Apendicectomia
abierta.
Dr. Juan Hernández
Orduña.
Manejo quirúrgico de apendicitis aguda
El tratamiento correcto de la apendicitis
aguda es la apendicectomía de
urgencia. Puede realizarse a través de
una cirugía abierta o laparoscópica.
Los principales argumentos en
favor de la laparoscopia son 4:
1. mejor resultado estético;
2. disminución del dolor y la morbilidad parietal;
3. reducción del tiempo de ingreso y de alta;
4. posibilidad de corregir un diagnóstico erróneo, sobre todo
en la mujer;
5. obesidad. (Enochsson, 2001)
En favor de la laparotomía hay
que recordar que:
1. es fácilmente reproducible;
2. la duración media de la intervención es más corta;
3. la frecuencia de abscesos endoabdominales es menor (Pairk,
1997);
4. el coste hospitalario es indiscutiblemente más bajo.
(Heiklinen, 1998)
Las ventajas de la
apendicectomía laparoscópica en relación a la laparotomía necesitan estudios
adicionales. Por estos motivos, la apendicectomía laparotómica sigue siendo hoy
día una técnica adecuada (Moberg, 2005. Long, 2001. Pescjaud, 2006).
Apendicectomía «simple» en apendicitis aguda catarral
Acceso por vía de McBurney. Incisión cutánea
Se sitúa en el punto de McBurney, en la
unión del tercio externo con los dos tercios internos de la línea que une el
ombligo a la espina ilíaca anterosuperior. Clásicamente, es vertical oblicua.
También puede ser horizontal siguiendo el pliegue cutáneo medio en su parte
externa. Es manifiestamente más estética.
Fig. 1. Incisiones cutáneas: 1. Vertical oblicua
clásica. 2. Incisión aconsejada. 3. Incisión baja.
Un artificio banal puede ser
de utilidad. Se practican muescas de localización con la punta del bisturí
antes de colocar los campos. En efecto, una vez éstos dispuestos, la
localización exacta de la incisión se hacen al azar y es imprecisa.
Tiempo parietal: acceso por disociación. Plano aponeurótico
superficial
Se debe apartar con
separadores de Farabeuf el tejido celular subcutáneo con la fascia
superficialis en profundidad, más que seccionar hasta el plano de la
aponeurosis del oblicuo mayor. Se corta la aponeurosis más o menos
verticalmente, según el eje de las fibras, con bisturí mediante una muesca.
Inmediatamente se amplía hacia arriba y hacia abajo con tijeras (fig. 2)
Plano muscular
Los separadores de Farabeuf
apartan los bordes aponeuróticos. Aparece el músculo oblicuo menor, sus fibras
musculares son transversales, perpendiculares al plano precedente. Se disocian
transversalmente con tijeras, introducidas cerradas y luego abiertas y
reemplazadas inmediatamente por una pinza de disección que se mantendrá
abierta.
Plano tendinoso profundo
El plano del músculo
transverso, que es tendinoso, es ahora más difícil, aunque más fino de
atravesar que el plano precedente. Este también se disocia horizontalmente. Una
vez abierto, da acceso al tejido graso pre peritoneal. Se introducen los
separadores de Farabeuf en profundidad. Esta separación debe efectuarse hacia
dentro, para evitar al pasar hacia afuera, pasar desapercibidamente al espacio
lateral y luego retroperitoneal. (fig. 3)
Plano peritoneal
En este momento aparece el
peritoneo. Su apertura debe ser prudente. El colon derecho o el intestino
delgado, sin estar adheridos a él, pueden unirse al peritoneo por la presión
intraabdominal. Se ase el peritoneo con una pinza atraumática. Se abre
superficialmente mediante una muesca con tijeras. En el momento en que se
realiza, el ayudante debe ejercer una tracción de los separadores de Farabeuf
hacia la superficie. Levantando la pared, esta tracción facilita la separación
del peritoneo de las vísceras intraabdominales en el momento de la entrada de
aire en la cavidad abdominal. A continuación, se introducen los separadores por
la abertura peritoneal ampliada.
Búsqueda y exteriorización del apéndice
El colon derecho se puede
individualizar fácilmente por la presencia de las tenías. La base del apéndice
se localiza donde coinciden estas tres bandas. En los casos simples, el
apéndice está libre. Se encuentra sobre la cara interna del ciego. Se
exterioriza con la parte cecal adyacente a su implantación.
Apendicectomía control vascular
El mesoapéndice se expone
adecuadamente traccionando en dirección contraria el ciego y el apéndice. La
distribución vascular es precisa. Se pasa una pinza a través del meso a nivel
de la base apendicular y se pasa una ligadura de reabsorción lenta. Al ligar la
base del apéndice se evita el sangrado retrógrado que puede producirse al
seccionar el meso.
Se pasa una segunda ligadura a
través del mismo orificio del meso, que servirá para ligarlo. Si el meso no es
demasiado ancho ni muy graso, puede ligarse de una sola vez. Cuando exista, se
dejará intacta la rama arterial del fondo del ciego. El meso se secciona entre
la ligadura y el apéndice, siempre a distancia de la ligadura y más cerca del
apéndice, con el fin de fortalecer la zona y garantizar una buena hemostasia.
Una vez ligado el apéndice y
seccionado el meso, el ciego se reintroduce en el abdomen. El apéndice
permanece exteriorizado hasta la base traccionándolo con una pinza de agarre.
La reintroducción del ciego debe realizarse en este momento de la cirugía: es
más fácil. Si se realiza después de extirpar el apéndice y de tratar el muñón,
es más complicado y puede provocar una manipulación traumática para el
intestino.
Tratamiento del muñón apendicular
Hasta ahora, la intervención
ha sido aséptica. La sección de la base y el control del muñón deben obedecer a
estrictas reglas de limpieza.
Se colocan dos campos
abdominales a uno y otro lado. El conjunto de las maniobras debe realizarse
fuera del abdomen, evitando absolutamente todo contacto con el espesor de la
pared abdominal.
El muñón apendicular se trata
con o sin invaginación. Ambas actitudes están justificadas.
Sin invaginación (Figura 10).
El contenido de la base
apendicular se exprime con una pinza de Kocher hacia el extremo distal antes de
colocar, claramente por debajo, otra ligadura. Se pone una pinza al final del
hilo de la ligadura de la base apendicular para evitar que se meta
espontáneamente en el abdomen. El apéndice se secciona por debajo de la pinza
de Kocher con el bisturí frío embebido en desinfectante yodado (Figura 10A). La
mucosa del muñón se raspa con la punta del bisturí (Figura 10B). La
reintroducción del muñón se hace controlando la maniobra con la pinza que
sujeta la ligadura, para evitar el contacto directo con la pared abdominal
(Figura 10C).
Figura 10:
A. Sección apendicular.
B. Abrasión de la mucosa del muñón.
C. Reintroducción
Con invaginación (Figura 11, Figura 12, Figura 13, Figura 14).
Se prepara una invaginación
con una sutura de reabsorción lenta y aguja curva. Se realizan puntos serosos
extramusculares de forma regular alrededor de la base apendicular. El tamaño de
la bolsa debe ser proporcionado al muñón que se invaginará (Figura 11).
El ayudante mantiene la base
del ciego exteriorizada con un pinza atraumática. El cirujano secciona el
apéndice con el bisturí a ras de una pinza colocada 1 cm por encima de la
ligadura de la base del apéndice (Figura 12).
La mucosa del muñón se raspa
cuidadosamente con la hoja del bisturí embebida en desinfectante yodado (Figura
13).
Con la
ayuda de otra
pinza fina, atraumática,
se invagina el
muñón apendicular haciendo contratracción con la pinza del
ciego (Figura 14).
El cirujano cierra y anuda la
invaginación. La pinza que sujetaba el muñón no se utilizará más, al igual que
la sutura con la que se ha confeccionado la bolsa. Se dejan fuera de la mesa
del instrumental. Los campos y compresas que se hayan utilizado durante la
invaginación también se eliminan.
Búsqueda del divertículo de Meckel
Se identifica la última asa
ileal y se exterioriza con una pinza atraumática larga. Con una segunda pinza
del mismo tipo se explora el íleon y se reintroduce poco a poco, cerca de 1 m.
Si se encuentra el divertículo, hay que extirparlo sistemáticamente.
Cierre peritoneo (Figura 15A, B).
Se cogen los bordes del
peritoneo con cuatro pinzas. Con un punto de molinero (con sutura de
reabsorción lenta) se asegura el cierre estanco del peritoneo.
Plano aponeurótico (Figura 16).
Los músculos oblicuos menores
y transversos sólo se han disociado y no necesitan, a priori, repararse. Puede
ser útil un punto de aproximación. El plano aponeurótico superficial se sutura
con dos o tres puntos de hilo de reabsorción lenta.
Plano cutáneo.
Con un punto se aproxima el
plano subcutáneo; dos puntos cutáneos suelen ser suficientes.
Conclusión
Éste es el desarrollo de la
extirpación de un apéndice en posición anatómica normal, medianamente
inflamado, con una base sana que permite elegir entre la ligadura simple sin
invaginación y la invaginación del muñón.
Si se respetan las reglas
básicas de asepsia durante la intervención, acompañadas de una profilaxis
antibiótica desde el principio, la apendicectomía es una intervención benigna
que transcurre, en la gran mayoría de los casos, sin complicaciones.
Sin embargo, es necesario
describir algunas variantes técnicas. Por múltiples razones que luego se verán,
la apendicectomía puede resultar una operación difícil.
Variantes técnicas incisiones
Incisión de Mac Burney
Incisión cutánea. Hay que
encontrar un compromiso entre la necesidad de tener un campo quirúrgico
suficientemente amplio para que no sea peligroso y las consideraciones
estéticas, totalmente legítimas. Es necesario tener en cuenta al paciente, el
espesor de la pared abdominal y la sospecha clínica preoperatoria del grado de
afectación apendicular.
La amplia incisión de al menos
5 cm que se ha erigido a menudo como un dogma parece excesiva. La incisión debe
ser razonable. El dogma es, en este caso, agrandar la incisión inicial a la
mínima dificultad.
Agrandar la incisión.
La incisión cutánea vertical u horizontal se
amplía claramente hacia arriba y/o abajo y hacia dentro y/o afuera. La incisión
de la aponeurosis se alarga ampliamente. El
plano muscular se aísla del plano peritoneal y se secciona con el
bisturí eléctrico hacia arriba y abajo, lejos de la vaina de los rectos. Hacia
abajo, se puede entrar en conflicto con los vasos epigástricos que tienen que
ser ligados al principio.
El cierre incluye, además de
los planos ya descritos, la reparación del plano muscular.
Esta ampliación, cuando es
necesaria, suscita las críticas del acceso de MacBurney, que implica una
deterioración muscular. Las ventajas de la incisión de MacBurney compensan este
inconveniente poco frecuente. La disociación de cada plano muscular en la
dirección de las fibras es poco traumática y, sobre todo, su reparación es muy
sólida.
Incisión de Jalaguier
La incisión cutánea es
vertical, a nivel del borde externo del recto anterior. La aponeurosis anterior
de la vaina de los rectos se abre un poco por dentro de su borde externo. El
cuerpo muscular se rechaza hacia dentro (Figura 17).
La hoja posterior de la vaina
también se incide hacia dentro. Por último, se abre el peritoneo. El cierre se
realiza, si es posible, plano por plano, peritoneo y aponeurosis posterior y
luego la aponeurosis anterior.
Las ventajas del acceso de
Jalaguier son la facilidad para agrandarlo hacia abajo y hacia arriba y su
carácter poco mutilante.
Sus desventajas son: poco
adecuado desde el punto de vista anatómico: la región quirúrgica
ileoapendicular está más baja y más lateral; existe riesgo de inoculación de la
vaina de los rectos en caso de apendicitis supuradas.
La indicación debería
reservarse para cuando haya dudas en el diagnóstico y paredes espesas.
Incisión baja
La incisión es horizontal,
oblicua, baja, paralela al arco crural. Los músculos, ya aponeuróticos, se
atraviesan seccionándolos y no por disociación. Es fácil encontrar los vasos
epigástricos. Esta incisión es claramente más estética por su localización
baja. Sin embargo, está dirigida exclusivamente a lesiones pélvicas.
Medial infraumbilical
Rara para un síndrome
apendicular. Se elige tras exploraciones preoperatorias complementarias muy
precisas (ecografía y tomografía computarizada [TC]) que hagan sospechar un
trastorno pélvico o una duda diagnóstica.
Tratamiento del muñón apendicular
La exigencia de la
invaginación es ancestral. Los estudios aleatorizados son muy raros y nunca se
ha probado la superioridad de uno u otro método. Sólo parecería existir una
relación entre las oclusiones postoperatorias tardías con la ligadura simple
(Emgstrom, 1985)
La probabilidad de
complicaciones sépticas locales y generales de la apendicectomía depende de la
calidad del tratamiento del muñón y de su evolución. Hay que insistir, por
tanto, en la atención, la meticulosidad y la precisión necesarias en ese
momento de la intervención.
La actitud más lógica es:
realizar invaginación siempre que la base esté sana y que
sea fácil hacerla;
no confeccionar invaginación cuando las condiciones
anatómicas no se presten o se presten mal (disposición en embudo de la
inserción ileocecal, apéndice y ciego fijos y profundos);
nunca invaginar el muñón si la base apendicular está
inflamada.
Los argumentos contra la
invaginación del apéndice son:
1. La sencillez del gesto;
2. La certeza de no «encerrar la infección», clásica crítica de
la invaginación;
3. El ahorro relativo de tiempo, argumento que hay que citar
pero que no debe considerarse.
Los argumentos contra la
ligadura simple son:
1. No hay plano de sutura seroseroso, algo que a veces es
motivo de un posible abandono;
2. El muñón apendicular libre es una fuente de contaminación
infecciosa locorregional y de potencial infección peritoneal.
Ligadura simple sin invaginación
Técnica clásica.
Es una ligadura simple de la base apendicular
como la descrita anteriormente. Se realiza antes que la del meso. El
tratamiento del muñón se hace después, aunque estas fases pueden invertirse.
Pauchet, la más utilizada en pediátricos
y en laparoscopia y que consiste en el
pinzamiento y corte del apéndice dejando un muñón con ligadura ya sea de
poliglactina o Catgut crómico.
Halsted técnica ya casi sin
utilizarse e indicada en apendicetomía profiláctica ya que consiste en la
esqueletización del apéndice e invaginación completa con punto de jareta en la
base.
Otras técnicas.
— Cierre del muñón apendicular con clip de hemostasia a cielo
abierto (Milani, 1983).
— Técnicas de apendicectomía por laparoscopia (Hoffman, 1984)
utilizando un clip o una ligadura con lazo sobre el muñón. Son recientes y
probablemente experimentarán cierta difusión. Aún es demasiado pronto para
aconsejarlas formalmente.
Empleo de instrumental de
sutura mecánica: se trata de las pinzas GIA o TA. Esta aplicación parece
desproporcionada para un apéndice banal; sin embargo, puede ser útil y
solucionar los raros casos de necrosis apendicular extensa del fondo del ciego
(Rubio, 1982), cuando se hace necesaria una auténtica resección cecal. La TA55
se coloca a distancia de la inflamación (Figura 18) y de los límites de la
necrosis, que puede extenderse más lejos a nivel del plano mucoso, interno. La
invaginación del plano de las grapas está totalmente prohibido dado el estado
inflamatorio y la fragilidad de la pared del ciego.
Métodos no invaginantes
Método de Deaver: Se corta el apéndice al ras del ciego.
Se sutura en dos planos, el primero es invaginante y el segundo seromuscular.
Su interés no solo es histórico, pues en casos de necrosis total del apéndice,
este es el procedimiento ideal a seguir.
Método de Pauchet: Se liga la base del apéndice y se
secciona. Complementariamente se exprime el muñón para eliminar el tejido
mucoso.
Aplastamiento del muñón con pinza fuerte o con una
pinza especial machacadora de Kelly. El machacamiento es para papirizar el sitio donde ha de hacerse la ligadura.
En lo personal realizo
técnica no invaginante con
puntos seromusculares laterales y
posteriormente ligadura en 8. Consideramos mayor fijación, con menor riesgo de
dehiscencia, sobre todo en muñones muy
inflamados, edematosos o gangrenados.
Métodos de invaginación
Dawbarn introdujo los
sistemas de invaginación.
Además de la sencilla técnica
ya descrita, se han utilizado muchas otras opciones: invaginación sin ligadura
clásica según la técnica de Parker-Kerr utilizada en casos de base apendicular
mayor de 1.5 cm la cual consiste en la colocación de puntos invaginantes
gastrointestinales. (Conell/Mayo) (Chabal, 1987) o el procedimiento de Halstedt
y Leonel (Leonel, 1965). Estos procedimientos se practican raramente.
Técnica de Oshner: Jareta simple.
Técnica de Anton-Lilly: Invaginación completa.
Indicada en niños.
Zuckerman: Técnica de invaginación en Z utilizada en
pediátricos infantiles o en lugar de la técnica de Oschner. Se coloca un punto
en Z con seda calibre 2-0 para invertir aún más la sutura en bolsa de tabaco y
el muñón apendicular para asegurar el cierre. Se realiza un segundo punto en Z
en Angulo recto con el anterior para invaginar completamente la sutura en bolsa
de tabaco.
Otras técnicas de invaginación Utilizadas a través
de la historia:
A. Jareta en bolsa de
tabaco con ligadura del muñón. ( Dawbarn o Halsted)
B. Jareta en bolsa de tabaco sin ligadura del muñón. ( Oshner)
C. Jareta de vuelta y media.
D. Jareta de 2 hebras (Finochietto).
E. Jareta con asa
(Spivack)
F. Invaginación con dos puntos
iniciales de Lembert y después varios puntos de invaginación (
Kirchner)
G. Como el método de Kirchner pero invaginando el apéndice
con un punto en U ( Haddad)
H. Invaginación automática con puntos de Cushing ( lineales)
K. Doble jareta de
invaginación con punto en Z, X o U, de Lembert, en trébol, variante en Z, etc.
J. Doble jareta con un solo hilo: realizada la primera
jareta con el mismo hilo de sutura hágase la segunda jareta.
L. variante un solo hilo.
M. Sutura en Hélice punto
en X.
Problemas de la invaginación y resolución
Al apretar la jareta se
arrancan las puntadas. La causa radica
en:
a) el hacer puntos serosos y no seromusculares. Solución Repetir los puntos.
b) Por estar las paredes del ciego edematosas, friables como
acartonadas.
Desístase de
hacer jareta y
hágase un Pauchet
con una o dos ligaduras
o desperitonizando circularmente
Problemas con la invaginación
a) por haber hecho la jareta demasiado cerca de la base.
Repítase la jareta a 1 cm o 1.5
cm
b) Por haber apretado la jareta
antes de hacer la invaginación.
Cierre siempre la jareta
después de la invaginación.
C) Por que el ayudante no
sostiene convenientemente el ciego. Úsense pinzas adecuadas, puntos de sostén,
pelliscamiento con gasas húmeda.
d) Por ciego de paredes acartonadas. La invaginación es imposible. Hágase Pauchet con o sin liberación
de la serosa de la base del apéndice.
Reglas para evitar
problemas:
1. Empleo de aguja a traumática con filos redondeados
2. Dar puntos seromusculares
3. No dejar muñón residual
4. Seccionar el apéndice sobre una gasa de protección
5. Usar suturas delgadas pero resistentes ( catgut, seda,
dexon, etc. ) del 3-0 o 2-0
Tácticas para invaginación
1. Los hilos de las jaretas deben anudarse con 3 o cuatro
nudos.
2. Córtense lo hilos largos, ½ a 1 cm es suficiente.
3. Use en la invaginación pinzas de disección sin dientes.
4. Siempre que sea posible realice una o doble jareta
5. Deséchense los instrumentos utilizados en la invaginación
6. Elimínense las suturas usadas en la jareta
7. Secciónese el apéndice sobre gasa y elimínela
8. En algunos casos
cúbrase con el meso el sitio operado, o el epiplón.
Apendicectomías atípicas o difíciles
Lo primero sobre lo que hay
que insistir es que la discusión sobre la importancia de la herida quirúrgica
caduca y queda totalmente fuera de lugar desde el momento en que la
intervención se torna difícil; dicho de otra forma:
• si la sospecha
clínica preoperatoria y
los exámenes complementarios están
a favor de una
apendicitis aguda que implica una verdadera urgencia, la incisión debe ser
amplia desde el principio;
• si se trata de una dificultad (apéndice ectópico u
inflamación mayor) aparecida durante la intervención, antes de continuar la
exploración abdominal hay que ampliar generosamente la herida. Ésta es una
obligación absoluta, ya que de otra forma pueden ocurrir catástrofes.
•
Identificación difícil
Primero debe identificarse el
ciego. Se puede distinguir del colon transverso por la ausencia de inserciones
al epiplón. A pesar de la gran movilidad de la punta, la base del apéndice
siempre nace del ciego en la convergencia de las tenías.
Localizaciones ectópicas
El apéndice no se encuentra:
se empieza por ampliar la incisión quirúrgica, vale repetir.
Ciego ectópico.
El ciego no se encuentra en la
fosa ilíaca derecha. Se exterioriza el intestino delgado; se le sigue hasta la
última asa ileal, que atraerá un ciego situado algo alto. Si el ciego está fijo
más arriba o está subhepático, es posible que haya que ampliar la incisión
hacia arriba dos o tres veces.
El ciego pélvico es
relativamente frecuente, y se moviliza con facilidad hacia arriba siempre que
no se esté ante un proceso inflamatorio apendicular que fije la región
ileocecal en la pelvis menor.
El colon transverso o el sigma
pueden aparecer en la fosa ilíaca derecha escondiendo el ciego. Hay que saber
reconocerlos: la sigma por sus apéndices epiploicos, el transverso por la
inserción del epiplón.
El mesenterio común y el situs
inversus son curiosidades que desafían cualquier técnica quirúrgica de la fosa
ilíaca derecha. En el primer caso, el ciego suele estar libre y se tracciona a
partir del delgado.
Tácticas para localizar el apéndice
1. Introducir un dedo, y suavemente identificar el apéndice por
su turgencia y consistencia.
2. Seguir una tenia.
3. Localizar no el ciego sino la parte final del íleo el cual
se reconoce por presentar en un trayecto de
5 cm unos vasitos longitudinales
(2 o 3) rectos señalados por Payne.
No se encuentra el apéndice
1. Por qué no existía.
2. Por qué el paciente haya sido operado y lo ignore (
profiláctica)
3. Porque el apéndice sea muy pequeño
4. Por ser filiforme
Apéndice oculto
1. Por estar esfacelado dentro del foco supurativo
2. Por situs inverso
3. Por estar retrogrado
4. Por estar intraperitoneal
5. Meso apéndice ausente corto o muy graso
6. Por falsa forma del ciego
Apéndice oculto
1. Por estar sepultado por velos, repliegues, adherencias.
2. Por estar oculto en grasa
Como encontrarlo
1. Por el método de pinzamiento o transparentado.
En el sistema de transparencia
se puede usar pinza de Allis, disector romo, sonda canalada, etc.
Exteriorización
Uno de los problemas que se
presentan a menudo es el de la
dificultad para exteriorizar el apéndice o el ciego, por la presencia de
adherencias o velos de origen congénito o adquirido.
Velos de Lane
Los velos ileales de Lane que
son frecuentemente simples bridas que
dificultan su exteriorización. Estas formaciones deben seccionarse.
Repliegues de Treves
Los repliegues ileocecales o
ileomesoapendiculares de Treves son casi siempre avasculares, son a veces obstáculo para la fácil exteriorización del
apéndice. Su sección resuelve el problema.
Velos de Jackson
Los velos pericecoileales de
Jackson pueden simular ciegos extraperitoneales
Regla de Spivack
Si la unión terminal del íleo
está adherida al borde pelviano, hay 9 probabilidades contra 1 de que el apéndice
sea retrocecal o retrocólico.
Tratamiento del meso apéndice
Varias son las tácticas para
la sección del meso apéndice
A. Transfixión con aguja a traumática
B. Transfixión con pinza en zona a vascular
C. Transfixión con pinza en zona a vascular, doble toma del
mesenteriolo y corte del mismo.
D. en apéndices retrógrados con meso libre se hace la ligadura
en escalera es decir por secciones.
E. No se liga el meso en caso de mesos muy cortos, inexistentes o cuando es
necesario o conviene hacer una
Apendicectomía subserosa.
En la Apendicectomía subserosa
el lecho sangrante se sutura con un
súrgete continuo o con puntos en X para hacer mejor hemostasia.
Localización anómala del apéndice en relación al ciego.
El ciego se ha encontrado
fácilmente; el apéndice no se visualiza, ni se consigue encontrar al palpar con
el dedo la región ileocecal, la cara posterior del ciego y la última asa ileal.
Después de ampliar
generosamente la herida quirúrgica, se exteriorizan el ciego y la última asa de
delgado. La base apendicular tiene que estar obligatoriamente por debajo de la
unión ileocecal.
Apéndice retrocecal.
Se describirán las variantes:
1. apéndice totalmente subseroso, cuya punta puede llegar hasta
el ángulo derecho del colon;
2. apéndice retraído por un meso corto o con un codo alto.
Lo principal es que, a partir
de la base, se realice una disección cuidadosa, siguiendo paso a paso el
apéndice y su anomalía anatómica. En este tipo de situaciones es aconsejable
realizar una apendicectomía retrógrada (Figura 19).
Figura: Apendicectomía
retrógrada. Sección apendicular primaria tras ligadura de la base.
Si el colon está fijo, es
necesario seccionar la fascia de Toldt derecha (Figura 19, Figura 20, Figura
21) para poder exteriorizar el ciego y la última asa ileal. Con cuidado, se
realiza una pequeña brecha entre el apéndice y la pared cecal a nivel de la
base apendicular. La base se liga y su contenido se exprime hacia el extremo
distal con una pinza, por encima del hilo de sutura. El apéndice se secciona a
ras de esta pinza y el muñón se trata inmediatamente con o sin invaginación. La
serosa, si el apéndice es subseroso, se incide en toda su longitud. El meso se
controla con sucesivas pinzas y ligaduras, poco a poco, desde la base hasta la
punta del apéndice.
Estas maniobras resultan
seguras y fáciles siempre que se exterioricen adecuadamente el ciego y el colon
derecho, ya que el apéndice queda alto.
Figura 21: Control retrógrado
del meso con hemostasia sucesiva. Control retrógrado del meso con hemostasia
sucesiva.
Apéndice para cecal adherido
Apéndice subserosa
retrocecal
Apéndice mesocólico. Se aplican los mismos principios. En
este caso, la prioridad será exteriorizar el mesenterio y no el colon. Esta
disposición suele requerir una apendicectomía retrógrada.
Estado inflamatorio del apéndice
Más que las anomalías de posición
del ciego y del apéndice, lo que dificulta la extirpación del apéndice es su
grado de inflamación, que puede asociarse a su carácter ectópico.
Tácticas en el manejo del apéndice
Apendicitis aguda antes de
perforarse.
El apéndice está lleno de pus,
recubierto de falsas membranas, a punto de estallar. A veces, el epiplón se
encuentra adherido al apéndice. La manipulación debe ser cuidadosa y hay que
evitar sujetar el apéndice con cualquier instrumental. La disección y la
adhesiólisis de los órganos circundantes son delicadas. Los gestos son suaves,
lo más atraumáticos posible, intentando evitar la rotura del apéndice y la
consiguiente diseminación séptica a toda costa. El mejor instrumento de
disección, que permitirá encontrar los planos de disección, es el dedo. En
cualquier situación que se pueda encontrar, hay que respetar los mismos
principios.
Si la base es patológica y
está inflamada, la confección de una invaginación está prohibida. La solución
más sencilla es ligar la base con una sutura de reabsorción lenta, anudada con
mucho cuidado. Si la pared del ciego también está inflamada, es preferible
utilizar material de auto suturá. Es muy importante obtener una hemostasia de
calidad, sobre todo en un campo infectado. El mesoapéndice siempre se encuentra
engrosado, friable, frágil, infiltrado. Tiene que controlarse, como expuesto
anteriormente, con ligaduras amplias y sucesivas. Si es necesario se aplican
puntos en X para completar una hemostasia rigurosa.
El drenaje parece estar
justificado por:
• la infección local;
• la manipulación y frecuente dificultad de la disección de
los tejidos periapendiculares dañados.
• debido a las manipulaciones y a la frecuente dificultad de
disección de las zonas cruentas periapendiculares
Es necesario siempre que haya
habido que despegar los tejidos. Si no está perforada y no hay diseminación
peritoneal, la colocación de un drenaje se puede discutir. Para algunos es
suficiente lavar cuidadosamente el lecho quirúrgico y cerrar la cavidad
abdominal sin ningún drenaje. La decisión depende del cirujano, aunque es
preferible favorecer el drenaje. Se asegura mejor con una lámina multidrén
colocada cerca de la región ileocecal. Debe exteriorizarse por una
contraincisión lejos de la herida quirúrgica (Figura 22).
Apéndice sin lesiones aparentes.
La toma si se hace con
delicadeza, puede el apéndice manejarse con pinzas de Foerster, Duval o Babcock.
En algunos casos el cirujano se da la libertad de enrollar en la pinza
el apéndice
Hay peligro de estallido, por
verse lesiones inflamatorias macroscópicas.
A) Tómese el apéndice con los dedos y gasa
B) Tómese el meso
montando el apéndice con pinzas de Babcock.
C) Tómese solo el meso con una pinza.
Estallido y necrosis visible.
Roturas por la que sale pus o se ven coprolitos. Eliminar los tejidos
necrosados por segmentación del apéndice (Apendicectomía fragmentaria) Trátese
posteriormente el apéndice que resta de manera habitual
Plastrón apendicular.
No es posible localizar el
apéndice en una masa inflamatoria que no se puede disecar. La actitud clásica
es diferir la apendicectomía con o sin drenaje y pautar tratamiento
antibiótico. Por el contrario, empeñarse en terminar la apendicectomía podría
acabar en una resección ileocecal.
Apéndice perforado. Peritonitis localizada.
La inflamación y el líquido
peritoneal se limitan a la fosa ilíaca derecha.
Las lesiones peritoneales se
tratan de forma clásica: evacuación del líquido purulento o del exudado, toma
de muestra para cultivo y lavado local. La apendicectomía se lleva a cabo con
las rigurosas reglas de tratamiento del muñón apendicular. Es preferible, en
estos casos, utilizar material de auto suturá.
En estos pacientes no se
discute la necesidad de dejar un drenaje; es obligatorio. Se coloca un solo
drenaje en la fosa parietocólica derecha, o bien asociando otro en el fondo de
saco de Douglas (lámina ondulada o drenaje de Penrose). Es posible instaurar un
sistema de lavado en el postoperatorio.
Peritonitis generalizada.
El acceso sobre la fosa ilíaca
derecha es, evidentemente, amplio. Si se sospecha una peritonitis generalizada,
se debería optar por una incisión medial subumbilical cuando el origen
apendicular no esté muy claro. Si al abrir el peritoneo se confirma el
diagnóstico con la salida de pus, es necesario tomar una muestra para cultivo.
Por regla general, el apéndice se extirpa fácilmente, ya que no hay adherencias
que hayan impedido la generalización de la peritonitis. Se respetarán todas las
reglas ya descritas: la base se trata con cuidado, sin invaginación y
preferiblemente con sutura mecánica.
Las lesiones peritoneales se
tratan como cualquier peritonitis generalizada.
Absceso apendicular.
Estos abscesos son
relativamente raros, y suelen aparecer en apendicitis agudas que se han
descuidado.
La actitud tiene que adaptarse
a cada caso:
∞ Abstención quirúrgica, con o sin
apendicectomía posterior;
∞ Drenaje percutáneo bajo control ecográfico con o sin
apendicectomía posterior (Bagi, 1987) (Hoffmann, 1984);
∞ Intervención quirúrgica desde el primer
momento.
Aparecen preferentemente
cuando se retrasa la operación
y pueden localizarse en sitios variados en el siguiente orden de
frecuencia:
1. FID
2. En el Douglas ( suelo pélvico)
3. Subdiafragmatico
4. FII
5. En región mesocelíaca.
Absceso en fosa ilíaca derecha.
El absceso apendicular con
masa palpable es el que se encuentra con más frecuencia en la fosa ilíaca
derecha. Tiene tendencia a exteriorizarse en las cercanías de la espina ilíaca
anterosuperior (EIAS). La incisión cutánea es vertical y amplia (5-6 cm),
medial a la EIAS. Los diferentes planos de la pared aparecen edematosos. Al
abrir el peritoneo y romper la pared del absceso, el pus sale a presión. Se
recoge una muestra para examen citobacteriológico y antibiograma antes de aspirarlo
y evacuarlo.
Si el apéndice se encuentra
accesible, hay que extirparlo sin invaginar el muñón o utilizando sutura
mecánica sin realizar otras maniobras. Si la situación anatómica es complicada,
es posible que la disección sea un factor de diseminación de la infección al
romper los límites del absceso que hacían de barrera. Podría ser aconsejable
diferir la apendicectomía. La cavidad del absceso se drena por contraincisión.
La sutura cutánea se deja floja.
Absceso retrocecal.
La incisión es más alta. Si
después de evacuarlo y drenarlo se encuentra un apéndice retrocecal, será una
buena razón para diferir la apendicectomía.
Absceso mesocólico.
Si el diagnóstico es seguro
antes de intervenir al paciente, es preferible realizar una incisión medial
subumbilical en vez de en la fosa ilíaca derecha. El sitio quirúrgico se aísla
del resto de la cavidad abdominal con campos. El absceso se incide y vacía, se
liberan las asas intestinales, las falsas membranas se evacuan y se realiza la
apendicectomía. Es indispensable dejar un drenaje, que se exterioriza por
contraincisión.
Absceso pélvico (absceso en Douglas).
Puede estar justificado el
drenaje por vía extraabdominal, realizando la apendicectomía posteriormente. En
todos los casos de infección avanzada está contraindicado buscar el divertículo
de Meckel y, en ocasiones, extirparlo.
• En la mujer (fig. 26)
Se realiza la evacuación
mediante colpotomía posterior. Se coloca a la paciente en posición ginecológica
bajo anestesia general, con la vejiga vacía. Se atrae hacia delante el cuello
uterino con una pinza y se empuja hacia atrás el recto mediante una valva
larga. A nivel del fondo del saco vaginal posterior se percibe y se incide la
convexidad del absceso. Tras evacuar el pus, se coloca un drenaje.
• En el hombre (fig. 27)
La rectotomía es la vía de
abordaje de elección. El paciente está en posición de talla, con la vejiga
vacía y bajo anestesia general. Se dilata manualmente el ano, se punciona, se
incide y luego se drena la convexidad de la pared rectal anterior.
Apendicectomías parciales
La dificultad de las
condiciones locorregionales no justifica una extirpación parcial. Si el
apéndice se rompe con las manipulaciones, será necesario extirpar el resto a
toda costa. Estará justificado ampliar para completar la disección.
Sondas y drenajes
El uso de drenajes solo se
considera en etapas complicada o perforadas aunque está indicado en fase
gangrenada por las microperforaciones y translocación bacteriana.
En algunos casos de
apendicitis aguda complicada puede requerirse hemicolectomía derecha con
anastomosis primaria íleo-colo anastomosis término-lateral o termino-terminal o
ileostomía con fístula mucosa.
Drenajes
Canalización con penrose en la
parte más declive del absceso única o múltiple por contrabertura y anclarse a
piel. Colocar cuando no fue posible extirpar el apéndice, Exudados malolientes,
Para evacuar pus, En caso de dejar restos de tejidos infectados o necrosados,
si hay sospecha de que los intestinos puedan hacer necrosis en sus paredes.
El drenaje parece estar
justificado por:
La infección local; la
manipulación y frecuente dificultad de la disección de los tejidos
periapendiculares dañados.
Si no está perforada y no hay
diseminación peritoneal, la colocación de un drenaje se puede discutir. Para
algunos es suficiente lavar cuidadosamente el lecho quirúrgico y cerrar la
cavidad abdominal sin ningún drenaje. La decisión depende del cirujano, aunque
es preferible favorecer el drenaje. Se
asegura mejor con una lámina multidrén colocada cerca de la región ileocecal.
Debe exteriorizarse por una contraincisión lejos de la herida quirúrgica.
Complicaciones
El porcentaje de
complicaciones aumenta de acuerdo al tipo de apendicitis aguda, el grado de
evolución de la misma y la edad del paciente.
La perforada o gangrenada,
consideradas como heridas contaminadas o
sépticas aumentan el índice de
infecciones de la herida operatoria hasta el 60% y la posibilidad de abscesos
intraabdominales. Otra complicación es
la fístula cecal, poco frecuente, sin embargo, debe ser tratada como todas las fístulas de intestino de acuerdo a los criterios de
Sheldon.
La mortalidad es de 15% en
ancianos cuando ya está perforada y en
pacientes no ancianos la tasa va de
0.1 a 3%.
Complicaciones posquirúrgicas
Primer día: hemorragia,
evisceración e íleo
2do a 3er día: Dehiscencia de
muñón, fistula.
4to a 5to día: Infección de
herida
6to a 7mo día: Absceso
intraabdominal
10mo día o más: Bridas o
Adherencias (oclusión)
Complicaciones vasculares
Complicaciones peroperatorias
La calidad del control del
meso apendicular es esencial. Por un lado, por motivos elementales que podrían
suponer una reintervención quirúrgica urgente; por otro lado, por razones
sépticas, ya que un pequeño sangrado que no necesitaría por sí mismo ser tratado,
puede ser una fuente de infección locorregional.
En caso de tener un meso bien
visible y de base estrecha, si es necesario se ligará con una sutura doble y,
sobre todo, el meso se seccionará dejando un muñón amplio. Puede encontrarse
cualquier variante anatómica. Si es poco habitual, se ligará en varias veces,
más si el meso es ancho y espeso. Puede ser necesario aplicar algunos puntos
adicionales con aguja montada.
Un meso ancho y espeso,
edematoso e inflamado, puede aflojarse y desgarrarse por debajo de las
ligaduras. El control del meso no debe dejar lugar a dudas ni imperfecciones.
Si se lacera de forma total o parcial, hay que volver a controlarlo
pacientemente.
Si por desgracia, y a veces
pasa, el meso se retrae y se mete en la cavidad abdominal, hay que volver a
exteriorizarlo completamente. Es posible que haya que ampliar la incisión
inicial y exteriorizar el ciego y la última asa ileal. Este «sacrificio» de la
pared es indispensable y no es discutible. Más vale ampliar y controlar un meso
que cerrar con dudas sobre la hemostasia, el desarrollo de un hematoma o la
aparición de un hemoperitoneo que habrá que reintervenir.
Lesión Vascular
a) Lesión Vascular
l. Hematoma del mesenterio
apendicular o del mesenterio ileocecal.
2. Hemoperitoneo secundario a una ligadura inadecuada del
mesenterio del apéndice.
3. Sangrado intraluminal.
4. Lesión a los vasos iliacos derechos (especialmente con un
apéndice que se proyecta hacia abajo; proyección pélvica).
Complicaciones hemorrágicas
Cuadro agudo Un cuadro de
hipovolemia (palidez, hundimiento arterial, aceleración del pulso, etc.) en el
postoperatorio inmediato, debe hacer pensar, en primer lugar, en el fallo
completo de la ligadura del meso. Si se había colocado un drenaje y sale sangre
roja, no hay lugar a dudas. La reintervención quirúrgica para realizar
hemostasia debe ser inmediata. El acceso quirúrgico es a través del anterior
pero ampliado.
Se exterioriza la región
ileocecal, se retiran los coágulos y se examina el meso. Normalmente se
evidencia una arteriola retraída detrás de la última asa o que la ligadura del
meso se ha soltado completamente. Se realiza hemostasia rigurosa y se lava la
zona, antes de cerrar la incisión, previa colocación de un drenaje en
profundidad.
Hematomas
Las complicaciones hemorrágicas
pueden ser menos agudas. El hematoma se acumula progresivamente después de una
disección difícil, a partir de un sangrado en sábana progresivo de las zonas
cruentas.
Si se deja un dren, el
diagnóstico será más fácil; persiste la salida de sangre roja, aunque esta vez
sin signos generales: sólo habrá una disminución progresiva del hemograma.
Si persiste la salida de
sangre, es necesario reintervenir, también por la misma incisión ampliada. Al
retirar los hematomas organizados que se han formado, es posible que no se
consiga evidenciar ningún sangrado arterial que pueda coagularse. Sin embargo,
es posible que se encuentre algún sangrado en sábana.
La zona se lava
cuidadosamente. Se coloca un drenaje y se cierra. Por lo general, las cosas se
detienen aquí. Este argumento está a favor de colocar un drenaje desde el
primer momento cuando la disección haya sido difícil, sobre todo en apéndices
retrocecales. El drenaje no evita la hemorragia, pero favorece su salida
impidiendo la formación de una colección, lo que permite el diagnóstico e
incluso, a veces, favorece la remisión progresiva del círculo vicioso
hemorrágico.
Lesiones intestinales
Complicaciones digestivas
Las lesiones serosas, seromusculares o
completas de la pared intestinal (colon o delgado) pueden provocarse al abrir
el peritoneo de manera poco cuidadosa. Ya se ha señalado la importancia de
abrir el peritoneo con atención y cuidado.
Una solución de continuidad
tiene que repararse inmediatamente siempre que se encuentre. Si pasa
desapercibida, tendrá consecuencias que no hace falta precisar.
Las desperitonizaciones
producidas durante las maniobras de liberación de una apendicectomía difícil,
aunque de menor gravedad, también tiene que repararse cuidadosamente, con
puntos sueltos de reabsorción lenta.
Muñón apendicular
Los gestos durante el manejo
del muñón apendicular deben ser sencillos y cuidadosos. Las maniobras, a veces
complicadas, de algunas técnicas de invaginación con o, sobre todo, sin
ligadura, pueden provocar lesiones y salida de contenido intestinal. La
invaginación tiene que ser perfecta: los puntos estrictamente subserosos, sin
transfixión. Si se forma un hematoma de la pared cecal, debería controlarse al
cerrar la bolsa.
Lesiones extradigestivas
Todo existe, se ha descrito de
todo. El cirujano puede perderse en el espacio retroperitoneal porque la
incisión es demasiado lateral o baja. Se ha informado sobre lesiones de la
uretra, de los vasos extraperitoneales o del nervio crural (
Kourtopoulos,1982). Es necesario recordar un detalle técnico importante: saber
buscar el peritoneo hacia la línea medial, bajo del plano del transverso, para
no perderse en el espacio retroperitoneal.
Complicaciones sépticas
parietales
• Absceso superficial
• Complicaciones sépticas
La hipertermia sin signos
generales y con reinstauración del tránsito normal sugiere, sistemáticamente,
un absceso subcutáneo precoz. La exploración de la herida quirúrgica lo
confirma. La efracción cutánea simple, extrayendo o no un hilo, y la evacuación
del absceso subcutáneo más o menos importante, solucionan, a
priori, el problema,
sin precisar de
sutura secundaria, a
menos que se
dé una dehiscencia completa. Este
absceso puede aparecer tardíamente en el primer mes del postoperatorio. El
tratamiento es el mismo e, inicialmente, no precisa de reintervención bajo
anestesia general.
Abscesos profundos extraperitoneales
Tienen la misma sintomatología
y requieren una reintervención con anestesia general con evacuación y drenaje.
Gangrena parietal
Actualmente es rara. El
tratamiento se basa en la ablación quirúrgica de los tejidos necrosados, la
antibioticoterapia a dosis altas y la oxigenoterapia hiperbárica.
Complicaciones sépticas peritoneales
«Síndrome del quinto día» [Loup, 1986, Long, 2001)
El historial
clínico es inequívoco:
niño de cinco
a doce años,
sin predominancia de
sexo, apendicectomía en frío practicada con o sin invaginación. El
cuadro clínico es igualmente preciso, con un postoperatorio simple y una
reinstauración normal del tránsito. Aparece hacia el quinto día una peritonitis
difusa, con fiebre y contractura abdominal generalizada.
En este cuadro, se deben
considerar ciertos elementos negativos. El estado general es bastante correcto,
no hay signos clínico-radiológicos y ecográficos a favor de un absceso, no hay
neumoperitoneo. La patogenia es
discutible.
— Infección quirúrgica y diseminación microbiana, durante la
sección apendicular, a un peritoneo sano y virgen; se trata de una complicación
de la apendicectomía en frío: incubación de cinco días, luego difusión de un
síndrome de infección peritoneal. Según esta hipótesis, no hay lesión precisa
que explique la peritonitis. La invaginación o la ligadura simple no se han
incriminado, no hay lesión cecal ni especificidad de germen.
— Por el contrario, aparece una etiología precisa en el elemento mucoso séptico del muñón apendicular insuficientemente destruido
y en un vaciado purulento del muñón apendicular invaginado o no.
La actitud terapéutica depende
de la hipótesis patogénica considerada.
— En el primer caso, lo más lógico es empezar con un
tratamiento médico urgente con antibioticoterapia masiva y reanimación. Su
resultado debe ser espectacular y rápido con la desaparición completa de los
síntomas. En ausencia de eficacia, se considera la indicación quirúrgica; la
exploración no encuentra una explicación con, casi siempre, una región
apendicular intacta con un poco de pus peritoneal. Se procede al cierre dejando
el drenaje.
— En el segundo caso, la regla absoluta es la reintervención
inmediata (Meynaud-Kraemer, 1999) por vía de MacBurney ampliada o, mejor aún,
por laparotomía media con lavado peritoneal y drenaje descubriendo un estado de
fusión purulenta de la base apendicular.
Peritonitis secundarias
Se deben a:
— una dehiscencia de la ligadura del muñón;
— necrosis del muñón sin dehiscencia de ligadura;
— necrosis del fondo de saco cecal esfacelado.
El cuadro peritoneal y febril
con suboclusión más o menos pronunciada es precoz. No existe intervalo libre
como en el síndrome del quinto día. La reinstauración del tránsito es,
A menudo, incompleta o bajo la
forma de diarreas. Los signos generales son patentes y el estado general se
deteriora rápidamente.
Se practica forzosamente la
reintervención por laparotomía media amplia supra e infraumbilical, se liberan
las adherencias, se evacua el absceso, se lava y se drena la cavidad peritoneal
con una irrigación-lavado. Algunas maniobras particulares son discutibles por
las transformaciones de la región ileocecal:
— puede no ser necesaria ninguna maniobra; una sutura de
puntos sueltos, una reparación mediante bolsas, una sección cecal con pinza
grapadora, se adaptan al estado del muñón apendicular; una resección ileocecal
con salida a la piel constituye un último extremo, a veces inevitable.
Cabe recordar también la
existencia de peritonitis multiloculares con varias localizaciones de
colecciones abscesificadas. En particular, plantean el difícil problema de una
vía de abordaje electiva para el absceso, ignorando la difusión peritoneal de
la sepsis. El examen por tomografía computadorizada (TC) puede ayudar mucho en
la localización del absceso.
Abscesos residuales
La colección supurada
postoperatoria intraperitoneal se manifiesta por síntomas generales, una
reinstauración tórpida del tránsito con distensión, episodios suboclusivos,
diarreas. Las exploraciones complementarias (ecografía, gammagrafía con galio y, sobre todo, escáner)
localizan el absceso.
∞ Absceso del Douglas.
Es la localización más frecuente. Se evacua por rectotomía anterior o colpotomía
posterior y se drena cuando se tiene la certeza del carácter aislado y
localizado del foco.
∞ Absceso de la fosa ilíaca
derecha. Se retoma la incisión ilíaca en caso de absceso laterocecal o,
más frecuentemente, retrocecal.
∞ Abscesos residuales profundos mesocelíacos. Se
remiten al tratamiento y pronóstico de las peritonitis secundarias.
∞ Abscesos subfrénicos. Aparecen siempre tardíamente, tras
múltiples complicaciones. Su drenaje se realiza por una vía electiva (vía
torácica posterolateral extrapleural). Sin embargo, cabe destacar el progreso
de las técnicas de punción bajo ecografía que pueden aportar una elegante
solución.
∞ Abscesos hepáticos (Paik,
1997) No han desaparecido del todo. La maniobra quirúrgica debe ser precoz con
una vía de abordaje lo más electiva y directa posible, abdominal en los
abscesos de desarrollo anterior torácico, pura o mixta en los abscesos
posteriores y superiores derechos. La punción evacuadora transparietal bajo
control ecográfico puede permitir la evacuación y la colocación de un catéter
para instilación de antibióticos.
Fístulas pioestercoráceas
Las fístulas cecales se
manifiestan por un exudado estercoráceo a través de la incisión. Tras desbridar
la lesión, la evolución generalmente es a la curación espontánea en unos quince
días. Raramente se precisa cierre quirúrgico.
Las fístulas ileales cierran
exclusivamente con tratamiento médico (alimentación parenteral, luego enteral e
irrigación- lavado). Pueden requerir un tratamiento más agresivo:
desbridamiento, exteriorización de la fístula, nutrición parenteral, incluso
resección intestinal con anastomosis en el mismo tiempo, maniobra que se
debería practicar sólo tras la involución de los fenómenos inflamatorios.
Lesión Nerviosa
Nervios motores
Con una incisión vertical
existe la posibilidad de lesión a los nervios dorsales décimo, onceavo y
duodécimo o en ocasiones el nervio iliohipogástrico. Tal lesión resultará en
cierto grado de atrofia muscular tardía de la parte inferior de los músculos
oblicuo menor y transverso del abdomen. Se puede desarrollar una hernia
inguinal.
Nervios sensoriales
La división de los nervios
lateral y anterior puede producir un adormecimiento transitorio alrededor de la
incisión que desaparecerá en dos o tres meses.
Oclusiones
— Precoces: aparecen en el primer mes postoperatorio y, a
priori, se deben a las adherencias a nivel de un foco inflamatorio persistente
con las zonas de desperitonización. La resistencia al soporte postoperatorio
correcto impone siempre una reintervención por laparotomía media para eliminar
la causa mecánica de la oclusión.
— Tardías: se deben exclusivamente a las bridas. La
reintervención, siempre por laparotomía media, consiste casi siempre en la
simple sección de la brida.
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3 comentarios:
Muy bueno su publicación
DR. Muchas gracias por su aportación. Saludos desde Veracruz, un R1 en tiempos de COVID-19
Muy bueno..te juro q había cosas q no sabía y me creía un experto en el tema ejej
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