Manifestaciones clínicas del pie
diabético
Evaluación diagnóstica
Para un correcto diagnóstico de las complicaciones del pie,
la mejor herramienta es una correcta anamnesis y un profundo examen físico. En
conjunto, dan el 80% de certeza diagnóstica.
La anamnesis y la exploración física realizadas intencionadamente, de forma
sistemática y periódica, son esenciales para detectar la existencia de
lesiones, así como para identificar la posible existencia de un «pie de riesgo.
Únicamente un
diagnóstico certero etiológico conducirá a mejorar los resultados y evitar las
frustraciones que producen las ulceraciones que evolucionan de forma tórpida, a
pesar de que los tratamientos aplicados sean considerados adecuados,
La
exploración del pie del paciente diabético debe ir dirigida a detectar aquellos
signos y síntomas que a largo plazo puedan favorecer a la aparición de lesiones
o úlceras y con ello aumentar las probabilidades de amputación.
La
evaluación debe estar centrada en los siguientes aspectos:
1.
Historia clínica general: Debe
incluir datos referentes a la duración de la enfermedad, control glucémico,
evaluación cardiovascular, renal y oftalmológica, estado nutricional, hábitos
psico-biológicos, tratamiento farmacológico actual, cirugías y
hospitalizaciones previas.
2.
Historia clínica del pie: Tipo de calzado utilizado, deformidades,
presencia de hiperqueratosis, infecciones previas, síntomas neuropáticos
(parestesias, disestesias) así como, síntomas de claudicación o dolor en la
región gemelar durante la caminata o en reposo a través de la clasificación de
Fontaine. En cada visita se
ha de preguntar al paciente sobre la posible presencia de síntomas de
neuropatía periférica, como el dolor, la quemazón, los hormigueos o los
calambres (suelen ser de predominio nocturno y mejoran al ponerse de pie o con
la deambulación). Asimismo, se le interrogará sobre la presencia de posibles
síntomas de enfermedad vascular periférica, como la claudicación intermitente,
el dolor en reposo que no mejora con la marcha y empeora con la elevación del
pie, el calor o el ejercicio, o la frialdad en los pies. Además, se ha de
investigar sobre la existencia de otros factores de riesgo modificables.
Seguidamente, se inspeccionará el pie en busca de hiperqueratosis, callos, ojos
de gallo, deformidades, fisuras, grietas y, muy especialmente, úlceras. De forma
global, se debe prestar atención a la higiene y el cuidado de los pies (la
hidratación, el corte de las uñas, etc.), así como al uso de medias, calcetines
y calzado, para comprobar que éste sea apropiado y no contenga cuerpos extraños
o presente un desgaste excesivo. El consejo preventivo en esta etapa de la
exploración es muy importante.
3.
Historia clínica de las heridas: Localización, duración, evento
desencadenante, recurrencia, infección, cuidado de las heridas, antecedente de
cirugía o trauma previo, presencia de edema uni o bilateral, pie de Charcot
previo o activo.
4.
Exploración física: Se recomienda una revisión sistemática y ordenada con
el objetivo de identificar un pie en riesgo (Wagner 0),lo que permite realizar
un abordaje diagnóstico terapéutico oportuno y eficaz. Esta revisión debe
realizarse en todo paciente diabético una vez al año y en caso de la presencia
de factores de riesgo debe ser cada 1 a 6 meses. Durante la exploración del pie
es de importancia observar las características clínicas de las úlceras
presentes que nos permita diferenciar la etiología isquémica o neuropática. Ya en el PD, la primera etapa
consiste en buscar la causa de la lesión. El hecho de que el paciente la ignore
constituye un signo de gravedad que pone de manifiesto la existencia de una
neuropatía. Examinando la lesión se determina si ésta es de origen arterítico o
neuropático. Las lesiones arteríticas se sitúan en los puntos de roce. Si no
existe una neuropatía asociada resultan dolorosas. Las lesiones neuropáticas se
localizan en los puntos de apoyo bajo la cabeza de los metatarsianos, o bien en
el pulpejo de los dedos en martillo. Los males perforantes pueden desarrollarse
en los puntos de roce anómalos, como los hallux valgus o los callos en el dorso
de los dedos o interdigitales, donde el roce puede crear un ojo de perdiz. El
mal perforante está rodeado por una queratosis muy dura, cuya abrasión descubre
una herida mucho más grande que lo que se sospechaba. Se empieza por explorar
la herida en busca de un contacto óseo, valiéndose de un estilete rígido
estéril. Se realizan radiografías de los huesos para buscar signos compatibles
con una osteítis (geodas localizadas, disminución de la interlínea, ruptura de
la cortical), muy probable si el contacto óseo ha resultado positivo. Para
evaluar la calidad de la vascularización se practica una eco-Doppler de las
arterias de los miembros inferiores y se mide la presión transcutánea de
oxígeno.
Evaluación Dermatológica y Osteomuscular
Se debe
estudiar la presencia de anhidrosis, hiperqueratosis, callosidades,
deformidades, fisuras, lesiones interdigitales, eccemas y dermatitis, atrofia
del tejido celular subcutáneo, ausencia de vello y turgencia de la piel. Así
mismo, edema, onicopatías, presencia de hallux valgus, varus, dedos en garra o
martillo, presencia de pie cavo, plano, prono y supino; atrofia de la
musculatura interósea, ausencia del signo del abanico (imposibilidad de separar
los dedos entre sí) y asimetría de la temperatura plantar.
Para
la osteítis
Desde el punto de
vista radiológico, las radiografías estándar permiten evaluar la presencia de
signos de osteítis con osteólisis y la búsqueda de cuerpos extraños
radiovisibles ante una herida traumática infectada. La normalidad de las
radiografías no descarta el diagnóstico y requiere una nueva exploración pasado
un tiempo. Se puede proponer la realización de una RM en caso de duda. La
gammagrafía con leucocitos marcados sigue siendo una prueba usada de forma
excepcional. El diagnóstico definitivo se basa en el estudio bacteriológico y/o
la biopsia ósea.
Evaluación vascular
La
isquemia secundaria a la macroangiopatía se asocia en los enfermos diabéticos y
en el 40% al 50% de los casos con lesiones en los pies, aunque las
manifestaciones clínicas pueden estar atenuadas por la presencia de la
neuropatía.
Los
síntomas y signos de la afectación isquémica de los miembros inferiores en la
DM son múltiples y suelen ser evolutivamente progresivos en cuanto a su
severidad.
Figura 1. Manifestaciones clínicas de la isquemia en el pie diabético.
Presentan
la particularidad de que, al estar asociados en la mayoría de las ocasiones a
la neuropatía, pueden estar modificados —magnificados o minimizados— por ésta.
Por
este motivo, y sobre todo en situaciones de dolor en reposo grave o úlcera del
pie, y en base a múltiples estudios, se han designado unos criterios
hemodinámicos que, asociados a los clínicos, permiten establecer los conceptos
de isquemia crónica, isquemia crónica crítica e isquemia crítica a los que nos
referiremos a continuación.
La
claudicación intermitente o dolor muscular (CI) secundaria al ejercicio y que
se manifiesta a nivel de los diversos grupos musculares en la extremidad
inferior, es la forma de presentación clínica más frecuente de la isquemia de
miembros inferiores en el enfermo diabético.
En la
DM, y con respecto a la isquemia en enfermos no diabéticos, tal y como ya se ha
comentado, es mucho más frecuente la afectación de arterias infra inguinales
—sector fémoro-poplíteo y troncos tibio-peroneos—, por lo que la CI presenta
una localización prevalente en la musculatura de la pantorrilla.
La
sintomatología, en forma de calambre o dolor muscular, aparece al caminar y
cede al detenerse, incluso permaneciendo de pie.
La
distancia de claudicación suele ser constante, acortándose al subir cuestas, al
andar más rápido, cuando hace frío o después de una comida copiosa. Debe
diferenciarse de otros procesos que manifiestan su sintomatología también al
caminar, como la artrosis, determinadas miopatías, las radiculopatías o la
estenosis de canal raquídeo que, como rasgo diferencial, no se agravan e
incluso pueden mejorar al progresar la deambulación.
El
dolor no isquémico, la denominada pseudoclaudicación, también puede mejorar en
reposo, pero habitualmente tarda más en desaparecer y los enfermos generalmente
necesitan sentarse o cambiar de postura.
Además,
la CI isquémica es constante y no varía de un día a otro. Es referida por el
enfermo como más cercana al cansancio o fatiga que como dolor propiamente
dicho, e incluso muchos de ellos niegan su presencia, adaptando algunos su modo
de vida y auto imponiéndose un ritmo de deambulación acomodaticio y muy
limitado.
Los
grupos musculares afectados, como ya se ha comentado, están condicionados por
el nivel segmentario de la lesión arterial. Así, la CI en la zona glútea o en
el muslo es secundaria a la estenosis u obstrucción del sector arterial
aortoilíaco y determinadas patologías radiculares a nivel lumbar, como la
compresión discal o la estenosis del canal raquídeo, pueden provocar una
sintomatología similar.
La
afectación aortoilíaca puede ir asociada a la clínica de disfunción eréctil
peneana, si bien el enfermo diabético puede también sufrirla por afectación
neuropática.
Al ser
los sectores arteriales infrapoplíteos los más frecuentemente afectados en los
enfermos diabéticos, la CI debería afectar a los músculos del pie que son los
irrigados por estas arterias. Pero esto es excepcional por la poca masa
muscular que tienen. Muchos autores sostienen que el pie no tiene capacidad
para presentar CI. De hecho, en muchos enfermos diabéticos aparece una úlcera
isquémica sin haber padecido claudicación.
La
presencia de un pie frío es frecuente en enfermos con afectación arterial de los
miembros inferiores, y no es infrecuente, que para aliviar la sensación de
frialdad, se utilicen fuentes de calor como las botellas de agua caliente o las
almohadillas eléctricas, lo que puede provocar graves lesiones ampollosas en
aquellos pies insensibles o con el umbral de sensibilidad disminuido al calor
debido a la neuropatía periférica.
La
sensación de frialdad puede aparecer en el pie isquémico y también en el
neuropático. No obstante, el isquémico estará frío a la palpación, y el
neuropático no lo estará.
Al
progresar la isquemia puede aparecer dolor en reposo, que es la traducción
clínica de una situación fisiopatológica en la que la presión parcial de
oxígeno es insuficiente aun en ausencia del más mínimo ejercicio, lo que
comporta la isquemia neurológica.
Tiene
fases de exacerbación, que coinciden con el descanso nocturno, y durante las
cuales se requiere analgesia. Esta circunstancia está condicionada por la
adopción de la posición de decúbito, pero básicamente se produce porque en la
fase del sueño existe una disminución de la tensión arterial, que implica que
predomine la circulación de tipo central en deterioro de la perfusión de los
miembros inferiores.
Es la
isquemia nerviosa la que despierta al enfermo.
Es referida sobre todo a los dedos de los pies. Mejora con la bipedestación, la sedestación y
también al caminar, ya que el ejercicio muscular incrementa el gasto cardíaco.
Estas circunstancias aportan una mejor perfusión a los miembros inferiores y
desaparece la isquemia nerviosa. El dolor isquémico mejora al dar unos pasos,
pero empeora si persiste el ejercicio. En cambio, el dolor neuropático mejora
al caminar.
Empeora
también con la postura de decúbito o con la elevación del pie y con el calor.
Es característica clínica su aparición regular todas las noches y con un dintel
de dolor constante, a diferencia del dolor neuropático, que tiende a presentar
un ritmo y dinteles variables e intermitentes.
El
control postural del flujo sanguíneo del pie se pierde tanto en los casos de
isquemia como en los de neuropatía, en relación con la pérdida de la inervación
simpática de los capilares y ello provoca
hiperperfusión con el declive. Por ello, cuando estos pacientes colocan
sus pies en esta posición, aparece edema en los miembros inferiores y mejora
del dolor. Suelen dormir en una silla y es frecuente que a medio plazo este
edema secundario se implique fisiopatológicamente en el agravamiento de la
isquemia.
La
aparición de palidez plantar secundaria a la elevación de la extremidad y el
retraso del relleno capilar constituyen otros signos de isquemia evolucionada.
Se
exploran con la extremidad elevada 45 grados, que se mantiene en esta posición
hasta que se percibe dicha palidez. A continuación, se coloca la extremidad en
posición de declive, postura favorable a la presión hidrostática y que conlleva
el relleno pasivo de la circulación capilar cutánea. No obstante, en el pie en
fase de isquemia avanzada, existe un retraso en el tiempo de relleno capilar, y
el pie no retorna a la coloración sonrosada
normal sino que adquiere un característico rubor
La piel
suele ser fina y atrófica, con pérdida del vello de los dedos y del dorso del
pie, engrosa-miento de las uñas, y frecuentemente se objetivan sobreinfecciones
ungueales de tipo fúngico.
Muchos
enfermos diabéticos con neuropatía pueden desarrollar gangrena de los pies sin
haber padecido dolor en reposo. En ausencia de una neuropatía severa, la
pérdida tisular aparece en la parte más distal de los dedos o en el talón, y se
asocia con dolor intenso. Sin embargo, el enfermo con isquemia y neuropatía
asociada puede presentar úlceras indoloras de los pies o una lesión neuropática
en la zona de apoyo plantar cuya cicatrización fracasa debido a la isquemia.
También
pueden aparecer fisuras o áreas necróticas en el talón y, aunque lo habitual en
los enfermos diabéticos es la presencia de neuropatía asociada que enmascara el
dolor isquémico, en caso de presentar únicamente isquemia, estas lesiones son
muy dolorosas.
La piel
perilesional suele presentar un aspecto eritematoso, debido a la vasodilatación
capilar refleja. Este eritema se diferencia del de la celulitis y la
linfangitis en que desaparece al levantar el pie y reaparece con el declive.
La
Isquemia Crónica Crítica corresponde a los estadios III y IV de la
clasificación de Leriche y Fontaine, y en este sentido han existido diversos
intentos de añadir al criterio clínico un criterio hemodinámico, con la
finalidad de describir la Isquemia Crítica.
En este
sentido, en los Consensos de la Sociedad Europea y Norteamericana de Cirugía
Vascular, se definía por uno u ambos de los siguientes criterios:
a.
dolor en el reposo persistente y recurrente, que ha precisado analgesia
adecuada y regular en un intervalo superior a las dos semanas, con una presión
sistólica en los dedos igual o menor a 30 mmHg.
b.
úlcera o gangrena en el pie, con los mismos parámetros tensionales.
Figura
2. Criterios clínicos y hemodinámicos definitorios de la isquemia critica en el
pie diabético
También
se consideraba Isquemia Crítica cuando la Tensión Transcutánea de Oxígeno
(TTCPO2) era menor de 30 mmHg. Actualmente, y según el Consenso Transatlántico
de Sociedades de Cirugía Vascular (T.A.S.C.), en su recomendación número 77, el
término Isquemia Crítica de la extremidad debería utilizarse en todos los
enfermos con dolor en reposo isquémico crónico, úlcera o gangrena atribuible a
enfermedad obstructiva arterial demostrada objetivamente (T.A.S.C. Definition
and Nomenclatura for Chronic Critical Leg Ischaemia).
Cuando
en el pie de un enfermo diabético una lesión cumple los criterios de isquemia
crítica, si no se realiza una terapéutica farmacológica o de revascularización
quirúrgica destinada a mejorarla perfusión tisular, el enfermo perderá la
extremidad.
Exploración de isquemia
Arteritis
La exploración física es característica, con pulsos
distales (pedios y tibiales posteriores retromaleolares) abolidos o débiles,
piel fina y frágil, con pilosidad escasa o ausente, hiperoniquia con uñas
gruesas que pueden lesionar el lecho ungueal. A veces se encuentra una
amiotrofia considerable, con tendones demasiado visibles. El pie puede estar
frío. Se mide el índice tobillo-brazo (ITB), que es el cociente entre la
presión arterial en el tobillo y la presión arterial humeral. Por debajo de 0,9
se considera que existe una arteritis y, por debajo de 0,5, que dicha arteritis
es grave. En los casos de esclerosis calcificante de la media (enfermedad de
Monckeberg) el ITB suele ser superior a 1,3 y resulta ininterpretable.
La valoración de la arteritis se completa con una
exploración Doppler destinada, antes que todo, a evaluar el estado arterial
distal (número y permeabilidad de las arterias de las piernas, presencia o
ausencia de la arteria pedía).
Pruebas complementarias Para la isquemia
La medición
transcutánea de la presión de oxígeno (TcPO2) permite evaluar
la gravedad de la isquemia cutánea
y las probabilidades de cicatrización espontánea. Se estima que las probabilidades de cicatrización son del 90% si es superior a 30 mmHg, con un valor normal en los diabéticos si es de 50 mmHg. Por debajo de 30 mmHg, la isquemia se considera crítica. También se puede medir la presión sistólica
del primer dedo, que confirma
la isquemia y permite evaluarla [Camilleri, 2000]. En caso de infección del pie,
se realiza de forma sistemática una ecografía Doppler arterial de los miembros inferiores en busca de estenosis
significativas. Se debe comentar con el equipo de cirugía vascular
la indicación de una exploración invasiva de tipo arteriografía con fines diagnósticos y terapéuticos (revascularización).
La angiorresonancia magnética
y la angiotomografía computarizada son otras alternativas. El algoritmo diagnóstico de la SPILF [Barret, 2005] resume
estos elementos.
Figura
3. Árbol de decisiones. Algoritmo
diagnóstico: arteriopatía y pie diabético infectado (de La SPILF). IPS: índice de presión sistólica;
TcPO2: medición transcutánea
de
la presión de
oxígeno; PSPD: presión
sistólica del primer
dedo; RM: resonancia magnética; TC: tomografía computarizada. Tomado de tratamiento quirúrgico del pie diabético
2010 elsevier masson
Exploración de la enfermedad vascular periférica
El grupo arterial más afectado en la DM es el
fémoro-poplíteo-tibial y por tanto el grupo muscular con más frecuencia
claudicante es el gemelar. Se debe valorar presencia o ausencia palpatoria de
los pulsos tibiales, poplíteos y femorales, soplos en la arteria femoral común
y en la aorta abdominal, temperatura y coloración en la cara dorsal y plantar
de los pies, cianosis, palidez e hiperemia. Esta evaluación se debe
complementar con estudios arteriales invasivos y no invasivos para determinar
la perfusión de la extremidad inferior, según sea el caso incluirá: Índice
Tobillo/Brazo (ITB), Ultrasonido Dúplex Arterial, Angiografía con contraste de
miembros inferiores, Angiotomografía y Angioresonancia.
El
índice tobillo brazo deberá ser realizado con doppler en personas mayores de 50
años o de menor edad si presentan factores de riesgo, y si es normal deberá
repetirse cada 5 años. Se calcula como una relación entre la presión sistólica
máxima de la arteria tibial posterior o pedía y la presión sistólica máxima de
la arteria braquial ipsilateral. Un índice tobillo/brazo cercano a 1 (>0,9)
se considera normal y un valor < 0,50 indica enfermedad arterial.
Figura 4. ITB =
Presión tobillo/ Presión brazo Interpretación ITB: >1,30: Rigidez
arterial 0,91 – 1,30: Normal 0,41 – 0,90: Enfermedad arterial periférica (EAP)
leve a moderada <0,40: EAP severa
Revista Venezolana de Endocrinología y Metabolismo - Volumen 10, Número
3 (Octubre) ; 2012 180
Normalmente, el
índice tobillo-brazo suele ser superior a 0,9; en los casos de claudicación
intermitente, su valor oscila entre 0,5 y 0,8, y en el caso de dolor en reposo
es menor a 0,5. Es importante conocer que en las personas mayores, sobre todo
en los pacientes diabéticos, es frecuente la calcificación de la capa media
arterial, obteniéndose presiones falsamente elevadas e índices por encima de
1,5, aun en presencia de una enfermedad vascular.
Exploración hemodinámica
Aun en
ausencia de sintomatología clínica y con positividad de pulsos, el estudio
funcional hemodinámico (EFH) es preceptivo en la extremidad inferior y desde el
momento mismo de establecer el diagnóstico de DM como estudio inicial o basal
de referencia y a correlacionar, con posterioridad, con la posible aparición de
sintomatología isquémica.
En este
sentido, diversos estudios coinciden en señalar la existencia de una
arteriopatía clínicamente no manifiesta, pero objetivable mediante EFH, en el
20% de los enfermos diabéticos en el momento de su diagnóstico.
Los
diversos protocolos de EFH para el diagnóstico de la isquemia crónica en el PD
se expresan en la figura 5.
Figura 5. Exploraciones funcionales hemodinámicas de utilidad y
aplicación en el diagnóstico de la isquemia crónica de las extremidades.
El ultrasonido dúplex arterial es de utilidad en el diagnóstico de enfermedad arterial periférica (EAP),
establecer la localización anatómica y severidad de la enfermedad; también es
útil para seleccionar pacientes candidatos de revascularización endovascular o
quirúrgica. La angiografía con contraste es el método definitivo para la
evaluación anatómica de la EAP cuando la revascularización ya está planificada,
sin embargo, tiene como desventaja que se trata de un procedimiento invasivo
asociado a riesgo de infección, sangrado, complicaciones por el acceso vascular
como disección o hematomas, alergia o nefropatía por contraste. La
angiotomografía y angioresonancia también son útiles para la evaluación de la
anatomía vascular y la presencia de estenosis significativa, además
proporcionan información sobre la presencia de aneurismas, atrapamiento
poplíteo y enfermedad quística de la adventicia; constituyen, al igual que la
angiografía por contraste, un estudio definitivo para la evaluación del
paciente previo a la revascularización.
El primer medio que
se va a utilizar para la exploración de la vasculopatía es la observación y la
palpación de las piernas y los pies. Nos orientará hacia la existencia de una
enfermedad vascular periférica la presencia de cambios de color en relación con
los cambios de posición de la extremidad (excesiva palidez al elevar el pie y
enrojecimiento al descenderlo), la frialdad de la extremidad en comparación con
la otra, y la existencia de cambios tróficos (atrofia del tejido celular
subcutáneo, piel brillante, ausencia de vello en el dorso del pie y
onicogriposis). El siguiente paso es realizar la palpación de los pulsos de
ambas extremidades inferiores del paciente. Una ausencia de pulsos indicará la
presencia de isquemia arterial. No es fácil la palpación de los pulsos pedios,
ya que la presencia de edema o la no compresibilidad de la arteria por
calcificación de la misma dificultan la maniobra exploratoria.
A continuación se
realiza el cálculo del índice tobillobrazo, o índice YAO, que consiste en
calcular el cociente entre la presión arterial sistólica en el tobillo y la
presión arterial sistémica en el brazo. Para medir la presión en el tobillo se
coloca el manguito de presión justo encima del mismo; la presión se determina
mediante un Doppler manual colocado sobre la arteria tibial posterior o pedia
(en ausencia de Doppler se utilizará la palpación manual del pulso).
La oscilometría tiene como finalidad poner de
manifiesto gráficamente la amplitud de la pulsatilidad arterial, lo que
proporciona una somera información del déficit circulatorio existente. Existe
una gran variabilidad entre los resultados obtenidos, por lo que no se pueden
establecer valores absolutos de referencia; las cifras obtenidas se deben
comparar con las de la extremidad contralateral o con los segmentos sanos del
paciente explorado.
Para una completa
exploración se ha de aplicar el manguito en el tercio superior e inferior de la
pierna, de forma bilateral y en reposo y tras 2 min de ejercicio vigoroso.
Normalmente, el índice oscilométrico debe ser idéntico para ambas extremidades
en una misma localización y con el mismo grado de presión; además, debe tener
el grado máximo cuando la presión del manguito sea igual a la presión sistólica
del paciente. Ante arterias calcificadas (hecho relativamente frecuente en
pacientes con diabetes mellitus) o la presencia de arritmias, la interpretación
de la oscilometría se dificulta enormemente.
a) Gradientes tensionales o índices tensionales
Se
valoran mediante el Doppler bi-direccional, utilizando una frecuencia de 7,5
mHz. El índice tensional (IT) es un valor relativo que se calcula mediante la
interrelación de las presiones sistólicas registradas en las arterias tibial
anterior o tibial posterior a nivel maleolar, y la presión sistólica humeral. “IT
= P. Sist. en arteria tibial ant, post o femoral superficial / P. Sist.
humeral".
El IT
puede establecerse a tres niveles: maleolar, infra y supracondíleo, si bien el
valor de referencia habitualmente utilizado en clínica para el diagnóstico de
isquemia es el primero.
En
situación basal, se consideran dentro de la normalidad los valores iguales o
superiores a 1,0 y a 1,2 en los IT maleolar e infracondíleo, respectivamente.
Ya se
ha mencionado que en la DM no es infrecuente la existencia de calcificación a
nivel de la capa media arterial, conocida como "calcificación de
Monckeberg", en referencia a este autor, que la describió por primera vez,
y que constituye una circunstancia que puede artefactar los valores de los IT.
Debe, por tanto, sospecharse de su existencia cuando el valor del IT a nivel
maleolar es superior a 1,30 o bien cuando sigue percibiéndose flujo en la
arteria explorada con insuflaciones del manguito superiores a una presión de
160 mm Hg.
Valores
inferiores a 1,0 en el IT maleolar son indicativos de alteración hemodinámica
troncular en el eje aorto-ilio-fémoro-poplíteo-tibial, y su progresiva caída ha
podido correlacionarse satisfactoriamente con los grados clínicos de isquemia
crónica de Leriche y Fontaine.
Figura
6 Correlación clínico-hemodinámica en la isquemia crónica de la extremidad
inferior (Clasificación de Leriche y Fontaine, modificada).
Valores
inferiores a 0,30 o presiones por debajo de los 50 mm Hg a nivel maleolar, o de
30 mmHg a nivel digital, son indicativos de grado avanzado de isquemia, y
permiten establecer criterios hemodinámicos de isquemia crítica.
b) Estudio de las curvas de flujo arterial
Su
registro se realiza mediante Doppler bidireccional, utilizando frecuencias de
7,5 ó 4 mHz y a nivel de los segmentos de la arteria femoral común, poplítea,
tibial anterior, posterior y peroneal. Permite el estudio del Índice de
Pulsatibilidad (IP), que es una variable dependiente de las velocidades máxima
y media de la curva velocimétrica de flujo: "I.P. = Máxima Velocidad
Sistólica / Velocidad Media"
Ambas
variables son, a su vez, función de la situación hemodinámica de los sectores
arteriales proximales y distales al punto de exploración de la sonda Doppler.
De esta forma, el descenso o reducción del componente negativo o diastólico de
la curva velocimétrica es indicativo de un incremento de las resistencias
periféricas en el sector arterial distal al punto de exploración, circunstancia
que se observa cuando este segmento presenta una reducción, por estenosis u
obliteración, al paso del flujo arterial.
Igual
comportamiento en el componente positivo o sistólico es indicativo de estenosis
significativa en el segmento arterial proximal al punto de exploración.
Figura 7. Fases de la
curva velocimetrica Doppler en situación de normalidad hemodinamica. (a)
Alteración en el registro del test de esfuerzo- trazados superior e inferior o
izquierdos (b)
El IT
es, en sí mismo, un buen indicador del grado clínico de la isquemia con una
especificidad y sensibilidad muy elevados —entre el 90% y el 93% — y su
valoración simultánea con los valores del IP permite realizar el diagnóstico de
la segmentariedad de los sectores afectados y el nivel de compensación por
circulación colateral. No obstante, tienen un considerable margen de error en
la no detección de estenosis inferiores al 75%-80% del área arterial cuando son
evaluados de forma basal, ya que estas lesiones sólo se comportan de forma
hemodinámicamente significativa con posterioridad al ejercicio muscular. Este
hecho, y la propia conveniencia de evaluar de forma objetiva la distancia de
CI, establecen la necesidad de efectuar el test de esfuerzo o claudicometría,
que permite, en función de las variables de velocidad y grado de pendiente,
establecerla de forma exacta.
c) Test de esfuerzo
En la
claudicometría, la velocidad se estandariza entre 4 y 9 km/h y el grado de
pendiente de la rampa por dónde camina el enfermo, sobre un 12%. Se registra
como distancia de CI la recorrida hasta el momento en que éste refiere dolor
muscular que le impide seguir realizando el examen. Si éste no es manifestado,
la prueba se concluye a los 10 minutos de iniciada. El diferencial entre el IT
a nivel maleolar, infra y supracondíleo por un lado y del IP a nivel de la
arteria femoral común y tibial anterior o posterior por el otro, registrados en
situación basal y a la conclusión de la claudicometría, permiten establecer
diversas valoraciones hemodinámicas:
· Un diferencial entre ambos IP inferior a 3,70 +/- 2,43, cuando se
presenta asociado a un IT a nivel supracondíleo igual o superior a 0,65, es
indicativo de afectación hemodinámicamente significativa en el sector
aorto-ilíaco o ilíaco ipsilateral.
· El mismo diferencial en ambos IP, con un IT inferior a 0,65,
indica, además, la afectación hemodinámicamente significativa en el sector
fémoro-poplíteo.
En
circunstancias de normalidad hemodinámica, el IT maleolar post-esfuerzo es
superior al medido en situación basal, y situaciones de estenosis u
obliteraciones en el eje arterial de la extremidad se traducirán en
alteraciones hemodinámicas, que se manifestarán en valores de IT post-esfuerzo
inferiores a los basales. Se establecen cuatro niveles o estadios de progresiva
gravedad hemodinámica, en función del comportamiento del IT post-esfuerzo en
mediciones seriadas realizadas a intervalos de un minuto en los diez siguientes
inmediatos a la finalización de la claudicometría, y que se conocen como tests
o estadios de Stradnness. Todos estos estudios sitúan a las EFH en un punto
incuestionable en el diagnóstico de la arteriopatía en el PD y, adicionalmente,
el IT maleolar es un indicador al que numerosos expertos confieren un elevado
grado de fiabilidad en la indicación de la revascularización quirúrgica y en la
selección del nivel de amputación.
Pletismografía
El
estudio de las variables que integran las curvas de volumen del pulso tiene
interés en determinadas fases de isquemia en el PD. Desde el punto de vista instrumental
y técnico, existen varias modalidades de estudio pletismográfico: método
neumático, de impedancia o anillos de mercurio. Constituyen zonas de
exploración cualquier segmento de la extremidad —dedo, pierna, muslo— donde
quiera evaluarse la curva del pulso.
En
fases iniciales de arteriopatía —esclerosis parietal—, el primer componente que
se altera es la onda dícrota de la curva ascendente. Progresivos grados de
estenosis acaban afectando a ambos componentes, lo que se aprecia primero por
una tendencia a la simetría de la curva —curva acampanada— y, finalmente, por
un progresivo aplanamiento de la misma.
Figura 8. Curva de
volumen de pulso normal con sus componentes anacroto o ascendente, catacroto o
descendente y la inflexión dicrota en este último. A) curva de pulso de tipo
rígido, con ausencia de dicrotismo, que indica la existencia de esclerosis
parietal. B). Curva de volumen de pulso aplanada indicativa de estenosis C)
El
estudio pletismográfico tiene también su utilidad en la evaluación de la
reserva o capacidad vasomotora de los segmentos arteriolo-capilares, dato de interés
práctico en ciertas estrategias terapéuticas de la isquemia.
La DM
implica un grado variable de alteración en el sistema nervioso de regulación
autonómica, hecho que conlleva el que, en función de la evolutividad de la
enfermedad, exista un grado avanzado de denervación simpática y parasimpática
en las extremidades y, por tanto, de la capacidad de reacción vasomotora.
Esta
situación puede evaluarse desde un punto de vista cualitativo mediante la
prueba o test de hiperemia reactiva, consistente en el estudio comparativo de
la curva pletismográfica basal y la obtenida con posterioridad a una isquemia
de tres a cinco minutos isquemia, realizada mediante un brazal neumático.
Cuando
la capacidad vasomotora está conservada, las curvas post-isquemia presentan una
mayor amplitud con respecto al trazado basal, no modificándose cuando está
alterada.
Igual
comportamiento cabe esperar con posterioridad al bloqueo químico positivo de
los ganglios simpáticos lumbares.
Tensión transcutánea de O2 y CO2
Constituye
un método indirecto de la valoración de la perfusión sanguínea cutánea, en el
que los niveles de saturación de oxígeno en sangre se miden de forma
amperimétrica en función del diferencial de la reducción en un cátodo de
platino polarizado negativamente con respecto a un electrodo argéntico de
referencia. La corriente medida es proporcional a la presión parcial de
oxígeno. De forma similar, el nivel de saturación de dióxido de carbono se mide
por las variaciones del pH en un electrodo de cristal con respecto al argéntico
de referencia.
Para
conseguir valores fiables, el propio captor realiza de forma previa una
hiperemia en la zona de medición mediante una elevación de la temperatura
cutánea a 44 grados centígrados.
La
tensión transcutánea de oxígeno (TTCO2) ha podido correlacionarse con los
índices tensionales Doppler, y con la presencia o ausencia de pulso tibial, y
se le atribuye un valor pronóstico en el PD infectado.
En este
sentido, cifras de TTCO2 iguales o superiores a 30 mmHg han mostrado una
sensibilidad del 94%, una especificidad del 40%, un valor predictivo positivo
del 92% y un valor predictivo negativo del 50% en cuanto a la resolución
favorable de la lesión o a la viabilidad de una amputación transmetatarsiana.
Figura 9. Correlación de
los valores de la tensión transcutánea de oxígeno con los índices tensionales.
Figura 10. Correlación
de los valores de T.T.C. oxígeno y de gradiente tensional medido mediante
Doppler en la predicción de la viabilidad de los distintos niveles de
amputación en la extremidad inferior.
No
obstante, es un método que presenta cierta complejidad en su utilización y que
precisa de un calibraje metódico previo para evitar lecturas erróneas.
Estudio capilaroscópico
La
frecuente afectación de los capilares cutáneos en la DM hace especialmente
interesante este estudio, si no de forma sistemática, sí en determinadas
situaciones en el enfermo diabético por. Se utilizan dos modalidades técnicas:
la morfológica y la dinámica o intravital. Ambas realizan la evaluación de la
circulación capilorovenular en función de parámetros morfológicos y dinámicos.
La
dinámica permite además valorar la reacción del sector capilar bajo la
influencia de tests ambientales o farmacológicos. Diversos autores sostienen el
criterio de que existe un patrón morfológico determinado y propio, definitorio
la microangiopatía en la DM, consistente en la presencia de formas
megacapilares, flujo granular, y de microaneurismas, que en el asa capilar
pueden adoptar una posición aplical —tipo I— o marginal —tipo II—.
Figura 11. Observaciones
de la capilaroscopia morfológica digital en el pie diabético: Reducción del número
de estructuras identificables, megacapilares y aneurismas capilares apicales.
Tales alteraciones
sólo pudieron ser evidenciadas en menos del 40% de una serie de sesenta y nueve
enfermos diabéticos estudiados. En este grupo, el 70% presentaban una evolución
de la enfermedad superior a los quince años, mientras que en el grupo en que no
se objetivaron anormalidades morfológicas, el 90% de los enfermos presentaban
una evolución inferior a los diez.
Fagrell
et al han correlacionado la progresiva severidad de la isquemia con seis
estadios capilaroscópicos.
Figura
12. Observación capilaroscopica en la isquemia crónica en enfermos diabéticos.
Termometría
Por su
simplicidad, es un estudio útil en la valoración de las zonas de isquemia, proporcionando
una información pronóstica sobre la capacidad vasoactiva.
En este
sentido, tiene un valor predictivo positivo alto en los tests de bloqueo
químico de los ganglios simpáticos lumbares cuando la temperatura se eleva un
diferencial de tres o más grados centígrados, y algunos autores consideran este
test de mayor fiabilidad que el basado en el método pletismográfico de
hiperemia reactiva.
Precisa
de unas condiciones térmicas ambientales prederterminadas y los resultados
falsamente negativos obtenidos en el despistaje de zonas hipoperfundidas están condicionados
por procesos sépticos no diagnosticados.
Laser-Doppler
Es un
método que permite valorar la perfusión arterial cutánea.
No se
han demostrado diferencias significativas en cuanto al comportamiento de sus
valores en la isquemia en enfermos diabéticos y no diabéticos. Su mayor interés
radica en que ha mostrado cierto valor predictivo de la efectividad en la
cirugía del simpático y en el implante del neuroestimulador medular.
La
complejidad en su utilización y la variabilidad excesivamente frecuente entre
dos o más mediciones consecutivas son importantes inconvenientes en su
utilización.
Diversos
estudios coinciden en el dintel de 30 mmHg para la predicción de la
cicatrización de amputación. Por su complejidad exploratoria y su mínima
incidencia en la toma de decisiones terapéuticas, tanto la capilaroscopia como
el láser-Doppler deben ser considerados, en nuestro criterio, técnicas de
investigación clínica
Estudio angiográfico
Los
diversos estudios y tests diagnósticos descritos, y fundamentalmente los datos
derivados de la exploración basada en el método Doppler —IT, IP,
claudicometría— y en el método pletismográfico
permiten,
con una fiabilidad del 100%, realizar un correcto diagnóstico en cuanto a la
situación de perfusión arterial en el PD.
En este
contexto, el estudio angiorradiológico tiene una ubicación muy precisa en el
sentido de que debe indicarse únicamente, y con contadas excepcionalidades,
cuando la evolución de la isquemia hace preciso plantear un procedimiento
quirúrgico de revascularización.
Todas
las técnicas de estudio angiorradiológico de las que hoy disponemos
—convencional, digital, angiorresonancia— estarán correctamente indicadas en el
estudio de la isquemia de las extremidades, en la medida en que tengan
capacidad para realizar un estudio extenso, completo y correctamente seriado
del eje ilio-femoro-poplíteo-tibial, con inclusión del arco arterial plantar.
Esta
observación, que es aplicable a cualquier extremidad isquémica, es si cabe de
mayor importancia en la isquemia del PD, por la peculiar morfología de los
sectores afectados.
Como ya
se ha comentado en capítulos precedentes la afectación del sector
fémoro-poplíteo y troncos tibioperoneos tiene una prevalencia mucho mayor en el
enfermo diabético que en el isquémico no diabético. Por tanto, y como se expone
en el capítulo de tratamiento revascularizador, es básico y fundamental, desde
la vertiente táctico-quirúrgica, evaluar correctamente el estado morfológico de
los segmentos arteriales infrapoplíteos y tibio-peroneos distales.
La
mayor prevalencia de una determinada morfología lesional sobre otra en el
enfermo diabético con respecto al no diabético difiere según el sector. Así,
mientras en el sector aortoiliaco y en los troncos viscerales la prevalencia y
tipología de las lesiones no difiere, en el sector fémoro-poplíteo y en el
tibio-peroneo, el enfermo diabético presenta un patrón altamente prevalente con
respecto al no diabético y configurado por estenosis sucesivas o seriadas que
confieren un aspecto "arrosariado". Con frecuencia, el sector
fémoro-poplíteo estenosado finaliza con la obliteración en el tercer segmento
de la arteria poplítea, a partir de la cual sólo se objetiva una pobre y
discontinua revascularización de los troncos tibio-peroneos.
Las
calcificaciones y la afectación del ostium y segmentos iniciales de la arteria
femoral profunda son otros aspectos diferenciales.
Figura 13. Patrones angiográficos característicos de la ateromatosis en
la DM: Estenosis politopicas en el sector femoro poplíteo a); afectación de la
arteria femoral profunda b); Obliteracion d ellos troncos tibio peroneos c); La
calcificación arterial, descrita por Monckeberg, es un hallazgo frecuente d).
Manifestaciones clínicas de la
neuropatía y Evaluación neurológica
La
neuropatía diabética (ND) periférica ha sido descrita en la DM tipos I y II, y
en el Capítulo II se ha establecido que la misma se halla en relación directa
con el medio hiperglucémico en que se mueve el enfermo diabético.
En la
DM tipo I, un control metabólico deficiente, con elevados niveles plasmáticos
de glucemia, implica una mayor incidencia de neuropatía —periférica y
autonómica— con respecto a situaciones metabólicas correctamente controladas.
Una
tercera parte de los enfermos diabéticos, como ya se ha comentado, presentan
alteraciones neuropáticas de diversa tipología en el momento de su diagnóstico,
que suelen remitir, aunque no en todos los casos, cuando el control ajustado de
la alteración metabólica es el correcto.
Las
diversas formas clínicas de ND se relacionan en la figura 14.
Figura
14. Formas clínicas de la neuropatía diabética
a) Polineuritis periférica simétrica bilateral
Polineuritis
predominantemente sensitiva: La sintomatología, en grado variable, es la propia
de la alteración de la sensibilidad dolorosa, propioceptiva, táctil,
termoalgésica y vibratoria.
Polineuritis
predominantemente motora: En esta forma existe, además de una afectación
sensitiva, un predominio de alteración de la motora, con disminución de fuerza
muscular especialmente en la cintura proximal, y alteración de reflejos
rotulianos.
b) Mononeuritis motora periférica y polineuritis periférica asimétrica.
Amiorradiculopatía
Las
complicaciones que involucran los nervios periféricos pueden ser únicas o
múltiples, tal como se indica en la figura 15.
Figura
15. Clasificación topográfica de la neuropatía diabética
Se
clasifican en mononeuropatía y polineuropatía. Una plexopatía diabética se
caracteriza por la afectación de un plexo nervioso, siendo los más
frecuentemente afectados el braquial y el lumbosacro.
Mononeuritis o polineuritis de los nervios craneales
La
mononeuropatía diabética o polineuropatía que afecta a los nervios craneales se
conoce como "neuropatía diabética de los pares craneales". El par
craneal con mayor prevalencia lesional es el tercero y, con menor frecuencia,
el sexto, cuarto y séptimo.
Las
manifestaciones clínicas se caracterizan por dolor en el lado afecto, diplopía
y ptosis palpebral. La oftalmoplejía diabética puede ser bilateral y
presentarse en forma aislada sin neuropatía diabética de base. Habitualmente la
evolución del cuadro clínico es brusca y su recuperación, total o parcial,
sugiere una causa vascular o traumática, que podría hallarse relacionada con
alteraciones de los vasa nervorum y la producción de microinfartos.
La mononeuritis craneal puede llegar a ser frecuente en personas de edad avanzada y es
infrecuente en diabéticos juveniles. En un 50% de los casos cursa en forma
aguda, con cefalea y oftalmoplejía unilateral, y el diagnóstico diferencial
debe establecerse con otras lesiones del mesencéfalo y órbita posterior; con el
aneurisma de la arteria carótida interna y con lesiones de los senos y base del
cráneo. Cuando se plantean dudas diagnósticas, debe realizarse una tomografía
axial computarizada o un examen angiográfico.
Mononeuritis del túnel carpiano, nervio radial y cubital, y nervio
cutáneo peroneo.
Su
afectación puede ser sensorial y/o motora y corresponde a los sectores
inervados. En ocasiones debe realizarse el diagnóstico diferencial con la
neuropatía secundaria a vasculitis, coagulopatía y otras enfermedades de
afectación sistémica
Radiculopatía
Cuando
la lesión afecta a la raíz del nervio se habla de radiculopatía diabética.
La
localización de la radiculopatía a nivel torácico y abdominal
—amiorradiculopatía— obliga en ocasiones a realizar el diagnóstico diferencial
con el abdomen agudo.
C) Neuropatía autónoma
Existen
diversos factores etiopatogénicos con capacidad de alterar el sistema nervioso
autónomo: uremia, alcoholismo, sífilis, amiloidosis y DM, siendo en la
actualidad esta última la causa más frecuente de ella. Las principales
manifestaciones de la neuropatía autónoma diabética se exponen en la figura 16.
Figura 16. Formas clínicas de la neuropatía autonómica en la Diabetes
Mellitus
La
alteración del sistema nervioso autónomo afecta estrictamente a las fibras
eferentes de los territorios musculares viscerales, de las arteriolas, y de las
gándulas exocrinas y endocrinas, implicando la alteración de los reflejos que
intervienen en el sistema cardiovascular, el gastrointestinal, el
genitourinario, la sudoración y, posiblemente, el control respiratorio. Los
enfermos con evidente alteración del sistema nervioso autónomo casi siempre
presentan alteraciones del sistema simpático, aunque predomine la clínica por
afectación parasimpática.
Evaluar atrofia muscular, sensibilidad táctil
(monofilamento y vibratoria (diapasón), sequedad de piel, deformidades
neuropáticas de los dedos, reflejos.
a.
Sensibilidad
táctil: Se realiza con un monofilamento de Semmes-Weinstein 5,07 (10grs),
instrumento simple que se utiliza para detectar pérdida de sensibilidad
protectora. Evalúa la sensación de presión superficial en 4 puntos de cada pie:
pulpejo ortejo mayor, cabeza de 1er, 3° y 5° metatarsianos. Su sensibilidad
varía entre 66 a 91%, y su especificidad entre 34 y 86% según distintas series.
b.
Sensibilidad
vibratoria: Se utiliza el diapasón de 128 hz, que también permite detectar
pérdida de sensibilidad protectora. Evalúa la sensación vibratoria. Se apoya el
diapasón en el dorso del 1er ortejo, bajo la uña, o en el maléolo si hay
amputación. Se le pide al paciente que avise cuando ya no tiene percepción de
vibración y se correlaciona con la sensación del propio examinador en su mano.
Tiene una sensibilidad que va del 55 al 69% y una especificidad entre 59 y 90%.
El Biothesiómetro busca el mismo objetivo, pero es más preciso ya que determina
el umbral de amplitud al que la vibración se hace perceptible para el paciente.
Es anormal un umbral sobre 25V, y se asocia a mayor riesgo de ulceración. Es
poco asequible por su alto costo.
c.
Reflejo
aquiliano: Evalúa el circuito de las raíces S1S2. Su ausencia se asociaría a
mayor riesgo de ulceración, pero está ausente en un importante número de
adultos mayores, por lo que no se considera de gran valor.
Neuropatía
El pie neuropático tiende a presentar las siguientes
características: temperatura alta, pulsos saltones, piel gruesa y seca con
hiperqueratosis en los puntos de apoyo (bajo la cabeza de los metatarsianos, a
nivel del talón y bajo la apófisis estiloides del 5.° metatarsiano, en el borde
lateral del pie). Las uñas, que están engrosadas, pueden ocasionar heridas. Los
reflejos osteotendinosos pueden estar disminuidos o abolidos. Existen varios
métodos para detectar una neuropatía en la clínica. Sólo la prueba con
monofilamento de nailon de 10 g tiene valor pronóstico en cuanto al riesgo
podológico. A veces se observan trastornos del sentido de la posición de los
dedos del pie, una disminución de la percepción del calor y del frío o de la
percepción del dolor (que se aprecia comparando la percepción de un pinchazo de
aguja en el pulpejo de los dedos y en las manos o las pantorrillas) y, con un
diapasón graduado, una disminución de la percepción vibratoria por debajo de 4.
Después de los 65 años, este examen ya no es interpretable. Con un
monofilamento de nailon puede apreciarse la percepción del tacto y de la
presión. Basta con la exploración física para determinar si existe o no una
neuropatía. Es superfluo, pues, practicar exploraciones
neuroelectrofisiológicas.
Neuropatía
periférica. La forma más común es la
polineuropatía distal mixta y simétrica. Su estudio básico consiste en la
exploración de la sensibilidad perceptiva táctil con el monofilamento de
Semmens-Weinstein, la sensibilidad térmica y la sensibilidad vibratoria con el
diapasón, y la sensibilidad al dolor de un pinchazo.
Tanto el monofilamento de 10 grs como el diapasón como
prueba única son útiles para el diagnóstico de neuropatía sensitiva, pero la
asociación americana de diabetes (ADA) y la asociación latinoamericana de
diabetes (ALAD) apoyan la utilización de ambas pruebas, en conjunto, para
diagnosticar en base a opinión de expertos más que en evidencia.
Exploración de la neuropatía periférica
La polineuropatía
distal mixta y simétrica constituye la forma más frecuente de neuropatía
periférica. La afección sensitiva, que en general predomina sobre la motora,
aparece inicialmente en las zonas más distales de la extremidad, progresando
proximal mente y adoptando una distribución «en calcetín». La presencia de
neuropatía periférica se explora mediante los siguientes métodos: la
sensibilidad perceptiva-táctil con el monofilamento 5.07 de Semmes-Weinstein,
la sensibilidad vibratoria y térmica mediante el diapasón de 128 Hz, la
presencia de reflejo aquíleo con el martillo de reflejos y la sensibilidad
dolorosa mediante el dolor al pinchazo en la raíz de la uña del primer o
segundo dedos.
Figura
17. (De izquierda a derecha). Diapasón, monofilamento 5.07 de Semmes-Weinstein
y barra térmica.
El monofilamento
5.07 de Semmnes-Weinstein es un filamento de nailon de un determinado grosor
que ejerce una fuerza constante al presionarlo sobre la piel (10 g para un
calibre de 5.07). El paciente se colocará en decúbito supino sobre la camilla
de exploración y con los ojos cerrados. Se presionará con el filamento, que se
debe doblar en parte, durante 1-5 s, y se preguntará al paciente si siente o no
su contacto. En primer lugar, se realiza la prueba en la mano del sujeto y se
le pide que comunique cuándo siente el toque del filamento en el pie. Las zonas
a explorar no están totalmente consensuadas, pero la mayoría de los autores
propone que, como mínimo, se aplique en la cara plantar del pie en los
siguientes 10 puntos: primer, tercer y quinto dedos, primera, tercera y quinta
cabezas de los metatarsianos, dos pruebas en el medio pie, una en el talón y
otra en el pliegue entre el primer y segundo dedos. Anotamos la presencia de
sensibilidad sobre las 10 pruebas realizadas (la ausencia de la sensibilidad en
4 de los 10 sitios tiene un 95% de sensibilidad y más de un 80% de
especificidad para identificar la pérdida de sensibilidad).
Con el diapasón de
128 Hz se explora la sensibilidad a la temperatura, valorando si el paciente
detecta o no el frío del diapasón. Además, con la misma herramienta se explora
la sensibilidad vibratoria, colocando el diapasón sobre la cabeza del primer
metatarsiano.
Punto importante
Características clínicas de los pies según la presencia
de una arteritis o de una neuropatía
• Pie arterítico.
○ Abolición de los pulsos.
○ Piel fina.
○ Pilosidad ausente o disminuida.
○ Hiperoniquia.
○ Amiotrofia con tendones demasiado visibles.
○ Disminución del calor cutáneo.
• Pie neuropático.
○ Pulsos saltones.
○ Hiperqueratosis en los puntos de apoyo: cabeza de los
metatarsianos, apófisis estiloides del 5. ° metatarsiano, talón.
○ Disminución o abolición de la sensibilidad al
monofilamento.
○ Abolición de los reflejos osteotendinosos.
Corren riesgo podológico los diabéticos portadores de una
arteritis, una neuropatía o incluso ambas, que por lo general tienen más de 65
años y padecen diabetes desde mucho tiempo. Los problemas reumatológicos
(coxartrosis) o visuales pueden entorpecer el control o la curación de las
lesiones podológicas por el propio paciente. Las poblaciones más expuestas son:
la de los diabéticos consumidores de alcohol y tabaco, que suelen sufrir
arteritis y neuropatía, la de los diabéticos aquejados de una microangiopatía
grave (en especial la nefropatía diabética, que agrava la arteritis y la
neuropatía) y la de los diabéticos con un injerto renal o renopancreático,
fragilizados por el tratamiento inmunosupresor (los corticoides favorecen la
ateroesclerosis e inhiben la angiogénesis). Además, el riesgo de que una herida
se infecte es muy elevado en estos enfermos.
Tan pronto como se estima que existe un riesgo podológico,
el paciente debe aprender a controlarse y curarse los pies. Si esta tarea
escapa a sus posibilidades, deberá asumirla una persona allegada. Es
imprescindible consultar a un especialista en podología diabetológica.
Exploración
instrumental
- Test
de sensibilidad vibratoria (diapasón, biotensiometría).
- Test
de presión fina cutánea (test del filamento).
-
Valoración del reflejo aquíleo.
-
Estudios electrofisiológicos de la velocidad de conducción.
Tests de sensibilidad vibratoria
La zona
de exploración adecuada es la epífisis distal del primer metatarsiano, y se
realiza mediante el diapasón graduado y la biotensiometría. Esta última, al
emplear aparatos de vibración eléctrica de frecuencia constante, conocida y
modificable mediante un cursor, es más exacta, si bien tiene una especificidad
baja en función de aspectos como el dintel de calibración, la adecuación de una
presión idéntica en el punto explorado, la cooperación del enfermo y la
variabilidad de respuesta en función de la edad. El resultado viene expresado
por la diferencia de potencial —voltios—, que es proporcional a la amplitud
liberada. Es predictiva de riesgo de ulceración, con una sensibilidad del 80%,
y una especificidad del 60%.
Tests
de presión fina cutánea
La
utilización del test de los monofilamentos de Semmes-Weinstein constituye un
método fiable, técnicamente sencillo y que permite una evaluación rápida.
Consisten en monofilamentos de nilón calibrados, de forma que su aplicación
sobre la piel corresponde a una fuerza previamente determinada. Así, al
filamento de "n 5,07", le corresponde una fuerza de 10 gramos y es
suficiente para la exploración de la neuropatía sensitiva.
El
estudio se realiza con el enfermo en decúbito supino sobre la mesa de
exploración, sin que éste observe a la persona que lo realiza, y presionando
con el filamento durante 1-1,5 segundos hasta que éste se doble ligeramente. El
enfermo debe responder afirmativa o negativamente sobre la percepción de su
contacto.
No
existe un criterio consensuado sobre las zonas a explorar, pero la mayoría de
los autores proponen que como mínimo se aplique en la cara plantar de cada pie,
sobre las cabezas del primero, tercero y quinto metatarsianos; los dedos
primero y quinto; en el talón, y entre la base del primero y segundo dedos en
su cara dorsal. Deben evitarse las zonas afectadas por hiperqueratosis
importante o por callosidades, ya que inducen a error.
Su
sensibilidad en la detección de enfermos con neuropatía sensitiva es del
95%-100% y su especificidad, del 80%. Tiene un carácter predictivo, en el caso
de no percepción, de x 10 en cuanto al riesgo de desarrollar ulceración y x 17
en cuanto al de amputación.
Valoración
del reflejo Aquíleo
Su
negatividad o asimetría son indicadores de alteración de la sensibilidad
propioceptiva. No obstante, ambos signos pueden ser positivos aun en ausencia
de neuropatía a partir de los sesenta años.
Estudios
electrofisiológicos de la velocidad de conducción nerviosa
Son
limitados los autores que proponen la electromiografía en el despistaje de la
neuropatía en el enfermo diabético, en función de que suele aportar poca o nula
información aun en presencia de una clínica expresiva. Por ello concluyen que
no debe ser una técnica de uso protocolizado.
El
patrón más prevalente en la ND es la disminución de la amplitud del potencial
sensitivo, que es variable en función del período evolutivo de la DM, pudiendo
existir únicamente un discreto enlentecimiento, tanto en las velocidades de
conducción motoras como sensitivas.
La exploración
puede ser absolutamente normal en caso de una neuropatía sensitiva simétrica de
pequeñas fibras.
Examen osteoarticular
Inspección
Debe
valorar aquellos aspectos de la morfología del pie que han mostrado elevada
prevalencia en la fase inicial o desencadenante de las complicaciones en el PD:
-
descenso del arco plantar
- dedos
en garra o martillo
-
hiperqueratosis en puntos de presión
-
deformidades osteo-articulares
En el
aspecto funcional, debe evaluarse la limitación de la movilidad a nivel de las
articulaciones metatarsofalángica, subastragalina y tibio-peroneoastragalina.
En esta
última, las anomalías biomecánicas detectadas durante la marcha son importantes
en la generación de ulceraciones, ya que determinan presiones plantares
anormalmente elevadas. La dorsiflexión debe ser mayor de diez grados para
permitir una marcha normal, pero algunos autores sostienen que entre el 60% y
el 65% de los enfermos diabéticos sin lesiones clínicamente manifiestas
presentan valores inferiores.
Exploración
radiológica
Aun en
ausencia de clínica, debe procederse a una exploración radiológica del pie,
mediante proyecciones anteroposterior y oblicua. Este estudio tiene una
especificidad del 80% y una sensibilidad del 63% en cuanto a la identificación
de lesiones óseas en los grados clínicos 0 y 1 de la escala de Wagner.
Otras
exploraciones
En
fases clínicas más avanzadas —grados 2 a 5—, si existe la sospecha de osteítis
o de osteomielitis y la exploración radiológica anterior no es concluyente,
debe realizarse un estudio complementario mediante TAC, RNM o gammagrafía
isotópica.
Los
focos de ostemielitis suelen presentar positividad a la radiología simple a
partir de las dos o tres semanas de evolución, pero su identificación es
difícil de realizar porque la imagen radiológica no es a menudo diferenciable
de zonas de osteopatía no activa.
Por
ello, debe sopesarse la realización de una RNM que, aunque con unos costes
superiores, aporta datos precoces con una sensibilidad del 88% y una
especificidad del 93%.
Valoración de la presencia de infección
Es necesaria una
observación constante para que el diagnóstico de infección en el pie diabético,
y consecuentemente el tratamiento, no se retrasen. Hay que pensar en la
posibilidad de una infección si existe una herida que desprende mal olor, así
como zonas hiperémicas, edematosas, con linfangitis, crepitación en los tejidos
adyacentes a la herida o si supuran los bordes de la herida a la presión.
También existen
signos o síntomas generales que inducen a la sospecha de infección, como el mal
control metabólico de la diabetes, la presencia de fiebre, taquicardia,
elevación de la velocidad de sedimentación globular y el aumento del recuento
leucocitario.
La radiografía del
pie está indicada ante una úlcera profunda de evolución tórpida, para la
determinación de la presencia de osteomielitis.
Toda
úlcera se considera infectada ante la presencia de secreción purulenta o al
menos la presencia de dos o más de las manifestaciones cardinales de
inflamación (hiperemia, calor local, edema o tumefacción y dolor o
reblandecimiento de los tejidos) y ocasionalmente manifestaciones sistémicas.
Dependiendo de la profundidad de la lesión, esta puede ser: celulitis,
erisipela, fascitis necrotizante, mionecrosis y abscesos, pudiendo extenderse a
estructuras osteoarticulares: artritis y osteomielitis. Luego de la inspección
clínica se recomienda realizar estudios radiográficos con la finalidad de
descartar osteomielitis, presencia de gas y cuerpos extraños entre otras
alteraciones. Sin embargo, la osteomielitis aguda puede no mostrar signos de
alteración radiográfica por lo que se sugiere la utilización de otros métodos
diagnósticos como la resonancia magnética o estudios gammagráficos. Seguidamente
se deben identificar los agentes microbiológicos responsables de la infección a
través de la toma de muestra para cultivo; las muestras se deben sembrar en
medios y condiciones que permitan el crecimiento de la mayor parte de patógenos
causantes de infección, incluyendo los de crecimiento lento y los anaerobios.
Se define infección con la presencia de 105 UFC por cm2 de muestra obtenida. La
muestra se toma de la base de la úlcera previo arrastre mecánico con suero
fisiológico; en úlceras con tejido necrótico y tejido de granulación la muestra
debe ser tomada en el lugar donde exista tejido viable. No debe tomarse la
muestra con torundas sino con hisopos por el riesgo de contaminación con
múltiples microorganismos que no participan en la patogénesis de la infección.
En caso de lesiones tipo abscesos se puede obtener la muestra a través de
aspiración percutánea con aguja fina. En caso de osteomielitis el método
estándar para diagnóstico es la biopsia ósea pues establece el diagnóstico
definitivo e identifica el agente etiológico.
La
evaluación del proceso infeccioso se complementa con la solicitud de marcadores
séricos de inflamación los cuales son importantes en la identificación de
factores contribuyentes o que exacerban el proceso infeccioso incluyendo las
alteraciones metabólicas como son química sanguínea, contaje de leucocitos,
velocidad de sedimentación globular (VSG) y proteína C reactiva ultrasensible
(PCRus). Un valor de VSG > 60mm/hora y un valor de PCRus> de 3,2 mg/L
tiene una sensibilidad y especificidad de aproximadamente 70-80% para diagnóstico
de osteomielitis.
Exploración en el pie diabético complicado
En la
fase de complicaciones clínicas —estadios 2 a 5 de la escala de Wagner—, la
exploración debe precisar:
·
Estructuras afectadas.
·
Profundidad de la infección.
·
Flora microbiana.
Es
fundamental proceder al desbridamiento tanto de las lesiones necróticas como de
las úlceras, con extirpación de las callosidades, y establecer su profundidad
mediante una sonda acanalada. Si ésta contacta con zonas óseas, debe asumirse
la presunción de osteomielitis. La existencia de estructura ósea en la base de
una úlcera es indicativa de osteomielitis con un valor predictivo positivo del
89%.
Si el
hueso está totalmente exteriorizado, en contacto con el aire, la certeza
diagnóstica es del 100%.
Los
signos de la osteomielitis —osteólisis de la cortical, descalcificación— son
localizados por la radiología simple en menos de la mitad de los casos aun
cuando su proceso clínico evolutivo sea de algunas semanas, y difícilmente son
detectados cuando se halla en fases iniciales y la tomografía axial
computarizada (TAC), la resonancia nuclear magnética (RNM), y la gammagrafía
con tecnecio 99 son los estudios que acreditan una mayor fiabilidad diagnóstica
con un valor predictivo positivo, 95%-100%.
Por
razones de eficiencia, la TAC es el examen electivo a realizar en el PD en
situación clínica de los grados 2 a 5 de la clasificación de Wagner, cuando
persista la sospecha diagnóstica de osteomielitis y la radiología presente un
patrón de normalidad.
La
gammagrafía tiene su indicación en aquellas situaciones clínicas en que el
proceso infeccioso del pie persiste de forma continuada o en intervalos de
recurrencia, en forma de procesos fistulosos, y con posterioridad a un correcto
desbridamiento, tratamiento antibiótico y revascularización en su caso.
En este
sentido, los focos de infección residual que persisten, tanto a nivel de los
trayectos tendinosos como óseos, tienen un significado de mal pronóstico en
cuanto a la viabilidad de la extremidad.
El
cultivo de la úlcera es preceptivo en todas las circunstancias, y
sistemáticamente debe realizarse, previamente a la pauta antibiótica, a
diversos niveles en función de la diversidad de la flora microbiana.
Finalmente,
en situaciones de fistulización múltiple o evolutivamente persistente en un pie
bien perfundido, deben evaluarse todos y cada uno de los trayectos fistulosos,
mediante la práctica de una fistulografía.
Figura 18. Trayecto fistuloso múltiple secundario a un
absceso plantar y osteomielitis en un
pie diabético.
Categorización del riesgo
Basado en la anamnesis, inspección y el examen clínico.
Existen varios modelos internacionales para hacer categorización de riesgo. En
Chile se utiliza el sistema de la IWGFD (International Working Group in
Diabetic Foot) por ser simple y de fácil aplicación. Figuras 19,20 y 21.
Figura 19. Hallazgos clínicos para diferenciar ulceras
neuropáticas de isquémicas
Figura 20. Categorización de riesgo. Ministerio de
salud Chile.
Figura 21. Categorización de riesgo del pie diabético.
Neuro artropatía de Charcot
Corresponde a una complicación del pie diabético, que se
presenta en paciente con severa neuropatía, que lleva a destrucción ósea, pero
que conserva buena vasculatura distal. Sinha y cols indican que 1 de cada 680
pacientes diabéticos padecerán esta condición.
Su desconocimiento en clínica lleva a un importante
subdiagnóstico. La presencia de cambios radiológicos en el pie
(desplazamientos, fracturas espontáneas, deformidades) asociados a neuropatía
SIEMPRE debe hacer pensar en Charcot. Son factores de riesgo la neuropatía
sensitiva y autonómica, la osteopenia y la falla renal. El trauma se reporta en
25% de los casos.
¿Cómo reconocerlo?
· -Brusco aumento de volumen del pie,
eritema y calor local, SIN fiebre asociada
· -Recuento de glóbulos blancos, PCR y
VHS normal
· -Al elevar la extremidad el eritema
desaparece
· -Diagnóstico diferencial debe
establecerse con esguince, celulitis y osteomielitis
· -La afección motora produce cambios de
integridad del arco del pie
· -La afección sensorial favorece la
osteopenia y destrucción progresiva, microfracturas, deformidad ósea y
subluxación, ya que el paciente pisa sin percibir dolor
· -Puede ser unilateral o bilateral
La mayoría de las veces la lesión se produce en la articulación
tarsometatarsiana o articulación de Lisfranc. La clínica puede ser aguda, con
calor local y edema; o crónica con progresiva deformidad del pie, entre 2 y 3
años. En la etapa aguda, el tratamiento de elección es el yeso de contacto
total o uso de bota Walker por un promedio de 6 meses a 1 año. En los casos
crónicos, es necesario el uso de calzados ortopédicos evitando el apoyo por
descargas inapropiadas.
El tratamiento quirúrgico se reserva para situaciones de
desplazamientos severos o úlceras crónicas recurrentes. Toda úlcera infectada
debe ser debridada en forma precoz para evitar una complicación mayor como la
osteomielitis.
No todas las lesiones del pie del diabético suponen una
necesidad de hospitalización. Se ingresa al paciente si existen uno o varios de
los siguientes criterios:
· signos generales (fiebre, taquicardia,
síndrome inflamatorio);
· arteritis;
· infección grave (celulitis);
· urgencia quirúrgica: sólo entran en
esta categoría la gangrena gaseosa, que es excepcional, la celulitis extensa septicémica
con riesgo de muerte, la fascitis necrosante por estafilococo o estreptococo y
el absceso (que obliga a instalar drenajes laminares). Casi nunca se observan
situaciones que requieran una amputación urgente;
· hiperglucemia elevada;
· pie de Charcot agudo: es un pie
inflamatorio que, en su forma clásica, no presenta lesiones. El primer
tratamiento es la descarga para evitar la fractura. No se ha comprobado con
base en criterios clínicos pertinentes que la perfusión de bifosfonatos resulte
eficaz.
Prevención del pie diabético
La educación es la
herramienta más importante para la prevención de las lesiones del pie en el
paciente diabético. Todos los sujetos deberían realizar una inspección diaria
de los pies y mantener una higiene y un cuidado meticulosos, implicando a un
familiar cuando el grado de autonomía sea insuficiente. En caso de presentarse
cualquier problema (cortes o soluciones de continuidad en la piel, uñas
incarnatas, cambios en color, temperatura, sensibilidad o arquitectura del
pie), éste ha de ser comentado inmediatamente con el médico. El control de los
factores de riesgo cardiovascular es primordial, así como la valoración y el
tratamiento adecuado por podólogos y ortopedas en el caso de existir alteraciones en la estática del
pie o amputaciones previas. Las siguientes instrucciones pueden ser útiles para
que el paciente evite las úlceras y las infecciones del pie.
Los programas
diseñados deben incluir un minucioso y detenido examen del pie, el cuidado de
las uñas y de cualquier callosidad, un calzado hecho a medida, el cuidado de
las lesiones y una educación sanitaria de los pacientes y su familia.
Es difícil
determinar cuál de todas estas actividades tiene mayor importancia en la
prevención de la aparición de lesiones dado que deben realizarse todas
conjuntamente.
Analizando por
separado cada una de estas actuaciones podremos saber su valor real y la
evidencia científica que los apoya.
Control de la glucemia. El
buen control de la diabetes, manteniendo cifras de HbA1C por debajo de 7% de la
Hb total, disminuye la presencia de neuropatía tanto asintomática como la
clínica. Se necesitan más estudios para conocer mejor el papel que tienen el
control estricto de la glucemia, los lípidos y la tensión arterial en el
desarrollo de enfermedad arterial periférica en los pacientes diabéticos.
Examen del pie. El
examen del pie es fundamental para corregir los factores de riesgo y disminuir
la incidencia de úlceras y de amputación. Pero no existe acuerdo en cómo debe
realizarse el examen y con qué frecuencia. Hay que resaltar que el 9% de los
pacientes con úlceras en los pies desconocen que la tienen.
Debe incluir
aspectos como el estado de la piel, la presencia de grietas o callosidades y
cualquier cambio de temperatura.
Debe estudiarse
también la presencia de neuropatía y de enfermedad arterial periférica. Para
estas dos últimas patologías se considera que con una revisión anual es
suficiente.
Neuropatía. La prevención primaria de la
neuropatía se realiza manteniendo un buen control de la diabetes. La prevención
secundaria debe consistir en el correcto tratamiento de cualquier callo,
deformidad o trastorno del apoyo que pueda originar una úlcera. En el momento
actual no existe tratamiento para la neuropatía establecida, aunque se están
ensayando fármacos diversos.
Enfermedad arterial periférica. La
arterioesclerosis obliterante de las extremidades inferiores es la complicación
vascular más frecuente observada entre los diabéticos.
Al diagnosticar la
diabetes está presente en un 8% y la cifra se eleva hasta el 45% a los 20 años
del diagnóstico.
Estas lesiones ateroescleróticas
pueden permanecer asintomáticas o conducir a la necrosis y a la pérdida de la
extremidad, dependiendo de la localización y extensión de las lesiones y de la
capacidad de suplencia de la circulación colateral.
Estas
manifestaciones clínicas podemos sistematizarla en:
Estadio I o
asintomático. En la exploración física se puede comprobar la ausencia de pulsos
en las extremidades inferiores.
Así en la diabetes
mellitus tipo II de más de 12 años de evolución el 30% de los pacientes no
tienen pulsos distales palpables y el 10% no tienen pulsos femorales. Se pueden,
además, demostrar la presencia de calcificaciones arteriales en las
radiografías simples, con un indudable valor pronóstico.
Estadio
II: definido fundamentalmente por la
presencia de claudicación intermitente, presente en el 20% de los diabéticos de
más de 12 años de evolución.
Estadio
III: al progresar la
obstrucción arterial disminuye la tolerancia al ejercicio y el dolor se va
haciendo continuo y de reposo. El dolor se localiza en la parte distal de la
extremidad, es decir la peor irrigada, suele agudizarse por la noche y el
enfermo adopta posturas antiálgicas y favorecedoras de la hiperemia, como
sentarse en la cama con los pies colgando, frotarse la zona dolorosa o dormir
sentado en un sillón. Como consecuencia de la posición antiálgica se origina un
edema en la extremidad isquémica por aumento de la presión hidrostática. En los
territorios isquémicos, además, se presentan una serie de trastornos tróficos
de la piel y las faneras, como son la pérdida de vello, el adelgazamiento
cutáneo, la atrofia muscular, las alteraciones de las uñas, etc.
Además, se produce
una reacción inflamatoria del tejido celular subcutáneo que junto al edema
conforman la hiperemia típica, que puede llegar a producir anquilosis de las
articulaciones y retracciones musculares y que se puede considerar un estado
pregangrenoso.
El dolor de la
isquemia crítica de la extremidad se diferencia del de la neuropatía diabética
por agudizarse con la deambulación, mientras que el de origen neuropático
frecuentemente se alivia.
Estadio
IV: en este periodo se produce necrosis
hística, que puede variar desde pequeñas úlceras interdigitales hasta la
gangrena masiva de la extremidad.
En esta fase es
cuando aparecen las lesiones de origen vascular que forman parte del pie
diabético, que recordemos tiene tres componentes diferenciados:
· Angiopatía.
· Neuropatía.
· Infección.
Para establecer una
graduación del pie diabético la Sociedad Española de Angiología y Cirugía
Vascular ha propuesto adoptar la Escala de Wagner, en función de tres
parámetros:
· Profundidad
de la úlcera.
· Grado
de infección.
· Grado
de gangrena.
Historia previa de úlcera. Existen
múltiples recomendaciones sobre cómo deben cuidarse los pies, como debe ser la
higiene o como cortarse las uñas, pero no existe evidencia científica de que
esto disminuya la incidencia de úlceras.
Por el contrario,
un calzado adecuado puede reducir la presión anormal disminuir las deformidades
óseas y reducir la formación de callos y de úlceras, pero es importante que el
paciente acepte llevar ese calzado.
Educación del paciente. Todos
los programas incluyen la educación del paciente diabético como esencial para reducir
la incidencia de úlceras y disminuir la tasa de amputación. La educación se
centra sobre todo en los cuidados del pie. Está demostrado que esto por sí solo
es eficaz en la prevención.
Ejercicio. El
ejercicio mejora el control metabólico y disminuye las complicaciones
cardiovasculares. Debe ser adecuado a las condiciones del paciente y a sus
limitaciones físicas.
Evitación de la arteritis o la
neuropatía
Todos los diabéticos, se hallen o no expuestos a un riesgo
podológico, deben dejar de fumar para limitar la agravación de la arteritis.
Con el objetivo de evitar la neuropatía es importante que la diabetes esté
compensada (hemoglobina A1C inferior al 7,0%, es decir, una mediana glucémica
inferior a 1,50 g/l).
También deben controlarse todos los demás factores de
riesgo cardiovasculares.
El diabético debe saber que, si se hiere un pie, debe
consultar al médico lo antes posible. Debe saber lavar la lesión con agua
corriente y jabón neutro, desinfectarla con un producto incoloro, y por fin
cubrirla con una gasa vaselinada y una compresa estéril, evitando que el
esparadrapo entre en contacto directo con la piel. Es imprescindible buscar el
origen de la lesión y desechar los zapatos que hayan podido causarla.
Educación en higiene de los pies
Se debe educar de forma dirigida al paciente diabético, aun
cuando no haya presentado heridas ni ulceraciones, con el fin de prevenir su
aparición:
· Inspeccionar los pies todos los días
antes de dormir para pesquisar aparición de ampollas, cortes, rasguños o zonas
de piel enrojecida. Revisar entre los dedos.
· Lavarse los pies todos los días con un
jabón suave, probar la temperatura con la mano antes de bañarse; debe
enjuagarse y secar bien, especialmente entre los dedos.
· Evitar temperaturas extremas.
· En su cama, no utilizar manta
eléctrica o los llamados “guateros”.
· Nunca debe caminar descalzo.
· No cortar callos, ni utilizar agentes
químicos para su eliminación, ya que pueden macerarse y provocar una herida, o
infectarse.
· Recomendar recortar las uñas con
bordes ligeramente redondeados si su visión lo permite, ojalá usando lima de
cartón solamente.
· Visitar al podólogo al menos cada 4
semanas.
· Para la piel seca, debe tratar de
lubricar con cremas humectantes, ojalá sin aromas, al menos 2 veces al día,
excepto entre los dedos de los pies.
· No usar sandalias o zapatos en que los
dedos queden expuestos; recordar que el trauma externo es el principal factor
gatillante de lesiones en de los pies.
Prevención primaria
En el
PD, la prevención primaria tiene como objetivos definir, proponer, consensuar y
realizar una serie de acciones estratégicas con la finalidad de evitar la
aparición de lesiones desde el mismo momento del diagnóstico de la diabetes
mellitus (DM).
Como se
ha señalado en capítulos precedentes, es ya a partir de este momento cuando
puede considerarse el pie del enfermo diabético como un "pie de
riesgo".
Las
experiencias publicadas por aquellos grupos que han conseguido implantar estas
estrategias son, con un elevado nivel de evidencia, incuestionables en cuanto a
la reducción de las complicaciones, de la tasa de amputaciones y del número de
reintervenciones.
Educación
sanitaria sobre los cuidados del pie
De
forma simultánea con la información del propio manejo de la DM —controles de
glucemia, administración de medicación, signos de hipoglucemia o
hiperglucemia—, debe facilitarse al enfermo y a los familiares aquella
información que les aporte conocimientos suficientes y que les sensibilicen
sobre la importancia de detectar y valorar cualquier anomalía en los pies.
Actuación
sobre factores de riesgo que contribuyen al desarrollo del pie diabético
Tabaquismo: el hábito del consumo regular de diez o más cigarrillos diarios e
iniciado en la adolescencia ha evidenciado ser una variable de carácter
predictivo positivo para la amputación de la extremidad en aquellas personas en
que el inicio de la DM es anterior a los treinta años de edad, en razón al
efecto sinérgico que implica la asociación de dos factores de riesgo en un
período evolutivamente largo. Como factor de riesgo de la isquemia en la
extremidad inferior, el abandono del hábito tabáquico es una de las
modificaciones más importantes en la conducta del enfermo diabético que va a
contribuir, además, a disminuir el riesgo de aparición de la enfermedad
cardiovascular y cerebrovascular.
Hiperglucemia: diversos estudios, entre
ellos el DCCT —Diabetes Control and Complications Trial— realizado en la DM
tipo I y el UKPDS (United Kingdom Prospective Diabetes Study) en la DM tipo II,
han demostrado que un correcto control metabólico reduce el desarrollo de complicaciones
como la neuropatía, la retinopatía y la nefropatía, y en menor grado la
vasculopatía en las extremidades inferiores.
Entre
un 20% y un 40 % de los enfermos con DM tipo II ya presentan complicaciones
neuropáticas y vasculares en el momento del diagnóstico.
Un
programa efectivo de prevención sobre el PD debería iniciarse, al menos desde
un punto de vista teórico, con una estrategia de diagnóstico precoz de la DM.
En este
sentido, la adopción de los nuevos criterios diagnósticos propuestos recientemente
por la American Diabetes Association y recogidos en el informe de la
Organización Mundial de la Salud puede representar la detección de un mayor
número de personas en fases asintomáticas.
Hipertensión: los enfermos diabéticos e
hipertensos presentan un riesgo cinco veces superior de desarrollar
vasculopatía periférica. No obstante, no hay evidencias de que el correcto
control de la tensión arterial haya podido ser correlacionado con reducción en
el número de amputaciones.
Dislipemia. Los trastornos lipídicos
asociados a la DM —aumento de LDLc, aumento de triglicéridos y disminución de
HDLc— se han correlacionado con el desarrollo de la enfermedad vascular
periférica, si bien tampoco existen suficientes evidencias que demuestren que
el buen control de la dislipemia en el enfermo diabético incida en el número de
amputaciones.
Nivel
socioeconómico: una
situación cultural, social y familiar deficiente se ha correlacionado con un
mayor riesgo en la formación de úlceras y de amputación. Hábitos de higiene, la
no aceptación de la enfermedad, el escaso interés por la información, la demora
en la consulta sobre lesiones iniciales, y la menor frecuentación de los
servicios sanitarios asociados a un deficiente respaldo en el ámbito familiar,
implican, no sólo una mayor incidencia de las complicaciones, sino también un
peor curso evolutivo de las mismas.
Prevención secundaria
Se
define como tal a aquel conjunto de actuaciones destinadas a detectar, cuidar y
tratar precozmente las alteraciones ya manifestadas en el pie del enfermo
diabético. Cuando éste inicia la sintomatología de neuropatía o vasculopatía en
sus extremidades inferiores necesariamente no va a evolucionar a estadios de
ulceración y fases de complicación, y de hecho puede no manifestarlas a lo
largo de toda su vida. Ello dependerá, al margen de la propia agresividad de la
enfermedad, de que tenga la opción de conocer y seguir programas educacionales
específicos.
Dichos
programas deben ser impartidos por aquellos grupos de profesionales implicados
en todos los aspectos clínicos de la DM, como se expone en el último apartado
de este Capítulo. Desde un punto de vista de racionalidad, eficiencia y
optimización de recursos, las medidas a adoptar deben estar en función de la
severidad o estadio en el momento del diagnóstico. De una forma práctica pueden
considerarse cuatro estadios, de menor a mayor gravedad, y que corresponden a
determinadas fases clínicas ya expuestas en otros capítulos
Estadio
1
No
existen alteraciones de la sensibilidad, deformidades ni ulceración previa. Los
controles deben establecerse con una periodicidad cuatrienal.
Estadio
2
Caracterizado
por la disminución de la sensibilidad, con o sin signos de vasculopatía, pero
no se objetivan deformidades ni ulceración. El seguimiento será similar al
comentado en el apartado anterior, pero insistiendo muy especialmente en el
examen diario de los pies, por parte del paciente o familiares, y en las
medidas higiénicas.
Estadio
3
Existe
disminución de la sensibilidad y deformidades en los pies. No hay ulceración
previa. Similar al apartado anterior pero los controles médicos o de enfermería
deben establecerse con mayor frecuencia. Es, además, recomendable indicar el
control podológico regular, con la finalidad de pautar las medidas correctoras
expuestas en los Capítulos IX y XI. Si éstas no consiguen sus objetivos, deberá
valorarse el tratamiento quirúrgico para modificar las deformidades detectadas
Estadio
4
Significado
por la disminución de la sensibilidad, la objetivación de deformidades en los
pies y el antecedente de úlcera. La pauta es similar al apartado anterior,
valorando que la posibilidad de la recidiva ulcerosa resulta elevada.
Prevención terciaria
En esta
fase, las actuaciones van dirigidas al tratamiento de la lesión —ulcera o
gangrena—, y al proceso de rehabilitación, posterior a una amputación no
evitada.
Los
objetivos en esta fase son:
a)
Mantener al enfermo asintomático.
b)
Conseguir su normalización metabólica.
c)
Prevenir o minimizar las complicaciones.
Uso de calzado:
Usar
zapatos que protejan los pies de lesiones en todo momento. De otro modo, si la
persona tiene problemas de visión y menos capacidad para detectar el dolor, es
posible que no note cortaduras o protuberancias menores.
Proteger
los pies con zapatos cómodos, que ajusten adecuadamente. Nunca se deben comprar
zapatos que no tengan un ajuste adecuado esperando que éstos se estiren con el
tiempo, ya que una neuropatía puede impedir que el diabético sienta la presión
proveniente de calzados muy ajustados.
Controlar
el interior de los zapatos en busca de áreas ásperas o pedazos desprendidos que
puedan causar irritación.
Cambiar
de zapatos después de 5 horas de uso en un día, para alternar los puntos de
presión.
Evitar
el uso de sandalias de tiras o de calcetines con costuras que puedan causar
puntos de presión.
Usar a
diario medias limpias y secas o medias de nylon no ceñidas, ya que éstas
suministran una capa adicional de protección entre el zapato y el pie.
Usar calcetines para dormir si los pies se enfrían. En
climas fríos, usar calcetines calientes y limitar la exposición al frío para
prevenir quemaduras por el frío.
Educación y consejos para diabéticos
con riesgo podológico
Los enemigos del pie
Son enemigos potenciales: el calzado, las durezas, las
uñas, las micosis interdigitales, los cuerpos extraños dentro del zapato, las
fuentes de calor que puedan ocasionar quemaduras (bolsa de agua caliente, manta
eléctrica, fuego de chimenea, agua hirviendo, placa de cocción) y la cirugía
«casera».
Callosidades
Se raspan con una lima inocua, de tipo piedra pómez. Deben
impregnarse los pies con vaselina blanca o cremas especiales para evitar las
fisuras de la piel y prevenir las callosidades.
Uñas
Si el paciente no puede cortarse las uñas porque no goza de
la elasticidad necesaria o porque ve mal, debe recurrir a un pedicuro o a un
allegado.
Es preferible utilizar tijeras de borde romo, hacer el
corte en ángulo recto y luego redondearlo levemente para evitar que las uñas se
encarnen.
En caso de uña encarnada, debe consultarse a un pedicuro o
a un médico podólogo.
Cuerpos extraños
El paciente con riesgo podológico debe acostumbrarse a
pasar la mano sistemáticamente por dentro de los zapatos antes de calzárselos.
Micosis
Se favorecen por la transpiración y la maceración. Para
evitarlas se recomienda lavar los pies, secar cuidadosamente los espacios
interdigitales, cambiar los calcetines o medias todos los días y, si la
transpiración es excesiva, cambiar también los zapatos, utilizando dos pares de
manera alternada.
Para evitar la maceración se deben lavar y secar
cuidadosamente los espacios interdigitales y aplicar un medicamento en forma de
polvo. También hay que espolvorear los zapatos. El tratamiento debe durar un
mes.
Quemaduras
Cuando existe una neuropatía, el paciente debe aprender a
desconfiar de las fuentes de calor intenso: la bolsa de agua caliente, el agua
de la bañera y la arena caliente de la playa. Un diabético con riesgo
podológico nunca debe caminar descalzo.
Punto importante
Material útil para curar una lesión en un paciente
diabético
• Suero fisiológico.
• Desinfectante suave.
• Gasa vaselinada.
• Compresas estériles.
• Vendas.
• Esparadrapo poroso.
Punto importante
Objetos peligrosos
• Tijeras puntiagudas.
• Mimbre.
• Instrumentos especiales para eliminar los callos.
• Esparadrapo adherido a la piel.
• Solución de povidona yodada (que se utiliza sólo por
prescripción médica).
• Secador de pelo para secar las lesiones.
Calzado
Se han de usar
zapatos y calcetines en todo momento. No se ha de caminar descalzo, ni siquiera
dentro de casa, pues fácilmente se puede pisar algún objeto y lastimarse los
pies. Es importante proteger los pies del frío y del calor, por lo que hay que
caminar con calzado sobre
la playa o
superficies calientes. Siempre se deben usar calcetines de algodón o lana y
medias de algodón o nailon (que evitan la humedad) con los zapatos, para evitar
fisuras y llagas. Es conveniente elegir zapatos de cuero blando, que se ajusten
bien y protejan los pies. Los zapatos nuevos se han de comenzar a utilizar de
forma lenta y progresiva. Se debe cambiar de zapatos durante el día para
aliviar las zonas de presión, e incluso probar con calzado de deporte para el
uso cotidiano. Si hay problemas de ajuste o alteraciones en la estática del
pie, hay que utilizar dispositivos de ortopedia para resolverlos. Cada vez que
se ponga el calzado es importante revisarlo por dentro para asegurarse de que
el forro interno esté suave y liso y que no haya objetos en su interior.
Higiene de los pies
Los pies se deben
lavar de forma diaria con un jabón suave, a ser posible neutro, y agua tibia
(no caliente), sin mantenerlos mucho tiempo en remojo puesto que se pueden
agrietar y resecar la piel. Después es necesario el secado concienzudo y
meticuloso, teniendo especial
cuidado en las
zonas interdigitales. Puede utilizarse talco para mantener seca la piel entre
los dedos. Una o dos veces al día hay que aplicar crema hidratante en las
partes superiores de los pies y las plantas, evitando aplicarla entre los dedos
ya que esto podría causar una infección. Las uñas no deben ser largas y han de
estar cortadas de forma recta (o con un borde ligeramente redondeado); si esto
representa una dificultad, es conveniente que tanto la pedicura como la
extirpación de callos o durezas sean realizadas por un podólogo.
Protección de los pies
A causa de la
neuropatía periférica, es posible que el paciente diabético tenga una pérdida
de sensibilidad al calor o el frío, por lo que tenderá a usar calentadores,
radiadores, bolsas de agua caliente o almohadillas eléctricas; ello predispone
a la formación de quemaduras y lesiones. Es muy importante que el personal
sanitario haga especial hincapié en este aspecto, especialmente en los meses de
invierno. Durante los meses de verano ha de aconsejarse el uso de cremas
fotoprotectoras en el dorso de los pies para prevenir las quemaduras.
Otra forma de
proteger correctamente los pies es mantener una buena circulación distal. Para
ello, es recomendable la elevación de las extremidades inferiores en
sedestación, evitar cruzar las piernas, no usar calcetines o medias que
compriman, mover los tobillos y dedos de forma circular al menos durante 5 min
diarios, y el abandono del hábito tabáquico.
Conclusión
A menudo es posible evitar las lesiones del pie en el
paciente diabético.
Si se respetan correctamente las primeras etapas del
tratamiento se consigue limitar la evolución desfavorable y sus consecuencias
dramáticas. Mediante la atención adecuada y precoz de las úlceras de los
miembros inferiores suele obtenerse su curación en un plazo razonable. Raras
veces se indica una amputación. Siempre que un enfermo diabético presenta una
úlcera del pie hay que evaluar su estado vascular.
Es del todo imprescindible detectar de forma precoz a los pacientes
con riesgo podológico para evitar la aparición de trastornos tróficos.
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