes, también suelen tener íleo posoperatorio por más tiempo.

Entre otras causas de íleo posoperatorio se pueden mencionar el infarto agudo del miocardio, neumonía lobar, absceso o sepsis intraabdominal o pélvica, sepsis urinaria y pancreatitis.

 

 

Tabla 7 Causas más frecuentes de íleo adinámico en adultos.

 

Sitio

Causas

lntraabdominales

Irritación Peritoneal

Traumatismo (quirúrgico, penetrante, contuso)

Bacteriano (apendicitis, diverticulitis, colecistitis)

Químico (úlcera péptica perforada, pancreatitis, peritonitis biliar, hemoperitoneo, vasculitis)

Insuficiencia vascular mesentérica, trombosis mesentérica venosa, vasculitis mesentérica difusa, estrangulamiento intestinal

Extraabdominales

Irritación extraperitoneal

Hematoma retroperitoneal, cólico renal, pielonefritis, cistitis

ldiopáticos

Procesos torácicos

 

 

Enfermedades sistémicas y

metabólicas

Inducido por

Medicamentos. Seudoobstrucción intestinal

 

 

 

El íleo también se relaciona con enfermedades que no requieren tratamiento quirúrgico, como insuficiencia cardiaca, neumonía, meningitis y septicemia, pero el cirujano lo relaciona con más frecuencia con peritonitis, cólicos nefríticos y hepáticos, insuficiencia vascular mesentérica, hemorragias o tumores retroperitoneales, torsión del cordón espermático, del epiplón o del pedículo de un quiste de ovario, traumatismos contusos de abdomen, medulares y del sistema nervioso central, fracturas costales y pélvícas.

Los pacientes no manifiestan dolor y si lo presentan es de tipo constante, difuso y mal definido.

Los enfermos se quejan de náuseas y vómito, el cual por lo general no es intempestivo como en la oclusión mecánica, sino que se presenta por rebosamiento de colon generalmente más claro e inclusive porráceo por la acción bacteriana sobre las secreciones gastrointestinales.

La distensión abdominal es la regla, y puede alcanzar enormes proporciones. La auscultación aporta el diagnóstico más valíoso: silencio abdominal al no escucharse peristaltismo y sólo percibir la transmisión abdominal del latido cardiaco.

 

Obstrucción intestinal

Por lo general, los pacientes con obstrucción intestinal mecánica presentan dolor abdominal tipo cólico, intermitente, de inicio leve e incremento gradual, hasta llegar al máximo, después desaparece hasta un lluevo episodio doloroso.

Durante la crisis dolorosa el paciente presenta peristaltismo de lucha. Otros síntomas importantes de la aparición son náuseas y vómito; las características del material del vómito pueden orientar hacia el tiempo de evolución, y en particular al sitio de la obstrucción.

Cuando la obstrucción es alta, la frecuencia de vómito es mayor, el intestino distal quizá esté descomprimido y el paciente no tiene datos de distensión abdominal; el contenido del vómito suele ser claro, de tipo gástrico y a medida que la obstrucción es más distal el líquido se va oscureciendo y tomando un olor más fétido hasta llegar al vómito fecaloide propio de las obstrucciones bajas.

Se ha considerado a la distensión abdominal como uno de los síntomas pivote para el diagnóstico; no obstante, no hay que olvidar que el enfermo puede expulsar gas y heces distales al sitio de la obstrucción, sobre todo cuando ésta es de localización alta y no necesariamente cursa con distensión abdominal. Los enfermos suelen referir estreñimiento y obstípación por más de 24 h de evolución.

En el examen físico el paciente con obstrucción simple en fases iniciales suele no presentar mayor signología en las primeras 24 h, excepto durante las crisis de dolor. Los signos vitales son normales, la deshidratación y distensión son leves.

Durante las maniobras de percusión hay timpanismo generalizado y dolor difuso inespecífico a la palpación producido por la misma distensión abdominal.

La auscultación es un elemento de gran valor en estos pacientes, el perístaltismo adopta un timbre metálico de tonalidad alta que coincide con las crisis dolorosas.

El tacto rectal muestra un ámpula vacía o sólo moco, aunque puede diagnosticar la causa de la oclusión cuando ésta se debe a una impactación fecal o tumoracíones intrarrectales; cuando  se obtiene líquido sanguinolento puede indicar complicación vascular intestinal.

En la obstrucción avanzada, el paciente se encuentra en malas condiciones generales, con repercusión en sus signos vitales y con signos francos de hípovolernia por deshidratación.

Es esencial descartar la posibilidad de gangrena intestinal, ya que la presencia de ésta incrementa el riesgo de manera significativa.

En diferentes estudios se reafirma la dificultad aun para el médico experto de descartar dicha posibilidad antes de la operación.

El diagnóstico sugiere dolor abdominal continuo localizable, silencio abdominal, fiebre, taquicardia y leucocitosis; sin embargo, es relativamente frecuente que en el transoperatorio se encuentre necrosis intestinal y el paciente no haya presentado estos signos. La predicción clínica de gangrena no es del todo satisfactoria.

 

Diagnostico

Los métodos tradicionales para evaluar y diagnosticar una sospecha de obstrucción intestinal son la historia clínica, el examen físico y la radiografía simple de abdomen.

Los hallazgos clínico-radiológicos dependen, en gran medida, de la localización de la obstrucción y del grado de compromiso vascular del segmento intestinal involucrado. Sin embargo, con la utilización de estas técnicas el diagnóstico no se establece en un 30-40% de los casos, cifra que aumenta hasta el 50-80% en los casos de estrangulación demostrada quirúrgicamente.

La introducción de otros procedimientos, como la tomografía computarizada (TC), puede aumentar el rendimiento del proceso diagnóstico, particularmente en situaciones donde existe un compromiso vascular.

Historia clínica

La historia clínica tiene una gran importancia para sentar el diagnóstico de OID, siendo los datos de mayor valor predictivo los antecedentes de cirugía abdominal y el dolor cólico.

En la mitad de los pacientes podemos constatar el antecedente de episodios similares y en un tercio de los casos cirugía abdominal previa. Hay que tener en cuenta que aproximadamente en el 30% de los pacientes con una cirugía previa por neoplasia intraabdominal que presentan una OID, la causa son adherencias y no una recidiva del proceso tumoral. Esta proporción aumenta en los casos en donde se conoce previamente que no existe recidiva tumoral, como se ha observado en pacientes operados de cáncer colorrectal. En la historia clínica hay que investigar antecedentes de otra serie de situaciones que pueden predisponer a una OID como son la radioterapia previa del abdomen, la litiasis biliar, la enfermedad de Crohn, la ingesta de cuerpos extraños, los fármacos, etc.

Los síntomas más característicos y frecuentes de una OID son el dolor abdominal y los vómitos. La intensidad y la naturaleza de los mismos dependen de la localización, del grado de la obstrucción y de la presencia o no de isquemia; estas manifestaciones clínicas pueden aparecer lentamente en el espacio de meses o ser de comienzo muy agudo y aparecer en pocas horas.

 

Exploración física

Hay que valorar cuidadosamente el grado de hidratación y los signos indicativos de hipovolemia (hipotensión, taquicardia, etc.). Un tercio de los pacientes que ingresan por una OID presenta una alteración grave del estado general con palidez, sudoración, inquietud y dolor intenso. Si además el paciente presenta fiebre y un estado séptico, es muy probable que se trate de una  obstrucción completa con isquemia e infarto intestinal.

En la exploración del abdomen, los signos físicos con mayor valor predictivo de obstrucción intestinal son la distensión abdominal y la calidad de los ruidos intestinales.

Debe inspeccionarse el abdomen distendido para detectar asimetrías. Éstas son más frecuentes en las obstrucciones colónicas y evidenciadas más aún en los vólvulos. La presencia de cicatrices abdominales previas y de hernias o eventraciones orienta en el diagnóstico de la causa de la obstrucción.

La presencia de fiebre y signos de irritación peritoneal es sugestiva de estrangulación, aunque también puede tratarse de un íleo secundario a una peritonitis de otro origen. Son habituales la taquicardia y la hipotensión que a veces se deben a deshidratación o sepsis por peritonitis. El abdomen en general debe palparse en busca de tumores y las regiones inguinales y crurales para detectar hernias pequeñas.

La auscultación de los ruidos hidroaéreos brinda información importante, ya que en el íleo mecánico los ruidos se vuelven intensos y frecuentes, en coincidencia con los episodios de dolor cólico (cuadro 2).

No debe obviarse el tacto rectal, mediante el que es posible hallar tumores e información acerca de la presencia y las características de la materia fecal.

 

Tabla 8. Manifestaciones cíclicas de  los distintos tipos de íleo.

Tipo de íleo

Detección del transito

Cólicos

Peritonismo

Paralitico

si

no

No

Peritonitico

si

no

Si

Espasmodico

si

si

No

Mecánico

si

si

No

Estrangulación

si

si

 

Inspección

En la obstrucción alta, la distensión abdominal en las fases iniciales suele ser mínima, estar ausente o presentarse intermitentemente, debido al efecto descompresivo de los vómitos. Es más evidente en obstrucciones distales, completas y, sobre todo, en casos de obstrucción colónica. Ocasionalmente, es posible visualizar el movimiento de las asas intestinales, particularmente en fases avanzadas y en obstrucciones distales. Siempre hay que buscar cicatrices de cirugía abdominal previa.

 

Palpación

En la mitad de los pacientes existe dolor abdominal difuso a la palpación; en un 25% de los casos se localiza en la mitad inferior del abdomen y solo en un 10% de los pacientes el dolor se localiza en la región periumbilical.

La existencia de peritonismo localizado o generalizado es un signo de mal pronóstico; puede aparecer en un 20-25% de los casos y nos debe hacer pensar en una estrangulación.

La palpación abdominal progresiva de todos los cuadrantes demuestra, la mayoría de las veces, una sensibilidad abdominal difusa. Se trata de encontrar la localización más dolorosa (sospecha de sufrimiento de asa) o la presencia de una masa (hernia, eventración, tumor, intestino distendido).

El signo de defensa muscular, localizado o generalizado, es inconstante, pero confirma la presencia de un sufrimiento intestinal avanzado o de una peritonitis.

Las cicatrices deben palparse en busca de un estrangulamiento por eventración. De igual modo, los orificios herniarios (umbilical, inguinal, crural) deben palparse regularmente en busca de una posible hernia estrangulada. En estos casos, se palpa una masa dolorosa, irreducible, no impulsada por la tos y, a veces, inflamatoria cuando el estrangulamiento lleva varias horas de evolución.

Aunque lo característico es la ausencia de heces en el tacto rectal, esto depende del momento en que se realice la exploración; en el 80% de los pacientes explorados en las primeras 24 horas la ampolla rectal no suele estar vacía. Es importante valorar la presencia de sangre en las heces.

 

Percusión

La percusión revela, según el grado de meteorismo, un timpanismo abdominal localizado o generalizado. Una matidez en los flancos señala una acumulación de líquido intraperitoneal, con mucha frecuencia asociada a oclusiones avanzadas. En caso de ascitis, como puede ocurrir si existe carcinomatosis peritoneal o necrosis intestinal extensa, la percusión es mate.

Los tactos pélvicos (rectal y/o vaginal) deben hacerse en todos los casos en busca de una masa pélvica dura (tumor, carcinosis), renitente (absceso, derrame) o dolorosa.

 

Auscultación

La auscultación abdominal a veces permite determinar la gravedad de un síndrome oclusivo, en especial del intestino delgado. Es fundamental tener paciencia y auscultar durante al menos 1 minuto en busca de ruidos intestinales (borborigmos). La ausencia completa de éstos ensombrece el pronóstico, pues podría deberse a una isquemia mesentérica («silencio sepulcral»). Por el contrario, los ruidos repetidos e intensos estarían a favor de la lucha intestinal contra un obstáculo.

Hay que determinar si existe o no peristalsis y la naturaleza de los movimientos peristálticos. Los signos auscultatorios habituales de la OID son:

a.escuchar movimientos peristálticos hiperactivos, parecidos al sonido que produce el agua al salir de una botella, y

b.un sonido metálico o musical, fuerte, similar a un “campanilleo”.

Aparecen de manera intermitente, en forma de salvas, con una intensidad y frecuencia crecientes y coinciden con los episodios de dolor abdominal.

En las obstrucciones altas aparecen cada 3-5 minutos. Este periodo de tiempo es superior (por encima de los 15 minutos) si la obstrucción es baja, prolongada, o está complicada por una estrangulación. En caso de existir peritonismo estos ruidos pueden desaparecer por una situación de íleo, y así, en un 25% de los casos de OID, los ruidos intestinales no son audibles. No hay que descartar una OID por la ausencia de los típicos ruidos de hiperactividad intestinal.

 

Pruebas de laboratorio

Ninguna prueba es específica, aunque permiten evaluar la repercusión y la gravedad del síndrome oclusivo sobre la homeostasia.

Después de la evaluación del estado físico del paciente, clínicamente con un cuadro sugestivo de oclusión intestinal, los estudios de laboratorio y gabinete serán útiles para la confirmación y detección de la causa de obstrucción.

Los estudios de laboratorio de rutina no son útiles para el diagnóstico de esta patología, pero son de gran ayuda para el seguimiento estrecho y corrección de las manifestaciones secundarias. A todos los pacientes con sospecha de obstrucción intestinal se les efectuarán mediciones frecuentes de hematócrito, sodio, potasio, magnesio, calcio, nitrógeno de urea, amilasa y osmolaridad sérica. Los electrolitos como el potasio, calcio y magnesio disminuyen significativamente en los casos de obstrucción de intestino delgado. En aquellas obstrucciones que cursen con isquemia o infarto intestinal, con o sin sepsis, es más frecuente encontrar leucocitosis o leucopenia y/o una discreta elevación de distintas enzimas como amilasa, lactato deshidrogenasa (LDH), fosfatasa alcalina, creatinfosfoquinasa, alanina aminotransferasa (GPT) y aspartato aminotransferasa (GOT).

Puede haber leucocitosis neutrófila (leucocitos superiores a 10.000/mm3, con una neutrofilia superior al 80%), proteína C reactiva (CRP) elevada, superior a 15 mg/l (N < 5) y velocidad de sedimentación globular (VSG) acelerada. Estos resultados serían un indicio claro de síndrome inflamatorio relacionado con un sufrimiento intestinal (isquemia) o una infección bacteriana (peritonitis, absceso, etc.). Sin embargo, en las publicaciones no hay ningún argumento que permita afirmar que el grado de leucocitosis o de CRP constituye criterios de gravedad de una oclusión. Al parecer, la procalcitonina es una proteína cuya secreción está específicamente relacionada con un síndrome inflamatorio de origen bacteriano. Falta determinar su utilidad para la evaluación de la causa o la gravedad de las oclusiones intestinales agudas (OIA).

La hiperosmolaridad, hipernatremia y aumento del nitrógeno ureico sanguíneo (BUN), se observan cuando hay deficiencia de líquidos, secundaria a hemoconcentración. El nivel de amilasa sérica se eleva con la peritonitis como complicación de la obstrucción intestinal, lo que constituye un dato importante para el diagnóstico diferencial de otras entidades clínicas, como la pancreatitis, que en forma secundaria ocasiona íleo.

Otros nutrientes comúnmente no medidos que pueden mostrar deficiencia en la obstrucción crónica del intestino delgado incluyen: zinc, cobre, hierro y ácido fólíco. La deficiencia de estos minerales puede causar enfermedades óseas y varios tipos de anemia. La obstrucción intestinal alta o baja interfiere con la absorción de vitamina K, y causa deficiencia en la producción de proteínas de la coagulación con coagulopatía subsecuente.

 

Imagenologia

Los estudios radiológicos son el estándar para el diagnóstico de la obstrucción intestinal. Actualmente existe controversia en relación con las indicaciones específicas de estudios radiológicos simples comparado con la tomografía computarizada (TC).

El estudio diagnóstico ideal debería diferenciar entre una causa de obstrucción íntestínal mecánica y una funcional, así como una parcial de una completa e identificar correctamente la estrangulación, obstrucción de asa cerrada, isquemia intestinal o intususcepción.

Un estudio que resuelva todos estos objetivos implica desafíos, pero sería muy costoso. Un simple estudio radiológico es menos costoso y es esencialmente preciso para definir los candidatos a cirugía. Una radiografía de abdomen simple es la primera elección para diferenciar el origen funcional o mecánico, y una compresión extrínseca del intestino en los casos de dolor abdominal con signos peritoneales.

Las radiografías simples de abdomen y tórax proporcionan una información oportuna y apropiada para tomar decisiones en los pacientes con obstrucción intestinal. Ofrecen excelente información a un bajo costo.

La utilidad de las diferentes posiciones al efectuar "estudio radiográfico puede ser la siguiente:

1.   la telerradiografía de tórax, en proyección posteroanterior y lateral, puede mostrar neumonía, problemas intratorácicos en general, derrame pleural o inclusive aire libre subdíafragrnático;

2.   las placas simples de abdomen en decúbito muestran el patrón gaseoso y densidades de otras estructuras;

3.   las placas simples de abdomen de pie también muestran el patrón aéreo en esta posición y la existencia de aire libre subdiafragmático; cuando los pacientes no se pueden parar por sí mismos para este tipo de estudios entonces se solicitan placas en decúbito lateral,

4.   en algunos casos, a pesar de un antecedente clínico adecuado no se sabe si la oclusión es alta o baja, de tal modo que en estas situaciones es conveniente realizar algún estudio baritado como el colon por enema de baja presión con control fluoroscópico.

 

Radiografía simple de abdomen

Ampliamente disponible en la urgencia, en cualquier sitio y sin que influya el estado del paciente, la radiografía simple de abdomen permite efectuar un primer estudio diagnóstico y causal del síndrome oclusivo.  Deben hacerse tres placas

 

Radiografía simple de abdomen en bipedestación

Esta radiografía en bipedestación (o en decúbito lateral izquierdo con el rayo horizontal en los pacientes que no pueden mantenerse de pie), proporciona el diagnóstico de oclusión intestinal al demostrar la presencia de una o varias imágenes hidroaéreas (radiotransparencia gaseosa por encima de una opacidad líquida de nivel horizontal) dentro de una estructura digestiva. También puede orientar el diagnóstico de localización de la oclusión. En el intestino delgado los niveles son numerosos, más anchos que altos, centrales con relación a la inserción de la raíz del mesenterio y, a veces, con forma de arcos. En el colon, los niveles son más altos que anchos (en tubos de órgano) y voluminosos; por lo general se localizan en los flancos. La presencia de un derrame peritoneal se manifiesta en forma de una opacidad difusa interileal o en los espacios parietocólicos. En todos los casos hay que descartar la presencia de aire en las vías biliares.

 

 


 

Figura 27 Radiografía simple de abdomen en bipedestación. Oclusión aguda del intestino delgado. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.



Figura 28 Radiografía simple de abdomen anteroposterior y en decúbito: oclusión aguda del intestino delgado Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

La RSA anterior, con el paciente en bipedestación, confirma el diagnóstico de oclusión porque revela la presencia de niveles hidroaéreos: en el intestino delgado son centrales, más anchos que altos, sin gas en el colon; en el colon, estos niveles son periféricos y más altos que anchos.

La RSA en proyección anteroposterior en decúbito permite precisar qué intestino está distendido: los pliegues parietales son circunferenciales y finos en el intestino delgado, mientras que la distensión cólica se visualiza en forma de haustras más o menos separadas, no circunferenciales; entre dos haustras, se observan imágenes de abolladuras características, de concavidad interna para el colon.

• Las oclusiones agudas por estrangulamiento se caracterizan por tener un comienzo abrupto, con un dolor que de entrada es intenso, espasmódico al principio, con un shock de evolución rápida si no se aplica un tratamiento, así como un meteorismo asimétrico, silencioso e inmóvil. Se trata de una verdadera urgencia quirúrgica, ya que existe un riesgo de necrosis intestinal que se puede extender más allá de la zona intestinal estrangulada. Después de 6 horas de oclusión, el segmento intestinal estrangulado no suele ser recuperable.

• Las oclusiones agudas por obstrucción tienen un comienzo más progresivo. El dolor es moderado, los vómitos tardíos, el meteorismo difuso, existen ruidos de lucha y el shock es menos frecuente. En las oclusiones altas (intestino delgado), los vómitos son precoces, de tipo alimentario o biliar, y la interrupción del tránsito es tardía. En cambio, en las oclusiones bajas (colon), los vómitos son tardíos, fecaloides, y la interrupción del tránsito es precoz. Ante un cuadro clínico semejante, es necesario derivar al paciente lo antes posible a un centro hospitalario para realizar pruebas de imagen (RSA completada con una TC) que confirmen el diagnóstico y poder operar de urgencia con el fin de evitar  necrosis o una perforación intestinal.


una necrosis o una perforación intestinal.



Figura 29.: Radiografía simple de abdomen en proyección anteroposterior y de pie. Oclusión aguda de intestino delgado Tomada de Elsevier, tratado de cirugía del aparato digestivo, 2014)



Figura 30: Radiografía simple de abdomen en proyección anteroposterior y de pie. Oclusión del colon. Tomada de Elsevier, tratado de cirugía del aparato digestivo, 2014)

 

Radiografía simple de abdomen en decúbito supino

Permite hacer el diagnóstico topográfico de la oclusión. Los segmentos digestivos proximales a la lesión están dilatados y los segmentos distales están colapsados, sin transparencia de aire y, por tanto, son invisibles. El intestino delgado dilatado se reconoce por las válvulas conniventes (opacidades lineales que unen sin solución de continuidad ambos bordes del intestino a modo de pliegues apretados), que en la radiografía a veces forman una imagen en «pilas de monedas».

Se analiza la distribución de las imágenes aéreas digestivas en busca de un síndrome de masa.

Debe considerarse la posible presencia de calcificaciones (áreas vesiculares, renales o pélvicas, estercolitos, etc.). La desaparición del borde externo del músculo psoas certifica la presencia de un derrame peritoneal.

 

Radiografía simple de abdomen en bipedestación centrada en las cúpulas

La radiografía en bipedestación centrada en las cúpulas diafragmáticas o en decúbito lateral izquierdo permite detectar un neumoperitoneo gracias a una radiotransparencia aérea subdiafragmática y suprahepática. La presencia de un neumoperitoneo certifica la perforación intraperitoneal de un órgano hueco.

 

Radiología simple de abdomen

Se debe practicar en decúbito y en bipedestación (o en decúbito lateral). Es útil para:

a.confirmar el diagnóstico de obstrucción intestinal (junto con una información clínica compatible);

b.diferenciar entre obstrucción de intestino delgado o grueso, y

c. valorar el grado de obstrucción (parcial o completa) por la presencia de aire en el colon. Los hallazgos radiológicos más destacados en una obstrucción simple son:

A.  presencia de asas distendidas con válvulas conniventes en la parte proximal de la obstrucción, en general de localización central (cuanto mayor sea el número de asas más distal será el nivel de la obstrucción);

B.  existencia de niveles hidroaéreos (en bipedestación o en decúbito lateral), con imagen de “U” invertida de las asas que le dan aspecto típico en escalera (aunque es un signo tradicional de obstrucción mecánica puede aparecer en el íleo);

C.  la ausencia de gas o de contenido fecal en el colon (densidad de la radiografía en “vidrio esmerilado”) será indicativa de obstrucción completa, mientras que la presencia de una pequeña cantidad de aire en el colon sugerirá una obstrucción parcial, y

D.  signo del “collar de perlas” producido por la disposición lineal de pequeñas burbujas entre los pliegues de Kerckring.

Cuando se combinan estos hallazgos es muy probable el diagnóstico de OID, aunque la sensibilidad no es muy elevada (60%). En un 20-30% de los casos los hallazgos son equívocos, mientras que en un 10- 20% las radiografías son normales. En ausencia de una hernia externa, el diagnóstico de la causa de obstrucción no puede ser establecido con seguridad por una radiología simple.

El diagnóstico de estrangulación es muy difícil o imposible de realizar por una radiología simple, aunque se han descrito una serie de signos clásicos como el signo del “pseudotumor” o el signo del “grano de café” en el vólvulo. La presencia de aire libre es signo de perforación intestinal.

La perforación de un asa intestinal hacia el peritoneo con diseminación de bario que produce peritonitis  química  tiene  una  mortalidad  de  80  a  90%  de  tal  modo  que  cuando  se  sospecha  la presencia de una perforación intestinal o de perforación inminente; entonces se debe utilizar medio de contraste hidrosoluble en lugar del bario tradicional..

En el adulto sano se ve una burbuja de aire en el hipocondrio izquierdo que corresponde a la cámara gástrica Y tal vez también se vea otra en el hipocondrio derecho, en el sitio anatómico del duodeno, normalmente no debe verse aire en el intestino delgado, a pesar de que el enfermo tenga aerofagia por un estado ansioso ya que las burbujas aéreas al llegar al intestino se disuelven de inmediato, por lo que este hallazgo siempre debe considerarse anormal.

  


 


 

Figura. 31 Se observa aire en la cámara gástrica y en el bulbo duodenal. Las dos asas con nivel hidroaéreo son anormales y además se aprecian las válvulas conniventes separadas con tensión. El diámetro de las asas intestinales se encuentra aumentado y se observa líquido libre en la cavidad peritoneal. Tomado de Gutierrez Samperio, 2006.

 

El yeyuno tiene válvulas conniventes prominentes dispuestas en sentido transversal, las cuales son más pequeñas a medida que se hacen más distales, de tal modo que las válvulas del íleon terminal son prácticamente rudimentarias. Cuando un asa intestinal se encuentra dilatada la tensión jala a las válvulas en sentido transversal separándolas. Otros hallazgos posibles son la presencia de líquido intraluminal, que incrementa aún más la distensión de las asas y la imagen en vidrio despulido propia de la presencia de líquido intraperitoneal libre.

Cuando un asa intestinal no tiene la fuerza peristáltica propulsiva normal el líquido que se acumula en su interior se mueve dentro de una misma asa cambiando constantemente de posición, esto último es lo que produce la presencia de niveles hidroaéreos irregulares o cambiantes en la obstrucción intestinal mecánica ; por el contrario, cuando la peristalsis se restablece entonces las burbujas aéreas se fragmentan rápido y el líquido acumulado inicia su progresión de manera regular hasta que ambos llegan al colon.

  


 

 

Figura.  32 A) Placa simple de abdomen en decúbito, muestra dilatación de asas de intestino delgado, ausencia de gas en colon; corresponde a oclusión intestinal mecánica. B) Placa simple de abdomen de pie, se observa dilatación de asas de intestino delgado, niveles líquidos a diferente altura, corresponde a oclusión intestinal mecánica. Tomado de Gutierrez Samperio, 2006.

 

El aire libre en la cavidad siempre es indicativo de perforación de víscera hueca. Debe tenerse cuidado al tratar de observar este signo) ya que no siempre se verá como aire libre subdiafragmático porque se necesita que el paciente permanezca sentado o de pie el tiempo suficiente para que el aire llegue a esta zona. Cuando los espacios subdiafragmáticos están ocupados (como ocurre en los pacientes con múltiples adherencias), entonces este signo debe buscarse entre las asas intestinales,  dando  la imagen de doble pared.

El diagnóstico radiológico puede dificultarse en las etapas iniciales del proceso o bien en la obstrucción parcial ya que es posible que el colon aún tenga contenido aéreo; por el contrario, en las etapas avanzadas de la obstrucción o cuando ésta es completa prácticamente no se ve aire en el colon. Es necesario vigilar la presencia de escíbalos o impactación fecal en la porción distal del recto, lo que es causa frecuente de obstrucción intestinal baja en pacientes ancianos o con hipomovilidad prolongada por enfermedades concomitantes. Existen algunos signos radiográficos más específicos que determinan el nivel de obstrucción. Cuando el bloqueo es alto, sólo se ven 2 o 3 asas intestinales localizadas en el cuadrante superior izquierdo que tienen válvulas conniventes muy prominentes.

  

 


 Figura. 33 Las asas que se encuentran libres describen circunferencias más amplias y horizontales a medida que se acercan al sitio de obstrucción se va cerrando el diámetro Tomado de Gutierrez Samperio, 2006.

 

Cuando el nivel de la obstrucción se encuentra más distal, las asas intestinales se encuentran libres y en posición más horizontal, y a medida que se acercan al sitio del bloqueo describen curvaturas más cerradas.

Cuando se encuentra gran cantidad de gas abdominal en el posoperatorio inmediato, el diagnóstico de probable obstrucción intestinal es difícil, sobre todo en pacientes ansiosos o con dolor importante, ya que tanto el íleo reflejo como la aerofagia producen gran meteorismo, pero el líquido intraluminal es mínimo o no existe. Además, en este tipo de pacientes sí se encuentra gas en el colon y el aire, tanto del intestino delgado como del colon, adquiere una forma poliédrica.

Por lo general, la obstrucción de colon es más fácil de diagnosticar mediante estudios contrastados por enema. La clásica imagen en "grano de café" en donde el asa de colon se localiza en la porción superior del abdomen o hacia la derecha, es característica del vólvulo de sigmoide.

 

 



Figura. 34 Se observa la típica imagen en "grano de café" del óvulo de sigmoideo Las tres líneas conformadas por la pared del sigmoide muestran el sitio del vólvulo. Tomado de Gutierrez Samperio, 2006.

 

El vólvulo del ciego sólo ocurre cuando hay un defecto de fijación de ciego hacia la pared derecha del abdomen. La movilidad del ciego es variable en cada sujeto, de tal modo que la imagen radiográfica tampoco es igual en todos los casos

 

  


 

Figura.  35A pesar de haberse operado antes el ciego donde se movilizó, éste puede volvularse y ocupa la parte media del abdomen y no el flanco derecho. Esta imagen se compone por gran dilatación de un asa de colon en la parte media del abdomen acompañada de dilatación proximal intestinal con niveles hidroaéreos y ausencia de gas en el colon distal Tomado de Gutierrez Samperio, 2006.

 

 


 

Figura.  36 Cuando el ciego se vuelve más móvil, la imagen volvulada puede verse inclusive en los cuadrantes izquierdos, en particular cuando existen defectos congénitos de fijación. Tomado de Gutierrez Samperio, 2006.

 

Si después de utilizar los métodos diagnósticos convencionales como el antecedente clínico y las radiografías simples, persiste la duda, se utilizan otros métodos más sofisticados y costosos.

El paciente que en el postoperatorio inmediato presenta cuadro clínico de obstrucción intestinal suele representar un reto diagnóstico para el cirujano en cuanto a si se trata de obstrucción por bridas complicación de la cirugía efectuada o bien íleo reflejo posoperatorio.

En ausencia de perforación de víscera hueca, proceso inflamatorio importante intraperitoneal o ambos (p. ej. divertículitis perforada), deben efectuarse estudios contrastados con bario. Cuando se sospecha perforación intestinal o procesos inflamatorios graves, entonces los estudios contrastados deberán efectuarse con material hídrosoluble, como la gastrografina (diatrozoato de meglumina). En términos generales, la mayor parte de las veces puede utilizarse bario, y así se evita el efecto hiperosmolar que tiene la gastrografina, que entre otras cosas se ha utilizado como laxante en pacientes con impactación fecal por bario.

Otra de las imágenes radiográficas clásicas descritas por oclusión intestinal es la del íleo biliar cuya tríada característica es neumobilia gracias a la comunicación que existe entre la vía biliar y el intestino; cuadro obstructivo intestinal generalmente a nivel de la válvula íleocecal con dilatación proximal intestinal; y presencia de niveles hidroaéreos, además de ausencia de gas en colon; por último, en ocasiones es posible visualizar un cálculo gigante que obstruye al intestino a nivel de la válvula ileocecal.

El cirujano tiene obligación de involucrarse directamente con el tipo de estudio que se realizará, el tipo de medio de contraste a utilizar y trabajar junto con el radiólogo en la interpretación de los estudios.

 

Estudios radiológicos intestinales con contraste

Los estudios radiológicos intestinales con administración de contraste por vía oral, por una sonda nasogástrica o por una sonda enteral (enteroclisis), están indicados en aquellos pacientes en los que existe una sospecha de obstrucción intestinal, en donde la radiología convencional no es diagnóstica o existe una clínica atípica. En una obstrucción el contraste se acumula en las asas dilatadas, observándose un retraso de la progresión del contraste hacia el punto de obstrucción, que se visualiza como la zona de transición entre un asa dilatada y un asa colapsada; si aquella no es completa o de alto grado, se observará paso del contraste hacia las asas distales y el colon (obstrucción parcial o de bajo grado). La enteroclisis está considerada la técnica de elección para el diagnóstico de una obstrucción parcial subaguda o crónica. La enteroclisis es superior al tránsito convencional en el diagnóstico de adherencias, alteraciones de la mucosa como la enteritis postirradiación y en la detección de tumores de intestino delgado La enteroclisis está contraindicada si existe una obstrucción de alto grado.

 

La ultrasonografía es otro estudio, aunque poco popular que también se ha utilizado en el diagnóstico de la obstrucción intestinal. Un principio básico es tener líquido para poder captar sus imágenes, y la presencia de aire por lo general dificulta su interpretación; sin embargo, debe darse valor significativo a la imágenes hidroaéreas durante un estudio ultrasonográfico, ya que puede diagnosticarse una oclusión intestinal no sospechada.

La sensibilidad y especificidad de este método diagnóstico están por debajo de cualquier método radiológico simple, pero esto se limita aún más por la experiencia necesaria para la interpretación y reporte de los hallazgos.

Las nuevas técnicas de valoración incluyen evaluación de las peristalsis a través del Doppler, medición de la motilidad del intestino delgado proximal y manometría gastrointestinal. Un nuevo avance en los estudios para evaluar la severidad de la obstrucción parcial del intestino delgado es la administración de marcadores radio opacos que Sé acumularán por arriba del sitio de la obstrucción.

 

Tomografía computarizada abdominopélvica

Esta exploración ha permitido mejorar de forma considerable la asistencia médica de los síndromes oclusivos en la urgencia. Se ha convertido en una exploración fundamental ante la sospecha de una oclusión aguda del intestino delgado.

De práctica rápida y hoy disponible en muchos centros asistenciales, su sensibilidad y especificidad mejoran con la inyección intravenosa de medio de contraste y, a veces, mediante la opacificación del tubo digestivo con medio de contraste hidrosoluble por vía baja (intrarrectal) o alta (administración oral) según se sospeche una oclusión alta o baja.

En el paciente que no necesita un tratamiento quirúrgico inmediato (estado de shock, cuadro de peritonitis clínica típico, neumoperitoneo en la radiografía de abdomen), la TC permite confirmar la oclusión y, a menudo, establecer su causa si ésta es mecánica u orgánica: tumor, compresión extrínseca por un tumor extradigestivo, estrangulamiento de asas delgadas alrededor de una brida (zona de transición entre los segmentos colapsados y dilatados, puesto que la brida en sí no es visible), carcinosis peritoneal, estrangulamiento herniario .

Además,   permite   detectar   derrames   poco   abundantes,   abscesos   intra   o   retroperitoneales   y neumoperitoneos mínimos, invisibles en la radiografía de abdomen, a modo de burbujas de aire dentro de un derrame líquido situado entre las asas delgadas o a lo largo del ligamento falciforme del hígado. Además, en las oclusiones del intestino delgado de pacientes con buen estado general y poco dolor, la TC ayuda en la decisión terapéutica: de espera o quirúrgica.

Son candidatos para una cirugía sin demora los pacientes en los que la TC revela signos de sufrimiento intestinal: zona de transición nítida entre el segmento intestinal colapsado y dilatado, engrosamiento de las paredes del intestino delgado, derrame peri intestinal, engrosamiento y aspecto inflamatorio o infiltrado del mesenterio, falta de realce de las paredes digestivas por el medio de contraste, neumatosis parietal y aire en la vena porta y sus ramas.

Si está indicada la intervención quirúrgica, la TC abdominopélvica ayuda a orientar la colocación del paciente en función de la topografía sospechada de la oclusión (decúbito supino estricto o posición de «doble equipo»).

Se han descrito otros signos tomográficos indirectos de oclusión, pero ninguno de ellos  permite formular el diagnóstico causal, evaluar la gravedad o decidir una intervención: el whirl sign o signo del remolino, preferentemente asociado a un vólvulo por brida y el feces sign, aspecto seudofecal intraluminal (parecido al granito), más bien asociado a las oclusiones crónicas o subagudas debido a un síndrome adherencial o que indica la presencia de un bezoar.

  


 

Figura 37. Tomografía computarizada abdominopélvica Signos de sufrimiento intestinal Tomado de cirugía de urgencia Perera, 2007.

 

El diagnóstico de OID por TC viene tipificado por el hallazgo de asas de intestino delgado dilatadas (calibre mayor de 2,5 cm), del punto de transición y de asas de calibre normal por debajo de este punto. Son signos adicionales de OID la presencia de gas, líquido y partículas sólidas en el asa dilatada y el signo del “collar de perlas” (similar al observado en la radiología simple). Usando estos criterios, la sensibilidad y especificidad para todo tipo de obstrucciones es del 64% y del 79%, respectivamente. La sensibilidad y especificidad, valoradas separadamente, es muy superior para las obstrucciones de alto grado (mayor del 95%). La TC puede identificar con un alto grado de fiabilidad el lugar de la obstrucción y diferenciar si se trata de una obstrucción de intestino delgado o grueso. Sin embargo, no permite diferenciar fiablemente si se trata de una obstrucción de alto o bajo grado18. También ha demostrado su utilidad en el diagnóstico de obstrucción de asa cerrada (diagnóstico de seguridad mayor del 60%), para diferenciar obstrucción intestinal del íleo adinámico, para detectar la presencia de estrangulación (valor predictivo negativo muy elevado) y es la técnica de elección para identificar la causa de OID (sensibilidad del 73-95%).

La TC tiene un alto rendimiento diagnóstico en la detección de hernias y también es útil en el diagnóstico de otras causas de obstrucción, como son las neoplasias, la diverticulitis de intestino delgado y la intususcepción ().

  

 

Fig. 38. Tomografía computarizada de un paciente con gastrectomía Billroth II y obstrucción intestinal por intususcepción de yeyuno. En la imagen de la izquierda se observa, en un corte axial de la intususcepción, la típica imagen en “diana” (capas con distintos coeficientes de atenuación por la grasa mesentérica y la pared intestinal). En la imagen de la derecha se aprecia, en un corte longitudinal de la intususcepción, la invaginación de un asa dentro de la otra con engrosamiento de la pared y signos de isquemia. Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

La imagen por resonancia magnética (IRM), a través de nuevas técnicas puede reducir la producción de artefactos por la peristalsis (limitantes en los estudios radiológicos simples) en el intestino delgado, y parece tener mayor sensibilidad y especificidad que la TAC; puedo determinar la localización y la causa de la obstrucción.

 

Endoscopia

La endoscopia no está indicada para el estudio de una OID aguda, excepto en aquellas situaciones en donde, por la clínica y la radiología, se sospecha una obstrucción de duodeno proximal. La cápsula endoscópica está formalmente contraindicada ante la sospecha de obstrucción intestinal. La ileoscopia, una vez superada la fase aguda, puede ser diagnóstica de procesos que afecten al íleon terminal, como la enfermedad de Crohn o la tuberculosis intestinal.

 

Tránsito intestinal con medios hidrosolubles

El tránsito esofagogastroduodenal (TEGD) tiene pocas indicaciones para el diagnóstico de una oclusión alta en la urgencia, ya que la TC con contraste lo ha sustituido para el diagnóstico de vólvulo gástrico, tumores gastroduodenales y hernias hiatales o diafragmáticas estranguladas.

La exploración con contraste del intestino delgado puede indicarse, con intención diagnóstica y terapéutica, en los síndromes oclusivos altos sin manifestaciones clínicas o radiológicas de gravedad.

Así, la progresión del medio de contraste por el intestino delgado puede seguirse con radiografías abdominales durante varias horas.

También es posible efectuar una nueva TC 2-4 horas después de la ingestión del medio de contraste. Una interrupción clara y persistente del medio de contraste impone la intervención quirúrgica.

En algunos casos favorables de oclusión provocada por adherencias intraperitoneales postoperatorias o por un bezoar, en pacientes bien escogidos, el efecto osmótico del contraste puede  ayudar  a reanudar el tránsito.

En la actualidad, haciendo un balance entre ventajas y desventajas de los métodos diagnósticos, los estudios radiológicos simples siguen siendo el estudio de primera línea y de elección para el diagnóstico de obstrucción intestinal, mientras que los estudios contrastados, ultrasonografia (USG) e IRM, sólo son estudios sofisticados reservados en casos muy específicos.

Cuando los métodos diagnósticos no invasivos no son concluyentes para determinar el origen del dolor abdominal, está indicada la laparoscopia exploradora y determinar, en caso necesario, la indicación de una laparotomía. Sin embargo, este método está reservado para pacientes en quienes se tiene duda diagnóstica y no hay sospecha de complicaciones intraabdominales.

 

Tratamiento

Tratamiento médico inicial

En toda obstrucción mecánica el tratamiento debe ser quirúrgico y la intervención nunca debe postergarse innecesariamente, ya que la consecuencia de este retraso puede ser la estrangulación. De todos modos existen medidas que deben adoptarse hasta que llegue el momento de la operación. La terapéutica inicial consiste en:

A.  Aspiración nasogástrica para descomprimir el intestino y reducir el riesgo de aspiración durante la intubación anestésica.

B.  Reposición de líquido y electrólitos. Debe comenzarse con la administración de solución isotónica de cloruro de sodio. Una vez lograda una diuresis adecuada se agrega cloruro de potasio con base en el resultado del ionograma sérico. Si el desequilibrio hidroelectrolítico y la hemoconcentración fueran severos pueden repetirse los estudios.

C.  Uso de sondas intestinales largas de tipo Miller-Abbott (balón insuflable) o Cantor (balón de mercurio) para descomprimir el intestino delgado. Aunque esta práctica facilita enormemente el aspecto técnico de la intervención quirúrgica, a veces la colocación es muy difícil y requiere tediosas maniobras bajo control radioscópico que no deben diferir la operación.

En algunos casos especiales la cirugía puede retrasarse:

1.Pacientes con íleo mecánico posoperatorio, en los que puede adoptarse una conducta expectante con descompresión nasogástrica.

2.Oclusión por cáncer diseminado.

3.Vólvulo del sigmoides que puede ser tratado al principio con devolvulación con sonda o fibrocolonoscopio.

4.Obstrucción por enfermedad de Crohn que en ocasiones también mejora con la intubación nasogástrica.

5.Bolo fecal que puede eliminarse manualmente.

6.intususcepción en los niños que puede desinvaginarse por insuflación.

La mayor parte de las medidas anteriores se puede llevar a cabo en un par de horas en lo que se reanima al paciente y se completa la evaluación diagnóstica. La preparación preoperatoria se completa en 4 a 8 h aproximadamente. En el paciente con diagnóstico franco de obstrucción intestinal mecánica es conveniente intervenirlo de inmediato y no perder tiempo en estudios más sofisticados e innecesarios. Dado que trastornos metabólicos severos pueden acompañar a la obstrucción intestinal, la decisión de cuándo intervenir quirúrgicamente requiere juicio cuidadoso. El momento de la intervención depende de tres factores:

1.   Tiempo de evolución de la obstrucción.

2.   Grado de funcionamiento de órganos vitales.

3.   Peligro o presencia de estrangulación.

Independientemente de la etiología y localización, el tratamiento de soporte ante un paciente con oclusión será el siguiente:

 

Descompresión nasogástrica o nasointestinal

Cuando ya se colocó un tubo de descompresión gastrointestinal y se evacuaron por completo el líquido y gas intraluminales, surge la interrogante de si se debe continuar con el tratamiento conservador o proceder a la exploración quirúrgica. Al ceder el edema y evacuar el líquido intraluminal, la luz intestinal se hace mayor. Otra razón para descomprimir el intestino es que se hace de menor riesgo una eventual intervención quirúrgica. Con el paso de los años se han diseñado numerosos tubos de descompresión nasogástrica y nasoyeyunal: sin embargo, no se ha demostrado que uno u otro sea mejor o haga la diferencia en el tratamiento, baste con descomprimir el tubo digestivo.

No todos los pacientes en quienes se sospecha obstrucción intestinal mecánica la tienen en realidad. En ocasiones, la sola descompresión gastrointestinal mejora de modo considerable los síntomas y otras enfermedades aparentes. Es por esto que vale la pena hacer otra evaluación clínica y radiológica justo antes de la cirugía, ya que se pueden encontrar datos importantes para el diagnóstico y pronóstico. Hay sólo algunas eventualidades muy específicas en las que se justifica la espera con descompresión nasogástrica:

1.cuando no existe ninguna duda de que la obstrucción es incompleta;

2.cuando hay un antecedente florido de obstrucción intestinal repetida y que ya antes ha respondido de manera satisfactoria;

3.cuando la etiología de la obstrucción es carcinomatosis y

4.pacientes que se sometieron antes a plicatura intestinal por obstrucción repetida.

En general la mayoría de los investigadores han concluido que no es conveniente esperar demasiado con succión nasogástrica antes de someter a los pacientes a exploración quirúrgica.

 

Manejo preoperatorio del equilibrio hemodinámico e hidroelectrolítico

Además del interrogatorio y la exploración física completa que se realizan durante la historia clínica es importante conocer los siguientes datos:

1. ¿Ha estado el paciente vomitando? ¿Cuánto? ¿Cuántos días tiene en ayuno? Estos datos proporcionarán cantidades estimadas de pérdidas de agua y electrólitos, fundamentalmente, Na, K, Cl.

2.Normalmente existe una baja sensible en el gasto urinario por déficit de volumen, y por lo menos se requieren I 000 mL/día de agua para que el riñón continúe excretando su carga osmótica. El sodio no se pierde con facilidad debido a la secreción de aldosterona; no obstante, por la orina se pierde por 10 menos 30 a 40 mEq/día de potasio.

3.El nivel de la obstrucción y el tiempo que ha transcurrido desde el inicio del cuadro puede orientar sobre el volumen de líquido perdido en el espacio intersticial e intraluminal. La obstrucción alta se encuentra entre I 000 Y 2 000 mL, la media de 2 000 a 3 000 mL y la baja de 3 000 a 7 000 mL, aproximadamente; sin embargo, sólo la obstrucción completa de íleon terminal secuestra hasta 4 o 5 L de líquido por sí misma.

4.Una manera práctica de calcular las pérdidas de líquido es la siguiente;  Pérdida por vómito (número de días) + pérdidas por orina (número de días) + cálculo del secuestro de líquido intestinal

Las pérdidas de agua y sodio son compensadas (aunque sea de modo parcial) por la secreción de hormona antidiurética y aldosterona, respectivamente; no obstante, las pérdidas de potasio llegan a ser tan grandes que se requiere un suministro importante de este ion en el preoperatorio para preparar bien al sujeto para la intervención quirúrgica.

La reanimación con líquidos y electrólitos se debe hacer con suministro paulatino y en pequeñas y constantes dosis de soluciones cristaloides. En pacientes ancianos o con funciones cardiovascular y renal deterioradas es preferible tener un control más enérgico no sólo con presión venosa central sino midiendo presiones con cuña mediante un catéter de Swan-Ganz para que sea cuantificable el gasto cardiaco. Debe recordarse que en la hipotensión arterial prolongada, peritonitis infecciosa, choque séptico o bacteremia, es frecuente la lesión capilar pulmonar con evolución a síndrome de insuficiencia respiratoria progresiva del adulto} de tal modo que es mejor prevenir esta última complicación hasta donde sea posible, evitando la sobrecarga de líquidos) ya que esta situación agravaría el problema."

 

Consideraciones anestésicas

Uno de los aspectos más importantes en cuanto a la supervivencia es la prevención de la neumonitis por aspiración. Tanto el anestesiólogo como el cirujano deben tener particular cuidado en evitar esta complicación. La anestesia general es la indicada. Cuando se administran anestésicos generales y relajantes musculares, el músculo cricofaringeo y el esfínter esofágico inferior se relajan permitiendo la regurgitación hacia las vías respiratorias. Un simple intento fallido de intubación endotraqueal en estas condiciones puede ser suficiente para producir el problema, por lo que se recomienda efectuar el procedimiento de intubación orotraqueal con el paciente despierto, únicamente bajo el efecto de anestésicos locales, lo que no molesta más que una simple broncoscopia.

 

TRATAMIENTO QUIRÚRGICO

Manejo transoperatorio

Debido a que normalmente no se conocen el sitio ni el tipo de la obstrucción, el cirujano debe ir preparado para hacer una exploración abdominal completa y sistemática.

 

Posición del paciente

Para llegar a la cavidad abdominal o a los orificios herniarios se coloca al paciente en decúbito supino, al menos con un miembro superior en abducción accesible al equipo anestésico.

La aplicación de solución antiséptica siempre debe ser completa; se coloca un campo superior sobre los pezones, uno inferior pegado al pubis y dos campos laterales pegados lo más cerca posible de la mesa ante la perspectiva de un drenaje de los flancos por gravedad.

Puede optarse por el decúbito supino estricto con una mesa puente por encima de los miembros inferiores del paciente o por una posición de «piernas separadas» o «de doble equipo».

Esta posición, que necesita una preparación suplementaria con campos estériles para los miembros inferiores, ofrece algunas ventajas: es la posición de elección para una laparoscopia exploratoria; permite llegar con más comodidad a la pelvis menor si la oclusión intestinal necesita una liberación trabajosa en esta región; en caso de necesidad, permite usar técnicas complementarias en los anexos, el útero, el colon izquierdo y el recto; un ayudante puede ubicarse entre las piernas del paciente, con lo cual puede ayudar a separar y al mismo tiempo instrumentar desde una mesa baja ubicada a su lado.

En todos los casos se coloca una sonda urinaria; es mejor hacerlo en condiciones de esterilidad en el quirófano.

 

Vía de acceso

 La vía de acceso quirúrgica clásica es la laparotomía medial. Todavía hay que definir el lugar que ocupa la laparoscopia en el diagnóstico y tratamiento de las OIA. Cuando el paciente ya tiene una incisión previa es conveniente hacer la incisión un poco más grande hacia arriba y debajo de la anterior para abordar la cavidad peritoneal en un sitio relativamente virgen de adherencias y, de esta manera, no lesionar alguna estructura intraperitoneal durante la apertura de la cavidad.

El abordaje laparoscópico de la cavidad peritoneal es menos frecuente, cuando el diagnóstico de oclusión no se ha concretado formalmente antes de la intervención o cuando se trata de ciertas etiologías, que permiten maniobras simples por vía laparoscópica (oclusión por bridas, vólvulo del intestino delgado). La preparación del campo abdominal permite, de todas formas, una conversión laparotómica en función de las dificultades operatorias encontradas. Deben respetarse todos los principios de la cirugía abierta, puesto que la laparoscopia es una vía de acceso y no propiamente una técnica exenta de los preceptos de la laparotomía.

En la OIA, la exploración laparoscópica se decide en función del estado general del paciente, de los resultados de la posible TC (carcinosis, tumor, brida, etc.), del grado de distensión abdominal y de la experiencia del cirujano. Se recomienda hacer la incisión para introducir el trocar óptico en una zona supuestamente poco o nada adherencial (la mayoría de las veces, el hipocondrio izquierdo), es decir, alejada de una cicatriz preexistente. Los otros trocares y su diámetro dependen de las condiciones quirúrgicas y se introducen bajo control visual.

La exploración laparoscópica permite determinar la localización y la causa de la oclusión en el 52-100% de los casos según las series.

El índice de conversiones en laparotomía varía entre el 8-46% y es el resultado de la falta de visualización del sitio de la oclusión, de una herida intestinal provocada por la manipulación de asas delgadas dilatadas y frágiles, de la necesidad de hacer una resección digestiva o de la dificultad de la disección a raíz de la presencia de múltiples adherencias.

Diversos estudios señalan otros factores predictivos de conversión: leucocitosis preoperatoria, signos de irritación peritoneal y un antecedente de más de dos laparotomías

La mortalidad por laparoscopia oscila entre el 0-4% y la morbilidad entre el 5-42%; estos índices correlacionan directamente con las dificultades técnicas intraoperatorias y la formación de una herida digestiva (por término medio, el 0-16% de los casos). Por ahora no hay un estudio aleatorizado comparativo entre la vía laparoscópica y la laparotomía con relación a las OIA. Sin embargo, otros estudios permiten sacar algunas conclusiones: la laparoscopia, al causar menos traumatismo parietal, reduciría los riesgos de eventración postoperatoria y procuraría una ventaja estética notable.  También  produciría  menos dolores postoperatorios y disminuiría la estancia hospitalaria.

En cambio, no se ha demostrado que disminuya el riesgo de recidiva de la oclusión al causar menos adherencias intraperitoneales. Por lo tanto, el tratamiento laparoscópico de las oclusiones agudas del intestino delgado debe decidirse según la situación clínica, los antecedentes de laparotomías y la experiencia del cirujano. Si se presentan dificultades durante la intervención, la conversión en laparotomía debe ser precoz.

 

Laparotomía

La incisión depende de la causa de la oclusión. En la mayoría de los casos, se efectúa una incisión media de 5-10 cm de longitud desde el borde superior del ombligo, la cual, según el sitio de la oclusión, la causa o las dificultades quirúrgicas, puede ampliarse hacia arriba o hacia abajo y, a veces, prolongarse como laparotomía xifopúbica si es necesario.

Las incisiones transversales, subcostales o pararrectales no se recomiendan, ni siquiera con la intención de aprovechar una cicatriz preexistente, pues no permiten hacer una exploración completa y segura de toda la cavidad peritoneal. La única excepción es la cicatriz de una incisión previa que da paso a una eventración estrangulada.

Las hernias estranguladas de la región inguinocrural justifican un abordaje local, lo mismo que las eventraciones estranguladas, sin importar su ubicación. Excepto estos casos particulares, el uso o reutilización de cualquier otra vía de abordaje de la cavidad peritoneal debe evitarse. En todos los casos, tras haber franqueado los planos musculoaponeuróticos, la incisión del peritoneo parietal anterior debe ser prudente. La posibilidad de adherencias del intestino delgado a la cara profunda de  la  pared abdominal anterior, si el enfermo tiene antecedentes quirúrgicos abdominales, la presencia de asas delgadas dilatadas y a tensión inmediatamente por debajo del peritoneo, pueden conducir a una abertura accidental del tubo digestivo en el transcurso de la laparotomía, fuente de contaminación peritoneal y de complicaciones postoperatorias graves (fístula digestiva, evisceración).

Entrar en el abdomen puede resultar difícil debido a las grandes adherencias de las asas delgadas a la pared abdominal. El riesgo de perforación digestiva se incrementa a causa de la distensión de las asas intestinales. Conviene entonces cortar todos los planos sucesivos de la pared abdominal con bisturí frío y con hoja plana, hasta el peritoneo. Cuando no es posible penetrar en el abdomen, sobre todo por debajo de una cicatriz previa, no debe vacilarse en ampliar la incisión hasta encontrar una zona libre de adherencias. La liberación de las asas delgadas pegadas a la pared abdominal se efectúa con tijera de Mayo o bisturí frío; los bordes aponeuróticos se separan de la incisión con pinzas de Köcher.

 

Exploración de la cavidad abdominal

La exploración de la cavidad abdominal debe ser lo más completa posible, tanto en laparoscopia como en laparotomía. A veces sólo es posible efectuarla después de una adhesiólisis amplia y laboriosa de las estructuras digestivas.  La exploración apunta a varios objetivos.

Extracción de muestras bacteriológicas y tisulares. La presencia de un derrame líquido peritoneal es muy frecuente en la OIA. La mayoría de las veces es serohemático, a veces el derrame es seropurulento o de contenido digestivo en caso de perforación de órgano hueco o de peritonitis.

En todos los casos hay que tomar muestras para estudio bacteriológico, pues sirve para guiar un posible tratamiento antibiótico postoperatorio.

La profilaxis intraoperatoria debe iniciarse con preferencia después de tomar las muestras, al principio de la intervención. Ante el hallazgo de lesiones tisulares sospechosas, deben tomarse biopsias para su diagnóstico anatomopatológico, bacteriológico o virológico: nódulos peritoneales (carcinosis, tuberculosis, etc.), biopsia hepática (tumor, metástasis, cirrosis, etc.).

Localización de la zona responsable de la oclusión intestinal aguda. Se encuentra en la zona de transición entre el intestino colapsado distal a la oclusión y el intestino dilatado proximal a ésta.

El intestino se despliega y exterioriza con prudencia debido al peligro de rupturas en caso de dilatación considerable. La porción colapsada o dilatada del intestino se despliega según las condiciones técnicas con el fin de encontrar y reparar la zona de transición. La causa de la oclusión puede entonces tratarse de forma específica.

 

Localización de la obstrucción

El lugar y la causa de la obstrucción se localizan buscando el límite entre el intestino dilatado proximal y el intestino delgado normal distal. Para ello podemos partir del ciego y de las últimas asas ileales normales y desenrollar el intestino delgado en sentido antiperistáltico; o bien, contrariamente, eviscerar las asas de intestino delgado proximales dilatadas y desenrollarlas en sentido peristáltico.

Estas maniobras de evisceración sólo se pueden realizar tras advertir al equipo anestésico, puesto que pueden ocasionar un estado de shock.

Las asas del intestino delgado distendidas deben ser exteriorizadas suavemente, ya que cualquier maniobra de tracción excesiva expone al riesgo de desgarro seroso o seromuscular, que puede llegar hasta la abertura intempestiva de la luz digestiva.

 

Reexploración de la cavidad abdominal

Exploración del resto de la cavidad peritoneal  Es indispensable palpar todo el marco cólico para localizar una posible lesión orgánica asociada y tratarla en caso de necesidad, practicar una palpación hepática con el  fin  de  tomar  biopsias  de  zonas  sospechosas,  palpar  la  vesícula,  analizar  su  aspecto  (colecistitis, macrolitiasis),  extirparla  si  el  riesgo  de  colecistitis  postoperatoria  se  considera  elevado  (paciente desnutrido,  posible  ingreso  en  reanimación,  diabético,  inmunodeprimido,  en  estado  de  shock,  etc.), explorar los anexos y, por último, confirmar que la sonda gástrica se encuentre en la posición correcta.

 

Lavado peritoneal

En presencia de una peritonitis es necesario efectuar un primer lavado con solución fisiológica tibia (para evitar agravar la hipotermia intraoperatoria), lo cual permite evitar una contaminación parietal prolongada durante el tratamiento de la causa de la oclusión y reducir los riesgos de absceso de pared, controlar un posible shock séptico evolutivo y mejorar el efecto del tratamiento antibiótico administrado durante la intervención. El primer lavado no exime de la práctica del segundo lavado, mucho más completo, al final de la intervención. Movilizar las secreciones sépticas en el transcurso del lavado puede descompensar un estado hemodinámico precario o desencadenar una hipotensión acusada, por lo que siempre debe prevenirse al anestesista antes de practicar esta maniobra.

 

Vaciamiento intestinal

La maniobra consiste en vaciar el intestino delgado muy dilatado por encima de la obstrucción, responsable de un tercer espacio que, a veces, determina el secuestro de varios litros de secreciones digestivas, cuyo volumen habrá que medir para asegurar la compensación líquida.

El vaciamiento intestinal permite:

· descomprimir el intestino para evitar que sufra una isquemia por distensión;

· tratar más fácilmente la causa de la oclusión;

· explorar con mayor seguridad toda la cavidad abdominal;

· suturar la pared abdominal con mayor facilidad y sin tensión al final de la intervención;

· reducir los riesgos de complicaciones respiratorias postoperatorias debidas a la distensión abdominal y a los riesgos de broncoaspiración.

En cambio, no se ha demostrado que facilite la reanudación del tránsito, ya que esta maniobra induce un traumatismo intestinal capaz de prolongar el íleo paralítico postoperatorio.

En todos los casos, las maniobras de vaciamiento deben ser prudentes porque el intestino, debilitado por la distensión, puede sufrir otras lesiones (ruptura, hematomas de la pared intestinal o del mesenterio, lesiones serosas, perforación).

La posición de la sonda gástrica debe verificarse para aspirar el contenido intestinal en concordancia con el vaciamiento; hay que prevenir al anestesista antes de practicar esta maniobra, que puede tolerarse mal desde el punto de vista hemodinámico, probablemente debido a los riesgos de translocación bacteriana.

El vaciamiento intestinal de modo retrógrado consiste en movilizar la columna de secreciones digestivas mediante movimientos suaves en sentido antiperistáltico, desde el sitio del obstáculo hacia el ángulo duodenoyeyunal. Para esto, los dedos índice y medio de la mano derecha empujan la columna de líquido a lo largo de 20-30 cm de intestino, mientras que dos dedos de la mano contraria inmovilizan y comprimen el segmento digestivo distal. El ayudante colabora con el cirujano desenrollando el intestino proximal para evitar que la columna líquida movilizada choque contra las angulaciones del intestino y así aumente la presión intraluminal. Tras cada movimiento de vaciamiento del intestino, la mano izquierda se aproxima a la derecha y comprime el segmento digestivo que acaba de vaciarse; la maniobra se reanuda con el segmento proximal siguiente.

 


 


Figura 39 Vaciamiento intestinal retrógrado Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

Cuando el intestino está muy distendido en su conjunto, es preferible comenzar el vaciamiento cerca del ángulo duodenoyeyunal y luego acercarse progresivamente a la oclusión, para así evitar la movilización de una columna líquida que distenderá las asas de forma alarmante. A veces, la dificultad reside en hacer pasar el contenido digestivo por el marco duodenal, debido a la obstrucción que genera la angulación de la unión duodenoyeyunal. En este caso, hay que efectuar maniobras de masaje o de presiones suaves en dicho ángulo y confirmar regularmente que la sonda gástrica no esté obstruida ni colapsada contra la mucosa gástrica. A menudo es necesario comprimir el estómago para facilitar la aspiración de  su contenido.

 

 

 


  

Figura 40  Enterotomía de vaciamiento Tomado de tratado de cirugía del aparato digestivo, Elsevier, 2014.

 

 Valoración de la vitalidad del intestino delgado

Cualquiera que sea la causa de la oclusión, hay que verificar la viabilidad del intestino delgado que se ha de conservar. En caso de perforación el asunto es más fácil de resolver, pues se recomienda hacer una resección-anastomosis del segmento intestinal, tomando como centro la perforación.

La escisión y sutura o la sutura directa de una perforación expone a un mayor riesgo de fístula porque el contorno de estos orificios suele estar mal vascularizado y a menudo están afectados por un estado séptico considerable antes de la intervención.

Si el intestino ha sufrido un proceso isquémico prolongado (vólvulo por brida, distensión importante, compresión intraluminal por un cuerpo extraño), las paredes están a menudo pálidas o toman un color violáceo, con listas de color castaño o gris. Las paredes pueden tener simples petequias o hematomas limitados. Además, un intestino francamente isquémico se reconoce con facilidad: paredes átonas, sin peristaltismo, a veces muy finas o, al contrario, muy edematizadas, de color rojo violáceo, sin latido arterial perceptible del mesenterio frente al segmento de intestino sospechoso. En estos casos típicos,  la resección es obligatoria. Ante la duda respecto a la viabilidad, durante 10-15 minutos se envuelve el intestino en campos embebidos con solución fisiológica tibia.

La falta de recoloración correcta y rápida, de reanudación del peristaltismo o de pulso en el mesenterio frente a la zona dudosa debe conducir a la resección. Así mismo, la persistencia de una duda sobre la vitalidad tras el calentamiento hace necesaria la resección. El riesgo es preservar un segmento intestinal mal vascularizado, que después se complica con una perforación y una peritonitis postoperatoria a corto plazo o una estenosis isquémica a largo plazo.

En la gran mayoría de los casos, la anastomosis en una etapa es factible. La decisión de hacer una doble enterostomía se adopta según varios criterios, todos susceptibles de provocar una desunión anastomótica postoperatoria: un estado de shock (hemodinámico o séptico) avanzado, que no se corrige durante la intervención, transfusiones masivas, una peritonitis generalizada con un peritoneo muy inflamatorio que, a pesar de un lavado cuidadoso sigue siendo cruento, una isquemia mesentérica o una desnutrición muy avanzada. En caso de doble enterostomía, lo ideal es exteriorizar los dos extremos intestinales no anastomosados por el mismo orificio, «en cañón de fusil», con el propósito de restablecer ulteriormente la continuidad digestiva por vía selectiva estricta. Hay que tomar la precaución de exteriorizar las enterostomías a distancia de la cicatriz media y de los drenajes, escogiendo una zona abdominal que resulte cómoda para colocar los dispositivos propios de la enterostomía (a distancia de los pliegues abdominales, de las crestas ilíacas o del borde inferior de la parrilla costal), porque el flujo de secreciones intestinales es más abundante cuando la boca anastomótica se encuentra más cerca del ángulo duodenoyeyunal.

 

Resección del intestino delgado desvitalizado

La resección debe ser amplia para que la anastomosis abarque segmentos indudablemente bien vascularizados. Los límites de la resección del intestino deben fijarse por lo menos a 5 cm de cada lado de la zona isquémica con el fin de garantizar la inclusión de la zona sana. El campo quirúrgico, en especial las paredes de la laparotomía, se protege con una falda plástica o con campos quirúrgicos embebidos en povidona yodada; la zona de resección-anastomosis también se aísla con campos humedecidos con povidona yodada. En la medida de lo posible, el intestino dilatado proximal debe vaciarse previamente con el fin de efectuar la anastomosis en un intestino vacío y colapsado. Con bisturí eléctrico, se hacen dos incisiones peritoneales en el mesenterio que desborda ambos lados del asa intestinal que se va a resecar. Lo ideal es que estas incisiones coincidan a la altura de los arcos de primer o segundo orden a modo de un triángulo, lo que permite ver bien la zona de intestino desvascularizado antes de su resección y suturar con más facilidad la brecha mesentérica al final del procedimiento.

Las tijeras de Mayo cargan sucesivamente varias capas de mesenterio hasta el borde mesentérico del intestino delgado y sobre ellas se aplican pinzas (de Bengolea, Crafoord, Christophe, etc.) en las idas y vueltas de cada prensión. El corte se efectúa con tijera entre las pinzas y se practica una ligadura con carrete o sutura atraumática según la fragilidad de los tejidos (hilo de reabsorción lenta de tipo poliglactina). La coagulación y resección automática del mesenterio también puede efectuarse con gran seguridad y rapidez gracias a los nuevos procedimientos de termocoagulación y sellado vascular (Ligasure, bisturí armónico). Cuando el segmento de intestino delgado ha sido aislado y se identifica perfectamente a partir de la ligadura de su mesenterio, pueden efectuarse dos tipos de resección-anastomosis: manual o mecánica, que es la que nosotros preferimos

 

Sutura de la brecha mesentérica

Con independencia del tipo de anastomosis, es necesario suturar la brecha mesentérica restante con puntos separados o una sutura continua corta de hilo de reabsorción lenta, con cuidado de no provocar un hematoma que afectaría a la vitalidad de la anastomosis. Esta «reperitonización»  evita  una  posible oclusión del intestino por estrangulamiento herniario a través de esta brecha en el postoperatorio.

No hay que olvidar medir la longitud del intestino restante proximal y distal a la anastomosis; esta información debe consignarse en la hoja quirúrgica porque puede influir en la nutrición postoperatoria en caso de intestino corto. Sobre todo, es un dato importante en algunas enfermedades inflamatorias o isquémicas expuestas a reintervenciones múltiples (enfermedad de Crohn, isquemia mesentérica).

 

Drenaje de la cavidad peritoneal

El drenaje se decide según las condiciones locales y la posibilidad de que se produzca una fístula anastomótica. No se recomienda de manera sistemática, ni siquiera en caso de peritonitis. Sin embargo, sería conveniente drenar la cavidad peritoneal con drenajes aspirativos (de tipo Jost-Redon o Blake) dentro de las cavidades abscedadas o cruentas o de preferencia en las zonas declives (espacios parietocólicos, fondo de saco de Douglas) o expuestas a colecciones postoperatorias (espacios subfrénicos, espacio subhepático) consecutivas al tratamiento de una peritonitis generalizada purulenta o estercórea, en las que el peritoneo mantiene su actividad purulenta, inflamatoria o hemorrágica a pesar de un lavado peritoneal bien realizado.

El volumen y el aspecto del líquido del drenaje se controlan regularmente en el postoperatorio.

Los drenajes se retiran lo antes posible (con preferencia antes del 5. ° Día) con el fin de evitar las complicaciones inherentes a las erosiones que causan en el tubo digestivo, a los dolores parietales o abdominales o al íleo causado por un cuerpo extraño intraabdominal.

 

Sutura parietal

Si se practicó una laparoscopia, los orificios de los trocares más gruesos (diámetro superior a 10 mm) deben suturarse con un hilo de reabsorción lenta (poliglactina 0), con cuidado de incluir por completo la aponeurosis. La sutura de una laparotomía no difiere de la de una cirugía programada. Se efectúa con dos o más suturas continuas de hilo de reabsorción lenta (poliglactina 1/0, PDS 1/0 de lazo) en un plano musculoaponeurótico, mejor con inclusión del peritoneo. La piel se cierra con una sutura continua intradérmica de hilo reabsorbible (poliglecaprona 3/0) o con un adhesivo cutáneo tópico en caso de cirugía limpia. En caso de cirugía contaminada y con alto riesgo de absceso parietal, se aplican puntos separados de hilos no reabsorbibles o grapas.

Cuando en la misma intervención se ha reparado una eventración o si los tejidos parecen frágiles o expuestos a una mala cicatrización (insuficiencia respiratoria, paciente desnutrido o séptico, corticoterapia prolongada, obesidad, edad avanzada, cirugía parietal reiterada), es preferible contener la masa visceral con una malla reabsorbible intraperitoneal (poliglactina) para prevenir la evisceración.

La pared abdominal se sutura con hilo no reabsorbible (polipropileno 0) o hilo de reabsorción lenta (PDS 1 de lazo).

Por último, si es posible efectuar una sutura peritoneal selectiva, se inserta un catéter multiperforado en el espacio preperitoneal antes de la sutura parietal propiamente dicha. La perfusión permanente de anestésicos locales durante las primeras 48 horas postoperatorias reduciría de manera significativa el dolor parietal, aceleraría la reanudación del tránsito intestinal y acortaría el período de hospitalización.

 

Cuidados postoperatorios

Ante la falta de una adhesiólisis considerable o de una dilatación digestiva importante, la sonda gástrica puede retirarse después del despertar.  De lo contrario, hay que medir y compensar volumen por volumen, a partir de los 500 ml, el flujo diario del líquido aspirado.

La sonda debe retirarse lo antes posible para evitar las complicaciones inherentes al reflujo, las ulceraciones gástricas y nasales y las dificultades respiratorias. Un drenaje abundante (superior a 1.000 ml/24 h) debe llevar a solicitar una radiografía simple de abdomen para verificar que la sonda no se encuentra más allá del píloro.

Hay que medir los volúmenes de drenaje y compensar las pérdidas considerables (ascitis).

La movilización precoz, si es posible con el paciente sentado en un sillón, se recomienda a partir del día siguiente a la intervención y se instauran medidas preventivas de las complicaciones tromboembólicas (heparina de bajo peso molecular, medias de contención). La alimentación se comienza tras reanudarse el tránsito o incluso antes, en función del dolor, del meteorismo o de las náuseas.

 

Recurrencias

Los pacientes con obstrucción intestinal por adherencias tienen cerca de 5% de recurrencia de la obstrucción una vez que se han operado por ello. La recurrencia se acompaña de zonas mucho más extensas de adherencias con mayor destrucción tisular y riesgo de lesión intestinal transoperatoria. Debido a ello se han ideado también los métodos quirúrgicos que intentan evitar la recurrencia.

1.El procedimiento descrito por Noble en 1937 y después modificado en varias ocasiones por Child, Phillips, Whíte y McCarthy, quien conserva la idea original de suturar las asas intestinales entre sí de manera ordenada y progresiva para que las adherencias que se formen también sean ordenadas y así evitar la recurrencia del fenómeno obstructivo.

2.Este segundo método se lleva a cabo empleando sondas intraluminales largas a través de todo el intestino delgado, con la idea de que éstas sirvan como férula y no permitan que las curvas de plicación del intestino sean demasiado pronunciadas y así se produzca obstrucción. En un principio, esta técnica fue descrita por Baker en 1959, quien utilizó un tubo de 100 cm de longitud y 16F de diámetro introducido a través de una enterotomía, después ésta técnica fue modificada por el mismo Baker en 1968 y por Leonard en 1963 introduciendo la sonda tensora. Desde esta descripción se han propuesto otros sitios de inserción de sonda: oral a través de una gastrostomía y retrógrada a través de una cecostomia. Se han reportado éxitos con todas estas técnicas; sin embargo, también se informan algunas complicaciones que van desde la infección de la herida quirúrgica, abscesos intraabdominales, fístulas obstrucción recurrente y dolor abdominal postprandial. La frecuencia informada de reobstrucción es de 2 a 6%, y la mortalidad de 5 a 10%, la cual por lo general se relaciona con sepsis intraabdominal.

3.De una u otra forma, siempre que el cirujano contemple la necesidad de efectuar alguno de estos procedimientos, ya sea de plicatura o la ferulización intraluminal, debe valorar sí los resultados de alguna de estas técnicas y la posibilidad de complicaciones o mortalidad son menores a las que se tiene con sólo la utilización de adhesíolísis. En términos generales, deben seguirse los preceptos siguientes: No deben utilizarse las técnicas de ferulización o plicatura en pacientes con obstrucción intestinal simple, con pocas adherencias.

4.Estas técnicas sólo deben llevarse a cabo en pacientes con episodios repetidos de obstrucción intestinal, adherencias múltiples, áreas extensas de despulimiento seroso en donde la probabilidad de cicatrización exagerada y, consecuentemente, obstrucción intestinal por bridas, sea considerable.

5.Ambas técnicas, tanto la plicatura como la ferulización, han demostrado ser efectivas por igual.

6.Cuando se decida por la técnica de ferulización es conveniente la introducción de la sonda transoral y no la enterotomía.

En lo referente a la oclusión por adherencias, lo ideal es prevenir el próximo cuadro, por desgracia esto no es tan fácil ni previsible. A pesar de todo, el cirujano debe estar consciente de que el talco de los guantes, los cuerpos extraños como el material de sutura no absorbible y el tejido desvitalizado, son fuente de adherencias, y para prevenirlas en todo caso es indispensable tener una técnica quirúrgica depurada, limpia, suave y con tratamiento oportuno de procesos sépticos intraperitoneales. Al plantear el tratamiento de un enfermo con oclusión intestinal se debe recordar que es un proceso evolutivo que pasa de la oclusión mecánica simple al estrangulamiento. De lo oportuno del diagnóstico y del buen juicio al aplicar el tratamiento dependerá el pronóstico.

En presencia de oclusión recidivante y peritonitis, después de extirpar el foco séptico, liberar las adherencias y asear la cavidad peritoneal, una buena alternativa es efectuar la plicatura y fijar el intestino colocando dos sondas Foley transmesentéricas en zonas avasculares Ias que cumplen la doble función de servir como drenajes y fijar las asas intestinales en la posición deseada . Con el advenimiento de la cirugía de invasión mínima es común encontrar en la literatura informes sobre casos de obstrucción intestinal resueltos por este método, como las producidas por hernias encarceladas, leiomiomas intestinales no complicados e íleo biliar, entre otros muchos. Sin embargo, antes de indicar cirugía laparoscópica en un paciente con obstrucción intestinal, es importante determinar la posible causa de la obstrucción y adelantarse a las eventuales dificultades técnicas que puedan presentarse. Naturalmente que se preferirán los casos en los que no exista evidencia de complicaciones derivadas de la obstrucción, como es el caso de necrosis intestinal, sepsis o peritonitis.

  

 


 

 

Figura. 41 Esquema de procedimiento de Child modificado: el colon transverso se ha levantado y dos sondas transmesentéricas fijas las asas intestinales plicadas, las sondas extraídas por contra aberturas también funcionan como drenajes

 

La intervención quirúrgica de una OIA se practica en la urgencia en los pacientes en estado séptico (fiebre evidente, con o sin shock), en caso de dolor provocado claro y localizado o, a fortiori, de defensa, o en caso de mala tolerancia clínica a la oclusión.

La cirugía también se decide en modo diferido en caso de fracaso, de falta de mejoría o de agravamiento del cuadro a pesar de un tratamiento médico bien conducido.

 

 

Tratamiento quirúrgico: aspectos técnicos en función de la etiología de la oclusión

Si los principios generales anteriormente citados deben ser respetados en todos los casos, el tratamiento quirúrgico de la oclusión misma varía según su causa, su ubicación, la existencia de posibles lesiones isquémicas irreversibles del intestino delgado, la asociación de otras lesiones viscerales o parietales.

También deben ser estudiados los diferentes problemas técnicos, considerando:

·   las oclusiones orgánicas por obstrucción;

·   las oclusiones orgánicas por estrangulación;

·   las oclusiones orgánicas por invaginación;

·   las oclusiones orgánicas por otras causas;

·   las oclusiones funcionales.

 

Tipos de oclusiones

Las causas más frecuentes de las oclusiones agudas del intestino delgado se estudian según el mecanismo que las produce.

Se distinguen:

· •oclusiones por estrangulamiento;

· •oclusiones por obstrucción;

· •oclusiones por isquemia.

 

Oclusiones por estrangulamiento

Este mecanismo es con mucho el más frecuente en las OIA:

Alrededor del 80% de las causas de oclusión aguda por bridas o adherencias peritoneales; oclusión por estrangulamiento herniario o por eventración; oclusión por hernia interna.

 

Oclusión por bridas o adherencias intraperitoneales

En el 95% de los casos, la oclusión por brida sobreviene en un paciente con uno o más antecedentes de cirugía abdominal. Las adherencias consisten en «defectos» de cicatrización del epitelio mesotelial, que se forman después de cada efracción peritoneal inducida por una laparotomía o una laparoscopia.

Estas bridas pueden, por tanto, causar una oclusión mecánica del intestino ya en la fase postoperatoria precoz (5.° día) y, después, a lo largo de toda la vida. Al extremo, este proceso cicatrizal puede avanzar hacia un cuadro de peritonitis encapsulante, también llamada peritonitis plástica o fibrosante.

 

Oclusión por bridas o adherencias intraperitoneales

La oclusión aguda del intestino delgado por brida es responsable de más o menos el 3% de las urgencias quirúrgicas, representa la primera causa de oclusión aguda del intestino delgado con una prevalencia de alrededor del 60% de los casos y genera un alto sobrecoste medicosocial: en Estados Unidos, por ejemplo, cerca de 900.000 hospitalizaciones al año y un gasto de más de 1.300 millones de dólares anuales. Esta afección, frecuente y potencialmente grave, debe sospecharse siempre ante una cicatriz abdominal.

Las bridas espontáneas sin antecedente de cirugía abdominal son infrecuentes, pero posibles: antecedentes de pelviperitonitis de origen genital o infecciones uteroanexiales (piosálpinx, salpingitis, endometritis, etc.), de crisis inflamatorias intraabdominales con remisión espontánea o después de tratamiento médico (apendicitis, divertículo de Meckel, lesiones inflamatorias criptógenas del intestino, peritonitis primarias por salmonela, micobacterias, neumococos, etc.).

Las bridas o adherencias peritoneales están formadas por tejido fibroso y rígido; se sitúan con preferencia cerca de la zona quirúrgica inicial: debajo de las cicatrices de laparotomías, de los orificios de trocares o en la misma zona de la cirugía: en la fosa ilíaca derecha tras apendicectomía, en la pelvis tras histerectomía, etc. Las fibras se tienden como cordones que atraviesan la cavidad abdominal entre dos puntos de inserción: desde la pared abdominal anterior o posterior hasta el mesenterio o a partir de cualquier punto del abdomen.

El epiplón también puede ser responsable de bridas, sobre todo en caso de brecha epiploica no cerrada durante una intervención. La oclusión por brida es, por tanto, estrictamente mecánica, ya sea por compresión extrínseca directa de la brida sobre la luz intestinal, obturándola, o por vólvulo, en cuyo caso el asa intestinal se enrolla alrededor de la brida con su mesenterio, o incluso por las dos causas.

En ambas situaciones, la compresión o la torsión del mesenterio exponen al riesgo de isquemia del asa intestinal que irriga.

La sección de una brida única no suele generar mayores dificultades, pues se la localiza fácilmente al desenrollar el intestino hasta la zona de transición entre intestino dilatado y colapsado. Entre la brida y el intestino se deslizan dos tijeras de Mayo y la brida se secciona por encima de éstas con bisturí frío o tijera. En el asa liberada a menudo queda una huella anular, indicio de una compresión sostenida o crónica y en general sin consecuencias, salvo si la constricción es profunda o adelgaza la pared intestinal. Si el intestino delgado está volvulado, el corte de la brida permite reducir la torsión e iniciar las maniobras destinadas a aumentar la temperatura del intestino.

A continuación, conviene desenrollar el intestino por completo para liberar otras adherencias o bridas con la tijera de Mayo o con bisturí frío, dado que el riesgo de recidiva de una oclusión del intestino se incrementa con el número de bridas o adherencias detectadas en la exploración abdominal.

Las maniobras de adhesiólisis pueden provocar lesiones serosas o seromusculares que deben suturarse de inmediato con puntos seroserosos o seromusculares, separados o continuos, con sutura atraumática de reabsorción lenta (poliglactina 4/0). Una lesión penetrante del intestino delgado con exposición de la mucosa debe aislarse del resto de la zona quirúrgica con campos embebidos en yodo y, a continuación, cerrarse con sutura continua en un solo plano con hilo de reabsorción lenta o con grapas.

 


 

 


 

 

 

Brida postoperatoria.                                                                                                Sección de la brida.

Figura 42. Bridas quirúrgicas

 

Casos especiales y dificultades quirúrgicas

La cirugía de las oclusiones por adherencias peritoneales puede resultar, en algunas situaciones, sumamente difícil.

Los problemas técnicos se presentan en pacientes que han sufrido reintervenciones abdominales, con antecedentes de prótesis parietal intraperitoneal no reabsorbible, diálisis intraperitoneal, peritonitis encapsulante, carcinosis peritoneal, peritonitis de repetición o quimioterapia intraperitoneal.

 

Penetración difícil en la cavidad abdominal

Cuando el intestino delgado está firmemente adherido a la cara interna de la pared abdominal o debajo de la cicatriz media, es necesario cortar la pared abdominal con bisturí frío y hoja plana, ejerciendo una presión sostenida y controlada sobre la hoja.

Por lo general, el bisturí eléctrico debe excluirse del acceso peritoneal de las oclusiones intestinales agudas debido al riesgo de perforación intestinal, de quemadura eléctrica o de lesión accidental de un asa eventrada en un orificio parietal desconocido.

No hay que vacilar en prolongar la incisión más allá de la cicatriz preexistente, hacia arriba o hacia abajo, con el fin de encontrar una zona libre de adherencias que permita penetrar en el abdomen.

La oclusión intestinal puede deberse a la incarceración de un asa delgada en la pared abdominal.

El adosamiento firme entre el intestino y la pared se produce en una región desperitonizada durante la intervención anterior, lo que explica la frecuencia de este tipo de adherencias debajo de las cicatrices de larga data.

En este caso, la oclusión obedece a la obstrucción del intestino: el asa se muestra de calibre reducido, estenosada y fibrosa, pegada contra la pared.

No hay ninguna posibilidad de recuperar la flexibilidad del asa tras su liberación, por lo que es conveniente hacer una resección-anastomosis para evitar las oclusiones postoperatorias de repetición.

La tracción permite identificar mejor los planos de paso. A menudo la digitoclasia también permite encontrar mejor los espacios de disección entre dos asas firmemente adheridas. Es preferible hacer siempre en primer lugar la enterólisis de las zonas más fáciles, pues la liberación progresiva del máximo número de asas a menudo permite finalizar la liberación de segmentos intestinales que, inicialmente, se presentaban inextricables. Si, a pesar de una adhesiólisis lo más completa posible, queda una zona o un nudo de asas indisociables, no debe vacilarse en efectuar la resección-anastomosis antes que obstinarse en disecar asas fibrosas, poco funcionales y expuestas a los riesgos de lesiones quirúrgicas y/o de estenosis postoperatoria

 

Prevención de las bridas y adherencias intraperitoneales

Los procedimientos de plicaturas o fijaciones intestinales y mesentéricas de Noble o de Childs-Philips han sido abandonados, pues su eficacia respecto a la prevención de las oclusiones por bridas no se ha establecido y, además, por el hecho de que estas intervenciones pueden producir complicaciones graves (fístulas del intestino delgado, oclusiones de repetición, íleo postoperatorio prolongado, dolores abdominales crónicos) y de que la reintervención de estos pacientes, si es necesaria, se revela extremadamente difícil.

Los procedimientos de plicaturas o fijaciones intestinales y mesentéricas de Noble o de Childs-Philips han sido abandonados, pues su eficacia respecto a la prevención de las oclusiones por bridas no se ha establecido y, además, por el hecho de que estas intervenciones pueden producir complicaciones graves (fístulas del intestino delgado, oclusiones de repetición, íleo postoperatorio prolongado, dolores abdominales crónicos) y de que la reintervención de estos pacientes, si es necesaria, se revela extremadamente difícil.

La aplicación de barreras antiadherenciales sobre las asas intestinales al final de la intervención no ha demostrado su eficacia, incluso podría aumentar el índice de dehiscencias anastomóticas o de abscesos intraperitoneales. La inflamación peritoneal estaría claramente identificada como un elemento principal en la formación de adherencias.

En la práctica y con el estado actual de los conocimientos, es más conveniente disminuir los factores que favorecen o que mantienen la inflamación peritoneal, para lo cual se recomiendan algunos principios simples:

Proteger el intestino delgado con campos húmedos en caso de intervención prolongada; en caso de peritonitis o hemoperitoneo, hacer un lavado peritoneal cuidadoso con solución fisiológica tibia; en presencia de seudomembranas, tratar de extraerlas (sin obstinarse); efectuar la reperitonización de las lesiones serosas o mesentéricas; volver a colocar el epiplón sobre las asas intestinales y debajo de la cicatriz; evitar los drenajes inútiles o usar de preferencia materiales inertes (silicona); evitar las maniobras de vaciamiento intestinal repetidas o traumáticas; clasificar las asas delgadas al final de la intervención, luchar contra el íleo postoperatorio.

 

Stent intracolónico

La colocación de un stent es factible mediante control endoscópico o radiológico. El objetivo de este procedimiento es el de postergar la intervención quirúrgica que se realizará en una situación programada.

Luego de efectuados los estudios preoperatorios esta operación podría incluso obviarse, si se detecta enfermedad diseminada irresecable. En este caso el stent se transformará en un procedimiento paliativo definitivo. Si bien su costo es alto se compara de manera favorable con el de una intervención quirúrgica en dos o tres tiempos, sin contar que en hasta un 40% de los pacientes no será necesario ningún tratamiento adicional.

Su colocación es exitosa en más del 90% de los casos y aunque su morbilidad es poco frecuente no debe despreciarse, dado que se ha comunicado no solo la migración del stent sino también la perforación de la pared colónica.

 

Recanalización con láser

El láser Nd: YAG (Neodymium: Ytrium-Aluminum-Garnet) tiene la capacidad de penetrar en los tejidos, coagular y destruir tumores y detener la hemorragia. Si bien se lo ha utilizado por vía endoscópica para recanalizar el colon y posibilitar una cirugía con anastomosis inmediata, su alto costo ha imposibilitado su difusión.

El riesgo de perforación colónica es elevado, por lo que en la actualidad su indicación más frecuente es como paliación definitiva en los tumores del recto sin indicación de resección quirúrgica.

 

Punción percutánea del ciego y del colon transverso

Este método descrito en 1991consiste en punzar el colon transverso y el ciego que se encuentran adosados a la pared abdominal e introducir una sonda balón con la que se fija el colon a la pared. A través de ésta se realiza la limpieza del colon y luego se procede a efectuar la cirugía.

 

Variantes quirúrgicas ante la oclusión completa

Las variantes tácticas para considerar ante una oclusión completa del colon izquierdo, cuando no se dispone de ninguno de estos métodos y debe efectuarse una cirugía de urgencia, son las siguientes:

a.Cirugía en tres tiempos

b.Colostomía transversa.

c. Resección (hemicolectomía izquierda, colectomía izquierda alta, colectomía izquierda baja, resección anterior).

d.Cierre de la ostomía.

e.Cirugía en dos tiempos

A.     Resección con ostomía proximal y cierre del muñón distal (Hartmann).

B.     Restablecimiento de la continuidad intestinal.

a.      Cirugía en un tiempo.

Resección con anastomosis primaria, la que a su vez implica una de las siguientes variantes: Anastomosis primaria sin lavado. Colectomía subtotal con anastomosis entre el íleon y el colon izquierdo o recto distal a la obstrucción.

En la actualidad se considera que la cirugía en tres etapas debe reservarse a las situaciones en las que el cirujano considere excesivamente riesgoso efectuar una resección con criterio oncológico.

 

Lavado colónico intraoperatorio.

La indicación dependerá de múltiples factores que el cirujano deberá considerar en cada caso. En los enfermos muy añosos, en mal estado general, con déficit nutricional, enfermedades asociadas, inestabilidad hemodinámica, peritonitis generalizada, corticoterapia o estados de inmunodepresión la decisión se acercará más a una conducta en tres etapas. Por el contrario, cuando no existen estos factores, estarán dadas todas las condiciones para una anastomosis primaria.

La gran variedad de factores que influyen, no solo en la morbimortalidad inmediata, sino también en los resultados oncológicos a largo plazo, determina que sea difícil establecer mediante evidencia científica cuál es la conducta más apropiada. Cada paciente representa un problema diferente y así debe ser considerado. Sin embargo, está claro que una cirugía en tres etapas representa un menor trauma quirúrgico inicial e implica en pacientes de alto riesgo quirúrgico una menor mortalidad operatoria. Del mismo modo, si en el paciente que reúne condiciones ideales se adopta esta conducta, se lo estará exponiendo a una mayor morbilidad, derivada de la ostomía y la sucesión de actos quirúrgicos y anestésicos.



Figura. 43  Punción descompresiva del colon transverso

 

¿Resecar o no resecar?

Como fue mencionado, la conducta no resectiva implica la realización de tres actos quirúrgicos con todo lo que ello involucra sin olvidar las complicaciones posibles de la confección y el cierre de una colostomía. La ileostomía no constituye una buena opción en esta circunstancia dado que si la válvula ileocecal es continente permite aliviar la obstrucción pero no descomprime el colon. Una desventaja de esta conducta es que un número importante de enfermos no acepta someterse al segundo tiempo, es decir que no reciben jamás el tratamiento apropiado para su neoplasia. Por otro lado, algunos estudios no aleatorizados han mostrado un peor pronóstico con una cirugía en tres tiempos en comparación con la resección y la anastomosis primaria.

En el único estudio aleatorizado hallado en la literatura en el que se comparó el tratamiento en tres contra el tratamiento en dos tiempos no se halló diferencias en la supervivencia. La única ventaja del tratamiento en dos tiempos fue un menor tiempo de estadía hospitalaria, aunque a un número mayor de pacientes de este grupo jamás se le cerró la colostomía. No obstante, se debe insistir en que si se decide efectuar la resección, ésta debe seguir los mismos criterios de radicalidad que se emplean en condiciones electivas.

 

¿Anastomosis o colostomía terminal?

Si se ha decidido resecar el tumor durante esta primera operación, este procedimiento debe realizarse con maniobras delicadas, evitando lesionar o desgarrar el colon para no provocar el derrame del contenido fecal. Esta operación debe efectuarse siempre en posición de Lloyd-Davies dado que el acceso al recto permitirá la introducción de los instrumentos de sutura mecánica, efectuar una colonoscopia intraoperatoria y complementar el lavado.

Una maniobra útil es la punción del colon transverso con una aguja de tipo Abbocath@ 14 o 16 a nivel de una bandeleta. De esta manera se aspira el contenido gaseoso y en menor medida el líquido y así se logra disminuir el contenido abdominal y la presión dentro de la luz colónica. Luego de retirar la aguja se coloca un punto de sutura

Una vez efectuada la resección del tumor con criterio radical debe decidirse si realizar la anastomosis o en cambio efectuar una colostomía terminal, seguida del cierre del cabo distal o la confección de una fístula mucosa.

La adopción de esta última conducta reúne las ventajas de resecar el tumor durante el primer procedimiento y evitar los riesgos de una anastomosis. Sin embargo, implica una segunda reoperación, que aunque en la actualidad es factible por vía laparoscópica, es de gran magnitud. Tanto es así que más del 40% de los enfermos jamás aceptan someterse a ella y continúan el resto de sus vidas con la colostomía. Si bien ésta es la operación que se ejecuta con mayor frecuencia, seguramente en muchos de estos enfermos están dadas las condiciones para realizar  una anastomosis primaria. Una opción adicional en las anastomosis de alto riesgo consiste en proteger a ésta mediante una ostomía (ileostomía o colostomía) proximal. El cierre de esta estoma es una operación de menor magnitud que el restablecimiento del tránsito que sigue a una operación de Hartmann.

 

¿Qué táctica adoptar para efectuar la anastomosis primaria?

Anastomosis primaria sin lavado

Las anastomosis colónicas, tanto en forma electiva como en una urgencia, podrían realizarse sin preparación colónica mecánica con una incidencia de dehiscencia anastomótica inferior al 4%. Diferentes autores han propuesto que en el cuadro de oclusión la descompresión colónica por punción seguida del desplazamiento de la mayor carga fecal posible hacia el segmento que será resecado y la aspiración de materia fecal del cabo proximal, junto con la limpieza del colon y del recto distales serían suficientes para efectuar una anastomosis segura. En nuestra experiencia continuamos efectuando preparación mecánica en la cirugía programada, si bien en ocasiones hemos recurrido a estas maniobras en cuadros suboclusivos por tumores del colon izquierdo con buenos resultados.

 

Colectomía subtotal con anastomosis entre el íleon y el colon izquierdo o recto distal a la obstrucción

Aunque la resección ideal en una emergencia debería abarcar la misma extensión que la requerida para el mismo tumor en forma programada, se ha propuesto para los tumores oclusivos del colon izquierdo la realización de una colectomía extendida, subtotal o total. Esto implica la extirpación de todo el colon proximal a la oclusión y la anastomosis del íleon con el colon distal o el recto. Esta táctica tiene algunas ventajas destacables.

 A. En primer lugar se reseca todo el colon proximal a la obstrucción con su contenido fecal y eventuales tumores sincrónicos de difícil detección en esta circunstancia clínica.

B. En segundo lugar se confecciona una anastomosis primaria segura, entre el íleon que se encuentra en mejores condiciones que el colon proximal al tumor y un colon distal sin alteraciones.

Más allá de la mayor magnitud de esta operación, sus desventajas son el aumento del número de deposiciones y el riesgo de incontinencia en enfermos añosos con mala función esfinteriana.

En el estudio multicéntrico del Scotia Study Group se compararon en forma aleatorizada 47 colecto mías subtotales contra 44 colectomías segmentarias con lavado intraoperatorio. Aunque los pacientes del primer grupo tuvieron mayores trastornos intestinales y frecuencia evacuatoria, no hubo diferencias en la morbimortalidad. De todas maneras, la colectomía subtotal continúa empleándose y constituye una excelente opción si se dan las siguientes condiciones: Tumores cercanos al ángulo esplénico: ya que se podrá dejar un segmento mayor de colon distal y disminuyen los trastornos evacuatorios. Válvula ileocecal continente, dado que el íleon no estará dilatada y suele haber diastasis de la pared del ciego. Sospecha de tumor sincrónico por los antecedentes o el hallazgo de pólipos en el colon distal. .Paciente en buen estado general. Ausencia de trastornos de la continencia.

No obstante, diversos autores consideran esta técnica de preferencia, aun en tumores del colon sigmoide. Su argumento es que cuando se conserva la totalidad del recto, los trastornos intestinales son transitorios dado que antes del año del posoperatorio el número de deposiciones es inferior a tres por día.

 

Lavado colónico intraoperatorio

El lavado intraoperatorio descrito hace más de veinte años por Dudley consiste en el arrastre del contenido fecal mediante la irrigación con solución salina. El líquido ingresa en el colon por una sonda de Foley que se coloca en la base del apéndice que es resecado o a través de una ileotomía. Con posterioridad es recogido a través del cabo colónico proximal mediante un tubo corrugado estéril hacia una bolsa cerrada herméticamente que se encuentra fuera del campo quirúrgico. El lavado continúa hasta que el líquido recogido adquiere un aspecto límpido.

Es importante clampear el íleon para evitar que la solución refluya hacia el intestino proximal. El tiempo que demanda este lavado es de alrededor de 40 minutos y se lo contraindica en pacientes con peritonitis fecal, estallido cecal, mal estado general, corticoterapia crónica e inestabilidad hemodinámica.



Fig. 44  Técnica del lavado colonico intraoperatorio. Tomada de Perera, 2007

 

Se han descrito variantes en cuanto a la forma de introducción de la solución salina, pero ninguna parece superior a la técnica descrita por Dudley. Entre éstas se pueden mencionar:

· La colocación de una sonda larga a través del corrugado que será progresada por dentro del colon por el equipo quirúrgico. Tiene la dificultad de ser más contaminante.

· La introducción de la sonda desde el ano luego de efectuada la anastomosis. Tiene la desventaja de traumatizar la sutura.

· La colocación de una sonda balón por la boca que se progresa hasta el ciego. Es un método engorroso.

· El lavado retrógrado mediante un tubo que irriga y recoge el líquido y se coloca en el colon inmediatamente proximal a la obstrucción. No permite un lavado tan efectivo como las técnicas anterógradas.

En conclusión, cuando las condiciones del paciente son favorables, es indudable que la cirugía en un tiempo constituye el ideal ante una complicación originada en un cáncer colorrectal.

Por medio de esta táctica se extirpa el tumor antes de que continúe diseminándose, se otorga mayor bienestar al paciente al evitar una ostomía, se logra una menor morbilidad en casos seleccionados y se reducen los tiempos de hospitalización y los costos.

Con respecto a la anastomosis primaria en la cirugía de urgencia por cáncer colorrectal se dan dos situaciones en las que la conducta no admite demasiadas dudas:

1.      En la perforación, sea por diastasis del ciego secundaria a una obstrucción o más raramente a nivel del tumor, la peritonitis asociada impide en la mayoría de los casos el restablecimiento inmediato de la continuidad intestinal.

2.      Por el contrario, en la oclusión por tumores ubicados en el colon proximal al ángulo esplénico y en ausencia de perforación diastásica del ciego no existen mayores dificultades para efectuar la anastomosis.

Por su parte, en las oclusiones del colon izquierdo que se presentan en pacientes que reúnen condiciones favorables, tanto locales como generales, es posible distinguir dos situaciones:

1.      En los tumores de la proximidad del ángulo esplénico y el colon izquierdo alto, especialmente con válvula. ileocecal continente, la colectomía subtotal aparece como una opción razonable.

2.      En los tumores del colon izquierdo bajo, la descompresión y la evacuación colónica con lavado intraoperatorio anterógrado o sin él parece constituir la táctica más apropiada.

 

Oclusión por estrangulamiento herniario o por eventración

Los estrangulamientos herniarios representan entre el 2-18% de las causas de oclusiones agudas del intestino delgado, según las series. El cuadro se manifiesta por un abultamiento sensible e irreducible: inguinal, crural o con relación a una vieja cicatriz. Entonces el diagnóstico suele ser fácil.

En caso de obesidad, de duda diagnóstica con una adenopatía infectada, un aneurisma infectado de la arteria femoral (antecedentes de derivación femoral, de toxicomanía intravenosa) o una pequeña hernia crural o femoral estrangulada, la ecografía y la TC abdominopélvica rectifican el diagnóstico de manera muy fiable.

Para las hernias inguinales, crurales o femorales, la quelotomía es la misma que para las reparaciones herniarias en frío. Por esta incisión selectiva pueden efectuarse todas las maniobras necesarias: resección-anastomosis de un asa intestinal o de epiplón necrosado, resección del saco herniario y reparación de la pared abdominal.

Las perforaciones digestivas se producen por lo general después de 6 horas de estrangulamiento digestivo, lo que explica la importancia de efectuar la exploración quirúrgica de urgencia de estas hernias. En caso de isquemia o de perforación intestinal, en la mayoría de los casos el derrame se acumula en el saco herniario. Además, antes de abrirlo, conviene proteger los bordes de la incisión, prevenir una reintroducción accidental del segmento digestivo durante la manipulación del saco, antes de haber evaluado su vitalidad o integridad y, en ocasiones, ensanchar el cuello de la hernia para reintegrar las estructuras al final del procedimiento y evitar la contaminación de la cavidad peritoneal.

No se recomienda la reparación parietal mediante una prótesis de material sintético no reabsorbible, pues el riesgo infeccioso no es desdeñable. Algunas series limitadas de pacientes revelarían una falta de complicaciones notables tras la colocación de prótesis en la urgencia. Estos primeros resultados deben confirmarse con series más numerosas. En la urgencia, la pared siempre puede repararse con las estructuras anatómicas vecinas (técnicas de Shouldice, MacVay, Bassini) mediante sutura con hilo no reabsorbible y no trenzado, lo cual contribuye a minimizar el riesgo de colonización bacteriana (polipropileno 0).

Así mismo, los estrangulamientos por hernia de la pared abdominal anterior (umbilical, línea blanca, hernia de Spiegel) se alcanzan por una vía de acceso selectiva.

La liberación de un asa incarcerada y su tratamiento pueden necesitar el ensanchamiento del cuello.

La reparación se efectúa a continuación con una sutura simple, sin material protésico: sutura continua, puntos  separados  o  en  X  con  hilo  no  reabsorbible.  Todas  las  cicatrices  pueden  terminar  con  una eventración estrangulada: cicatriz mediana, MacBurney, antiguos orificios de enterostomía o de trocares y, más raramente, cicatrices subcostales, transversales o lumbares.

La incisión se hace sobre la antigua cicatriz, en toda o parte de su longitud, con el fin de obtener una exposición correcta de la o las asas estranguladas, en algunos casos resecadas y anastomosadas.

La reparación parietal se efectúa sin añadir una prótesis sintética reabsorbible. Puede aplicarse un refuerzo parietal de forma temporal con una prótesis de tejido reabsorbible intraperitoneal sobre las asas y debajo del orificio de eventración, sin aumentar el riesgo infeccioso.

La pared se cierra simplemente mediante sutura continua o puntos en X con hilo no reabsorbible, previa resección del saco de eventración y revitalización de los bordes aponeuróticos.

Si la sutura parietal no puede efectuarse sin tensión, a distancia de los bordes de la eventración se practican incisiones de descarga aponeurótica «en tresbolillo» sobre la aponeurosis anterior de los músculos rectos del abdomen.

 

Tratamiento Hernia Hiato de Winslow

En general, la vía media se suele recomendar ante un síndrome oclusivo agudo, en ausencia de un diagnóstico preoperatorio. Aunque no esté descrita en la literatura, la vía laparoscópica puede plantearse con fines diagnósticos o terapéuticos, sobre todo en caso de estrangulación herniaria poco intensa, que permita una reintegración del intestino sin dificultad. Sin embargo, el hiato de Winslow sigue siendo en cualquier caso de difícil acceso por laparoscopia.

Diagnóstico peroperatorio

Como, en general, el hiato es inaccesible a la vista, el diagnóstico se realiza ante la asociación de un estómago que aparece proyectado hacia delante por una masa intestinal situada en la trascavidad de los epiplones y de la presencia anómala de asas intestinales ascendidas y fijadas hacia la región del hilio hepático.

Maniobras de reducción

La reducción suele realizarse por simple tracción. Ésta debe ser siempre suave y prolongada. Si el intestino herniado no puede reducirse de esta forma, se plantean varias maniobras. Se han propuesto la dilatación con el dedo y el desbridamiento del hiato, pero hoy en día ya no se suelen recomendar. Por el contrario, otras dos maniobras parecen menos peligrosas: el despegamiento duodenopancreático según la maniobra de Kocher [(Dorian, 1954)], o bien la abertura de la trascavidad de los epiplones por despegamiento coloepiploico o por sección del ligamento gastrocólico. En caso de necrosis intestinal, el tratamiento quirúrgico responde a los criterios habituales de la resección.

Tratamiento preventivo

Para evitar cualquier recidiva, es fundamental recolocar el intestino y el epiplón mayor en posición anatómica. No obstante, no se recomienda la obturación del hiato de Winslow por sutura directa, por una parte debido a los riesgos de herida vascular, e incluso de trombosis de la vena porta, y por otra porque éste se suele obturar de forma espontánea, ante la reacción inflamatoria local postoperatoria (Lisalo, 1978). Por último, algunos autores proponen liberar el ángulo cólico derecho para fijarlo a la pared abdominal anterior con el fin de no permitir al intestino delgado ningún acceso al compartimiento supramesocólico.

 

Hernias internas a través de un orificio anómalo Hernias transepiploicas

Tratamiento

Vía de acceso

En general, la vía medial suele recomendarse ante un síndrome oclusivo agudo, en ausencia de un diagnóstico preoperatorio. No obstante, puede plantearse la vía laparoscópica, con fines tanto diagnósticos como terapéuticos, en la medida en la que el defecto es anterior, con frecuencia fácil de identificar y reparable sin dificultad especial con esta técnica.

Diagnóstico peroperatorio

Éste no suele plantear ningún problema, excepto en el caso de las hernias mixtas, que son excepcionales y que pueden modificar de forma considerable la anatomía, lo que provoca un rechazo significativo del estómago hacia adelante y hacia fuera.

Maniobras de reducción

La reducción suele realizarse por simple tracción, cualquiera que sea el tipo de hernia epiploica. Esta reducción puede resultar difícil a causa de adherencias adquiridas entre el intestino y el peritoneo que tapiza la trascavidad de los epiplones, por ejemplo. En tales condiciones, es preferible abrir de un modo más amplio la trascavidad de los epiplones mediante una incisión sobre el ligamento gastrocólico o agrandando el defecto. En caso de necrosis intestinal, la resección intestinal respeta las reglas habituales de la resección.

Tratamiento preventivo

Cualquiera que sea la localización del defecto, el tratamiento preventivo consiste tan sólo en un cierre de dicho defecto mediante puntos separados de hilos reabsorbibles o no, seguido de una recolocación anatómica del intestino y del epiplón(Gharemani, 1984). En ocasiones puede ser necesario resecar el delantal epiploico cuando éste parece demasiado modificado.

 

Hernias transmesentéricas

Tratamiento

Vía de acceso

La vía de acceso medial sigue estando indicada ante cualquier síndrome oclusivo del intestino delgado de etiología indeterminada. No obstante, la vía de acceso laparoscópica parece interesante sobre todo para esta indicación con fines diagnósticos, en ausencia de una distensión significativa del intestino delgado, que contraindicaría este método.

Diagnóstico peroperatorio

Suele ser sencillo, pues la identificación del defecto mesentérico no representa ninguna dificultad especial.

Maniobras de reducción

La maniobra consiste en reducir de forma progresiva el intestino delgado herniado mediante tracción suave, pero rechazándolo conjuntamente a través del defecto mesentérico. Cuando el cuello herniario es estrecho, la isquemia intestinal es habitual debido al retraso diagnóstico frecuente en tales casos. Por ello, tal vez resulte necesario agrandar el cuello mesentérico hacia arriba, con cuidado de localizar con anterioridad la arteria mesentérica superior, o hacia abajo, con cuidado de no lesionar la arcada marginal del íleo terminal. Entonces se precisa una transiluminación del mesenterio. En todos los casos, a fin de no lesionar un vaso nutricio marginal, la incisión previa de la hoja peritoneal al nivel del cuello debe preceder a la sección completa del mismo. Por último, en caso de necrosis intestinal, el tratamiento debe respetar las reglas clásicas de la resección.

Tratamiento preventivo

Consiste en obturar la brecha mesentérica con puntos separados de hilos, reabsorbibles o no, con cuidado de no lesionar los vasos de origen mesentérico que suelen bordear el defecto. En caso de que se sea posible, la sutura del defecto ha de ser transversal, a fin de ampliar la base del asa intestinal, pues una sutura longitudinal expondría a un vólvulo secundario del asa correspondiente.

 

Hernias transmesocólicas

Tratamiento

Vía de acceso

La vía medial sigue siendo la vía de acceso de elección ante una sospecha de hernia interna cuyo mecanismo sigue siendo impreciso en el preoperatorio. Aunque en teoría sea posible, aún no se ha descrito la vía de acceso laparoscópica para dicha indicación, y ésta sólo parece posible con fines terapéuticos en las formas simples.

Diagnóstico peroperatorio

En las formas simples, el diagnóstico es fácil ante un abombamiento del estómago o del ligamento gastrocólico, por detrás del cual abomban las asas de intestino delgado herniadas. En las formas complejas, el diagnóstico puede resultar muy complicado, debido a la ausencia de visualización del colon transverso, totalmente recubierto por la masa de intestino delgado herniado a través de un segundo orificio o entre las dos hojas del delantal epiploico. En este caso es necesario: localizar el ángulo cólico derecho y, con posterioridad, seguirlo por dentro para poder identificar el colon transverso, o bien exteriorizar la totalidad de la masa intestinal para comprender el cuadro. De esta forma, siempre se acaba identificando el defecto mesocólico.

Maniobras de reducción

Una vez que se comprende el mecanismo de la hernia, la reducción no suele plantear especiales dificultades, ya que estas hernias suelen ser poco o nada oclusivas. Para ello basta con traccionar de manera suave del intestino delgado hacia abajo, desenrollándolo a través del orificio herniario expuesto con  anterioridad.  Si  a  pesar  de  ello  la  reducción  resulta  difícil,  entonces  es  suficiente  realizar  un despegamiento coloepiploico para tener un acceso directo a la trascavidad de los epiplones, lo que facilita la reducción de forma considerable.

Tratamiento preventivo

Consiste en obturar el orificio herniario con ayuda de puntos separados de hilos, reabsorbibles o no, con cuidado de respetar los vasos mesocólicos adyacentes. Si existe un saco, debe realizarse una plicatura o resecarse (Merrot, 2003). Por último, si el defecto resulta especialmente considerable, es posible ayudarse de la cara posterior del estómago para llenarlo, cosiéndola al perímetro de la brecha, con hilo no reabsorbible.

 

Hernias a través del ligamento ancho del útero

Tratamiento

Vía de acceso

La vía de acceso puede ser indiferentemente clásica, por vía medial, o laparoscópica, muy interesante desde el punto de vista diagnóstico. Sólo la magnitud de la distensión intestinal debe hacer preferir la vía medial de forma sistemática.

Diagnóstico peroperatorio

El diagnóstico es sencillo en el peroperatorio, una vez que la paciente está colocada en posición de Trendelenburg y con la pelvis expuesta. En todos los casos, la búsqueda de la unión de intestino delgado normal-intestino delgado dilatado permite identificar rápidamente el ligamento ancho en cuestión.

Maniobras de reducción

Éstas no son específicas. En ocasiones es necesario agrandar el cuello para reducir la hernia. Entonces resulta deseable la sección del ligamento redondo o el agrandamiento del orificio en la zona avascular hacia atrás. De manera excepcional, la anexectomía puede ser necesaria en caso de reducción imposible o de brecha especialmente amplia. La necrosis intestinal no es excepcional, debido al diámetro normalmente moderado del defecto y al retraso terapéutico frecuente cuando la paciente no tiene cicatriz abdominal. En este caso, el tratamiento debe respetar las reglas clásicas de la resección intestinal.

Tratamiento preventivo

Debe suturarse la brecha con puntos separados de hilos, reabsorbibles o no. Si existe un saco peritoneal, éste debe resecarse preferiblemente. Por último, la anexectomía puede estar indicada si la reparación parece difícil o la paciente es demasiado mayor.

 

Hernias en la trascavidad de los epiplones

Tratamiento

Vía de acceso

La vía de acceso medial sigue siendo la vía clásica en esta indicación. No obstante, varias publicaciones han sugerido el interés del acceso laparoscópico, con fines tanto diagnósticos [Finck, 2000) como terapéuticos (Uematsu, 1998). Sin embargo, como subrayan varios autores, la vía de acceso laparoscópica sigue siendo delicada en la urgencia, en caso de cuadro oclusivo grave (Moran, 2004).

Diagnóstico peroperatorio

En todos los casos se localiza primero el intestino delgado herniado bajo una hoja peritoneal, que no es más que el mesocolon descendente. Cuando la hernia sólo afecta al yeyuno proximal y el volumen de la hernia es moderado, el diagnóstico resulta sencillo. Si la hernia es voluminosa, puede extenderse por arriba hasta el páncreas, descender hasta la pelvis y sobrepasar por fuera el colon descendente, que se encuentra proyectado hacia adelante o totalmente escondido hacia atrás. El diagnóstico, más difícil, requiere entonces primero la localización del orificio herniario, situado siempre a la derecha y por detrás de la masa. Para ello suele ser necesario volcar por la izquierda la masa intestinal herniada. Por último, como el borde libre del cuello herniario está constantemente bordeado por un vaso que no es otro que la vena mesentérica inferior, su identificación también participa en el diagnóstico etiológico.

Maniobras de reducción

En primer lugar, hay que localizar el íleon terminal, que se exterioriza a través del cuello, y después hay que contentarse con traccionarlo de manera progresiva con cuidado. La mayoría de estas hernias tiene un cuello largo y poco apretado, lo que permite lograr una reducción completa por simple tracción. Si éste no es el caso y el contenido se revela demasiado edematoso o adherente, puede ser necesario desbridar el cuello para facilitar la reducción. El desbridamiento debe hacerse siempre hacia abajo, pues la parte de arriba del cuello suele estar rodeada de duodeno. No obstante, el riesgo vascular de este desbridamiento es considerable. Por ese motivo, algunos autores proponen incidir la pared anterior del saco, recordando que se trata del mesocolon descendente, a fin de facilitar la reducción manual de la hernia mediante un acceso directo al intestino delgado. En este caso, es fundamental el cierre de la brecha mesocólica creada de esta forma. En caso de necrosis intestinal, la resección debe ser lo más económica posible, debido al riesgo de intestino corto cuando la isquemia es extensa. Por este motivo, ante la duda, en ocasiones hay que renunciar inicialmente a una resección extensa del intestino delgado, proceder a un cierre cutáneo exclusivo para disminuir la presión intraabdominal y más tarde programar una reexploración quirúrgica a las veinticuatro horas.

Tratamiento preventivo

Debe evitarse cualquier intento de escisión del saco herniario. Es suficiente proceder al cierre del orificio herniario con ayuda de puntos separados de hilos reabsorbibles o no. Este cierre debe respetar los vasos que discurren tanto por el borde libre del cuello por delante (vena mesentérica inferior, arteria cólica superior izquierda), como por el retroperitoneo por detrás (aorta, arteria mesentérica inferior, etc.).

 

Hernias paraduodenales derechas

Tratamiento

Vía de acceso

La vía de acceso medial sigue siendo la vía clásica para esta indicación. Sin embargo, algunas publicaciones recientes revelan el interés del acceso laparoscópico (Antedomenico, 2004). Sin embargo, la experiencia es insuficiente para concluir sobre el interés de esta vía de acceso, sobre todo si existe una distensión mayor del intestino delgado ocluido.

Diagnóstico peroperatorio

En primer lugar, se identifica el intestino delgado herniado bajo un pliegue peritoneal que no es otra cosa que el mesocolon ascendente. El saco herniario puede extenderse hacia arriba, hacia abajo o bien por fuera, pasando por delante o por detrás del colon ascendente, dependiendo de que la totalidad del intestino delgado o sólo su parte proximal (o más rara vez su parte medial) se encuentre atrapada en la hernia. Más tarde debe localizarse el orificio herniario, que siempre se encuentra a la izquierda y, por lo general, arriba y detrás de la masa intestinal. En ocasiones, cuando la hernia es voluminosa, es necesario voltear sobre la derecha la masa intestinal para poder acceder al orificio de la hernia. Finalmente, una vez que se localiza el cuello, es posible identificar los vasos mesentéricos superiores o sus ramas, constantemente presentes en el borde libre del orificio, y cuya presencia contribuye al diagnóstico peroperatorio.

Maniobras de reducción

En primer lugar, hay que localizar el íleon o a veces el yeyuno, que se exterioriza a través del cuello, y contentarse con traccionar de manera progresiva con cuidado. Cuando estas hernias tienen un cuello amplio y poco apretado, una simple tracción basta para lograr una reducción completa. Si éste no es el caso y el contenido se revela demasiado edematoso o adherente, puede ser necesario desbridar el cuello para facilitar la reducción. No obstante, debido a la proximidad de los vasos mesentéricos superiores, la mayoría de los autores recomiendan más bien proceder a un despegamiento del colon derecho en el plano de la fascia de Toldt, maniobra que permite entonces una reducción directa de la hernia, si el saco se extiende tanto por delante como por detrás del colon ascendente [Dengler, 1989. Antedomenico, 2004) En caso de necrosis intestinal, la resección debe ser lo más económica posible, debido al riesgo de intestino corto cuando la isquemia es extensa. Por este motivo, en ocasiones, ante la duda se precisa renunciar en principio a una resección extensa del intestino delgado, procediendo al cierre cutáneo exclusivo para disminuir la presión intraabdominal y más tarde programar una reexploración quirúrgica a las veinticuatro horas.

Tratamiento preventivo

A diferencia de las formas izquierdas, en las que la obturación del orificio herniario suele ser suficiente, esta situación es mucho más rara en las formas derechas (Turley, 1979), que suelen requerir un despegamiento cólico derecho para reducir lo mejor posible la hernia. En consecuencia, lo más lógico es completar esta disección mediante un despegamiento coloepiploico derecho y colocar el intestino en posición denominada de mesenterio común completo (Dengler, 1989. Shinohara, 2004) con la totalidad del intestino en el hemiabdomen derecho y la totalidad del colon en el hemiabdomen izquierdo, estando el ciego colocado en la fosa ilíaca izquierda, tras haber tenido cuidado de realizar una apendicectomía inicial.

 

Hernias pericecales

Tratamiento

Vía de acceso

Ante un síndrome obstructivo del intestino delgado de origen indeterminado, la vía de acceso de primera elección sigue siendo la medial. No obstante, aunque aún no se haya descrito ninguna publicación, la vía de acceso laparoscópica parece en teoría adaptada perfectamente a esta situación, por al menos tres motivos: por una parte, debido a la gran experiencia adquirida por los cirujanos del aparato digestivo en esta región anatómica por vía laparoscópica; por otra, a causa del volumen en general moderado de la hernia, que debe reducirse; por último, como consecuencia de la simplicidad del tratamiento preventivo, perfectamente realizable por laparoscopia.

Diagnóstico peroperatorio

Evidente en el peroperatorio, el diagnóstico se confirma en cuanto se observa una proyección anterior del ciego, por detrás del cual se introduce el íleon terminal. El orificio herniario suele mirar hacia abajo y hacia dentro.

Maniobras de reducción

La reducción consiste en una tracción suave sobre el íleon terminal herniado, que suele ser suficiente. En caso contrario, es posible agrandar el orificio herniario seccionando uno de los repliegues retroperitoneales que forman el cuello herniario, o de un modo más radical procediendo al despegamiento del colon ascendente en el plano de la fascia de Toldt derecha.

Tratamiento preventivo

Es suficiente el cierre del orificio herniario mediante puntos separados de hilo, reabsorbibles o no. En caso de despegamiento cólico derecho, basta con recolocarlo anatómicamente y luego fijar el ciego al peritoneo posterior.

 

Hernias intersigmoideas

Tratamiento

Vía de acceso

La vía de acceso medial sigue estando indicada de primera línea ante cualquier síndrome obstructivo de intestino delgado de origen indeterminado. No obstante, aunque no se haya descrito ninguna publicación, parece que la vía de acceso laparoscópica puede plantearse con esta indicación si el cirujano posee buena experiencia en esta técnica en cirugía colorrectal.

Diagnóstico peroperatorio

Nunca evidente a primera vista, la confirmación de este diagnóstico requiere la búsqueda previa de la unión intestino delgado normal-intestino delgado dilatado. Para ello, el cirujano debe levantar el asa sigmoidea por detrás de la cual se sitúa el orificio herniario que mira hacia abajo. En general, la localización del asa de intestino delgado situada proximalmente a la hernia se facilita porque ésta rodea anormalmente al colon sigmoide para luego sumergirse por detrás del mismo hasta el cuello herniario, lugar del estrangulamiento.

Maniobras de reducción

Como por lo general el orificio herniario es estrecho, no siempre resulta fácil reducir el asa herniada, con una isquemia regular y a menudo necrosada. Si la reducción manual mediante tracción prudente sobre el intestino delgado es imposible, hay que proceder al despegamiento del colon ilíaco y de la raíz secundaria del colon sigmoide para poder extraer el asa herniada. En caso de necrosis intestinal, el tratamiento se realiza según los criterios y los principios habituales de la resección intestinal de urgencia.

Tratamiento preventivo

Consiste en cerrar el orificio herniario mediante dos o tres puntos separados de hilos, reabsorbibles o no, con cuidado de no lesionar las estructuras vasculares vecinas, siempre presentes. En caso de despegamiento de la raíz secundaria del colon sigmoide, ésta puede fijarse al peritoneo posterior, también mediante puntos separados.

 

Hernias infraperitoneales Hernias supravesicales

Tratamiento

Vía de acceso

La vía de acceso debe ser medial en caso de gran dilatación del delgado. No obstante, la vía laparoscópica parece especialmente indicada desde el punto de vista tanto diagnóstico como terapéutico, debido al acceso fácil mediante laparoscopia de la región prevesical y de la generalización de la exploración laparoscópica de la región inguinal hoy en día.

Diagnóstico peroperatorio

Debido al carácter superficial del cuello herniario, siempre es sencillo.

Maniobras de reducción

La técnica de reducción no es específica; no obstante, suele requerir una sección previa del cuello herniario, debido a su carácter estrecho y a menudo escleroso. La sección de la arteria umbilical no plantea ningún problema; por el contrario, la arteria epigástrica debe localizarse con anterioridad, y si es posible debe respetarse. Si existe una necrosis intestinal, el tratamiento debe respetar los principios de la resección intestinal.

Tratamiento preventivo

Aunque algunos autores hayan propuesto la eversión, y posteriormente la resección del saco herniario, la mayoría opta por un cierre simple del orificio, mediante puntos separados de hilos, reabsorbibles o no (Koksov, 1995.Mehran, 2004).

 

Oclusiones por obstrucción

La oclusión aguda del intestino delgado por una obstrucción representa alrededor del 3% de todas las oclusiones intestinales.

La obstrucción puede ser interna (en la luz del tubo digestivo) o externa (parietal), lo que provoca una compresión oclusiva.

 

Oclusiones por obstáculo intraluminal

Íleo biliar Es una complicación oclusiva infrecuente que representaría algo más del 1% de las causas de oclusiones agudas del intestino delgado y complicaría alrededor del 0,3% de las enfermedades litiásicas biliares.

La oclusión se produce por el paso de un cálculo vesicular voluminoso, de más de un centímetro, a través de una fístula biliodigestiva, en general colecistoduodenal, constituida a causa de una colecistitis enfriada con antibióticos o no tratada de forma.

El cálculo, a menudo único, impactará en el intestino delgado, en más del 70% de los casos en el íleon distal. En el cuadro clínico prevalece un síndrome oclusivo febril del intestino delgado, pues el episodio de colecistitis suele ser de larga data.

Las pruebas de imagen demuestran una obstrucción cálcica en el intestino delgado, con aerobilia casi constante en la TC y engrosamiento de las paredes de la vesícula biliar, asociado a modificaciones inflamatorias de la región subhepática. La urgencia implica retirar el obstáculo por laparotomía, ya que hasta ahora la laparoscopia no está indicada en este tipo de oclusión.

Se empuja el cálculo a distancia de la zona de intestino delgado fragilizada por la oclusión y se extrae a través de una enterotomía. Es necesario palpar todo el intestino para verificar la ausencia de otros cálculos asociados. No es de ningún modo recomendable la colecistectomía como primera elección en la misma fase por los riesgos considerables de fístula duodenal, difícil de reparar, las dificultades técnicas derivadas de una pediculitis intensa y los riesgos de lesiones iatrogénicas de las estructuras adyacentes: vía biliar, duodeno, colon transverso.

El riesgo de recidiva de íleo o complicación biliar, persistente o recurrente, es bajo tras una simple enterotomía; también es motivo de controversia la indicación de una colecistectomía sistemática en la misma intervención o a distancia del episodio agudo.

 

 

 


 

 


Figura: 45 Enterotomía de extracción (imagen intraoperatoria).

 

Cuerpos extraños

Todos los cuerpos extraños ingeridos pueden causar una oclusión aguda del intestino delgado por el diámetro de los mismos (superior a 1 cm), la forma (alargada, puntiaguda), la consistencia (hueso, metal), la superficie (moldeable) o la textura (fibrosa, gruesa). La mayoría de las veces se describen como casos clínicos debido a la gran variedad de objetos causales. Están especialmente expuestos a este tipo de complicaciones los niños, las personas mayores edéntulas, los enfermos psicóticos o las personas que consumen una alimentación rica en fibras.

El objeto causal suele atravesar con facilidad la unión duodenoyeyunal y se bloquea en el intestino delgado a la altura de un pliegue natural de éste, de una zona adherencial o estenosada (anastomosis, tumor, divertículo de Meckel) o se impacta en la unión ileocecal.

Así, la impactación de un cuerpo extraño en el intestino puede complicarse con una obstrucción completa o incompleta, una perforación o hemorragia. La mayoría de las veces, la TC  permite  sospechar  la presencia de un cuerpo extraño intraluminal.

La causa más frecuente, que supone hasta el 4% de las oclusiones agudas del intestino delgado según algunos autores, sin considerar el íleo biliar, es la impactación de fibras por un bezoar: fitobezoar en caso de fibras alimentarias, tricobezoar en caso de una masa de cabellos o pelos.

Los factores de riesgo son los alimentos ricos en fibras, los antecedentes de cirugía abdominal, en particular gástrica, o un mal estado dental. El tratamiento quirúrgico se recomienda ampliamente y la laparoscopia podría cumplir una función diagnóstica y terapéutica.

Los principios de la intervención consisten en una palpación completa del intestino delgado, del estómago y del marco cólico. El bezoar debe fragmentarse por digitoclasia, en ausencia de sufrimiento isquémico del intestino delgado de la zona afectada y, si es posible, hay que empujarlo a través de la válvula de Bauhin. Si no es posible la fragmentación, puede efectuarse una enterotomía o, más raramente, una resección- anastomosis en caso de sufrimiento intestinal asociado.

En todos los casos, al finalizar la intervención debe efectuarse una fibroendoscopia esofagogastroduodenal con el fin de retirar un posible bezoar gástrico residual. La obstrucción aguda puede producirse debido a la acumulación de gusanos de áscaris (Ascaris lumbricoides), que siempre necesitan una evacuación por enterotomía o resección-anastomosis del intestino delgado.

Esta afección se observa de preferencia en el sudeste asiático, en Latinoamérica o en África.

Cabe señalar la incidencia creciente de la ingestión voluntaria de bolsitas de drogas, sobre todo de cocaína.   En presencia de signos de intoxicación, los body packers deben ser intervenidos de urgencia debido a las consecuencias graves que acarrea la fisura de una bolsita o la oclusión. Las bolsitas se extraen mediante tantas enterotomías como sean necesarias; cualquier manipulación o tentativa de movilización manual de las mismas debe ser sumamente suave. La palpación de todo el tubo digestivo en busca de otras bolsitas y la práctica de una TC postoperatoria se efectúan de forma sistemática para confirmar la ausencia de bolsitas residuales.

 

Oclusión por obstáculo parietal Tumores del intestino delgado.

Los tumores malignos primarios del intestino delgado representan el 1-2% de todos los cánceres digestivos y alrededor del 5% de las oclusiones agudas del intestino delgado.

En la mayoría de los casos, su hallazgo es producto de una complicación, por lo general oclusiva, más raramente hemorrágica o a causa de una perforación. Los tipos histológicos más frecuentes varían según las series, pero en la mayoría de los casos se trata de adenocarcinomas (el 30% aproximadamente), tumores carcinoides (en torno al 30%), linfomas (alrededor del 20%), tumores sarcomatosos (cerca del 20%) y más raramente de metástasis (adenocarcinoma, melanoma, etc.).

Lo que caracteriza a estos tumores es que su hallazgo se produce a una edad relativamente joven, por término medio entre los 50-55 años, pero tienen un pronóstico relativamente sombrío: el índice de supervivencia a 5 años es del 30-40% para cualquier tipo histológico, salvo para los tumores carcinoides, cuyo índice de supervivencia a 5 años es del 60%.

El hallazgo intraoperatorio de un tumor del intestino delgado responde a los imperativos oncológicos clásicos: exploración completa de toda la cavidad peritoneal en busca de una carcinosis, exploración del mesenterio en busca de adenopatías, palpación del hígado y palpación minuciosa de todo el intestino delgado y del marco cólico en busca de una segunda localización o de un tumor primario potencial. La exéresis intestinal debe ser amplia y rebasar en al menos 5 cm los límites del tumor.

El vaciamiento ganglionar debe seguir el eje mesentérico lo más lejos posible y ajustarse a lo que indique la palpación de posibles adenopatías sospechosas. La calidad y la extensión de la resección inicial (que, si es necesario, afectará a los órganos adyacentes) condicionan el riesgo de recidiva, ya que ningún tratamiento adyuvante (quimioterapia, radioterapia) parece servir de complemento a una cirugía incompleta, cualquiera que sea la edad, la localización o el tipo histológico.  La anastomosis es posible en la inmensa mayoría de los casos, pero la práctica de una doble enterostomía se discute en cada uno de ellos en función de las condiciones generales (shock séptico o hemodinámico) o locales (peritonitis, sufrimiento isquémico del intestino restante).

                                          

 

 

 

 


 

 

Figura:  47 Resección de un tumor del intestino delgado por oclusión aguda (imagen intraoperatoria).

 

Hematomas de la pared del intestino delgado

En la gran mayoría de los casos, el hematoma intramural responsable de una oclusión aguda del intestino delgado se produce de forma espontánea en un paciente tratado con anticoagulantes a largo plazo y, mucho más raramente, después de un traumatismo abdominal.

La TC permite formular el diagnóstico positivo con una sensibilidad de casi el 100%. La mayoría de las veces, el tratamiento es e incluye el control del tratamiento anticoagulante. La regresión del hematoma y de los síntomas se produce en alrededor de una semana. Los signos iniciales de mala tolerancia clínica, de peritonitis o de persistencia de la oclusión deben conducir a una laparotomía exploratoria. El procedimiento incluye la resección-anastomosis del segmento intestinal afectado, pues la evaluación de la vitalidad del intestino es a menudo difícil de hacer.

 

Divertículo de Meckel

Es la anomalía congénita que se observa con más frecuencia en la población general: este resto del conducto onfalomesentérico estaría presente en más del 2% de la población general.

Alrededor del 4% de los divertículos presentaría complicaciones : oclusiones agudas febriles relacionadas con un proceso inflamatorio o infeccioso (diverticulitis), la migración de un enterolito a la luz intestinal, una brida o adherencia en la punta del divertículo, la invaginación del intestino delgado en el divertículo o el estrangulamiento del divertículo en una hernia inguinal (hernia de Littré).

Las otras complicaciones más frecuentes son la hemorragia aguda u oculta, la perforación o la presencia de un tumor en el divertículo (adenocarcinoma primario o relacionado con una metaplasia gástrica o pancreática).

El diagnóstico de divertículo de Meckel complicado se facilita con la TC. La intervención consiste en la resección-anastomosis del íleon, con el centro en el divertículo, o en la diverticulectomía simple mediante aplicación de una pinza mecánica en su base. Ante el hallazgo fortuito de un divertículo de Meckel con motivo de otra intervención abdominal, para algunos autores la exéresis no es de ningún modo recomendable, ya que el índice de complicaciones espontáneas es bajo, mientras que para otros, la exéresis debe hacerse de forma sistemática por el riesgo de complicaciones, de alrededor del 6%, que persiste toda la vida . Puede recomendarse la exéresis de un divertículo encontrado de forma accidental si éste es gigante, se asocia a un enterolito o una brida o tiene una consistencia dudosa.

Si la base de implantación es ancha, lo más simple es efectuar la clásica resección-anastomosis del íleon. También es posible grapar la base del divertículo sobre el borde antimesentérico del intestino delgado (TA 60 mm, TX 60 mm), con cuidado de resecar todo el divertículo y no estenosar la luz intestinal.  La línea de grapas puede completarse con una sutura continua o con puntos separados (hemostáticos) con hilo de reabsorción lenta (poliglactina 4/0)

 

Lesiones por radioterapia

Las complicaciones intestinales por radioterapia abdominal o pélvica se producen de forma casi inevitable en el 50% de los pacientes que reciben una dosis superior a 65 Gy.

De estos pacientes, más del 30% se vuelve refractario a un tratamiento conservador y deben ser operados. Las lesiones por irradiación más frecuentes son las estenosis del intestino delgado, las adherencias intraperitoneales, las fístulas y los abscesos peritoneales.

La cirugía es difícil, con alta morbilidad (30%) y una mortalidad considerable (5%). Con todo, deben priorizarse los procedimientos de resección intestinal amplia en las zonas afectadas, aun cuando las anastomosis se complican con fístulas en el 10-30% de los casos. Si una adhesiólisis completa se revela imposible o peligrosa, se recomienda una técnica de derivación quirúrgica: anastomosis enteroentérica o enterocólica para saltar una zona obstruida no disecable. Los dos segmentos que se van a anastomosar se adosan por sus bordes antimesentéricos.  En cada extremo de los segmentos se crea un orificio que llegue hasta la luz intestinal y por ellos se introduce una pinza de sutura mecánica (GIA 80 o TLC 75, recarga azul).

La anastomosis se efectúa según los mismos principios de una anastomosis mecánica clásica.

Lesiones por radioterapia Los orificios de introducción se cierran con sutura mecánica lineal (TL o TA) y la línea de grapas se completa mediante una sutura continua hemostática con hilo de reabsorción lenta (poliglactina 4/0). La anastomosis manual laterolateral también es posible, pero con los inconvenientes de tener una duración más prolongada y contaminar con más frecuencia el campo quirúrgico por la apertura longitudinal de los segmentos que se van a anastomosar.

 

Caso especial: la invaginación enteroentérica

La intususcepción del intestino delgado dentro de sí mismo es una causa excepcional de obstrucción aguda del intestino delgado: alrededor del 1% en el adulto.

Las manifestaciones clínicas son las de la obstrucción en general, pero a veces están precedidas por crisis dolorosas abdominales espasmódicas (distensión y vómitos) de varias semanas o meses de evolución. La TC abdominal ofrece las mejores imágenes diagnósticas al demostrar un engrosamiento localizado del intestino, en doble contorno o en diana

Una causa orgánica es responsable de la invaginación (lead point) en alrededor del 90% de los casos: tumor maligno o benigno (lipoma, pólipo), cuerpo extraño, divertículo de Meckel.

Cualquier masa intraluminal, parietal o extraluminal (carcinosis, hematoma parietal, adenopatía) podría ser responsable de una invaginación.

En todos los casos debe indicarse una laparotomía exploratoria debido a que la ausencia de una causa manifiesta representa a menos del 10% de los pacientes y que la resolución espontánea del síndrome es infrecuente. Si la longitud de intestino afectado implicara una resección demasiado amplia o si la causa fuera supuestamente benigna, puede intentarse una desinvaginación manual.

La tracción debe ser suave y la zona quirúrgica protegerse con campos embebidos en solución antiséptica, por la posibilidad de que se produzca un desgarro al hacer la maniobra o una perforación del intestino en la intususcepción.

Cuando el intestino está desplegado por completo, la palpación permite, en la mayoría de los casos, poner de manifiesto la causa de la obstrucción.

La resección-anastomosis incluye la causa de la obstrucción, pero también hay que ampliarla teniendo en cuenta el sufrimiento isquémico. Si no es posible efectuar la desinvaginación o la cabeza de la invaginación es manifiestamente inviable, la resección-anastomosis toma esta zona en bloque, con la precaución de practicar la anastomosis en una zona intestinal sana y bien vascularizada.

Cuando ningún procedimiento de resección o de anastomosis es factible, la indicación es una enterostomía lateral de derivación

 

Oclusiones por obstáculo extraluminal

Cualquier masa abdominal puede comprimir y ocluir el intestino delgado de forma parcial o completa: tumores (peritoneal, subperitoneal, retroperitoneal), absceso, hematoma, cuerpo extraño (textiloma, migración de material protésico parietal, pélvico u ortopédico).

El tratamiento causal es suficiente para anular la oclusión. Las carcinosis peritoneales (tubo digestivo, ovarios, vejiga, etc.) se complican invariablemente con una oclusión, en especial del intestino delgado, al final de su evolución. El diagnóstico preoperatorio suele ser difícil, ya que la TC ofrece pobres resultados. Cualesquiera que sean las circunstancias de hallazgo, la dificultad de la intervención quirúrgica está determinada por la extensión de la carcinosis: puede tratarse de un nódulo único o de nódulos múltiples que permitan una resección-anastomosis en bloque del intestino, incluso de órganos adyacentes, o de una carcinosis que imposibilite una resección. En este caso, debe intentarse una derivación o, si no, queda la posibilidad de hacer una enterostomía o una gastrostomía de derivación como último recurso.

 

Oclusiones por isquemia

En el cuadro clínico inicial a menudo prevalecen los dolores abdominales intensos, asociados a una oclusión aguda del intestino delgado, en un paciente con antecedentes de cardiopatía (arritmias, coronariopatía), de una arteriopatía avanzada o de angina mesentérica. El mecanismo reside, en más del 50% de los casos, en la embolización de un trombo que obstruye la arteria mesentérica superior y, en alrededor del 30% de los casos, en una trombosis relacionada con lesiones ateromatosas avanzadas; en más o menos el 20% de los casos, al no encontrarse una oclusión arterial, se piensa en una vasoconstricción intensa.

Las pruebas de imagen han permitido progresos considerables en el diagnóstico de urgencia, por medio de la TC de cortes múltiples con reconstrucciones angiográficas, que tiene una sensibilidad y una especificidad cercanas al 100% cuando es posible inyectar yodo. El pronóstico está directamente relacionado con la precocidad diagnóstica y terapéutica. A pesar de la contribución de las pruebas de imagen y del progreso de los tratamientos de reanimación, el índice de mortalidad se mantiene en el 60- 100% de los casos, sobre todo después de 24 horas.

La intervención quirúrgica, por laparotomía, consiste en evaluar la extensión de la isquemia intestinal.

En ausencia de una isquemia macroscópicamente irreversible, se recomienda una trombectomía de la arteria mesentérica superior, sobre todo si es extensa, pues esto parece relacionarse con un índice más elevado de supervivencia. Lo mejor sería hacerla antes de las resecciones intestinales de los segmentos necróticos, ya que varias asas pueden recuperar la vitalidad tras una revascularización mesentérica. Un segmento intestinal sospechoso o francamente isquémico debe resecarse; en este contexto no se recomienda ninguna anastomosis por el elevado riesgo de fístula postoperatoria debido a la extensión de la isquemia.

En consecuencia, hay que hacer una o varias enterostomías. Se recomienda una revisión sistemática (second look) a las 24-48 horas de la intervención según la evolución clínica, ante la posibilidad de tener que hacer resecciones adicionales de lesiones isquémicas intestinales que o bien se han extendido o bien se han formado de nuevo. En todos los casos debe instaurarse un tratamiento anticoagulante con una dosis eficaz, con el fin de evitar las recidivas embólicas precoces o las trombosis inducidas por las técnicas endovasculares realizadas (embolectomía mesentérica superior, derivaciones).

 

Oclusiones mixtas, funcionales y orgánicas

Las oclusiones febriles del intestino delgado constituyen una entidad especial.

Cualquier foco infeccioso o inflamatorio intraabdominal puede causar un íleo funcional. La causa más frecuente es la apendicitis aguda, abscedada o no, en posición mesocelíaca. La infección del apéndice puede estar tabicada por los órganos adyacentes (intestino delgado, epiplón, colon izquierdo) y formar una gran masa inflamatoria (plastrón), a veces abscedada. Un divertículo de Meckel inflamado, infectado, ulcerado o perforado produce el mismo cuadro. También pueden ser causa de íleo una sigmoiditis aguda, complicada o no, una colecistitis o una lesión pélvica (salpingitis, piosálpinx, endometritis, embarazo extrauterino, torsión de anexos, etc.).

En la mayoría de los casos, las oclusiones febriles del intestino delgado necesitan un tratamiento quirúrgico que consiste en la supresión del foco infeccioso: apendicectomía, resección segmentaria del intestino centrada en un divertículo de Meckel, evacuación de abscesos, etc. Si es necesario, el tratamiento se completa con un vaciamiento retrógrado del intestino y lavado y, en ocasiones, con un drenaje de la cavidad peritoneal.

 

Pronóstico.

La tasa de mortalidad global en la obstrucción intestinal se aproxima al 10 %, oscilando entre el 5 % cuando se trata de una oclusión simple y el 20- 40 % cuando existe compromiso vascular. Así, el pronóstico inmediato de estos pacientes está condicionado por la precocidad con que se instaure el tratamiento quirúrgico en los casos que desarrollan estrangulación y por la preparación del paciente previa a la cirugía. A más largo plazo, el pronóstico dependerá de la causa de la obstrucción. En este sentido, diversos estudios señalan la edad, la presencia de enfermedades asociadas, la obstrucción de causa neoplásica, el retraso en la indicación de la intervención quirúrgica y la estrangulación como factores independientemente relacionados con la evolución de estos pacientes.

 

Conclusiones

La oclusión intestinal aguda es una urgencia frecuente que hay que saber detectar clínicamente ante un cuadro que, en grados variables, asocia dolores abdominales, vómitos e interrupción del tránsito intestinal. El cuadro es a menudo incompleto al comienzo del síndrome, pero esto no debe hacer que se minimice su potencial gravedad.

Las hernias internas, por lo general congénitas, representan una causa excepcional (menos del 1%) de las oclusiones intestinales agudas del adulto.

No obstante, hay que pensar en ellas ante una oclusión que aparece en ausencia de cualquier antecedente de cirugía abdominal o pélvica.

El desarrollo de la intervención siempre debe incluir una exploración completa de toda la cavidad abdominopélvica y de todo el intestino delgado.

El diagnóstico se confirma con las radiografías simples de abdomen: imágenes hidroaéreas (placa en bipedestación) y diagnóstico topográfico: intestino delgado o colon (placa en decúbito supino).

La TC abdominopélvica es el método de diagnóstico más preciso en los casos difíciles.

Las causas funcionales (íleo paralítico) constituyen un diagnóstico de exclusión y la mayoría de los síndromes oclusivos tienen una causa que necesita tratamiento quirúrgico.

La exploración física permite determinar la hora de la cirugía, si está indicada: en la urgencia, en dos situaciones: en caso de shock o de fiebre (indicio de una complicación séptica), de dolores espontáneos intensos, de dolor provocado típico y localizado o, con mayor razón, de defensa abdominal (signos a favor de sufrimiento de asa); en modalidad diferida, tras el fracaso del tratamiento médico instaurado tras una exploración física y una TC inicial tranquilizadoras.

La brida intraperitoneal es la causa más frecuente de oclusión aguda del intestino delgado.

No se debe realizar ninguna sección antes de la identificación de todos los elementos, del reconocimiento de una posible anomalía embriológica y de la comprensión de la anatomía de la oclusión.

El pronóstico vital depende de la causa de la oclusión y, sobre todo, de la rapidez en formular  el diagnóstico e instaurar el tratamiento.

 

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